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Por Josep Andreu
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La formación del héroe
¿Cómo se hace un héroe? La primera cualidad que se requiere es
una cierta distancia respecto al resto de los mortales. Es por ello que los héroes
suelen ser semidioses o, si son mortales, los padres originales han desaparecido hace
tiempo, para ser sustituidos por un tutor. El esquema no es nuevo: lo encontramos en
Arturo con Sir Ector, en Sigfried/Sigurd con Elf o, incluso, en una posterior
adaptación, en Luke Skywalker con su tío.
En ESDLA, el tutor de Aragorn es Elrond, que lo acoge
en Rivendell y lo educa, o en el caso de Frodo, Bilbo. Aragorn y Frodo son huérfanos
(Arathorn muere cuando Aragorn tiene sólo dos años, y los padres de Frodo también
fallecen cuando Frodo es aún un niño). Gandalf participa también de esa figura de tutor,
pero se distingue radicalmente de Elrond y Bilbo en que su carácter es mucho más
sobrenatural, y a diferencia de los tutores que forman al héroe como persona, es decir,
que lo preparan para su epopeya, el tutor sobrenatural es el desencadenante de la misma.
Ejemplos no faltan: Merlín, Wotan o, modernamente, Obi Wan Kenobi son ejemplos claros
de este tutor sobrenatural.
Al margen de tutores, el héroe es per se un ser excepcional.
Como los protagonistas de la tragedia, el héroe está predestinado a serlo. Gandalf
formula este aspecto literalmente cuando afirma que Frodo estaba destinado a tener el
Anillo, y no por voluntad del creador del Anillo. En el contexto de la Tierra Media,
esta voluntad sólo puede ser la de Eru, que es en todo homologable al destino, por
cuanto uno no se puede oponer a ella. Por su parte, Elrond le dice a Aragorn.
"Un gran destino te espera, sea el de elevarte más alto que todos tus antepasados desde
los días de Elendil, o caer en la oscuridad con todos los sobrevivientes de tu
especie" ¿Qué hace Elrond sino cumplir la misma misión que tantos y tantos mensajeros
de la divinidad a los humanos? Y el héroe responde normalmente a las expectativas:
para Gandalf, Frodo es el mejor hobbit de la Comarca, mientras que Aragorn se convierte
en "el más intrépido de los Hombres vivientes, hábil en las artes y versado en las
tradiciones de ellos, y más que todos ellos"
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Las dos torres |
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Finalmente, un héroe necesita aventuras para serlo: la
heroicidad es el resultado de actos determinados en circunstancias concretas. Así,
una vez el futuro héroe se ha convertido en adulto y ha recibido el impulso de su tutor,
debe abandonar el mundo en el que ha crecido para emprender su misión y alcanzar así el
status de héroe. Este abandono del mundo se representa a menudo en la desaparición o
muerte del tutor (Sigurd) o bien su renuncia a su papel como tal (caso de Arturo con
Merlín). Tolkien usa ambos sistemas: Elrond renuncia a su tutela sobre Aragorn mientras
que Bilbo desaparece de la vida de Frodo.
Y ya tenemos a nuestro héroe preparado para embarcarse en
aventuras. Sin embargo, Tolkien se acoge a los modelos épicos antiguos no al estándar
de Hollywood, y en esos modelos el héroe solitario no es con mucho tan frecuente.
Pensemos si no en Jasón y los Argonautas o Arturo y sus caballeros. Incluso aquellos
héroes que no tienen compañeros permanentes reciben ayudas sin las cuales no podrían
haber completado su misión. La pregunta es ¿quién acompaña al héroe?
Los compañeros del héroe
El plural es intencionado: si un héroe solitario no es lo más
habitual, en las sagas antiguas es aún más raro el héroe con un solo compañero. Podría
pensarse que el grupo formado por el héroe y sus compañeros es un reflejo a escala
reducida del panteón divino.
Lo más normal es que el primer compañero del héroe sea el tutor
que le ha impulsado a la aventura. En el caso de ESDLA está claro: Gandalf actúa
así con Bilbo, con Frodo y con Aragorn, aunque en el caso de Frodo Tolkien da un hábil
giro a la trama: Gandalf le habría acompañado desde el principio pero se lo impiden.
Por tanto, el tutor no sólo sirve como detonante del cambio sino como conductor del
mismo y, como el Virgilio de Dante o Anubis en los mitos egipcios, guía al héroe por
su camino a la iluminación. Esta figura de la divinidad protectora que guía al héroe
es prácticamente universal; aparte de los mencionados cabe destacar al centauro Quirón,
tutor de Hércules, o a Tetis, madre divina de Aquiles. Y, por supuesto, modernamente
no podemos dejar de mencionar a Aldus Dumbledore, que resulta en muchos de sus rasgos
muy, muy parecido a Gandalf.
Finalmente, cuando el héroe alcanza la madurez, puede dejar a
este tutor. Este punto en la carrera del héroe corresponde normalmente a un conflicto,
a una superación de dificultades. Así, Aragorn decide cabalgar por los Senderos de los
Muertos después de doblegar la voluntad de Sauron, mientras que Frodo abandona la
Comunidad después de la lucha interior en Amon Hen. Vemos también cómo el carácter de
esta superación es distinto según el tipo de héroe: el héroe restaurador -Aragorn-
vence a un enemigo exterior evidentemente físico, que se manifiesta ante él (como
Arturo vence a Mordred) mientras que el héroe sacrificial -Frodo- vence a un enemigo
interior o, al menos, de carácter mucho más espiritual que el anterior (pensemos en
los cuarenta días de ayuno de Jesús y en su victoria sobre Satán).
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La captura de Gollum, por Alan Lee |
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Pero si el héroe tiene una divinidad protectora que le enlaza
con el mundo divino, debe tener también un compañero que le recuerde su lado más humano
(el héroe compagina ambos aspectos). Sin duda, el personaje de Tolkien que más cumple
esta función es Sam Gamyi. Tolkien reconoció que Sam estaba modelado en los campesinos
de Sarehole y en los tommies que tuvo bajo sus órdenes en Francia: hombres sencillos que
marchaban a la muerte no porque tuvieran ideales elevados, ni sed de gloria, o fueran
presas de la desesperación, sino simplemente porque consideraban que eso era lo que
tenían que hacer. Merry y Pippin comparten también en parte estas características de
Sam, aunque atenuadas por su origen aristocrático, e incluso el mismo Frodo y Bilbo
tienen en ellos algún rasgo de este compañero arquetípico del héroe con respecto a
Gandalf y Aragorn.
Sin duda, esta figura no tiene tanto glamour como los
personajes elevados que protagonizan los relatos épicos, pero su apego terrenal
contribuye por contraste a resaltar el carácter especial del protagonista. Encontramos
antecedentes de esta figura en Sancho Panza, pero también en el Papageno de
La Flauta Mágica, el Falstaff shakesperiano e incluso en algunos relatos de los
viajes de Odín con Loki. Conviene observar que casi todos estos personajes son cómicos.
Ello no es sorprendente: del mismo modo que los griegos inventaron la comedia como el
reflejo más mundano de la tragedia, el compañero es en realidad un reflejo mundano del
héroe, o incluso podría decirse que es la parte humana del héroe y, a diferencia del
tutor sobrenatural, le acompaña por lo general siempre, aún cuando ha alcanzado su
madurez.
¿Y Aragorn? Sus compañeros son claramente Legolas y Gimli.
Desde que la Comunidad parte de Rivendell, Legolas y Gimli no se separan de él hasta
que Sauron cae. Podría pensarse que Legolas, por sus características de inmortalidad y
distanciamiento de los humanos, no comparte ese aspecto mundano del compañero del héroe,
pero su apego a la Tierra Media (algo habitual entre los Elfos que no han habitado en
Valinor, por otra parte) le permite funcionar igual que un campesino que añora su
terruño.
Nos queda aún otro tipo de compañero del héroe, al que me
permitiré llamar el héroe caído. El héroe caído se ha enfrentado a los mismos retos que
el héroe, pero ha fracasado y, normalmente, lo acaba pagando con la vida. Sin embargo,
esta situación no corresponde al pensamiento cristiano de Tolkien, que introduce una
posibilidad de redención para este personaje, aunque casi siempre perezca en el
proceso. En ESDLA Boromir y Gollum/Sméagol son claramente héroes caídos, ambos
por la misma razón: el terrible poder corruptor del Anillo. Este currículum vitae de
fracaso y redención no se encuentra por lo general en las sagas paganas, ya que el
tema de la redención es típicamente cristiano: de hecho, podría considerarse a San
Pedro como un héroe caído: fracasa (niega a Cristo), pero se redime de su fracaso y
alcanza un status casi igual al del héroe, pero a costa de su vida. Y si no hay
antecedentes en las sagas clásicas, sí que hay "descendientes". ¿Qué otra cosa es si
no Darth Vader en Star Wars?
El viaje
La mayoría de las sagas muestran al héroe embarcado en un
viaje de búsqueda de un objeto, sea éste el Vellocino de oro griego, el Santo Grial
Artúrico o el Sampo del Kalevala. Este viaje físico es siempre el reflejo de un
viaje interior en busca de la iluminación, y las penurias físicas del héroe en su
esfuerzo por llegar a su destino se corresponden con las penurias anímicas que se pasan
por alcanzar la apoteosis. Ciertamente, Tolkien introduce un cambio: el viaje no
pretende conseguir un objeto sino deshacerse de él, pero este cambio no afecta para
nada a los motivos del héroe para emprender el viaje, sus peripecias durante él, y las
consecuencias tras llegar a destino. El objeto sigue siendo el leit motiv del
viaje físico, mientras que las implicaciones espirituales del objeto lo son del viaje
interior.
El viaje suele transportar al héroe -y a sus compañeros- de su
hogar, que simboliza al mundo conocido, a una tierra mítica. Así, el viaje a las Islas
de Occidente, tan frecuente en la literatura épica irlandesa, o La Odisea,
paradigma del relato de viajes clásico, o el viaje de Hércules a los infiernos para
concluir sus Trabajos, la expedición a Pohjola en el Kalevala, o el viaje a
Jotunheim de Thor de los mitos nórdicos. Se trata en todos los casos de pasar del mundo
del héroe, que por extensión es el de los humanos, a un mundo distinto, morada de los
muertos, los gigantes u otros seres míticos, cuya climatología es generalmente hostil
con el fin de reflejar que no es el mundo en que los hombres debieran estar. Esto
puede verse a las mil maravillas en el viaje de la Comarca a Mordor; es decir, de un
sitio hecho por y a la medida de los hobbits a otro donde nadie en su sano juicio
querría vivir. Este viaje actúa también como símbolo del tránsito del héroe de un plano
de conciencia mundano a un enaltecimiento que conduce a la apoteosis.
En su periplo al estado sobrehumano, el héroe pasa por diversas
etapas, que suelen estar claramente marcadas. El ejemplo más antiguo, y maravillosamente
claro, es el viaje de ultratumba que se relata en el Libro de los Muertos
egipcio. No pretendo decir que Tolkien se inspirara en los manuscritos egipcios, sino
mostrar como esta idea del viaje por etapas es algo sumamente extendido en los mitos, y
comprende los trabajos de Hércules, los viajes de San Brandán, los de Maeldun o,
incluso, salvando las distancias, el viaje de los judíos por el desierto (con las
lembas como un equivalente del maná) o el via crucis de Jesús. Tolkien marca muy bien
las etapas del viaje: todas concluyen con la llegada a un lugar donde los viajeros
pueden reponerse para seguir el viaje y también sufrir cambios que les ayuden a
continuar: Cricava, la casa de Tom Bombadil, el Poney Pisador, Rivendell, Lothlorien,
Fangorn, Edoras, Ithilien o Minas Tirith y la vuelta a la Comarca son evidentes. Menos
evidente, aunque sí supone un cambio muy claro para Frodo, es la torre de Cirith Ungol,
donde el Portador descubre que ya no puede dejar el Anillo, en una escena muy emotiva
con Sam.
Imitando también a las sagas clásicas, Tolkien plantea un
viaje de ida y vuelta. La estructura circular es tan evidente que no sólo la composición
del grupo de viajeros es la misma al principio y al final (los cuatro hobbits), sino
que también lo son muchas etapas y los puntos en que el grupo sufre cambios
(notablemente Bree: los hobbits llegan a Bree solos a la ida, y parten de Bree solos a
la vuelta). Sin embargo, el viaje no es un círculo, sino una espiral. Los hobbits no
vuelven al mismo lugar que dejaron (y de ahí el Saneamiento de la Comarca) y no son los
mismos que salieron de la Comarca. Gandalf lo dice explícitamente antes de irse a
hablar con Bombadil: "habéis crecido mucho en verdad".
El objeto numinoso
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Anillo único |
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Curiosamente, en epopeyas dedicadas sobre todo a contar las
hazañas de personas, el eje argumental que sostiene la trama es un objeto. No se trata
sin embargo de un McGuffin al estilo cinematográfico, es decir, de un mero pretexto
para contar historias, sino de un objeto cuyas características son hasta tal punto
esenciales para la historia, que muchas veces incluso la determinan: aunque pasivo,
el objeto numinoso es un protagonista más de la Historia. El Anillo de Tolkien es así
un sucesor del Anillo de los Nibelungos, el Sampo del Kalevala o el Santo Grial
artúrico.
Sin embargo, el objeto más emparentado con el Anillo
tolkieniano es su homólogo nibelungo, no ya por su forma y materiales comunes, sino por
el hecho de que ambos tienen una influencia corruptora en su poseedor. Esta influencia
proviene del legítimo dueño del anillo (Sauron/las doncellas del Rhin). También en ambos
casos el creador pierde el objeto, lo que sirve como arranque de la historia, y ésta
termina con la desaparición del objeto del mundo de los humanos, bien sea por
destrucción física (caso de Tolkien) o por la vuelta al mundo sobrenatural del que
procede (caso de la saga de los Nibelungos). La desaparición del objeto conlleva la
restauración del orden perdido.
El Grial y el Sampo son conceptos opuestos a los Anillos. Su
presencia en el mundo de los humanos trae la paz y la prosperidad, y el período en que
están ausentes acarrea toda clase de miserias, lo que provoca una expedición de los
héroes para recobrarlo. Con todo, el Anillo de Tolkien comparte con estos objetos algo
que no tenía el anillo de los Nibelungos: su poder prácticamente universal, aunque en
este caso reconvertido en un poder para el mal. Aquí se refleja el pensamiento cristiano
de Tolkien. Si el mundo lleva en sí el pecado, el poder de dominio del mundo es malvado.
El Sampo y el Grial, por su parte, son objetos de fuertes bases paganas, y en
consecuencia ignoran por completo el concepto de pecado original, que es tan importante
en Tolkien.
El Anillo es, pues, básicamente una materialización física del
pecado del mundo, y su destrucción limpia el mundo de ese mismo pecado: nótese que con
la destrucción del Anillo desaparecen Sauron y los Nazgul, que son los últimos
vestigios del mal puro, inhumano, encarnado físicamente sobre la Tierra Media, mientras
que se restaura el Reino de Gondor, en una vuelta a una antigüedad idílica que ya se
consideraba perdida, como el Paraíso bíblico. Por otro lado, Frodo -un héroe
sacrificial- queda tan hundido por la ordalía que pierde incluso la voluntad de vivir.
Las semejanzas con el Cordero de Dios, que con su muerte quita el pecado del mundo, son
obvias.
El conflicto
Nos queda aún el último elemento en la definición del héroe:
la superación de obstáculos. De hecho, podría argumentarse que la razón última del viaje
es enfrentar al aspirante a héroe a los obstáculos que le permitirán alcanzar el estatus
heroico. En la naturaleza de los obstáculos y en cómo los superan podemos distinguir
claramente al héroe restaurador del sacrificial.
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En la guarida de Ella-Laraña, por Alan Lee |
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Así, Aragorn no sufre ni un rasguño, pese a estar en las
batallas del Abismo de Helm, Pelargir, los Campos del Pelennor y la Puerta Negra;
enfrentarse a los Jinetes Negros, los orcos de Moria, los huargos en Eregion (Acebeda)
y cruzar los Senderos de los Muertos. Se le presenta como un rival al que muchos
enemigos ni siquiera se atreven a enfrentarse. Sin embargo, Frodo es acuchillado por el
Rey Brujo, golpeado por un jefe orco en Moria, envenenado por Ella-Laraña y mordido por
Gollum. Las diferentes peripecias de ambos héroes se justifican plenamente por el
carácter de héroe restaurador de Aragorn y sus predecesores, que están asociados al Sol
en su plenitud, mientras que Frodo es un héroe sacrificial, como el Sol que muere y
renace para dar nueva vida.
Pero no todo en Frodo son derrotas. Si bien cuando sucumbe a
su debilidad sufre, también es capaz de salir victorioso cuando se sobrepone, aun frente
a enemigos poderosos: al enfrentarse al Tumulario o a los Jinetes Negros en el Vado de
Rivendell, al quitarse el Anillo en Amon Hen, al abandonar la Comunidad... pero todos
estos triunfos que son básicamente de Frodo sobre sí mismo, están exentos
fundamentalmente de acción física, son espirituales, y el resultado suele ser la
liberación de Frodo de algún dominio sobre él, más que la destrucción del enemigo.
De igual modo difieren los cambios que provocan en el héroe los
conflictos. Mientras que a Aragorn cada victoria le acerca a su conversión en Rey,
mostrándolo como un capitán más astuto, un líder más valiente o un hombre más sabio, a
Frodo cada conflicto le acerca más al sacrificio definitivo: su vida. Tolkien omite
presentarnos este sacrificio de forma explícita, y lo transforma en un viaje a
Occidente, pero dado que en la mayoría de mitologías el viaje a occidente es el viaje
al reino de los muertos, quedan pocas dudas sobre el sentido de la partida de Frodo de
los Puertos Grises.
Vemos pues cómo los conflictos acercan al héroe a su apoteosis.
Y de igual modo que los conflictos de ambos tipos de héroes son distintos, sus apoteosis
también lo son. Así, Aragorn restaura el esplendor de los Días Antiguos: hay de nuevo
Rey en Gondor y en Arnor -la coronación de Aragorn por Gandalf recuerda claramente a la
de Carlomagno por el Papa-, el mal encarnado ha desaparecido del mundo, la alianza con
Gondor se renueva, el Árbol Blanco vuelve a florecer... todo es triunfo, todo es volver
a un pasado esplendoroso, como el retorno de la Edad de Oro griega... pero no para
siempre. El Reino de Gondor bajo Aragorn tiene para nosotros, lectores de este nuestro
cínico y desengañado mundo, todo el aire crepuscular de la última llamarada antes de que
el fuego se apague. Este fin del mundo es evidentemente un eco del crepúsculo de los
dioses nórdico, aunque al mismo tiempo, la influencia cristiana que hizo aparecer un
nuevo mundo tras el Ragnarok se manifiesta aquí por boca de Legolas: "Y la semilla
yacerá en el polvo y se pudrirá, sólo para germinar nuevamente en los tiempos y lugares
más inesperados". Esto es prácticamente una transposición a la Tierra Media de la
parábola del grano de trigo de los Evangelios.
Pero si el clímax de Aragorn corresponde, por decirlo así, al
Jesús resucitado del Domingo de Pascua, Frodo se identifica mucho más con el de Viernes
Santo. Su imagen no es la de un héroe victorioso, sino más bien de alguien que ha sido
vencido por completo: con el cuerpo y el alma envenenados, la mente corroída por el
Anillo, y derrotado por su inmenso poder, Frodo es totalmente vencido en la Grieta del
Destino; físicamente por Gollum, que le quita el Anillo, y mentalmente por el propio
Anillo. Sin embargo, de este clímax de derrota absoluta, Tolkien saca una victoria.
Curiosamente, esta victoria es debida a Frodo, el héroe derrotado. Frodo vence no por
sus actos en la Grieta del Destino (Tolkien deja muy claro a lo largo de la historia
que NADIE podría vencer al Anillo en tales circunstancias), sino por sus actos
anteriores: más concretamente, por su decisión de perdonar la vida a Gollum (decisión
que también toma Sam momentos antes del clímax definitivo). Es una victoria alcanzada
no por la acción, sino por la inacción, por no hacer algo que Frodo podría hacer, que
incluso ha deseado hacer, pero que siente que no es lo que debe hacer. Su actitud es
similar a la de Jesús que deja que lo crucifiquen, pese a poder evitarlo si lo
quisiera. Prueba de esta vinculación es el hecho de que Frodo, pese a no morir tras
esta terrible prueba, ha perdido por completo la voluntad de vivir: está desnudo y
tiene que ser sacado por Sam de la Grieta del Destino. En esos momentos es poco más que
un trozo de carne. Salvo por el hecho de que respira, se le puede considerar
prácticamente como un cadáver, puesto que no hay voluntad en él. Aunque no su vida,
Frodo ha sacrificado su fuerza vital.
El mundo tras la edad heroica
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El retorno del rey |
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Pese a que el clímax de la obra se alcanza entre la destrucción
del Anillo y la boda de Aragorn, Tolkien no acaba su novela ahí. Eso sería un final de
cuento, que no es lo que pretendía Tolkien. En ESDLA está construyendo una parte
de sus mitos, no un cuento. Una parte muy importante, además, puesto que marca el paso
de una edad llena de maravillas, donde se ven en la Tierra prodigios y horrores de
escala sobrehumana, a una Edad de los Hombres, en la que todo el mundo se adecua a la
escala humana. De ahí la necesidad del final de El Señor de los Anillos, con la
pérdida de la inocencia en el último lugar libre de mal que se plantea en El Saneamiento
de La Comarca, y el telón, digno émulo del Gotterdämmerung nórdico, de la historia de
Aragorn y Arwen.
Aquí, Tolkien no sólo toma como fuente la mitología nórdica en
el tema del ocaso de los Dioses, sino también los mitos artúricos (con el viaje de
Arturo a Avalon o la partida de Merlin) o el final del Kalevala, con la partida
de Vainamoinen hacia Occidente, que tiene un claro paralelismo en todo el episodio de
los Puertos Grises, sobre todo en la partida de Elrond y muy especialmente de Gandalf:
los héroes míticos abandonan la Tierra Media para no volver jamás a ella, y, con su
marcha, se acaban los Días Antiguos.
El Saneamiento de la Comarca podría incluso plantearse como el
primer conflicto de esa nueva era. Todo el episodio tiene un carácter muy distinto al
de los demás conflictos de El Señor de los Anillos. Aquí no hay magos poderosos
-Saruman ya es sólo una sombra- ni héroes sobrehumanos. Hay maldad, sí, pero es una
maldad de escala humana, mezquina pero comprensible para los hombres, y muy lejos de la
apabullante malignidad de personajes como Sauron. Unos seres tan mundanos como los
hobbits derrotan a un grupo de malhechores por medios enteramente terrenales. Esto es
la antítesis de la Guerra del Anillo, y su carácter casi doméstico se nota especialmente
en la comparación. El hecho de colocar el episodio al final del libro, justo antes de
la partida de los Puertos Grises, sirve para mostrar el nexo entre los Días Antiguos y
los Días de los Hombres.
Y finalmente, y casi a título personal, recordar la última
escena de ESDLA, justo antes de los apéndices: la vuelta de Sam a casa, con su
familia y la cena esperándole. No hay fanfarrias, ni hermosas princesas. Es un final
corriente para un hombre corriente. El tiempo de los héroes ha pasado, aunque... ¿quién
sabe cuándo podría volver?
Bibliografía
Fuentes Primarias:
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Tolkien, JRR - Cuentos Inconclusos vol 1. 1ª edición, 4ª reimpresión. Ed. Minotauro, 1990. ISBN 84-450-7079-7
Tolkien, J.R.R. - Cuentos Inconclusos vol 2. 1ª edición . Ed. Minotauro, 1989. ISBN 84-450-7108-4
Tolkien, J.R.R. - Cuentos Inconclusos vol 3. 1ª edición . Ed. Minotauro, 1989. ISBN 84-450-7146-7
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Tolkien, J.R.R. - The Book of Lost Tales 1. 1ª edición. Ballantine Books, 1992. ISBN 0-345-37521-1
Tolkien, J.R.R. - The Book of Lost Tales 2. 1ª edición. Ballantine Books, 1992. ISBN 0-345-37522-X
Tolkien, J.R.R. - The Lord of the Rings. Harper-Collins, 1993. ISBN 0-261-10243-5
Fuentes Secundarias:
Tolkien. J.R.R. - Los Monstruos y los Críticos y Otros Ensayos. 1ª Edición. Ed. Minotauro, 1998. ISBN 84-450-7097-5
Grotta, D, - J.R.R. Tolkien, una biografía, 1ª edición. Ed. Planeta, 1982. ISBN 84-320-3615-3
Sagrada Biblia - 10ª edición. Ed. Herder, 1970
Foster, R. - Guía completa de la Tierra Media, 1ª edición. Ed. Minotauro, 1999. ISBN 84-450-7110-6
Chadwick, N. - The Celts. Penguin Books, 1997. ISBN 014-02-5074-3
Roesdahl, E. - The Vikings. Penguin Books, 1998. ISBN 0-14-025282-7
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