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Por Iván Fernández Balbuena (cebra)
[ Canción de Hielo y Fuego ] [ Adelanto
de Choque de Reyes ]
[ Maestro de los sentimientos ] [ El
triunfo de la variedad ]
[ Reseña: Juego de Tronos ] [ Reseña:
Muerte de la Luz ]
George R. R. Martin es un caso cuanto menos peculiar. Un
escritor que, hasta la llegada de su megasaga "Canción de hielo y fuego" a mediados de
los 90, sólo había publicado 4 novelas desde su debut en 1971 (una de ellas en
colaboración) y al que un gran número de aficionados y críticos consideran uno de los
puntales del género y autor de una obra de singular calidad.
Explicar este aparente sinsentido resulta en principio sencillo.
Sin desmerecer sus magníficas novelas, hasta 1988 fue, sobre todo, un escritor de
relatos; alguien que eligió el camino duro hacia la fama, el camino basado
fundamentalmente en la narrativa breve, antaño auténtica espina dorsal de la literatura
fantástica, bastante olvidada por el público de nuestros días. Alguien, en suma, que
parecía ser el relevo de autores como Sheckley o Tiptree que cimentaron sus carreras en
la extensión corta. Sin embargo, por desgracia, sus días como cuentista parecen lejanos.
Su carrera alternativa como guionista de televisión a finales de los 80 y su dedicación
actual a la serie "Canción de hielo y fuego" han hecho que en los últimos catorce años
sólo hayan salido cinco cuentos de su pluma.
Con todo, su amor por los relatos es manifiesto, no sólo porque
haya volcado en ellos sus esfuerzos hasta hace poco sino, también, porque ha sido un
eficaz antologista. No hay que olvidar que fue responsable de la serie New Voices,
con cuatro libros, ni tampoco sus antologías Wild Cards, de la que se han
publicado, de momento, 15 volúmenes, muchos de ellos con relatos del propio Martin.
Para el que lo desconozca, Wild Cards plantea un
universo alternativo común para uso de varios escritores. En él se cuenta la llegada,
hacia 1945, de un extraterrestre llamado Doctor Taquion, que desarrolla un potente virus
que es robado por un grupo de terroristas y diseminado en plena Nueva York. Los efectos
son devastadores. Gran parte de la población muere, quedando otra deforme, algunos
ilesos y una minoría se transforma en superhéroes (llamados en el libro Ases, por
cuestiones de copyright). Los relatos de la serie constituyen la historia de
dichos superhéroes y están considerados, junto a Watchmen de Alan Moore, como uno
de los tratamientos más adultos, serios y maduros de cómo podría ser realmente un mundo
poblado por estos personajes. Por desgracia, de esta ingente producción solo hay una
mínima muestra publicada en español; "Testigo" de Walter Jon Williams, una magnífica
historia centrada en el fracaso de los primeros Ases en su intento de evitar la Guerra
Fría, acabando ante el funesto Comité de Actividades Antinorteamericanas acusados de
comunistas. Una historia muy bien escrita y ambientada que no hace más que aumentar la
tristeza que causa el no poder haber leído nada más de ella por aquí. Como curiosidad,
en este mundo alternativo, los Ases echan a Franco de España. ¡Qué pena que realidad y
ficción no hubieran coincidido!
Pero volvamos a los éxitos del propio Martin. Dado que, como
es habitual en nuestro país, su obra es bastante difícil de conseguir, aprovecho el
relanzamiento de sus libros aquí en España por la editorial Gigamesh para arrojar un
poco de luz sobre su narrativa breve, que tantos buenos momentos ha hecho pasar a
innumerables aficionados y que merece ser rescatada del olvido en que se encuentra.
Una carrera repleta de galardones
Aunque su primer relato, "El héroe", apareció en la revista
Galaxy en 1971, se considera que Martin fue un descubrimiento de Ben Bova,
escritor y editor de prestigio que publicó muchos de sus primeros cuentos en sus
revistas Analog y Omni. Rápidamente, consolidó su carrera con su primer
éxito: el premio Hugo de 1975 por la novela corta "Una canción para Lya", una de sus
piezas maestras. A partir de ahí el número de premios creció y creció hasta alcanzar
la sorprendente cifra de 18, batiendo algunos récords como el de ser el primer autor
en conseguir dos Hugos el mismo año (1980). Éste es su palmarés en narrativa breve:
Cuatro premios Hugo:
- 1975 mejor novela corta "Una canción para Lya"
- 1980 mejor relato "Los reyes de la arena"
- 1980 mejor relato corto "El camino de la cruz y el dragón"
- 1997 mejor novela corta "Sangre de dragón" (que cuenta la historia de Daenerys Targaryen, posteriormente recogida en Juego de tronos)
Siete premios Locus:
- 1976 mejor novela corta "Las tormentas de Wyndhaven" con Lisa Tuttle (posteriormente sería ampliado hasta ser publicado como la novela Refugio del viento)
- 1977 mejor libro de cuentos de un mismo autor "Una canción para Lya"
- 1980 mejor relato "Los reyes de la arena"
- 1980 mejor relato corto "El camino de la cruz y el dragón"
- 1981 mejor novela corta "Nigthflyers"
- 1982 mejor relato "Guardianes"
- 1984 mejor relato "El tratamiento del mono"
Dos Nebula:
- 1976 mejor relato "Los reyes de la arena"
- 1985 mejor relato "Retrato de sus hijos"
Un World Fantasy Award:
- 1989 mejor novela corta "Cambiando de piel"
Dos Analog Award:
- 1980 mejor novela corta "Nightflyers"
- 1985 mejor novela corta "Los panes y los peces"
Un Science Fiction Chronicle Award
- 1986 mejor relato "Retrato de sus hijos"
Un Bram Stoker Award
- 1987 mejor obra en narrativa breve "The Pear-Shapped man"
Si la retahíla de galardones realmente resulta impresionante,
su versatilidad es algo a tener en cuenta. La mayoría de sus relatos pueden calificarse
de ciencia ficción ("Las brumas se ponen por la mañana", "Una canción para Lya",
"El camino de la cruz y el dragón," la serie sobre Haviland Tuf) pero también ha escrito
muchos etiquetables como de terror ("El tratamiento del mono", "Cambiando de piel",
"Recordando a Melody") y de fantasía, tanto contemporánea ("Retrato de sus hijos") como
épica ("El caballero errante"). Incluso se puede decir que es responsable de la creación
de un nuevo subgénero: el relato de ciencia ficción terrorífico, como bien muestra su,
sin duda, obra maestra "Los reyes de la arena".
Un universo común
Como escritor de ciencia ficción, Martin creó un universo
propio donde tienen lugar casi todas sus narraciones cortas y su novela
Muerte de la luz. A grandes rasgos, su historia futura es la siguiente.
En unos siglos la humanidad se extenderá por el espacio gracias
a los viajes a velocidades superiores a la luz (aunque siempre son algo lentos, incluso
pueden durar varios meses) y colonizará en sucesivas oleadas diversos planetas como
Baldur, Prometeo, Acuario, Poseidón, el mundo de Jamieson,... La Tierra creará el
llamado Imperio Federal Terrestre, pero pronto se verá envuelta en la llamada Doble
Guerra, contra los fyndianos y los hranganos, guerra devastadora en la que se utilizarán
profusamente las armas biológicas como las sembradoras terrestres o las razas esclavas
hranganas. El conflicto acabará con una paz con los fyndianos, el cuasi-exterminio de
los hranganos y la caída del Imperio Federal Terrestre tras una sublevación de los
mundos coloniales. A consecuencia de estos sucesos tiene lugar un interregno, la Tierra
se autoaisla y pasa a convertirse casi en una leyenda (Vieja Tierra), y en una
generación la mayoría de los mundos recuperan los viajes espaciales y vuelven a iniciar
el comercio, el turismo y la guerra. Pero, generalmente, sin llegar a las habilidades
tecnológicas del pasado. Es en este punto concreto donde se desarrollan la mayoría de
los argumentos.
No obstante, este gigantesco fresco histórico es utilizado
únicamente como un telón de fondo, como un escenario donde tienen lugar aventuras sin
fin y jamás se explica, en ningún sitio, de una manera tan completa como aquí. De ahí
que un lector poco cuidadoso no se dará cuenta de que las historias de Tuf transcurren
en la misma época y lugar que las narradas en "Una canción para Lya",
"Los reyes de la arena", "En la casa del gusano" o "Esta torre de cenizas".
Heredero de un clásico
Más significativa que esta "historia futura" es su gran afición
por los detalles ecológicos y las formas de vida alienígenas. A su manera, sigue la
estela de un clásico como Jack Vance a la hora de crear ecologías complejas y
alienígenas y xenomorfos sorprendentes e inolvidables. Sin embargo supera a su maestro
en un aspecto básico: credibilidad. La imaginación de ambos es florida y barroca, pero
la de Vance tiene un impulso caprichoso que hace que a menudo nos planteemos la
viabilidad de lo que inventa. Martin, en cambio, es capaz de crear un ecosistema
completo absolutamente coherente y científico sin perder un ápice de atractivo.
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De hecho, todos los relatos recogidos en su fix-up
Los viajes de Tuf pueden verse igualmente como un recorrido por la más increíble
galería de "monstruos" vista en la ciencia ficción desde Los monstruos del espacio
de Van Vogt (también conocida como El viaje del Beagle espacial), y, a la vez,
como un canto al ecologismo y a la idea de que no podemos modificar alegremente nuestro
medioambiente porque sino lo pagaremos tarde o temprano.
El primer tipo de relato, la galería de "monstruos", aparece
reflejado en "La estrella de la plaga", donde una vieja sembradora terrestre (una nave
de guerra biológica capaz de generar en segundos miles de especies procedentes de
cualquier parte de la galaxia), como defensa ante la intrusión de un grupo de
saqueadores humanos, esparce por su interior una "agradable colección de bichitos" que
van desde un viejo Tyranosaurios Rex hasta otros seres de pesadilla, caso de un ariete
rodante, varios gatos del infierno, un drácula encapuchado y una telaraña ambulante. Si
alguien quiere saber qué se esconde detrás de estos evocadores nombres le recomiendo la
lectura del libro; yo me siento incapaz de imitar la habilidad de Martin para hacer
creíbles estas razas a priori extravagantes.
El otro tipo de narración, el de advertencia ante la catástrofe
ecológica provocada por nuestra estupidez, está representado por la miniserie de relatos
de Tuf ambientados en el planeta S'uthlam ("Los panes y los peces", "Una segunda ración",
"Mana del cielo"), un lugar donde, por razones religiosas, la explosión demográfica está
alcanzando unas proporciones demenciales y en el que el protagonista se ve en la
necesidad de recrear una gran cantidad de especies vegetales y animales para solucionar
el problema (bestias de carne, mana, etc).
Ambas ideas aparecen unidas en otros dos relatos de Tuf,
"Guardianes" y "Una bestia para Norn". En el primero crea una compleja ecología marina
en el planeta Namor (otro claro ejemplo de su amor por los superhéroes) y nos muestra
lo rematadamente tontos que podemos llegar a ser los humanos cuando no nos molestamos
en investigar a fondo cómo funcionan los ecosistemas del mundo en el que vivimos
inmersos. En él aparecen, entre otros, los acorazados namoritas, los globos de fuego y
las conchas de fango.
Mientras, en "Una bestia para Norn", Tuf se encarga de sabotear
intencionadamente la biosfera de un planeta debido a la crueldad de sus habitantes para
con su propia fauna. Lo fascinante de la historia es observar cómo la introducción de
una sola especie puede destruir un medioambiente milenario en cuestión de años, algo que
en el mundo real nos hemos encargado de hacer a conciencia en varios ecosistemas
isleños únicos, simplemente situando en él animales como los gatos y las ratas. Por
supuesto, no podía faltar la consabida colección de xenomorfos: monos estranguladores,
colmillos de hierro, panteras cobalto, etc.
Al margen de las historias de este personaje podemos encontrar
situaciones similares en relatos como "En la casa del gusano", donde presenciamos la
degeneración de la tripulación humana de una sembradora biológica y una raza esclava
hrangana, que siglos después del fin de la Doble Guerra continúan luchando sin sentido y
sin saber muy bien por qué. La propia sembradora se ha encargado de esparcir unas
cuantas especies depredadoras (los gusanos del título) para pánico y terror de humanos
y esclavos hranganos.
Otro buen ejemplo lo hallamos en "Esta torre de cenizas", donde
los humanos están a punto de provocar una catástrofe ecológica en el mundo de Jamieson
simplemente por comodidad y donde aparece otro animal de nombre y costumbres evocadoras:
la araña de los sueños. Y por ultimo, qué decir de "Los reyes de la arena", el relato
definitivo sobre insectos sociales y su enfrentamiento con el hombre.
El terror y la fantasía a escena
Sus piezas de terror son también memorables aunque, a mi modo
de ver, no tan conseguidas como las de ciencia ficción. Quizás las más atrayentes sean
las del subgénero terror y ciencia ficción. El ya mencionado "En la casa del gusano" es
incomparable a la hora de describir los aspectos más horrorosos de la podredumbre, la
decadencia, la oscuridad, lo viscoso, la sensación de que nos acecha algo innombrable y
de que difícilmente podemos hacerle frente. Pero es "Los reyes de la arena", su relato
de mayor éxito (aparece en 18 antologías distintas), donde el horror surge de la propia
maldad humana encarnándose en unos insectos parecidos a la hormigas, dotados de un feroz
apetito y que crecen y crecen y crecen...
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El resto de sus cuentos de terror son más clásicos y están
ambientados en nuestros días, en un paisaje urbano, oscilando entre la recreación, a
veces un tanto fallida, de viejos mitos, como los hombres lobo de "Cambiando de piel",
hasta la invención de nuevos terrores tremendamente originales como en
"El tratamiento del mono", en el que se nos explica que quizás la obsesión por las
dietas sea algo bastante peligroso.
Finalmente tenemos sus relatos fantásticos, un género
escasamente frecuentado por Martin en el pasado pero que vistos sus últimos intereses
probablemente sea al que más se dedique en el futuro. En nuestro idioma solo hay dos
relatos de estas características publicado: "Retrato de sus hijos", ambientado en
nuestros días y que versa sobre el funcionamiento del proceso creativo de un escritor,
y "El caballero errante", una eficaz historia de fantasía épica ambientada en el
universo de los Siete Reinos, una especie de precuela de "Canción de hielo y fuego".
El humor como nexo común
Ya sea en cualquiera de los tres géneros que ha trabajado, su
prosa posee una serie de cualidades propias que la hacen inconfundible y que la alejan
bastante de la de otros muchos escritores dedicados a los subproductos alimenticios y de
imaginación adocenada. Así, posee un envidiable sentido del humor, algo poco habitual
dentro del fantástico.
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En las aventuras de Tuf, por ejemplo, es difícil pasar más de
dos páginas sin esbozar una sonrisa ante las réplicas del protagonista y su forma de
solucionar sus problemas. De la misma forma, en "El tratamiento del mono" logra algo
prodigioso: crear un relato de terror angustioso en el que se pasa un miedo atroz ante
los espantosos sufrimientos del protagonista, muy bien descritos, por otra parte, y a la
vez no parar de reír ante lo cómico y absurdo de la mayoría de las situaciones. Algo
también visible en "Cambiando de piel", donde uno de los protagonistas, el hombre lobo
Willie Flamboux, se ve envuelto en una compleja trama en la que su vida corre peligro y,
a pesar de lo cual, uno no puede dejar de sonreír ante la pose de "Viejo verde prematuro"
que Willie se empeña en asumir pase lo que pase. Claro que, a veces, este sentido del
humor se ve teñido de una cierta ironía distanciada como en "Retrato de sus hijos" o
"El caballero errante", y se transforma con celeridad en una sensación de melancolía y
nostalgia por aquello que hemos perdido o creído perder.
El último materialista
También posee otra virtud extraña en el mundo de la ciencia
ficción, un sano y pragmático agnosticismo. Frente a los delirios religiosos, el
misticismo a ultranza, el mesianismo exacerbado y el proselitismo puro y duro de autores
como Herbert, Card, Brin o Miller, Martin se alza como el último paladín del
materialismo, defensor de que la religión no es la respuesta o que, por lo menos, no es
la única respuesta. Algo realmente meritorio en la mojigata América de nuestros días y
con pocos precedentes claros si exceptuamos a Asimov, que siempre dejó clara su postura
al respecto.
No hay relato donde quede más clara su postura que
"El camino de la cruz y el dragón" en el cual se nos muestra una ridícula iglesia
católica del futuro con inquisidores llenos de dudas ante lo sucio de su trabajo,
fanáticos obispos alienígenas y una raza de "mentirosos" que inventa religiones para
que los humanos seamos felices. Porque, claro está, Martin es consciente de que la
religión siempre será necesaria para aquellos ciegos que no pueden vivir sin esas
mentiras piadosas.
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En uno de sus mejores relatos, "Una canción para Lya", es
rotundo al respecto. Lya y Robb, los telépatas protagonistas, saben positivamente que no
hay Dios. En un momento de la narración la cosa se explica claramente:
Hubo un experimento que intentaron en la Vieja Tierra cincuenta años atrás. Fue
organizado por un Talento mayor llamado Linnel, que era un religioso devoto. Pensaba
que utilizando drogas, y uniendo las mentes de los Talentos más potentes, podríamos
alcanzar el llamado "sí, estoy vivo" universal también conocido como Dios. El
experimento tuvo un final catastrófico, pero algo sucedió. Linnel se volvió loco, y
los otros salieron con solo la visión de una vasta, oscura e indiferente nada, un vacío
sin razón, ni forma ni sentido. Robb ha conseguido vivir con ello sin mayores
problemas y cree que Lya también, pero cuando ésta descubre la esencia de la religión
Shkeen, en la que una ameba parásita conserva los recuerdos de sus huéspedes eternamente
en conexión unos con otros a cambio de alimentarse de sus cuerpos, no puede soportar
"el gran vacío" y decide unirse a la ameba ante el horror de su pareja. Quizás, en toda
la historia del género no se haya descrito mejor el pavoroso miedo a la muerte que
padece el ser humano.
Otro ejemplo sobre los sinsentidos de la religión, menos
profundo y más pragmático, nos lo plantea Tuf en sus aventuras con los S'uthlandeses.
Sus habitantes procrean sin cesar y se niegan al uso de los anticonceptivos por una
cuestión religiosa que el protagonista, y el lector, encuentran totalmente absurda pero
no menos que la de otras religiones auténticas. La consecuencia de seguir a rajatabla
semejante credo es la destrucción del ecosistema planetario y el riesgo de una guerra
entre S'uthlam y sus vecinos. La estupidez elevada a la enésima potencia.
La indudable belleza de la concisión y la bondad
Martin es también un escritor evocador y de una gran economía
en los medios. Ya hemos visto como los nombres de la mayoría de sus alienígenas son
capaces por sí solos de hacernos soñar. Lo mismo podemos decir de su habilidad
descriptiva, tanto de paisajes surrealistas, el oscuro mundo de "En la guarida del gusano",
como de ecosistemas planetarios, el mundo de Jamieson en "Esta torre de cenizas", o las
sensaciones de los protagonistas, esas carreras en forma de lobo que vive Willie
Flamboux en "Cambiando de piel". Lo más curioso reside en que este logro se alcanza en
apenas unas páginas o líneas, con una concisión pasmosa muy agradecida. Un par de
ejemplos más: en dos páginas y media (el prólogo a "La estrella de la plaga") es capaz
de contarnos toda la Doble Guerra y sus implicaciones, mientras que en
"El camino de la cruz y el dragón" se inventa en un par de párrafos unos de los
evangelios apócrifos del Nuevo Testamento más bellos y fantásticos de toda la historia.
Todo esto lo consigue además perfilando unos personajes
especialmente memorables que escapan por completo a la incapacidad de la mayoría de sus
compañeros de género, que fracasan mayormente en la creación de personalidades que se
salgan de los tópicos al uso. Así, sus protagonistas rara vez se olvidan, y a pesar de
que algunos de ellos pueden ser extravagantes por su comportamiento o su aspecto físico
(la palma se la lleva Tuf un albino, calvo, de más de dos metros de altura, bebedor de
cerveza, vegetariano, misántropo, completamente honrado y amante de los gatos), la
mayoría son esencialmente bondadosos y nobles. No están exentos de dudas sobre cuál es
el camino correcto, y esto les puede llevar a padecer un gran número de sufrimientos.
Pero al final siempre optan por hacer lo que deben pase lo que pase. Lo que no es óbice
para que también sea capaz de crear "malvados" perfectamente caracterizados y altamente
desagradables como los hombres lobo Jonathan y Steve Harmon, y de otros que incluso
pueden convertirse en los protagonistas absolutos de la historia, caso de Simon Kress
en "Los reyes de la arena".
Y es que Martin a la postre ama de verdad a sus personajes,
se enamora de ellos y los acaba convirtiendo en seres reales. Esa obsesión por la
"vida" que poseen fue lo que le llevo a escribir "Retrato de sus hijos" donde un
escritor solitario se enfrenta a los fantasmas de sus personajes de ficción, la única
compañía que le queda al final de sus días.
A propósito de este multipremiado cuento, Martin comentó:
Es cierto que los escritores mantenemos una relación especial con nuestros
personajes. En más de un sentido son nuestros hijos. Nacen de nuestra imaginación, se
nutren en gran medida de nosotros mismos y son la encarnación de nuestros sueños de
inmortalidad. No puedo decir que yo sea una excepción, Abner Marsh, Joshua York, Val
"Un-Ala", Bretan Braith "el de la media cara", Kenny y su mono, la pobre y ajada Melody,
el insensible Simon Kress y, por supuesto, mi perdida Lya. Puedo ver sus rostros
mientras escribo estas líneas. Más claro imposible.
Hábil tejedor de sentimientos realmente humanos
¿Y qué es lo que hace que sus personajes estén realmente vivos?
La respuesta es sencilla: sus sentimientos. Porque Martin es, ante todo, un escritor de
sentimientos, capaz de mostrar a través de ellos nuestros miedos y anhelos, temores y
sueños, deseos y odios; sentimientos con los que es muy fácil identificarse ya que los
hemos vivido de una forma u otra y que, además, aparecen reflejados con fuerza, poesía
y añoranza, siendo el motor de su vida y sus acciones.
Es difícil encontrar historias de amor tan complejas y
auténticas como las que aparecen en "Una canción para Lya" y "Esta torre de cenizas",
narraciones que evocan a la perfección la sensación de pérdida y vacío que se tiene
cuando una relación se rompe, y las estupideces que somos capaces de hacer para
recuperar lo irremediablemente perdido.
Pero también resulta complicado encontrar historias de amistad
tan reales y auténticas como las que tienen lugar en "Cambiando de piel", donde Randi,
la hija de un policía asesinado por un hombre lobo es capaz de aceptar que su mejor
amigo sea Willie, otro hombre lobo; o la entrañable relación entre Dunk, el humilde
caballero errante, y Egg, su aparentemente humilde escudero en "El caballero errante".
Incluso una serie tan humorística como la de Tuf nos muestra una extraña amistad a lo
largo del tiempo entre dos misántropos desengañados, el propio Tuf y Tolly, una de las
habitantes del desgraciado planeta S'uthlam.
De la misma forma, otros sentimientos son analizados y tratados
en profundidad en sendos relatos, como el de la maldad intrínseca en
"Los reyes de la arena", el honor y el deber (una constante en toda su narrativa) en
"El caballero errante," la soledad en "Retrato de sus hijos", la integridad y la ética
en la serie de Tuf, la duda en "El camino de la cruz y el dragón" y el miedo a la muerte
en "Una canción para Lya". De hecho, en algunos relatos ("Una canción para Lya",
"Correr") utiliza al telépata no como un cliché de ciencia ficción sino como un
prospector capaz de encontrar los sentimientos que den sentido a la vida.
Por poner un pero
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Hasta este momento, todo lo que he contado aquí son alabanzas
sin fin ante uno de los grandes escritores fantásticos de nuestra época. Pero, a fin de
cuentas, Martin es humano y, como tal, falible. Así que ahora, aunque sea brevemente,
contaré algunos de las lagunas de su narrativa. Desde luego, no todo lo que escribe es
magnífico o maravilloso, y algunos de sus relatos pueden ser anodinos y poco originales.
Entre estos es ineludible citar la mayoría de los que constituyen su primera antología,
"Una canción para Lya", que son una buena muestra de su etapa inicial de rodaje y que
recogen de forma imperfecta ideas y desarrollos que ya habían llevado a cabo otros
escritores, caso de "Oscuros, oscuros eran los túneles", una versión light de
"Un muchacho y su perro" de Ellison; o "La salida para San Breta", la conocida historia
de aparecidos en una autopista, muertos en accidente de tráfico y condenados a
estrellarse en ella una y otra vez. De su período de madurez, quizás el peor de todos
sea "Los hombres de la aguja", que cae en todos lo tópicos posibles sobre el asesinato
destinado a lograr órganos para transplantes.
A veces, también nos encontramos con el relato trampa, el
cuento con truco al final que nos hace replantearnos todo el resto de la historia. Este
ardid, cuando funciona, puede ser muy efectivo como se puede comprobar en
"En la guarida del gusano" o en su bisoño aunque ligeramente claustrofóbico
"La segunda clase de soledad". Sin embargo, si se falla el fiasco es seguro. "Correr"
es una buena muestra de ello, pero es "Retrato de sus hijos" el más claro ejemplo de
cómo cuando se quiere rizar el rizo más de lo debido los resultados pueden estropear
un inmejorable planteamiento.
Otro problema que le atribuyo es su exceso de imaginación y el
ansia por querer contarnos muchas cosas en un espacio muy limitado, lo que ocasiona que
la trama se resienta y el relato sea demasiado trepidante y rápido. Algunos de sus
cuentos se habrían desarrollado mejor en forma de novela, especialmente
"Cambiando de piel", cuyo apresurado final recurriendo a un deus ex machina hace
palidecer brevemente la excelente diversión que proporciona.
Por último, algunas de sus historias son repetitivas, suenan a
algo que ya nos ha contado antes y de una forma mejor. "Cambiando de piel" es muy
similar a su novela Sueño del Fevre y "Esta torre de cenizas" recuerda en exceso a su
gran novela de ciencia ficción Muerte de la luz.
Pero estos son asuntos menores, pecata minuta, que todo buen
escribano puede echar un borrón. Mi consejo es que leáis los cuentos de Martin, que
rebusquéis en las librerías de viejo (el único sitio donde los encontraréis) y que
mandéis cartas airadas a los editores exigiendo reediciones. Porque un relato de Martin
nunca defrauda. Hasta cuando son malos.
BIBLIOGRAFIA.
La obra completa en Cyberdark.net
ANTOLOGIAS DE GEORGE R. R. MARTIN Y RELATOS QUE CONTIENEN:
Una canción para Lya, Caralt 1982 ("A song for Lya" 1976)
- Una canción para Lya
- Las brumas se ponen por la mañana
- La segunda clase de soledad
- Desobediencia
- Oscuros, oscuros eran los túneles
- El héroe
- FTL
- Carrera hacia la luz estelar
- La salida para San Breta
- Pases de diapositivas
Canciones que cantan los muertos, Martínez Roca 1986 ("Songs the dead men sing 1983).
- El tratamiento del mono
- En la casa del gusano
- Los hombres de la aguja
- Los reyes de la arena
- Esta torre de cenizas
- Recordando a Melody
Los viajes de Tuf, B 1988 ("Tuf Voyaging" 1986)
- La estrella de la plaga
- Los panes y los peces
- Guardianes
- Una segunda ración
- Una bestia para Norn
- Llamadle Moisés
- Mana del cielo
RELATOS SUELTOS QUE SE PUEDEN ENCONTRAR EN OTRAS ANTOLOGÍAS:
- "Correr" Ciencia Ficción Selección 22, Bruguera 1976
- "En la casa del gusano" Los Idus del Mañana, Adiax 1978
- "La ciudad de piedra" Nueva Dimensión Nº 120, 1980
- "Hora de cerrar" Revista Isaac Asimov Nº 8, 1986
- "Retrato de sus hijos" Premios Nebula 1985, B 1987
- "Una canción para Lya" Los Premios Hugo 1973-75, Martínez Roca 1988
- "Los reyes de la arena" Los Premios Hugo 1980-82, Martínez Roca 1991
- "El camino de la cruz y el dragón" Los Premios Hugo 1980-82, Martínez Roca 1991
- "Cambiando la piel" Visiones Nocturnas, Martínez Roca 1991
- "El caballero errante" Leyendas Negras, DeBolsillo 2000
RELATOS DE LA SERIE "WILD CARDS":
ANTOLOGIAS DE RELATOS SIN TRADUCIR AL ESPAÑOL:
- "Songs of stars and shadows" 1977
- "Sandkings", 1981
- "Nightflyers", 1985
- "Portrait of his children", 1987
- "Quartet", 2001
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