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Declara,
de Tim Powers
Título original:
Declare (2000)
Portada:
Corominas
Traducción:
Albert Solé
Gigamesh, 2003
El autor en cyberdark.net
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por Ignacio Illarregui, octubre 2003
Independientemente de los caminos por los que les haya llevado la vida,
siempre es un placer reunirse con los viejos amigos, saber qué ha sido de ellos y
observar cómo han evolucionado en el tiempo transcurrido desde el último
encuentro. Diez años han pasado desde que Martínez Roca publicó
La última partida, último libro de Tim Powers aparecido en castellano,
y ahora Gigamesh, que ya había retomado el testigo con la reedición de algunos
de sus títulos más señeros o la recuperación del
iniciático Esencia Oscura, ha apostado por continuar ofreciendo sus obras
con la publicación de Declara, novela ganadora del Premio World Fantasy del
año 2001 y que supone un reencuentro satisfactorio no exento de sinsabores.
Al igual que en sus narraciones anteriores, Powers observa en
Declara una serie de sucesos históricos fácilmente contrastables bajo
un peculiar prisma fantástico, que los deforma y los hace parecer causados por un
motor sobrenatural. En esta ocasión el objeto de sus atenciones es una parte de la
Guerra Fría, a la que proporciona una nueva lectura originada en la encubierta
confrontación entre diversos servicios secretos por hacerse con una presencia ominosa,
que otorgará la inmortalidad y el poder absoluto a aquel que la controle. Dicha
presencia está situada en la cima del monte Ararat, lugar donde la tradición
judeocristiana sitúa el Arca de Noe, y que se vislumbra con un aspecto un tanto
diferente al descrito por gente como Charles Berlitz.
Como es costumbre, Powers utiliza un único personaje como
vehículo de todos los acontecimientos: Andrew Hale, un héroe ungido en su
nacimiento (para más señas, en el río Jordán) y destinado a
realizar una misión que desconoce por completo. Estas características le
sitúan dentro del grupo de protagonistas predestinados, junto al Scott Crane de
La Última Partida o Brian Duffy de Esencia Oscura, y en las
antípodas del otro héroe que ha utilizado, ese tipo normal víctima
de una jugada del destino que aparecía en Las puertas de Anubis o
La fuerza de su mirada. Si bien su sufrimiento dista mucho del nivel acostumbrado
y, de lejos, es su personaje que menos padece.
Hasta él se acerca James Theodora, hombre a cargo de la
sección más oculta de los servicios secretos británicos, que lo
introduce en el mundo del espionaje y le conduce hasta lo que se llama operación
Declara, iniciada a principios del Siglo XX y que tiene por fin acabar con lo que vive
en la cima del monte Ararat. Sin ser consciente de dónde se está metiendo,
Hale entra en contacto con Kim Philby, célebre espía británico que
traicionó al MI5 a lo largo de dos décadas, con el que comparte un
insólito lazo y que estará a su lado en todos los momentos principales
de la historia.
Dada la amplitud temporal de la novela (abarca más de 20
años de historia), Powers fracciona los acontecimientos en dos hilos que va
intercalando. El primero, que culmina con el primer asalto al monte Ararat, comienza con
la iniciación de Hale en el mundo del espionaje como infiltrado en los equipos de
informadores comunistas que radiaban comunicaciones desde un París recién
ocupado por los nazis. El segundo, situado después del fallido intento, narra el
camino que desemboca en el segundo ataque. Ambos no se intercalan muy a menudo sino que
están divididos en diferentes "teatros de operaciones", que nos trasladan a
Berlín, Kuwait o Beirut, y cuando se ha terminado con uno se pasa al siguiente del
otro hilo temporal.
Lo más satisfactorio de Declara reside en que Powers
consigue llevarte una vez más al paranoico convencimiento de que los hechos
históricos que se cuentan tuvieron esa causa, porque fantasía y realidad
están imbricadas con una naturalidad que incluso los más sibaritas
sabrán apreciar. Gran parte de este éxito reside en el componente
sobrenatural, tejido a partir de las dos grandes religiones monoteístas, cuyos
mitos, sacramentos y costumbres forman una extraña simbiosis que cunde sobradamente.
Y, siendo una novela de espías, hay que reconocer que recrea con acierto el ambiente
típico de esta temática, con sus dobles juegos, operaciones encubiertas
y peligros inherentes, a los que se añaden los procedimientos de prevención
y lucha contra lo mágico, algo de vital importancia dado el escenario en que se
mueve.
Por contra, pese a que es prolijo en las descripciones, cuando llegan
los momentos de acción cuesta horrores descubrir qué está pasando
(y mira que utiliza palabras para relatarlo). A su vez la novela está lejos del
ritmo trepidante de los otros Powers disponibles ahora mismo en el mercado, y se sumerge
en uno muy pausado que en algún momento se hace cansino. Quizás porque
la historia encuadra demasiados hechos y eso hace que tenga una extensión mayor de
la debida, cuando parte de él es reiterativo, caso del doble viaje al interior del
desierto arábigo o la doble visita al monte Ararat, que generan un más que
ligero dejà vu.
Pero lo más preocupante, para cualquiera que haya leído
varios de sus libros, está en que apenas sorprende. Salvo por el ya comentado
escaso padecimiento de Hale, el resto transcurre por donde se adivina de antemano. Caso,
por ejemplo, de la sempiterna y esquiva figura femenina, destinada a ser el amor del
protagonista, al que en algún punto siente el deseo de asesinar, y que está
presente en todas y cada una de las secuencias claves, para desaparecer sin dejar rastro
hasta el siguiente nudo.
Finalmente quería hacer un breve comentario sobre su manera de
rendir homenaje a John Le Carré ¿Es la historia fiel a su espíritu, tal y
como cuenta la frase promocional de la contraportada? Como lector esporádico suyo la
respuesta no puede ser más ambigua: sí y no. Hay numerosos elementos comunes
bien reflejados, como la trama enrevesada que requiere que dos de los personajes concreten
lo ocurrido a través de una conversación, añadiendo parte de la
información que se desconocía. Asimismo reproduce ese eterno juego de
engaños que era el espionaje de la época, o esa enérgica
convicción a la hora de relatar los acontecimientos, tan propia del célebre
autor inglés. No obstante, aunque lo intenta, no acierta a transmitir el tono
de distancia frente al Servicio Secreto que tenían los curtidos espías de
Le Carré, ni la visión deshumanizadora de su labor, ni captura su peculiar
sentido del humor, repleto de una ironía demoledora.
A pesar de su limitada capacidad de fascinar, Declara
agradará a todos aquellos que se hayan sentido atraídos por la obra de
Powers en el pasado o gusten de las enrevesadas historias de espías que no le hagan
ascos a la novedad de ver un escenario fantástico enriqueciendo la historia.
Sin embargo, si te pierdes en estos juegos, sus anteriores libros no fueron de tu gusto
o no has disfrutado todavía de las maneras de este autor, este libro no es para ti.
Creo que no se puede decir más claro.
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