Por Iván Olmedo |
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"En la lucha entre tú y el resto del mundo,
ponte del lado del resto del mundo."
Franz Kafka
Educando Criminales
...O eso es lo que cierto fatídico psiquiatra
de origen alemán pensaba que los cómics de horror y suspense de la
E.C. estaban haciendo con los jóvenes norteamericanos de su época.
Pero ese es un tema que trataremos más adelante. De momento, vamos a mancharnos
las manos de harina y comenzar a cocer un artículo sobre el complicado
nacimiento, auge y caída de unos cómics justamente míticos en
la Historia del medio. Míticos por muy diversos motivos...
Todo comienza en 1947. Ese año muere uno de los pioneros
creadores del moderno comic book tal como lo conocemos: Max C. Gaines.
Dueño de una empresa editorial denominada Educational Comics, entre
cuyas cabeceras podían encontrarse historietas pedagógicas y moralistas
basadas en la Biblia o protagonizadas por los típicos animales parlanchines,
ve cómo en la recta final de sus días las propuestas de su editorial
languidecen y van perdiendo fuelle de manera constante. Aún así,
aguanta con éstas hasta el momento de su fallecimiento, dejando el envenenado
testigo en manos de su hijo William M. Gaines, que se queda con un negocio endeudado
y descontrolado, sin un futuro claro a corto plazo. En un principio, Gaines
continúa sacando al mercado títulos de parecida índole de los
anteriores, entre ellos tebeos infantiles (Animated Comics), de romance
(Modern Love), o del Oeste (Saddle Justice), que no aportan novedades
sustanciales a lo que ya había con su padre y no consiguen levantar vuelo.
Durante un tiempo la situación se estanca, o va de mal en peor. Pero el genio
inventivo y la capacidad de trabajo de Gaines dan sus frutos en 1950. Ese año,
en uno de los últimos números de Crime Patrol, aparece por vez
primera un personaje que poco después se convertiría en el marchamo
oficial de la casa: The Crypt Keeper, El Guardián de la Cripta.
La revista Crime Patrol cambia su nombre por The Crypt of Terror,
y después definitivamente por el sonoro y triunfante Tales from the
Crypt. A su vez Gaines consigue, sin cambiar las siglas de su editorial, voltear
todo su significado: Educational Comics muere y surge de las cenizas
Entertaining Comics, adecuadamente subtitulada a New Trend in Comic
Books. La auténtica carrera hacia la excelencia acababa de comenzar.
El vertiginoso carrusel de títulos que se suceden a
continuación habla bien a las claras del esfuerzo que Gaines, junto a su
inseparable y altamente productivo guionista-dibujante Albert B. Feldstein, llevaron
a cabo durante el tiempo en que se mantuvieron en lo más alto de la industria.
Tocan la ciencia ficción fantástica con Weird Science y Weird
Fantasy -después fusionadas en una Weird Science Fantasy-; los crímenes y el género negro en Crime SuspenStories
y Shock SuspenStories; las desventuras bélicas en las innovadoras
Two Fisted Tales y Frontline Combat,
dirigidas casi en su totalidad por un genial Harvey Kurtzman; y el humor
paródico en la incombustible Mad, que merecería un texto aparte por su
temática y longevidad.
Pero las auténticas estrellas de la editorial van a
ser sus publicaciones de horror, aquellas que significaron absolutamente el
ascenso a la gloria de sus responsables y, paradójicamente, su
caída en picado, arrastrando con ellas al resto de títulos hacia
el abismo. Tres nombres son suficientes para evocar lo que la E.C. Comics
significa en la Historia del medio: Tales from the Crypt, The Vault
of Horror y The Haunt of Fear. La inspirada recreación en el
primero de estos títulos de un personaje repulsivo que nos introduce en
los cuentos y se dirige a los lectores en un tono amigablemente macabro, hace
que los otros dos sean inmediatos calcos del éxito, formando una peculiar
"familia" de monstruosidades. Al Guardián de la Cripta le siguen
el Guardián de la Cámara -The Vault Keeper, de apariencia un tanto
más jovial, dentro de su repulsividad- y la Vieja Bruja, The Old Witch.
Esta última no sólo repite los esquemas del primero sino que llega
a superarlo en grotesca repugnancia, gracias sobre todo a un tal Ghastly, del que
hablaremos en el cuarto capítulo de este texto.
Así, E.C. se convierte en sinónimo de
Horror, y viceversa. Las, incluso, excesivamente imaginativas historias de
necrófagos, descuartizamientos, venganzas nefandas, vampiros y
cadáveres putrefactos que caminan, ideadas por Gaines y Feldstein,
encandilan a una horripilada y nerviosa audiencia de jóvenes que llevan
al top del éxito a unos cómics que lo merecen por
méritos propios. La revolución triunfa, y es evidente su triunfo.
Pero pronto llegará alguien que se encargará de cortarle las alas.
Sin compasión...
Ejecutados los Condenados
El nombre ya ha pasado a la Historia: Fredric Wertham.
Sí, él... que todo el mundo lo recuerde como uno de los mayores
destructores del Noveno Arte que hayan existido. La culpa la tiene un oportunista
libro titulado The Seduction of the Innocent, publicado en 1954. En
él, básicamente, Wertham -nacido en Munich el año 1895,
aunque otras fuentes dan por bueno Nuremberg- teoriza y da a entender que los
comic books son netamente perjudiciales para las mentes adolescentes,
y ninguno, ni siquiera los de superhéroes, se salva de la quema. Pero
los cómics de horror y crimen -y, evidentemente, los cómics
más sangrientos y expresivos eran los de la E.C.- son particularmente
atacados. Según el "insigne" Wertham, estos cómics siembran
en las conciencias juveniles las semillas de la violencia, y son capaces de
convertirlos en potenciales delincuentes. Como antes y como ahora, se confunden
las churras con las merinas...
El final de la década de los 40 y la fría llegada
de los 50 es una época particularmente complicada en la Historia de los EE.UU.
Cuando Wertham salta a la palestra hacía bien poco que otro infausto personaje,
el senador McCarthy, ha confeccionado su famosa lista negra de Hollywood y dirigido
la famosa "caza de brujas" (¡Ahh!, ¡qué nombre tan apropiado para
definir la caza personal del alemán!) que tantos ríos de tinta y sudor
hizo correr. Su represora herencia es tomada por el senador Estes Kefauver, candidato
a la presidencia del país, que encabeza un comité en el Senado para la
investigación de la delincuencia juvenil y sus posibles causas. Wertham y su
libro son la base principal que se esgrime para la acusación: eso de ser
psiquiatra y europeo aún pesa mucho en la mentalidad de las confundidas masas
estadounidenses.
El propio Gaines se presenta voluntariamente para declarar en
favor de la industria del cómic y de sus revistas en particular, mostrando
cierta ingenuidad de su parte -como se verá después- pero
lógicamente preocupado por el futuro de su negocio. Me siento obligado
a reproducir el más conocido y contundente diálogo de aquella
audiencia ante el comité. El propio Kefauver muestra la portada del
número 22 de Crime SuspenStories. En ella Johnny Craig ha dibujado
a un hombre con un hacha ensangrentada en una mano y la cabeza recién
cortada de una mujer en la otra...
Kefauver: - "¿Cree usted que esto es de buen
gusto?"
Gaines: _ "Sí, señor, lo creo...
para la portada de un cómic de horror..."
Las posiciones quedan claras y a los ojos de las masas
predispuestas, los cómics de horror son condenados. No se toma ninguna
medida legal en su contra, pero la industria del cómic se asusta ante
las posibles consecuencias de su reciente demonización y, acorralada,
asume sus propias normas censoras sin que nadie tenga que ponerle la soga al
cuello. Ella misma se ahorca. Surge el Comics Code, un cúmulo
de "consejos" represores que nace desfasado y se mantiene en sus
trece hasta ya entrado el siglo XXI, en que prácticamente ha perdido
su influjo y razón de ser. Entre sus normas más punzantes,
éstas: no se deberán mostrar detalles explícitos de las
acciones de los criminales; las fuerzas de la ley deben ser presentadas de
modo intachable; el Bien siempre debe triunfar sobre el Mal (¡¡!!); se
prohíben las palabras Crimen, Horror y Terror; no se pueden mostrar
zombis, caníbales, vampiros, hombres lobo o fantasmas (¿¡¡!!?); se
prohíbe mostrar deformidades físicas, escenas de cama,
demasiado pasionales, ni exagerar las formas femeninas, ni ridiculizar las
religiones,... ¿Qué material nos queda entonces con el que trabajar?
Huelga decir que Gaines se desmarca desde el principio de
este Code y del resto de editores que sí lo acatan. Pero ahí
está la retorcida trampa: si un cómic no lleva el sello del
Code en la portada ni los quiosqueros quieren venderlo, ni la mayoría
de lectores pueden acceder a él,... Gaines se queda solo con sus
horrores, pero la situación se hace insostenible y debe abandonar al
cabo de un tiempo, sin condiciones. Los macabros y queridos personajes
desaparecen al fin y el derrotado editor debe utilizar una serie de trucos
para intentar mantenerse a flote. Crea títulos de extrañas
temáticas alejadas de aquellas que le dieran éxito: historias
de periodistas, de aviadores, sobre el psicoanálisis... tampoco llevaban
el sello del Code, desde luego, y murieron igualmente. Prueba a editar una
especie de revistas con viñetas y textos separados, que no eran
estrictamente cómics y por tanto no deberían ceñirse a
la censura. Nuevamente fracaso. En 1955 a Gaines sólo le queda la
revista Mad y un montón de deudas.
Un sueño breve pero muy intenso se ha apoderado
del arte de los cómics y de los miles de lectores que los disfrutaron
sincera y apasionadamente. La maquinaria de la represión decapita esas
esperanzas. Décadas después los elogios y reconocimientos
desentierran ese maltratado cadáver de la fosa donde lo habían
sepultado. Pero ya tarde. Lo único que puede hacerse es recordar sus
logros en vida y rendirle un postergado tributo.
Enmendando a los Clásicos
El plantel de alimañas e iconos propios de un
género tan antiguo y arraigado como es el terror fantástico,
desde -seguramente- los miedos primitivos del ser humano, las supersticiones
diversas, leyendas negras, etc... fue moldeado y catalizado, como no podía
ser menos, por la literatura desde sus comienzos. Sí parece demostrable
que el miedo es una de las sensaciones más potentes capaces de cebarse en
la persona, a la vez que una de las más sencillas de generar, una vez
descubiertos sus mecanismos y puntos sensibles. Detrás de las cavernas
y los cuentos de horror a la luz de la hoguera, después de las
cabañas y las historias de espanto junto a la protectora llama de
una chimenea, llegaron los libros, la literatura de evasión, el
definitivo invento de la imprenta y la posibilidad de crear o recrear terrores
a medida de las masas hambrientas de ellos. Porque no olvidemos que,
curiosamente, el miedo es a la vez sensación buscada en determinadas
ocasiones como fuente de placer. En dosis pequeñas y controladas, el
dolor se convierte en disfrute.
Los iconos a los que me refiero, bien conocidos por todos,
surgidos del acervo popular, inmortalizados por la literatura y explotados hasta
la saciedad por los nuevos medios tales como el cine y los cómics, fueron
también utilizados por los creativos de E.C. como materiales de
construcción en muchas de sus historias. Así, encontramos vampiros
-el indiscutible mito eterno- protagonizando tramas equívocas y, la
mayoría de las veces, nada amables con las víctimas; zombis en una
buena cantidad de venganzas de ultratumba (uno de los temas favoritos en la casa);
hombres lobo, como los extraordinarios e insuperables ilustrados por Jack Davis;
momias con mala baba; algún pariente próximo al monstruo de
Frankenstein; brujas;... en fin, un completo elenco de bichos clásicos
del que quedan algo excluidos los fantasmas y apariciones etéreas.
Quizás porque el estilo acuñado por Gaines y Cía. no era
precisamente etéreo, sino más bien visceral.
Pero una de las mayores cualidades de los E.C. Comics
fue, precisamente, trascender las ideas clásicas, los temas
arquetípicos y los rodeos alrededor de las figuras más reconocibles
para reinventar las cosas a su manera y llegar a crear un catálogo propio
y estremecedor de horrores, lo que, en buena medida, fue parte decisiva de su
éxito innovador. Los antiguos monstruos son sustituidos por otros más
acordes con los terrores modernos y ciudadanos. El muerto viviente deja paso al
atroz sepulturero que nos llena los ojos abiertos de espanto con la tierra que
nos ha de comer vivos; el machacado vampiro se retrae ante la figura aún
más ominosa del embalsamador, tratante de desgracias ajenas, impío
compinche de la Muerte; el licántropo casi desaparece a favor del
carnicero próspero, que ofrece a sus clientes sangrienta mercancía
de dudoso origen; las momias y los engendros polvorientos se reconvierten en
ratas y otras nauseabundas amenazas;... Cualquier elemento desagradable sirve
para provocar el malestar, el asco o el pavor truculento en el lector. En este
sentido, el carácter principal del estilo de la editorial es la malsana
presencia de la Muerte, lo sangriento y la proximidad del horror físico.
A medida que la salida al mercado de estos cómics se iba afianzando,
los elementos y las ideas se iban retorciendo más y más, llegando
a límites macabros insospechados.
De esta forma, Gaines y Feldstein -los principales
urdidores de argumentos, como veremos más adelante- poseen una serie de
temas y personajes propios con los que trabajar, a menudo combinando varias
ideas en una sola historia (lo que tiene además su mérito, ya que
hablamos de aventuras de entre seis a ocho páginas tan sólo) y
reutilizando varios de estos escenarios o figuras de manera intuitiva y aleatoria
en varios comics diferentes. Así, aunque un cierto regusto conocido
nos asalta en muchas lecturas, la sorpresa aparece con gran frecuencia, ya que
no sabemos por dónde nos va a salir el guionista en un momento
determinado. Sistema un tanto maquinal que dio sus frutos excelentes en la prosa
de estos autores, arropados además por dibujantes de gran talla, no lo
olvidemos tampoco.
Un comentario aparte de lo expuesto en lo argumental
queda para Ray Bradbury, encumbradísimo autor de ciencia ficción,
fantasía y terror, que vio cómo varios de sus relatos fueron
adaptados en los comic books de la casa, bastantes de ellos en los
títulos de ciencia ficción, y otros en los de horror y crimen.
El detalle pintoresco viene dado porque los primeros aparecieron sin el
consentimiento del autor que, una vez descubierto el pastel, no sólo
no denunció a Gaines y los suyos sino que prefirió dejarse
adaptar -esta vez de forma totalmente legal- en lo sucesivo, cayendo bajo el
embrujo de unos cómics que no dejaban indiferente a nadie, por lo
que parece.
Excelentes Creadores
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De izquierda a derecha: Bill Gaines, Al Feldstein y Harvey Kurthzman. |
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Los primeros tiempos en la nueva editorial dirigida por
Gaines Jr. fueron caóticos. Montones de títulos aparecían
y desaparecían con frecuencia; usualmente el mismo cómic cambiaba
de cabecera con electrizante velocidad, y resulta complicado bucear en semejante
maraña de publicaciones que quizás gozaran tan solo de uno o dos
números de vida. Una gigantesca tarea para un bibliógrafo dedicado,
sin duda.
A partir de 1950, cuando la dirección empezó
a clarificarse y los títulos a obtener peso propio, surgiendo la llamada
New Trend, las cosas se ponen más fáciles para el historiador.
Es entonces cuando un excelente grupo de creadores sentó las bases de la
auténtica E.C. Comics, alcanzando y manteniendo un nivel general
de altos vuelos y calidad contrastada. Los cómics bélicos y
paródicos son competencia del cerebro privilegiado de un "genio
genuino" como es Harvey Kurtzman, pero éste no es su artículo...
quizás en otra ocasión.
El resto de títulos, los de ciencia ficción,
fantasía, crímenes y horror compartieron durante sus andaduras el
mismo extenso grupo de escritores y dibujantes que hoy forman parte de aquella
leyenda, entre ellos: Al Williamson, Wally Wood, Joe Orlando, Bernie Krigstein,
Jack Davis... incluso el legendario Frank Frazzetta hizo una pequeña
incursión en el cubil de los horrores de Gaines. Vamos a centrarnos,
entonces, en los cómics de horror, al ser éstos los que -por fin-
han visto la luz en nuestro país.
Hay un hecho fantástico -a mí se me antoja
fantástico- relacionado con un nombre capital en los logros de la E.C.
El nombre es el de Al Feldstein, y el hecho increíble es la absoluta
primacía de este destajista de la máquina de escribir en la casi
totalidad de los guiones de estas series de horror. Si bien apreciamos brevemente
en algunos de los guiones los nombres de Gardner Fox, Ivan Kappler, Carl Wessler y
el curioso caso de Johnny Craig, artista que se escribía sus propias
historias, muy pronto Gaines y Feldstein se hacen cargo, al alimón, de
todas las grotescas peripecias de los Guardianes y la Bruja. Es difícil
discernir hasta qué punto se implica cada uno de ellos en el trabajo.
Pero una cosa parece clara: Gaines es el jefe y Feldstein el robusto brazo
derecho, el currante, el hombre de equipo. Es de quitarse el sombrero, en caso
de usarlo...
Cientos de guiones entre 1950 y 1955 avalan el talento de
estos hombres. Si bien en los inicios las macabras historietas pecaban de
cierta ingenuidad, llegando incluso al infantilismo en casos concretos, parece
que ambos cogen rápidamente el tranquillo a su fórmula. Aunque,
lógicamente, en ocasiones se repiten lugares comunes y se reutilizan
algunas ideas -el ritmo de producción debió ser abrumador-
los argumentos se hacen cada vez más enrevesados, más
despiadados. Las trazas ingenuas desaparecen y los monstruos que pueblan estas
historias -humanos e inhumanos- parecen realmente repulsivos. No deja de tener
gracia que estos cómics, perseguidos por el gobierno conservador y
repudiados por las gentes de moral intachable, estén mayoritariamente
plagados de historias con cierto retintín, en las que son casi siempre
los ladrones, mentirosos, adúlteros (¡muchos adúlteros! ¡Ah!,
esa puritana sociedad yanqui de doble moral), asesinos o estafadores los
que reciben su justo castigo de manera horripilante al final del acto.
Un detalle digno de más profundo estudio, ciertamente...
Al Feldstein dibujó algunas historias,
pocas... Su estilo es excesivamente apergaminado, y sus figuras bastante
estáticas. Son viñetas que no dejan de tener su encanto
("Sí, señor, para un cómic de horror..."),
pero a la vista de la extraordinaria plantilla de artistas que manejaba la
editorial, es de imaginar que el inteligente Al prefirió dedicarse a
escribir, cosa que hacía mucho mejor. Eso nos lleva directamente a
Johnny Craig. Éste escribía sus propios guiones que, en mi
opinión, no están a la altura del resto; pecan de falta de
espontaneidad. Pero se trata de un maravilloso dibujante, de trazo que nada
tiene que envidiar a cualquier otro clásico del medio. Le falta algo del
espíritu loco y aberrante que sus compañeros derrochan generosamente,
pero sin duda es un artista como la copa de un pino cuya obra merece
todavía mayor reconocimiento público.
Otros nombres suenan fugazmente: George Roussos, que no
pasa de ser un artesano esforzado; Kurtzman, que abandona el horror para llenarse
de gloria con otros temas; Joe Orlando, de magnífico estilo clásico;
Wally Wood, antes de alcanzar sus mayores cotas de éxito; Jack Kamen
-uno de los más trabajadores-, de modos un poco superiores a Feldstein o
Roussos y un clasicismo de manual; George Evans, excelente dominador de la figura
humana;... Pero si hay tres auténticas bestias pardas bufando en el redil
de la E.C. esos son Davis, Ingels y Krigstein.
El impresionante Jack Davis domina la fluidez y el movimiento
de sus personajes como pocos. Es, igualmente, un maestro del detalle y del
claroscuro; la tinta está excelentemente aprovechada en sus manos, cuyo
estilo, sumamente realista y tocado con unas inigualables pinceladas de
caricatura, define a la perfección una de las facetas de los E.C.
Comics: el insano uso de un humor grotesco y deforme. Sus Guardianes de la
Cripta son los más cachondos, los más tremendos... Se
convirtió, además, en el portadista oficial de Tales from the
Crypt, gracias a sus siempre increíbles y atrayentes ilustraciones,
tanto en concepto como en ejecución.
En el otro lado del ring, con un estilo muy diferente,
tenemos a Graham "Ghastly" Ingels. Ghastly significa algo
así como "horripilante", un alias ganado a pulso. Sin duda
Ingels es el más sucio y macabro de los dibujantes E.C. Su
caracterización de la Vieja Bruja es realmente repugnante a la par
que entrañable, lo que tiene miga, y los rostros contorsionados de
sus personajes reflejan perfectamente la ira, el miedo, el asco... De trazos
oscuros y recargados, genio donde los haya de la reconstrucción
ambiental, dibujante peculiarísimo y lleno de virtudes, habrá
que esperar hasta la aparición de un Berni Wrightson, años
más tarde, para contemplar semejante espectáculo de barroquismo
en viñetas. Con Ghastly los cómics realmente hieden.
Bernie Krigstein es el experimentador del grupo. Autor,
desgraciadamente, de pocas historietas, su gran valor reside en la búsqueda
de innovación constante, en lo arriesgado y, a la vez, exquisito de sus
escorzos, en unas pinceladas enérgicas y seguras, perfectamente dirigidas.
Sobradamente cualificado para auparse a la categoría de Grande del
Cómic, la escasa difusión de sus, ya escasas, obras, nos niega
el placer de su disfrute.
Krigstein es sólo el ejemplo más evidente de
los niveles hacia los que los tebeos de la E.C. estaban evolucionando.
Todo un conjunto de excelentes creadores unidos en el empeño de inventar
buenos cómics, que fueron también rentables. ¿O cómics
rentables que, a la vez, fueron muy buenos? En todo caso, una página
interesantísima de la Historia del 9ª Arte fue leída, pasada y
casi olvidada. Así son las cosas...
Edición Completista
Haciendo un inciso: la aparición en 1998, dentro de
la Línea Excelsior, de la Biblioteca Marvel supuso un punto de
inflexión -y, para muchos, también de reflexión- en la
edición de cómics de superhéroes en nuestro país.
Desde el primer momento se convirtió en tema de discusión y cierta
polémica, en el que rápidamente se posicionaron detractores y
acérrimos defensores del proyecto. En unos tomitos de 21 x 14´5 cm.
aproximadamente, y con casi doscientas páginas de grosor, se comenzaron a
publicar varias series marvelitas, las más clásicas en principio,
cronológicamente y sin dejar cabos sueltos. La, para los integrantes del
bando de detractores, mala noticia es que las series aparecían en blanco y
negro, obviando los colores originales. El reducido tamaño de la
colección también fue un arma esgrimida contra sus responsables.
Quizás todos tengamos nuestra pequeña parte de razón, pero
el hecho indiscutible es que la Biblioteca Marvel no sólo
sobrevivió, sino que resultó ser uno de los inventos más
acertados y exitosos de la industria en los últimos años. Se
vendían, parece ser, como churros, creaban su propio núcleo de
seguidores y en la actualidad sigue apareciendo serie tras serie.
Pues bien, recuperando exactamente el mismo formato
-hasta el punto de que todavía muchos lectores se confunden- Planeta
DeAgostini inicia en el año 2002 nuevo titular genérico:
Biblioteca Grandes del Cómic. En su declaración de intenciones
se hace hincapié en el objetivo de recuperar títulos míticos
o de gran calidad inéditos -o casi- para los lectores españoles.
Indudablemente, los cómics de horror de la E.C. son justamente
míticos, ofrecen una gran calidad y son, prácticamente, desconocidos
de primera mano entre nosotros. Con el título de Clásicos del
Terror llegan por fin a nuestras ansiosas manos; ahora podremos comprobar si
todo aquello que habíamos oído contar era cierto. Ahora podremos,
por fin, degustar las execrables recetas del caldero de la Vieja Bruja...
Ante mí tengo ahora mismo los primeros ejemplares
de esta atractiva colección, cuidada en los detalles y con abundancia de
información adicional en forma de pequeños artículos, a los
que os remito si buscáis más datos. El plan editorial consiste en
sacar quince números con todas las historias de horror de la E.C.
por las que tanto hemos esperado durante años. Pero esto no es todo: parece
ser que, una vez más, el éxito de público de la fórmula
del tomito blanquinegro ha sido lo suficientemente positivo como para que Planeta
DeAgostini prosiga con la reciente publicación de un nuevo título,
Clásicos del Suspense, donde volveremos a encontrarnos a lo largo
de ocho entregas con ese grupo de excelentes creadores que supieron moldear
horrores para la ávida juventud de su época.
Hemos entrado en una carrera frenética por sacar a
la luz montañas de cómics foráneos que, por una razón
u otra, permanecían inéditos entre nosotros. Parece que el mercado,
los lectores y las editoriales están por la labor, afortunadamente. El
desembarco de los terribles E.C. Cómics, nada menos que medio
siglo después -y dan escalofríos sólo de pensarlo...
¡50 años!- es el signo de que todo título de calidad puede tener
su oportunidad.
De momento, sigamos disfrutando con la ciencia
ficción, la fantasía y el terror... el HORROR, mejor dicho,
que nos brindan unos personajes y unos creadores míticos a los que
debemos agradecer su influyente legado de inventiva y arte sin prejuicios...
¡gracias a todos y cada uno de ellos!
Enlaces Comentados
A continuación, una serie de enlaces a páginas de
interés para saber un poco más sobre los E.C. Comics
http://www.eccrypt.com/,
la que parece más o menos web oficial, aunque sólo su nombre lo indica...
http://www.sci.fi/~karielk/eccomics.htm,
web finlandesa con información sobre los autores y portadas. Curiosa.
http://web2.chicagonet.net/~atlas/best1.htm,
página con un listado de los 100 mejores artistas de comic books de todos
los tiempos, entre ellos, muchos dibujantes E.C.. Muy recomendable.
http://www.fortunecity.com/tatooine/niven/142/tomb/tm06.html,
extenso artículo sobre el tema.
http://ksacomics.com/ec1/1.htm,
páginas escaneadas de algunos Weird Fantasy, de Kamen, Wood, Williamson…
http://hometown.aol.com/canovanogram/myhomepage/writing.html,
entrevista con Al Feldstein
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