Sobre los 11 o
12 años de edad un amigo le introdujo en la lectura de ciencia ficción.
En su entorno, la única manera de conseguir este tipo de historias
era a través de revistas como Galaxy o Astounding,
así que se suscribió a ambas. Y fue la lectura de la novela de Isaac
Asimov, Las bóvedas de acero, la que le animó a escribir
sus primeros cuentos, a los que siguieron posteriormente sus primeros
poemas.
Ya desde estos primeros
años de adolescencia, Disch tuvo diferentes ocupaciones, como repartidor
periódicos o vendedor ambulante, compaginándolas con su afición
a la lectura u otras que empezó a cultivar, como la audición de
música clásica y ópera. De hecho este gusto por las artes le llevó
a tomar dos años de clases de ballet. Después de recibir su diploma,
en el verano de 1957 trabajó como aprendiz en la industria del acero,
ocupación que le sirvió para ganar un dinero que invertiría poco
después en irse a vivir a Nueva York, sueño que albergaba desde
hacía tiempo.
En sus primeros meses de
estancia en la gran ciudad desempeñó diversos empleos, participando
en la Metropolitan Opera como figurante, llevando la lanza de rigor
en El lago de los cisnes (con la famosa bailarina Margot Fontaine
en el escenario) además de hacer de sirviente en el Don Giovanni
de Mozart. Poco después se alistó en la marina pero abandonó su puesto
al poco de entrar. Para evitar ser considerado desertor se entregó
a la policía militar, siendo ingresado en una clínica a mitad de camino
entre la prisión y el sanatorio mental (de donde seguramente salió
parte de Campo de concentración).
En 1959, una vez solucionados
todos estos problemas, entró a trabajar en la Metropolitan Life Insurance
Company, empleo que compaginó con la asistencia a la NYU (New Cork
University), donde ejerció de editor del periódico de la universidad
y fue presidente del consejo de estudiantes. Uno de sus compañeros
de aquella época fue John Clute, ahora convertido en uno de los grandes
popes de la crítica y autor de La enciclopedia de Ciencia Ficción.
Durante este tiempo comenzó
a escribir por las noches. Fruto de su esfuerzo, en 1962, Fantastic
Stories le compró el relato The double timer. Poco después
se decidió a empezar una carrera como escritor profesional, abandonando
la universidad. Antes de conseguir su sueño vendrían toda una serie
de trabajos circunstanciales, que iban desde vigilante nocturno en
un tanatorio hasta redactor de anuncios en una agencia, pasando por
la ventanilla de un banco.
En 1964 dejó su apartamento
a un antiguo amigo de Minnesota, John Sladek (que años después escribiría
Mecasmo y Tik Tok) y viajó a Acapulco. Allí terminó
la que sería su primera novela, Los Genocidas, una historia
de una dureza poco habitual en la ciencia ficción estadounidense.
Un año más tarde, después de haber retornado a Nueva York, viajó
hasta Casablanca acompañado por Sladek, iniciando una vida trashumante
que le conduciría hasta diferentes villas de la Costa del Sol. Mientras
se encontraba convaleciente de hepatitis, escribió Eco alrededor
de sus huesos.
En 1966 se desplazó a Londres,
donde trabó amistad con el director de New Worlds, Michael
Moorcock, que le facilitó la publicación de ciertos relatos que jamás
habrían visto la luz en las anquilosadas revistas de su país. Y es
que Moorcock estaba por aquel entonces fraguando su parte en la revolución
más importante que ha sufrido el género: la nueva ola (el otro 50%
estaba en las sabias manos de Harlan Ellison y sus Visiones peligrosas,
todavía por llegar). Fue mientras estaba en esta ciudad cuando Disch
escribió su novela más famosa, Campo de concentración, una
obra de arte muy inteligente e incendiaria.
Después de retornar a Nueva
York escribió un par de novelizaciones para ganarse el sustento. Una
de ellas es The Prisioner, basada en una serie de televisión
de bastante éxito. Allí conoció a su compañero durante muchos años,
Charles Taylor, y se centró en la escritura de una serie de cuentos
interrelacionados que darían forma 334. Este fix-up
de 6 relatos es una distopía triste y amarga que vio la luz en 1972,
siendo recibida con la más absoluta indiferencia. Este mismo año publicó
su primera antología de poemas, The right way to figure plumbing,
a la que seguirían 4 más a lo largo de esta década. En ellas Disch
toca tangencialmente la temática de sus anteriores novelas: ecología,
distopías o visiones utópicas.
A finales de los años 70
Martin Amis le introduce en el mundo de la crítica literaria, empezando
a escribir para New Statesman (por entonces editada por el propio
Amis) y el suplemento literario del Times. En 1978 se publica la
que es su última gran novela de género, En alas de la canción.
Esta novela, menos pesimista que las anteriores, trata un tema que
ya se encontraba tangencialmente tanto en Campo de concentración
como en 334; la creación del arte. Con ella consiguió su
único premio "importante", el John Campbell, Jr.
Debido al ninguneo que le
venía sometiendo el mundo editorial (sudaba sangre para encontrar
un editor) y que su relativo éxito en la poesía no era suficiente
para comer, empezó a labrarse caminos diferentes a los explorados
hasta el momento. Aparte de publicar dos novelas históricas, Clara
Reeve (1975) y Neighboting lives (1981), escribió
un cuento para niños al que llevaba cierto tiempo dándole vueltas
en la cabeza, El valiente tostadorcito, cuyos derechos serían
comprados por Disney para hacer una película que no fue estrenada
hasta 1986. Ésta es la única historia de la que haría una secuela
al escribir en 1989 The brave little toaster goes to Mars,
llevada al cine diez años más tarde. Parece ser que Disney se ha "quedado"
con el copyright de estas historias y va a seguir con la explotación
de sus derechos sin la participación de Disch.
Fruto de su continua búsqueda
de nuevas formas de expresión y de su pasión por el bel canto
escribió el libreto de Frankenstein, ópera musicada por Grez
Sandow. También es contratado por una editorial para escribir una
aventura gráfica, Amnesia, que vería la luz de la mano de Electronic
Arts en 1986.
En 1982, poco después de
la muerte de Dick, fue uno de los creadores del premio que lleva su
nombre y que premia la mejor novela de género publicada originalmente
en tapa blanda.
En 1984 apareció su primera
novela de terror, El ejecutivo, una novela plagada de visiones
estrambóticas y un humor negro deliciosamente mordaz. Posteriormente
seguiría cultivando este género en Doctor de Medicina (1991)
y las inéditas en castellano, The Priest (1994), donde sale
a relucir gran parte de su visión sobre la Iglesia Católica, y The
Sub, (1999), su última novela hasta el momento. Todas ellas
forman el ciclo denominado Minnesota sobrenatural, surgido en gran
parte de sus recuerdos de infancia y adolescencia. Y aunque comparten
un mismo escenario y ciertos personajes no hay una continuidad nítida
entre ellas.
En 1998 volvió con éxito
y polémica al campo de la ciencia ficción al escribir su crítico ensayo
sobre el género, The dreams our stuff is made of, donde se
dedica a dar estopa a todas las grandes figuras del género sin importar
sus ideas políticas, argumentando extensamente cada uno de sus razonamientos.
Y aunque en este país que nos ha tocado vivir no creo que podamos
leer este ensayo (ganador de un Hugo y el Locus de 1999), podemos
aproximarnos a sus tesis en el ensayo Los motivos de vergüenza
de la ciencia ficción (1976), publicado en el número 13 de la
revista Gigamesh. Este moderado éxito propició la reimpresión
en estados unidos de sus dos novelas más importantes, Campo de
concentración y 334, largo tiempo agotadas.
En la actualidad ha abandonado
prácticamente la escritura centrándose en la pintura.
Bibliografía consultada
@ 2003 Ignacio Illarregui para cYbErDaRk.NeT
Prohibida la reproducción sin permiso expreso del autor
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