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Atrapados en la Prehistoria,
de Michael Swanwick
Título original:
Bones of the Earth
Portada:
OPALWORKS
Traducción:
Elena Gozálvez Blanco
Minotauro, 2003,
Kronos Minotauro
El autor en cyberdark.net
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por Rafael Martín, septiembre 2003
En el verano de 1991, como experiencia turístico-científica, estuve pelando
una sierra en La Rioja en busca de huellas de dinosaurios. Las huellas
salieron, y mi crónica con las lumbares también. De los dolores de espalda
no estoy muy seguro, pero el impacto medioambiental sí que mereció la pena.
Sacamos al descubierto no menos de treinta huellas, muy bien conservadas,
entre los comehierbas y los que se comen a estos.
Años después me toca reseñar una novela que narra algunas de las mismas
cosas que me contaba el director de aquella excavación. Las huellas y la
vida, los fósiles y la muerte. Tópicos de paleontólogos que no por serlo son
menos ciertos, pero que sí son el plato para degustación de los ajenos a
este mundillo.
En 1999 Michael Swanwick ganó el premio Hugo con un relato efectista que se
centra en las paradojas que podrían ocasionar los viajes a un peligroso
Mesozoico, la Era de los dinosaurios. Se publicó, en castellano, en el
número 31 de la revista Gigamesh con el título Scherzo con Tiranosaurio.
Atrapados en la prehistoria es una incursión y extensión de ese relato.
A Richard Leyster se le presenta la oportunidad de su vida:
¿Qué tal estar rodeado de los animales a los que les has dedicado la vida,
aun siendo todo dientes?
Leyster acepta: La aventura comienza... hacia atrás.
Un grupo de científicos parten hacia la Era Secundaria para hacer
observaciones de campo. Pero no todos están dispuestos a aceptar las cosas
como nos las impone la naturaleza. Unos fanáticos religiosos deciden entrar
en acción, y para ello nada más fácil que tener huesos humanos del mesozoico
para romper con las ideas darwinianas. Así una excursión científica entre
dinosaurios se convierte en una lucha por la supervivencia en un mundo
hostil. El predador se convertirá en presa.
La banalización que el cine y su apabullante merchandising producen respecto
a los conocimientos científicos, en este caso de la paleontología de
vertebrados, ocasiona que las portadas llamativas de hace unos años, en los
que un triceratops embestía a un tiranosaurio, provoquen hoy día la sonrisa
del niño y el hastío de los mayores. Pero, ¿y si a la dosis de vísceras se
le suma otra de fanatismo?
Desde el fatídico once de noviembre, todo autor norteamericano, que se
precie de serlo, debe incluir en sus novelas una ración de fundamentalismo
religioso, sea del signo que sea, que ponga en peligro "nuestra" forma de
vivir. Swanwick va al ya manido duelo entre evolucionistas y creacionistas.
Puede que en USA sea el no-va-más, pero en Europa a algunos nos suena a una
mezcla trasnochada de pulp, y si se me permite, de mackartismo religioso.
¡Vamos! que Swanwick "se la juega" y hasta le sale una novela entretenida;
pero solo eso.
Swanwick aúna paradojas temporales, fanatismo, evolución, la ciencia y sus
implicaciones sociales; pero parece que están metidos con calzador, y
resultan descuadrados. Así, los diferentes niveles temporales, que deberían
implicar diferencias sociales, no están bien descritos, de tal manera que no
llegan a resultar creíbles.
Cuando un buen relato corto se retoma y extiende para escribir una novela,
se puede caer en el peligro de ahuecar la trama, pues la idea original no da
para más, por mucho que se estire. Swanwick lo hace, creando una novela como
un buñuelo, inflada y con poca sustancia.
Como no podía ser menos, escoge entre ideas científicas, unas las más
divulgadas y es verdad que otras de las más vanguadistas, dando como
resultado un folletín de científicos e hipótesis alocadas en un variopinto
menú de dinosaurios aderezados con otros animalitos del momento. Toda una
experiencia novelística que puede provocar empacho.
En sí misma la narración es sencilla y engancha, pero no cautiva. Los
personajes, en sus respectivos papeles, están hechos con plomada, bien
medidos para que no se salgan de lo que se espera de ellos. Y la trama es
como la leída en multitud de novelitas para cumplir con los requisitos del
pasa-ratos. Es todo un compendio de buenas maneras que no podría haberlo
hecho más estereotipado, aunque se lo propusiera, terminando con un final
pulpero entre absurdo y demencial de no más allá de los años treinta.
El autor teje esta novela con poca fortuna; así, el entramado final es más
bien frágil. A fuerza de intentar decir algo de ella me salen algunas
lindezas para impresionar, del tipo: La insignificancia de las acciones
humanas si se las compara con el devenir evolutivo de la Tierra.
Otra peor sería: El juego con lo desconocido puede traer malas
consecuencias, pues el tiempo es como un fuego sagrado al que el hombre debe
respeto. ¡Uf! esto sí que es fundamentalismo.
Pues lo dicho, que si no se busca un alarde de innovación estilística,
trasfondo intelectual, ni una alucinación de lo sorprendente, se encontrará
una novela para pasar una tarde entretenida.
La edición es algo descuidada: Se nos presenta con una portada poco
agraciada. El título lleva a pensar en una traducción dudosa; tiene
demasiados errores tipográficos, además de ser una edición en rústica pero
con precio de tapa dura. Esperemos que no sea la nueva línea editorial de la
muchas veces elogiada Minotauro.
A estas alturas es evidente que no me ha encandilado, como sí lo hiciera Las
estaciones de la marea, pero eres tú lector quien debe decir la última
palabra.
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