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Alas Nocturnas,
de Robert Silverberg
Título original:
Nightwings (1968)
Traducción:
Norma B. de López y Edith Zilli
Edhasa, 2003
El autor en
cyberdark.net
|
por Iván Olmedo, octubre 2003
Cójase un libro cualquiera, al azar. De esa
estantería que acumula volúmenes en nuestro cuarto privado dedicado
a tal fin. La más cercana, bien vale. Sujetemos el libro, démosle
un par de vueltas. Aireemos sus páginas en abanico con un movimiento
hábil del pulgar. Acerquemos incluso la nariz para oler el papel.
Magnífico. Con el libro otra vez cerrado, pasemos el índice por
su lomo. Remiremos las guardas. Y otra vez a empezar...
Ahora abramos por una página cualquiera. Posemos
la vista fugazmente por palabras y frases, sin leer. No comprendemos
el sentido de esos caracteres que llenan las páginas, aunque reconozcamos
letras y signos de puntuación. El libro es una cosa muerta, un
misterio. Ahora, es cuando toca comenzar a leer... y cuando empieza
a funcionar la razón verdaderamente mágica de la literatura, el
milagro que se produce cada vez. Aquellas palabras, colocadas en
un determinado orden, tienen un sentido. Otro mundo que no conocemos
se abre a nosotros de manera increíble. Y resulta que lo que leemos
es maravilloso, cuesta creer que momentos antes, apreciando sólo
palabras al azar, no significase nada. Es magia. A veces, es mala
magia. A veces, el mundo que se abre es chapucero, aburrido, insípido... ¿cómo
puede ser posible si - seguramente - se están usando casi las mismas
palabras? El secreto: según el orden en que vayan colocadas las
palabras, la maravilla puede aparecer. O no. Esa es la más poderosa
y envenenadamente sencilla magia de la literatura.
Robert Silverberg es un buen mago, y en Alas
Nocturnas nos da ejemplo. Supongo que es obligado por mi
parte advertir que se trata de una obra fechada en 1968, uno
de esos pequeños clásicos del género, galardonada con el premio
Hugo en 1969. Esto cubre el expediente de la obligación. Y ahora,
a lo mío...
Alas Nocturnas es una novela de sensaciones
que impregnan al lector. Y aunque - ¡líbreme Quien Sea de pensarlo!
- no esté diciendo que el argumento es lo que menos importa, tampoco
quiero dejar de hacer notar que, en las novelas de sensaciones el
argumento, a no ser que se trate de un extraordinario argumento,
queda inevitablemente eclipsado por los personajes, por la ambientación,
por la calidad literaria y humana, que traspasa el papel, del autor.
Esta obra queda a un solo paso de ser verdaderamente poética, mientras
que su argumento no parece ser realmente extraordinario: vivimos
el futuro de la Tierra, su Tercer Ciclo. Nuestro mundo - sus habitantes
y disposición social - está perfectamente
cuadriculado y organizado en hermandades o grupos característicos:
Defensores, Vigías, Memorizadores, Voladores, etc...todos tienen
una tarea o un fin delimitado que parece hacer más cómoda y fructífera
la existencia. Pero se vive bajo la amenaza de una intuída invasión
extraterrestre que, finalmente, llega a producirse. Un anciano
Vigía, una jovencísima Voladora y un misterioso Mutante comienzan
por azar un camino común que los llevará... ¿a dónde?
El escenario de Silverberg es una imagen de
la Tierra tomada de nuestra auténtica realidad cuya geografía es
apenas barnizada con una fina película de engaño. La frase inicial
del libro: La ciudad de Rom se levanta sobre siete colinas,
es una muestra brillante de sencillez y ubicación instantánea,
el lector se mantiene atento y dominado por el autor desde estas
primeras palabras. En este escenario falsamente simplificado el
escritor inventa una trama fundamentada en el peregrinaje físico
a la vez que en el viaje interior. La espina dorsal de sus argumentos
parecen ser la inseguridad personal, el sentimiento de culpa y
la búsqueda de una moral propia, todo ello sugerido por la presencia
de su protagonista principal, un Vigía de oculto nombre. La geografía
apenas reinventada no importa, la invasión extraterrestre no importa;
lo que Alas Nocturnas narra tiene que ver con algo más íntimamente
ligado a las interioridades del ser humano. Cuando una novela posee
alma, se nota; y ésta sí posee alma. En sus personajes y diálogos
- y que me llamen loco si quieren - he creído incluso atisbar un
cierto hálito shakesperiano. Impresión que no por poco original
me parece menos importante reseñar. Y sí es cierto que los personajes
y sus demonios interiores, sus fracasos de cada día, conducen extraordinariamente
nuestra atención por este escenario de leve y fantasiosa - en cuanto
a que su estructura es más propia de los acostumbrados relatos
de fantasy, en muchos aspectos claros - ciencia
ficción, y una calidad en la construcción de caracteres ficticios
fuera de toda duda.
Verdaderamente se hace muy difícil abandonar
la lectura de esta obra una vez sobrepasado su primer capítulo;
se trata de una novela adictiva, con todas las de la ley. La ley
que rige la buena literatura, evidentemente. Una obra recomendabilísima.
Una piedra de toque que no debe faltar en la biblioteca de todo
aficionado que se considere cumplidor y apasionado del género.
Una justa reedición. Y, por esto último, comentar que el formato
escogido por Edhasa para esta su Tercera Venida en Nebulae, de
aspecto vetusto - incluso un poco anacrónico - puede parecer un
poco inadecuado al principio pero, una vez metidos en faena, las
tapas se amoldan perfectamente a la mano y resulta hasta cómodo
en su sostenimiento.
Y todo porque las palabras y las frases que
se encierran entre estas dos tapas negras han sido colocadas de
tal forma y modo por un Robert Silverberg en estado de gracia que,
una vez más, la magia las ha tocado y han adquirido un sentido
maravilloso.
No es nada fácil. Probad a hacerlo y sabréis
por qué...
Y eso que "sólo" son letras...
P.D. Se me olvidaba: para los que no quieren
rodeos ni explicaciones aparentemente cansinas, ni leer mucho,
y sólo quieren el grano...
Reseña 2: Imprescindible. Cómpralo ya.
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