Para completarla hemos utilizado ideas de otras entrevistas
sobre En alas de la canción, recientemente publicada por Bibliópolis,
y las respuestas a algunas de las preguntas que sí que nos proporcionó.
Sé que es larga, pero probablemente lo olvidaréis cuando os sumerjáis
en la visión que tiene Disch acerca de la vida y la literatura. Espero
que lo disfrutéis.
Nacho
Este
mes la editorial Bibliópolis publica En alas de la canción,
considerada por la crítica como su mejor novela. ¿Podría resumir
cuál es su argumento?
Daniel nace en Iowa en
los últimos años del pasado siglo. Los descendientes de la Nueva
Derecha están en el poder en el Medio Oeste: las mujeres tienen
claro cuál es su sitio, el sexo es considerado algo sucio y el arte
está estrictamente regulado. Sin embargo en Nueva York la gente
puede volar. Sus cuerpos se alojan en un aparato especial, cantan,
y si alcanzan un estado de trascendencia personal alzan el vuelo.
Se les llama hadas. Daniel se casa con Boa, la hija de Grandison
Whiting, un millonario influyente totalmente capaz de articular
y defender una red de poder. Ambos se marchan a Nueva York, una
ciudad que cerca del año 2000 es un catálogo de corrupción, locura
y miseria.
Conociendo un poco su
vida parece claro su cariz autobiográfico. ¿Hasta qué punto Daniel
Weinreb es Thomas Disch?
En
alas de la canción es la historia de mi vida transcrita en términos
de ciencia ficción y en un tono bastante más glorioso (risas). Quiero
decir que me he idealizado en esta novela del mismo modo que Hemingway
se idealizó en las suyas. Daniel Weinreb llega a Nueva York cuando
es muy joven, y ya ha estado en prisión. Yo podría decir lo mismo
de mí. Consigue un trabajo en el teatro Majestic y yo también trabajé
allí en el guardarropa. Felizmente no era un faux noire
[1] (falso negro) (risas). Pero de algún modo lo era, ya que
fui figurante en la puesta en escena del Met con todos las mejores
sopranos del momento –compartí escenario con Margot Fonteyn, el
ballet Bolshoi, Eleanor Steber y Lisa della Casa. Fui extra en una
gran cantidad de grandes producciones. En Spartacus fui un
esclavo negro a base de maquillarme todo el cuerpo. También hice
lo mismo en Don Giovanni, pero sólo llevaba la cara pintada.
Una de las claves centrales
de la novela parece ser el vuelo, utilizado por los que lo practican
como método de evasión para escapar de la realidad y elevarse por
encima de ella. ¿Qué se esconde detrás de esa metáfora?
Funciona de muchas maneras.
No es el segundo término de una comparación con algo concreto, aunque
creo que trabaja muy eficazmente como metáfora de una serie de cosas
bastante importantes y que todos conocemos.
El vuelo es cualquier forma
de trascendencia. Es cualquier manera en la que puedes sentir como
el alma abandona el cuerpo. Los Césares del mundo, los poderes
fácticos, intentan controlar la fuerza derivada del clímax de las
experiencias extáticas porque son potencialmente rupturistas desde
el punto de vista social. La gente que experimenta algo a niveles
muy profundos no está dispuesta a tragar las tonterías que se les
ofrezcan, porque su experiencia del mundo lo contradice. El sexo
ofrece esos momentos trascendentes. Claramente, gente que experimente
relaciones sexuales extáticas no va a creerse que el sexo es malo,
sea cual sea el modo en que los ejércitos de los opresores intenten
imponerlo. El hallazgo de los años sesenta es todavía de alguna
manera un hallazgo. La gente tiene el derecho a ejercer su libertad,
a hacer lo que les venga en gana con las drogas.
La misma religión es otro
caso. ¿Cuál es la primera gran revolución que abre la historia moderna?
Lutero. Es la insistencia en que puedo creer lo que la voz de mi
yo interior me dice que es lo divino, y no aceptaré la autoridad
de la iglesia en su lugar. Ésta fue la gran revolución y de ésta
han surgido todas las otras. Hoy en día los protestantes apenas
son la vanguardia de la liberación, aunque la comenzaran, y ese
proceso es imparable una vez comenzado. Ése es el motivo de que
la teología juegue un papel tan importante en En alas de la canción
y de ahí viene también el vuelo.
El vuelo se lleva a
cabo gracias al canto, que permite a la gente entrar en ese estado.
El arte y el hecho creativo vuelven a aparecer en una de sus novelas
como fuente de liberación. ¿Qué relación existe entre el arte y
la libertad?
El arte es la cuarta fase
de la trascendencia. Para mí, continúa siendo la principal, y sigo
creyendo que el arte es, desde el punto de vista político, la única
y más grande fuente de liberación que existe. Es el motivo por el
que la Mayoría Moral quiere censurar el rock and roll. ¿Cómo vuelas?
Cantando. Si tú integras tu cuerpo, tus emociones y tu razón de
tal modo que todas puedan unirse en un único acto artístico, has
alcanzado la trascendencia. Esto es lo que creo y ésta es la razón
por la que el libro trata de cómo alguien se convierte en un cantor.
Para mí, convertirse en artista es la tarea. Además creo
que es lo que todo el mundo quiere y la razón por la cual todos
los héroes culturales de nuestros tiempos son cantantes de rock
and roll, actores o escritores. No hay ningún arte que no convierta
en dioses a la gente que triunfa, algunas veces de forma estúpida,
porque a menudo es una estafa. Que parte del arte sea técnica es
algo irónico y esa ironía se refleja en En alas de la canción:
Daniel es un cantante que nunca llega realmente a volar. Él aprende
a hacer arte. Pero eso es sólo una ironía para gente que quiere
que Dios exista, que necesita asegurarse la trascendencia una vez
que tienen un atisbo de ella, de modo que les pertenezca por siempre
jamás. Pero tú no puedes cuantificar la experiencia trascendental,
no puedes ponerla en números. Ocurre cuando ocurre, es una gracia,
un don. Y ésta es una verdad dolorosa, porque hay una gran cantidad
de gente que quiere ser artista pero no puede. Ésta es la principal
pena de la que habla el libro.
Centrándonos en su carrera,
¿cuando entraste en contacto con la ciencia ficción?
En Fairmont, Minnesota,
sólo podías conseguir revistas de CF suscribiéndote a ellas, así
que lo hice. Creo que me suscribí a Galaxy antes que a Astounding;
de cualquier modo aquellos fueron mis años de revistas de CF, 1951,
52, 53. Cuando cumplí 14, vivía en las Twin Cities
[2] y en décimo tuvimos que leer Julio César. Así descubrí
a Shakespeare y me di cuenta de lo que era la poesía, cómo funcionaba,
y fue una experiencia aniquiladora. Antes pensaba que era de ese
tipo de cosas que se ponen en las tarjetas de felicitación. Así
que abandoné la CF y volé a las estrellas. Entonces mi ambición
consistía en convertirme en Shakespeare, Thomas Hardy, Dostoievski
o quienquiera del que fuese el siguiente libro de la biblioteca
que se me metiera en la cabeza.
Una
vez que le publicaron por primera vez a principios de los sesenta,
¿planeó hacer de la escritura su carrera?
Sí, bastante. Era 1962
y había vendido mi primera historia a Fantastic Stories.
Empecé a escribir otras historias en rápida sucesión y se iban haciendo
mejores gradual y perceptiblemente. El peso de las historias naturalmente
también iba incrementándose y pensé, ¡hey!, puedo hacerlo; de hecho,
pensé que podía hacerlo bastante bien.
¿Escribía usted principalmente
CF en aquel momento?
En su mayor parte, porque
era un campo abierto. No podía luchar con Saul Bellow, ni con la
gente del New Yorker. Nunca les he vendido nada. Tengo una
teoría de clases aplicada a la literatura. Según ella, vengo del
barrio equivocado para poder venderles a los del New Yorker.
No importa lo bueno que sea como artista, siempre pueden
oler de donde procedo. Creo que la única de nosotros que pudo abrirse
camino en su mundo fue U. K. Le Guin, e incluso ella es como un
visitante alienígena entre ellos.
¿Cómo era el campo de
la CF a principios de los sesenta?
Para mi gusto bastante
abierto. Me fue tan bien que hizo que a algunos se les encendiera
la alarma. Aunque el disgusto de aquellos a los que no les gustaba
se convirtió en una especie de “cumplido”. Algis Budrys hablaba
de mí como un “nihilista”. Ésta es la palabra que la gente usa cuando
quieren decir “éste es nuestro enemigo. No cree en nada”. En realidad
lo que quieren decir es que no crees en nada de lo que creen ellos
(y creen en un montón de mierda). Así que tienes una cierta ventaja
sobre ellos, incluso en su malevolencia.
¿Estaba intentando hacer
algo diferente?
No tenía que intentarlo.
Solamente seguí mi visión de las cosas, que era diferente.
Había entonces mucha gente de mi edad, generación y origen que escribía
de modo similar, así que no estaba solo; yo era parte de la “New
Wave”, lo que venía a significar: mordaces sabelotodos universitarios.
Los viejos escritores que iban de listillos, sólo habían tenido
educación secundaria. La CF de los años 30 y 40 era literatura para
las clases trabajadoras, como las historias de detectives. Todo
el país se iba educando paulatinamente y yo fui parte de esa transición.
¿En qué medida esta
situación era producto o estaba influida por los cambios sociales
y culturales de los 60?
Bien, nosotros éramos
el mismo cambio que estaba en marcha. Fuimos parte de él, se reflejaba
en nuestras propias vidas, nosotros mismos éramos su espejo y lo
estimulábamos con nuestros escritos y a través de otros medios.
Se retroalimentaba mutuamente. Ha sido estupendo participar en la
historia de esta manera.
¿Tuvieron usted y sus
colegas en aquel momento la sensación de estar haciendo algo nuevo
y diferente?
Sí, seguro, claro que lo
sabíamos. Era una sensación gloriosa, por cierto. Sabíamos que estábamos
pateando culos. Y era divertido.
¿Cómo
se recibió esto dentro del campo de la CF, del fandom tal como era
entonces?
Bueno, fue positivo y
negativo. Como siempre, la vieja generación que estaba siendo apartada
a empujones no estaba muy contenta con la situación. Los viejos
tenían que elegir, o unirse a nosotros, o intentar luchar y rechazarnos.
En realidad fue uno de esos casos en que uno tiene que escoger entre
quedarse chapado a la antigua o evolucionar.
Había entonces una generación
justo en la cúspide, Brian Aldiss, Phil Dick, la gente
de esa generación; tuvieron la oportunidad de convertirse a la “New
Wave” con nosotros y aprovechar todas las ventajas de la libertad
de la escritura: un nivel más alto de lenguaje, otras situaciones
y el humor. ¡Por fin podíamos escribir para adultos! ¡Esto fue maravilloso!
Para muchos de los viejos escritores fue como si hubieran comido
hierba gatera [3]
y sufrieron un renacimiento; uno de ellos fue Damon Knight. Pero
para algunos fue un atolladero del que no podían salir al ritmo
que les marcaban los nuevos tiempos, como le ocurrió a Algis Budrys,
y a Ray Bradbury, que creo permanecieron en una especie de Paleolítico.
¿Publicaba
poesía a la vez?
Sí, justo fue en ese momento
cuando vendí mi primer poema a Minnesotta Review, y siempre
he escrito poesía desde entonces. Era parte de lo que hacía.
¿Entonces no era poesía
de CF?
No, no tiene nada que ver,...
es poesía. Hay un componente específico en el mundo de la poesía...
cuando las metáforas estallan, pueden convertirse en CF, pero eso
no es propio de ellas, es sólo algo que ocurre en los poemas por
su propia naturaleza. Hay gente dentro de la CF que cree que existe
algo llamado “poesía de CF” y para mí eso es alarmante –como el
síntoma de una enfermedad-; evito a la gente cuya idea de la poesía
es que hay dos clases separadas, la que es de CF y la que no lo
es. Sólo existe la poesía.
Últimamente siento que
es la forma más gloriosa de literatura, pero en estos tiempos no
se puede vivir de ella, y eso que he escrito tanta buena poesía
como profesional como podría esperarse de toda una vida. Han sido
siete volúmenes hasta ahora, y cabe la posibilidad de que salga
otra colección de poemas. Este tomo podría duplicar al menos la
cantidad en bruto de poemas que he publicado y quizás algo más.
Podría ser un libro de más o menos 500 páginas, lo cual es bastante
fuerte. En cualquier momento en que nace un buen poema, lo dejo
todo y lo escribo. Unas veces es más intenso, otras más rápido,
pero nunca ha habido un momento en mi vida en que no haya tenido
las antenas listas para recibir un poema.
¿No
le sucede lo mismo con la prosa?
Respecto a las historias
tengo un archivo de ideas de cinco pulgadas de grosor. No puedes
escribir historias con todas las ideas que se te ocurren. En algunas
es cuestión de mercado –me conviene escribir esta historia en particular,
podría publicarla donde me interesa publicar, o me traería un poco
de dinero- todas estas cuestiones tienen que ver a la hora de desarrollar
determinadas ideas. Y también: ¿me divertirá? Algunas historias
suponen más trabajo que diversión. Necesitan un montón de trabajo
profesional. Es como la confección. No creo que nadie haga trajes
para divertirse, es puro trabajo. Con buena parte de la narrativa
y con cualquier novela hay que tomárselo así.
Pero con la poesía, aunque
también hay trabajo, el tiempo de atención que requiere crear un
buen poema raramente es superior a un día o dos. No lo hago a no
ser que sepa que va a ser bueno. No me siento y digo, ¡oh!, tengo
que escribir un poema ahora, y me devano los sesos preguntándome
cómo hacerlo. O está allí o no está. Si está, lo escribo. La poesía
es como una visita. Por ese motivo es por el que se habla de la
musa. Si viene, sólo tienes que decir, hola.
¿Cree usted que la “New
Wave” ha conseguido su objetivo? ¿Comenzaron las cosas a cambiar
al poco tiempo o...?
Cumplimos nuestro propósito,
aunque de manera irónica, sólo fallamos en una cosa. La CF en nuestra
cultura, básicamente se crea para jóvenes, según se dice, y una
cierta cantidad de la CF que se hace tiene que cubrir las necesidades
afectivas e intelectuales de los 13, 14 y 15 años. Si no consigue
hacer eso como género, entonces no cumple su cuota de mercado. Así
que, inevitablemente, la gente que inventó y escribió para Star
Trek o hizo fantasía (espada y brujería) se dirigían a ese público,
público que continuamente está renovándose. No son siempre los mismos:
la gente madura hasta llegar a su etapa CF, la vive y posteriormente
la abandona, de modo que una nueva generación de lectores ocupa
su lugar.
Bien, como esto es verdad,
aquellos escritores que por temperamento no se inclinan a escribir
para este tipo de público, no serán bienvenidos ni tendrán éxito
en el mundo de la CF. Así que hay escritores de CF que se desmarcan
y escriben para gente de otras edades –haciendo el tipo de cosas
de Ursula- o se acomodan, como Silverberg, que hizo los libros de
Majipur después de sus escritos “New Wave”. Para mí eso es
definitivamente una regresión, hecha para ganar dinero. Él es un
escritor, un profesional, y finalmente tiene que ir adonde el público
le lleve.
Otra gente encuentra nuevos
públicos en otras áreas culturales. Yo lo he hecho de alguna manera
con las novelas de terror, aunque es un cambio menor, pese a ser
un público distinto, presumiblemente de mayor edad y también de
otra cultura. Las necesidades emocionales que se cubren aquí son
diferentes. Pero también los géneros evolucionan en sí mismos a
lo largo del tiempo en cuanto a público se refiere. La CF se hundió
de forma evidente después de la “New Wave”. Había menos revistas
donde publicar historias. La historia corta era la única manera
posible de que un escritor principiante se hiciera conocido, cosa
que ahora es mucho más difícil de conseguir. Estuve en la Readercon
de Boston y cuando miras al público que se reunía allí, llama la
atención lo mayor que es en términos generales. Aunque desde luego,
la Readercon se dirige a los lectores en general, más que a la audiencia
televisiva que parece ser el centro de la mayoría de las convenciones
de CF.
¿Es esto inherente al
género o es más un resultado de la demanda de nuestro mercado cultural?
Nunca ha sido una necesidad
estética; siempre puedes escribir CF para adultos si quieres; la
cuestión es si puedes vivir de eso. Si escribes buena narrativa,
y es CF, normalmente puedes encontrar quien te la publique, a menos
que publiques un tipo peculiar de novela que genere su propio público
dentro del género. Estoy pensando en R. A. Lafferty, que escribía
como si fuese Piers Anthony cuando lo hacía para adultos; esto quiere
decir que simplemente no hay público fuera de la CF para esta clase
de narración en particular, una afición que sólo existe aquí. Supongo
que hay pocos escritores así, que son tan sui generis que sólo suelen
ser publicados dentro de las murallas del ghetto.
Por ejemplo, ahí tenemos
a Philip K Dick, que no pudo publicar sus obras mainstream,
y al que también le costó mucho tiempo hacerlo con las de CF de
calidad. Se hacían apuestas sobre si conseguiría sobrevivir lo bastante
hasta que fuera apropiadamente reconocido por su obra. Gozaba de
mucha consideración por su trabajo creativo en su época de apogeo,
pero la admiración de sus colegas no era suficiente para ponerle
la comida en la mesa. Tenía muchas obligaciones y no creo que se
pudiera enfrentar a todas por igual, lo que para él era motivo de
ansiedad constante.
Ha mencionado el ghetto
de la CF. ¿Hasta donde ha llegado usted dentro de sus murallas?
¿Rechazos? Muchos. Hay
una cierta clase de académicos que se escuda en esa clase de repulsa
para defenderse, pero esa actitud está cada vez más pasada, y aquellos
académicos de entonces tienen ahora muchas menos ínfulas que, digamos,
unos 20 años atrás. La forma más efectiva de esnobismo es simplemente
negarte a leer nada de la gente a la que pretendes rechazar, no
escribir sobre ellos, no invitarlos a tus ceremonias de premios
y todo eso. El ghetto aun funciona mucho de esta manera, cerrando
las puertas de la mayoría de las editoriales a la gente de la CF.
Sin embargo hay muy poca gente del género llamando a esas puertas.
Así que parece un acuerdo general el hecho de que vivimos en dos
mundos distintos y que sólo nos casamos con los de nuestra especie.
Usted
salta de la CF al terror con las novelas de Minnesota...
Bien, algo he escrito,
pero buena parte de mi interés lo he centrado en la crítica, el
ensayo, el teatro... un amplio espectro de trabajos, desde luego.
Pasé un año o dos de mi vida escribiendo un juego interactivo por
ordenador. Ha habido propuestas cinematográficas, que algunas veces
no han dado resultado, pero me han proporcionado algo de dinero.
También hice dos novelas históricas que tuvieron cierto éxito, aunque
me llevaron mucho trabajo. Cuando te empleas a fondo en algo, tu
propio sentido de quien eres cambia, pero rara vez el público te
sigue en esos cambios. Así que nunca sé cuando me llaman y dicen:
“hola, ¿es usted ese Thomas Disch?”, yo contesto: “no sé
cual es su idea de quien debe ser ese Thomas Disch”. Es decir, soy
poeta y para mucha gente sólo soy poeta y se quedan sorprendidos
cuando oyen que hago otras cosas. Pasa lo mismo con las novelas
de terror y con la CF, cada uno de estos públicos no suele leer
fuera de sus aficiones, así que muy rara vez se pueden encontrar
aquí seguidores fieles.
¿Por qué cambió de rumbo
después de todo ese tiempo haciendo CF?
No es que fuera un cambio
de rumbo tan radical, ya que nunca consideré la CF como de naturaleza
exclusivamente “científica”. Es decir, no creo que mis novelas de
terror tengan menos relación con la Realidad de la que puedan tener
las de CF. Como no creo en nada sobrenatural, para mí son tan ficción
como mi propia visión de la CF, tal cual puede observarse en En
alas de la canción. No creo que puedan existir viajes astrales
fuera del cuerpo aparte de en sueños, o realidades “virtuales”.
La norma que seguí en la serie de Minnesota sobrenatural fue que
cada libro tenía que partir de un punto de vista original y distinto.
El Más Allá tal como aparece reflejado en El ejecutivo no
es el tradicional reino fantasmagórico, creo yo.
¿Toda esta variedad
no es suficiente para convertirse en una especie de “marca”?
No a menos que la “marca”
sea establecida de antemano. Alguien como Updike puede cubrir casi
todo el espectro literario y la gente lo seguirá por ser Updike.
Con Disch no sucede así.
¿Le
habría beneficiado de haber sido un modelo o icono de la comunidad
gay?
(...) Bueno, es sabido
que soy gay, pero yo no hago literatura gay. (...) Así que si ha
sido así, ha sido poco en todo caso. Agradecí mucho que un libro
llamado El canon gay incluyera En alas de la canción,
pensé, ¡bien, por fin!, parece que se han dado cuenta de que existo.
Pero justo cuando se publicó el libro y su autor estaba de gira
de promoción, fue casi asesinado por un homófobo en Dublín.
¿Cuándo fue eso?
Oh, hace tres años. Todavía
está en el hospital. Muy triste. Además era un libro encantador.
Y ha sido la única vez que alguien ha dicho, oh mira, es un escritor
gay.
¿Siempre
lo ha reconocido?
Sí... bueno, tan pronto
como lo supe lo dije. Desde, veamos, el año 68. Apareció al principio
más en la poesía que en otros sitios. No he sido de los que gustan
escribir confesiones o narraciones autobiográficas; hice algunas
historias cortas de temática gay desde entonces, de modo que supongo
que En alas de la canción es la primera novela que es claramente
la obra de un escritor gay escribiendo desde su experiencia homosexual.
Aunque también hay mucho de eso en 334.
Los escritores de ciencia
ficción están en condiciones de sacar ventaja de las nuevas libertades
culturales y la gente no se da cuenta. Una de las ventajas de ser
escritor, en términos de libertad artística, es que la gente no
presta atención a lo que haces, así que eres libre para ser audaz.
Esto fue así para los escritores de los años 50, cuando la audacia
era de tipo político.
¿Usted cree que hay
una dimensión política en su narrativa?
Yo diría que sí. Escribí
cosas obviamente anti-Vietnam como Campo de concentración
y Eco alrededor de sus huesos incluso antes. Pienso en términos
políticos y eso se ha visto en gran parte de la narrativa que he
hecho, pero nunca he sido un cruzado; no tengo ninguna causa que
anunciar con fanfarrias, así que no creo que la mayoría de los lectores
piensen en mí como un escritor político. Pero este tema está presente
en cada novela y probablemente más en las de terror que en las de
CF.
¿Qué libros le fascinaron?
¿Cuales son sus autores favoritos y tiene su narrativa alguna influencia
particular de ellos?
Tolstoi.
Sin duda. Leí Guerra y paz en el instituto y pensé que tenía
un gran valor. Mientras escribía Los genocidas, bajé a México
y me llevé unos cuantos libros, Anna Karenina entre ellos.
No creo que haya una correlación entre estos libros y el mío, excepto
por el hecho de que Anna Karenina era tan hermosa aunque
siempre triste. Ëste fue el único texto que puse para el curso de
escritura denominado “Para comenzar a escribir una novela” que impartí
cuando era artista residente en el “William and Mary” en 1996. Tuvo
exactamente el efecto que esperaba en mis alumnos. Los zarandeó;
cuando tuvieron que analizarlo atentamente bajo el microscopio,
para ver lo que Tolstoi había hecho y cómo intentar imitarlo de
forma consciente, fue como echar abono en una tomatera.
Su
mirada retrospectiva a la CF, The Dreams Our Stuff Is Made Of,
ganó un Hugo. ¿Qué reacciones hubo ante este libro?
Bien, fue extraño, porque
conozco un montón de gente que no podría estar de acuerdo en absoluto
con lo que escribí, pero nunca osaron decirlo en voz alta en mi
presencia. Las reseñas se escribieron un poco a la defensiva, de
modo que cuando querían decir que estaba atacando a uno de sus ídolos
favoritos, tanto si era Heinlein como Le Guin, se
limitaban a decir, “Ándese con cuidado. No es nada amable con Fulano”,
aunque nunca aclaraban si pensaban que yo estaba equivocado en esa
crítica que les hacía. Realmente me cubrí bien las espaldas cuando
hacía críticas duras en el libro, y no fue cosa de dos líneas o
poco más, sino que argumenté cada caso con mucho detalle, especialmente
cuando era llamativo.
El cumplido más agradable
que recibí fue en una reseña que leí en la web
de Frank Wu, donde el autor decía que él se había pasado años
discutiendo con un amigo suyo sobre Heinlein y Le Guin, y que en
mi libro yo había recogido todos los argumentos contra Heinlein
que él había usado contra su amigo, y que a su vez también aparecían
todos los argumentos contra Le Guin que había usado su amigo; y
que, simplemente, se había dado cuenta de que yo llevaba razón.
Y creo que eso es lo que hice. Me gusta pensar que no se puede rebatir
lo que yo veo tan claro. Supongo que las partes más débiles del
libro se concentran en aquellas áreas que desconozco, y por eso
creo que hay que tener una gran dosis de prudencia cuando se escribe
un libro con un lado polémico.
Sobre Heinlein ya pudimos
leer su opinión en la revista Gigamesh, que publicó Los motivos
de vergüenza de la ciencia ficción [4] . Sin embargo, ¿por qué no le agrada LeGuin?
Admiro mucho el trabajo
tanto de Heinlein como de Le Guin. Creo también que
ambos se han implicado en exceso en asuntos políticos, incluso pienso
que Ursula ha dejado que la polémica se apodere de sus últimos escritos
tanto como Heinlein, por debilidad. Sin embargo nadie le hará rendir
cuentas por esto ya que la mayor parte de las críticas académicas
de CF las escriben personas que comparten sus puntos de vista políticos.
Yo no, tal como ha quedado de manifiesto claramente en mi libro.
¿Cree que si fuera un
joven escritor hoy en día se dedicaría a la CF?
No, no. Es triste. Sé que
hay temperamentos que se inclinan a la CF por naturaleza, pero no
creo que hoy en día puedas hacerte una carrera partiendo de aquí.
No creo que las escaleras sirvan siempre únicamente para subir,
aunque puedo estar equivocado. Creo que algún tipo de sitio de internet
podría ser un buen lugar para comenzar.
¿Entonces se debería
sobre todo a la falta de mercados?
Oh, claro. A la poesía
no le afecta, porque nunca ha sido una forma de vida. Pero para
la narrativa, especialmente la comercial, creo que hay que buscar
otros caminos, empezar por ejemplo en los medios audiovisuales –televisión,
comedias de situación, series- (no creo que nadie llegue al cine
por vía directa). Ahora mismo, tal como está el mercado, el misterio
seguramente sería una buena forma de entrar para un buen escritor
de ficción, ya que hay mercado para eso y puedes ser tan agudo como
quieras. Justo en este momento, no hay espacio para la clase de
CF inteligente con la que yo labré mi camino.
Las franquicias y los
libros interconectados parece que son la tónica dominante en el
mercado.
Eso es muy descorazonador;
puedes escribir uno o dos de esta clase de libros y pensar que estás
subiendo la escalera, pero terminarás dándote cuenta de que la escalera
no va más allá de esas franquicias, así que estás haciendo un trabajo
en balde.
¿Por qué cree usted
que las cosas han evolucionado en este sentido?
Creo que tiene que ver
con la globalización de la economía, en la que sólo se puede acceder
al trabajo creativo como si fuera un puesto de trabajo más; eso
quiere decir que la ficción tiene que escribirse –tal como ha ocurrido
con la poesía- sólo por amor al arte. A su vez eso también quiere
decir que sólo los ricos pueden asumir la escritura como un objetivo
vital. También si eres ama de casa, o tienes alguna otra sinecura,
puedes hacer carrera o convertirlo en un hobby. Pero tener la clase
de carrera que yo he tenido, que ha sido muy buena para mí, no creo
que sea ya posible de forma general. No me gustaría tener 18 años
otra vez.
¿Qué
recuerda de su estancia en España a mediados de los sesenta?
Principalmente la hepatitis
que pillé, junto con John Sladek, después de pasar un mes en Fuengirola
(cerca de Málaga). Aunque también tengo que mencionar los vinos
dulces de la Costa del Sol, mi semana en Madrid, la sombría grandeza
del Escorial. Deliberadamente no acompañé a mi grupo en la visita
al Valle de los Caídos y permanecí en una cafetería del Escorial
con un delegado sindical italiano que también quería hacer boicot
al monumento que Franco se había erigido a sí mismo. Ahí tuve con
él la primera conversación en español de mi vida. Paré en un hotel
recomendado por la guía de Arthur Frommer sin darme cuenta de que
era a la vez un burdel. La señora que me acompañó en el desayuno
era encantadora, iba magníficamente vestida y debió quedarse de
una pieza cuando me marché sin pagar la tarifa. Había algunas cosas
sobre las que Arthur Frommer no había escrito nada.
¿Qué más? Una corrida de
toros sensacional en Marbella, donde tuve un asiento perfecto desde
donde ver bien al matador en el momento cumbre. Yo nunca había visto
una corrida hasta ese momento y es difícil imaginar una cosa más
emocionante.
Y aquellos chicos que cantaron
un hermoso villancico en la puerta de mi casa, una que tuvimos alquilada
fuera de temporada durante el Adviento y a los que regalamos en
pago un delicioso vaso de aquel vino dulce.
Así que a pesar de la hepatitis
tengo un montón de maravillosos recuerdos. Allí fue donde escribí
entero Eco alrededor de sus huesos.
¿En qué está trabajando
estos días?
Últimamente he estado pintando
la mayor parte del tiempo. 105 acrílicos desde abril del 2002, la
mayor parte de ellos durante los meses de sol. Una empresa tan estimulante
como quijotesca, en la que nunca podré alcanzar “velocidad de escape”.
Pero también he escrito una novela corta The White Man, para
una antología que Al Sarrantonio está escribiendo para Penguin/Putnam.
Es sobre vampiros y refugiados somalíes en Minneapolis (¡de los
que hay varios miles!)
¿Quiere decirle algo
más a los lectores españoles?
Nada mas. Que tengan un
buen dia! [5]
Link
a la entrevista de David Horwich
Nota
final: Desde aquí le doy las gracias a Thomas Disch tanto por su
amabilidad como por el tiempo que nos ha dispensado. También a David
Horwich, por facilitarnos el material sin el cual esto no hubiese
sido posible y que nunca podremos agradecer lo suficiente. A Luis
G. Prado por abrirnos el camino y ser una ayuda inestimable durante
el mes y pico que ha pasado desde que se concretó hasta que ha aparecido.
Y por último, pero no por eso menos importante, a la traductora,
Starhawk, no sólo por el trabajo que ha realizado sino por facilitarme
la comunicación con los dos primeros. Hubiese sido muy embarazoso
utilizar mi balbuceante y oxidado inglés. Ha sido un apoyo desinteresado
a lo largo de todo este tiempo.
@ 2003 David Horwich, reproducida con permiso
@ 2003 de la traducción, María Jesús Sánchez
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