La Espada de Fuego
Otro jalón de la nueva fantasía heroica,
por Julián Díez
En el panorama de la literatura fantástica española
actual, hay algunos escritores interesantes y unos pocos que realmente
le enfadan a uno. Te enfadan, porque es cabreante, para cualquiera
que haya leído lo que hacen, que existan todavía lectores que no
se acerquen a su obra, simplemente porque hayan tenido la desgracia
de nacer en nuestro mismo país. Lectores que no les dan a esos escritores
cabreantemente buenos esa misma oportunidad que sí le dan a un anglosajón
desconocido a través de una traducción en muchos casos deficiente.
Te enfadan, además, al pensar que habrá otros lectores que tampoco
les darán oportunidad alguna tan sólo por escribir literatura fantástica.
Y te enfadan porque si las cosas fueran como lo son en otros países,
esta gente se ganaría la vida escribiendo y podríamos disfrutar
de muchas más cosas suyas. Pasaríamos otros ratos tan agradables
como el que yo disfruté con la extraordinaria novela que vengo a
comentar.
Javier Negrete no es el único de estos escritores
cabreantes, pero ya nadie puede negarle que es uno de los mejores.
Por razones que van más allá de la calidad de esta La espada
de fuego que tenemos entre
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de EDF
La Espada de Fuego,
por Javier Negrete
ISBN 8445074091
2003 Editorial Minotauro,
colección Kronos
Precio 18€
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manos;
por la coherencia de una obra con pautas reconocibles pero que no
hurtan la variedad temática, y en la que la calidad literaria se
mantiene en un estándar alto. Y, sobre todo, por la capacidad de
Negrete de subvertir los modos habituales del género.
Porque pronto nos queda claro al iniciar la lectura
de La espada de fuego que hay ciertas reglas que se cumplirán.
Reglas que limitan el desarrollo de este subgénero: el conocimiento
de que el bien triunfará, la certeza de que el objeto mágico central
caerá en las manos del héroe elegido tras una terrible disputa con
el peor de los malvados; la victoria de la magia blanca sobre la
negra, etc. La pretensión de Negrete no era la de llevar a cabo
una labor de subversión de esos esquemas: de hecho, según confiesa
el autor, el germen de la historia nació en 1981, cuando era un
quinceañero, y la versión actual, inevitablemente, sigue los parámetros
ya señalados entonces.
Sin embargo, lógicamente, los nueve meses de
trabajo empleados por el actual Javier Negrete, el escritor maduro,
han dejado su huella: "Digamos que antes era el joven soñador Derguín,
y ahora soy un poco el desencantado Kratos, que aún así piensa que
tiene sus oportunidades", apunta el autor, señalando precisamente
a la dualidad clave de la novela. Porque esta es una novela en la
que vence el Elegido (como cualquier adivinaría desde el primer
momento), pero no el mejor; el veterano guerrero Kratos tiene todas
las cualidades para convertirse en el Zemalnit, el guardián de la
espada de fuego, y no lo conseguirá porque los dioses, caprichosos
-una vez más, la influencia de la mitología griega sobre Negrete...-,
han escogido a otro menos acreedor de sus dones que él.
La novela comienza con la desaparición del anterior
Zemalnit, líder del ejército guerrero en el que se encuadra Kratos.
La espada de fuego, cuyo poder en realidad parece más centrado en
el prestigio que en la magia, queda disponible para quien demuestre
ser mejor encontrándola a través de un viaje prototípico del género.
Siete serán los candidatos, entre ellos un joven, Derguin, que ni
siquiera ha adquirido los máximos grados de magisterio en el uso
de la espada que son necesarios para ese honor. Pero el capricho
de una parte de los dioses -nada casual, como sabremos posteriormente-,
sumado a sus indiscutibles cualidades, le convierten en el destinado
al triunfo.
A
la par que los guerreros viven sus aventuras, cobrará protagonismo
un mago, Linar, que protagoniza junto a su ayudante una batalla
a mayor escala: sabremos que los dioses quieren recuperar el control
del mundo, y que buscan la Espada de Fuego, y el resurgimiento de
un antiguo imperio, como armas para sus propósitos. La magia en
la novela es siempre oscura, dolorosa; el aprendizaje al que es
sometido el ayudante de Linar es de una crudeza verdadera, poco
frecuente en las novelas de fantasía heroica, en las que en tantas
ocasiones los espadazos son propinados sin miramientos ni dramatismo.
Más allá de este argumento, en el que no faltan
los tópicos, lo que da fuerza a La espada de fuego es el
oficio sin rendijas con el que está ejecutada la novela. Los personajes
son trazados con una mano que esta vez sí se aleja deliberadamente
del tópico, e incluyen secundarios memorables como El Mazo, un bárbaro
que sólo quisiera tener una casita en la playa, o Mikhon Tiq, que
vive una brillante evolución de poco menos que contrapunto cómico
a elegido de la fortuna abandonado dolorosamente a su destino.
La estructura del relato, además, lleva el pulso
de un maestro; Negrete utiliza con habilidad los "cliffhangers",
hurta en ocasiones los clímax para no encelarse en las situaciones
tópicas del género, se acerca a la existencia cotidiana de su mundo
y regala descripciones vivas, coloristas, de lenguaje rico pero
que no caen en la prolijez.
La aparición de La espada de fuego en
la actual coyuntura del mercado editorial supone una reivindicación
de las posibilidades de la fantasía heroica, ya mostradas con títulos
que han sido apreciados por el público como los de Andrezj Sapkowski
y George R.R. Martín. Ahora cabe confiar que quienes disfrutaran
de ellos no tengan la cabreante actitud de negarle una oportunidad
a una obra de calado similar por lo que debería suponer una ventaja
y no un inconveniente: el estar firmada por un autor español, que
maneja nuestro idioma y referentes con sabiduría.
@2003 Julián Díez
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