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La Noche Roja,
de León Arsenal
2003, Pulp Ediciones y Metrópolis, Gotas (3)
El autor en cYbErDaRk.NeT |
por Julián
Díez, junio 2003
No se ha comentado mucho la aparición de La
noche roja en la colección Gotas, de Pulp y Metrópolis Milenio.
Algo relativamente comprensible, dada la oleada de novedades en
la que vivimos en los últimos meses, pero desde luego injusto. Al
fin y al cabo, hablamos de la primera novela de género de un autor
que está en la mente de todos al hablar de la cf española de los
años noventa, y que ha salido de nuestros confines con un par de
novelas históricas que han obtenido una favorable acogida.
Además, La noche roja es una buena novela.
No redonda, no ambiciosa, lo que puede pesar en su contra en una
época en la que el género en España está dando cabida a proyectos
de envergadura, como los de Javier Negrete o Víctor Conde. Pero
estamos ante una historia, en suma, de las que han construido a
la cf tal y como la conocemos; un relato de aventuras por el amor
de contar historias, con un escenario meticulosamente construido
y una trama original y de grata lectura.
Este es el mismo Arsenal de los cuentos buenos:
el de "En las fraguas marcianas", "El centro muerto" o "Besos de
alacrán" (que diera título a una recopilación "definitiva"
hasta la fecha del autor). La historia parece desarrollarse en ese
ambiguo entorno de space opera en el que se mueven también
gran parte de esos cuentos: un futuro remoto en el que la humanidad
se ha desperdigado por las estrellas, y en el que las comunicaciones
entre planetas son lo suficientemente difíciles como para que los
entornos característicos de cada lugar se mantengan. Un escenario
heredero de Jack Vance -un autor por el que Arsenal no oculta su
predilección-, pero con unos matices de dureza que el autor estadounidense
no alcanza en muchas ocasiones.
Porque Arsenal escribe en realidad literatura
de aventuras, según dice él, aunque a mí quizá me agrada más el
concepto de "literatura de frontera" para sus historias. La acción
siempre se desarrolla en sus obras en lugares periféricos de sociedades
mayores; sitios en los que aún existen misterios, aún hay puntos
por explorar, e incluso lo sobrenatural -o algo que se pueda confundir
con lo sobrenatural- todavía puede tener cabida. Mientras, la gran
sociedad galáctica, apenas sugerida, mantiene a su vez su misterio,
su impenetrable grandiosidad.
En consecuencia, sus personajes son hombres también
de frontera. Gente a la que la vida ha golpeado -sin que se sepa
muy bien exactamente cómo-, y que en consecuencia optaron por buscar
su hueco en un lugar marginal de la sociedad. Un personaje bien
caracterizado por Arsenal, pero que quizá es a la postre una de
sus principales rémoras como narrador; diríase que ese protagonista
es siempre el mismo, historia tras historia, -encendiendo cigarrillos,
hablando con parsimonia, escéptico a sus propios sentimientos, capaz
de reaccionar explosivamente cuando se desata la violencia-, y que
en este caso incluso se desdobla en los dos personajes centrales
de la trama.
Cigal Fastul -ah, esos nombres arsenalianos...-
es responsable de controlar a los visitantes exteriores del apartado
planeta Ercunda. Cosmos A Moa es un terrestre que llega al lugar
con la misión de capturar a una suerte de terrorista, Gruu Muna,
capaz de anticipar el curso de los acontecimientos; no los predice
exactamente, sino que gracias a un tercer lóbulo cerebral puede
determinar la forma de influir con su actuación a favor de que se
produzca un cierto suceso. Fastul y A Moa viajan por el planeta
en busca del fugitivo, visitan los bares locales, se ven envueltos
en una y mil peleas. Y, sobre todo, conocen las costumbres de Ercunda:
sus vestimentas, alimentos, extraños usos sociales y estructura
política, todo ello descrito con encomiable detalle. Además, Fastul
vivirá una también muy arsenaliana relación con una mujer clonada,
Bilgrum, que termina como cabía esperar en una historia de su autor.
La novela no es redonda. Algunos de los sucesos
narrados dan la sensación de haber sido añadidos con el fin de conseguir
una determinada extensión, y como ya comentaba, la voz de sus personajes
resulta demasiado unívoca. Pero es que, por otra parte, es cierto
que Arsenal tiene una voz, algo que supone un primer paso a la hora
de considerar a un autor. Cualquiera de las páginas de La noche
roja puede ser abierta al azar, y resulta perfectamente reconocible
en tono, textura, lenguaje...
Arsenal cierra su primera obra de cf de extensión
mayor dejando un muy grato sabor de boca. Ojalá en su trayectoria
encuentre el tiempo, y las ganas, para volver a hacernos una visita
nutrida de páginas. En particular, porque el space opera
nacional le necesita como ejemplo, para no adocenarse en fórmulas
infantiloides.
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