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Una conversación sobre el autor de la saga de Geralt
de Rivia, su contexto cultural y sus traducciones
Por José María Faraldo e Irluachair
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Andrzej Sapkowski |
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El origen de este texto está en las preguntas de Manuel G.
"Irluachair" surgidas a consecuencia de su lectura de los libros de Andrzej Sapkowski
que yo he tenido el placer de traducir para Bibliópolis. Manuel y yo contactamos, él me
envió unas interesantes reflexiones y unas preguntas y, en torno a ellas, ha ido
surgiendo el texto. Creo que se trata de una experiencia interesante y que muestra
también lo inspiradora que puede ser la red, las formas tan distintas y aparentemente
extrañas de acrecentar la creatividad que el contacto virtual puede producir.
A la hora de escribir esto he supuesto que el lector conoce ya
el dossier sobre
Sapkowski que Cyberdark publicó hace algún tiempo, por lo que intento contestar a
preguntas o describir aspectos que allí no se tocan y que, sobre todo, tienen que ver
con las traducciones de los textos o con el contexto general de la obra de Sapkowski.
Vamos a empezar con la primera reflexión que me planteó Manuel.
José María Faraldo
Irluachair: Por cierto que Sapkowski no es lo que parece. En las obras de
Sapkowski el lugar y el tiempo son los de la fantasía épica, pero gran parte de sus
preocupaciones son simplemente actuales, son las de un escritor moderno.
José María Faraldo: Muy bien visto, porque pienso que ésa es la principal
diferencia de la obra de Sapkowski con la de muchos otros autores de fantasía. El
"arcaísmo" de la fantasía heróica oculta muchas veces un absoluto vacío: por un lado,
escapismo sin más -nada tengo contra el escapismo, pero es una de las funciones
meramente adicionales de la literatura, algo secundario- y por otro lado, medievalismo
un tanto onanista -tampoco tengo nada contra el medievalismo, pero con exceso convierte
al texto en falso-. Es decir, no hay en este género nada de las que son las principales
tareas de la literatura: comprender el mundo, comprender el ser humano.
Esto se puede alcanzar en el género épico de dos formas: mediante la construcción
de mitos (Tolkien es el ejemplo supremo) que inciden en arquetipos de lo más hondo de la
cultura y la mente humana o bien, como hace Sapkowski, creando seres humanos con las
preocupaciones de seres humanos.
No hay que dejarse llevar de todos modos por las apariencias: en los libros de
Sapkowski se verá, con el tiempo, mayor recurso a la mitologización, aunque siempre
desde su punto de vista retorcido y desencantado. Y a la vez, buena parte de las
referencias concretas, citas e ironías que hay en los libros de Sapkowski no ocultan que
su preocupación es el ser humano concreto, de verdad, no unos seres de orejitas
puntiagudas o pies llenos de pelos (aunque muchos de sus "seres humanos" tengan orejitas
o sean más bien peludos).
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Sapkowski y Faraldo en la Asturcon 2003 |
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I.: Cada cultura tiene unos arquetipos. ¿Cuáles son los que utiliza
Sapkowski? No tengo muy claro cuáles son los que están sacados de los mitos eslavos o
polacos; sé que Sapkowski usa los arquetipos de Tolkien, o usa un bestiario en algunos
casos, aseguraría que sacado directamente de la lectura del Manual de zoología fantástica
de Borges, que lo sitúan prácticamente en el mismo campo que el resto de la fantasía
épica anglosajona. A pesar de todo, Sapkowski creo que es muy distinto. Aunque no se
diferencie tanto por el escenario general tolkieniano (quizás sí en cierto ambiente del
mundo rural eslavo), sí creo que se diferencia mucho por el temperamento, el pathos,
sus preocupaciones humanas, etc. Mi principal curiosidad es sobre cuál es este
temperamento o carácter, y si viene de su cultura polaca.
J.M.F.: Yo no sería tan tajante con lo de que toda cultura tiene unos
arquetipos. Es sorprendente hasta que punto TODAS las culturas tienen unos arquetipos
comunes, y más las europeas, cuyas culturas se han formado por aportaciones muy
similares y compartidas. No sé cuál será tu caso, pero el mío, por poner un ejemplo, es
que un tanto por ciento muy elevado de mis lecturas de infancia y juventud -las que te
marcan- fueron de libros traducidos del inglés, francés y hasta ruso y polaco. Yo
supongo que habrá más de un chaval al que La historia interminable del alemán
Michael Ende haya marcado mucho más que los libros de Javier Marías -por poner un
ejemplo algo fuera de lugar-. (Aunque a mí Alfanhuí me ha marcado mucho más que
cualquier otra cosa, en lo que se refiere a literatura fantástica.)
A Sapkowski, como él mismo ha contado en alguna ocasión, su padre le leía libros
de pequeño en cuatro o cinco idiomas -algo, por cierto, no tan extraño en familias
letradas (y no tan letradas) de Centroeuropa hasta hace bien poco-, así que no sólo le
habrá influido la literatura polaca. Tu citas concretamente a Borges: Sapkowski, en su
ensayo sobre literatura fantástica -que quizá algún día Bibliópolis publique- reconoce
su deuda para con él y menciona en concreto el Manual. Así que no andabas
descaminado.
Una vez dicho esto, me contradigo. También es cierto que no sólo las propias
lecturas te marcan la forma en que recibes las lecturas. Me explico: la propia vida que
te rodea (por mucho McDonald's y Coca Cola que haya) tiene una composición concreta
formada por fragmentos que se han acumulado de una forma peculiar que en otros rincones
del mundo no lo han hecho. Es lo que algunos llaman "cultura nacional" (aunque el
adjetivo "nacional" es falso, por demasiado amplio y no mostrar la realidad). De esta
forma, es cierto que Sapkowski ha aprovechado un caudal de mitologías y leyendas que no
son las que a nosotros nos han contado de niños. Hay una rica mitología eslava que es
bastante desconocida fuera de estos países y que es muy interesante.
Pero está muy claro, al leer a Sapkowski, que en buena medida su obra es un
diálogo, crítico y a veces destructivo, con los modelos tolkienianos y, en general, con
la literatura fantástica. Sapkowski es un hombre que ha leído mucha, pero mucha
literatura fantástica. Y de ella saca los modelos que subvierte de una forma a veces
sutil y a veces agresiva, algo que con cada libro de la serie de Geralt se verá más y
más.
Lo que tiene de polaco o de eslavo es, muchas veces, difícil de percibir para el
lector que no conoce el contexto.
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La espada del destino |
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I.: Por cierto, no sé si te parecerá muy razonable la relación entre
Polanski y Sapkowski, pero la verdad es que a mí una película como
El baile de los vampiros me parece muy pero que muy sapkowskiana: por todo, su
estética, su erotismo, su humor, lo grotesco, etc... Prácticamente podría ser un relato
de caza de vampiros en castillo, y con muchachas, de El último deseo. A lo mejor
Sapko vio mucho cine.
J.M.F.: Es algo en lo que no había pensado pero que no está mal visto. Por un
lado, ambos tienen mucho que ver, aunque Sapkowski es unos diez o quince años más joven
que Polanski. Polanski estudió en Lodz, la ciudad de Sapkowski; igual tuvo algo que ver.
Y el erotismo, humor, lo grotesco... sí, eso sí que tiene mucho que ver con una parte de
la literatura polaca, con Bruno Schulz (pintor y escritor judío polaco asesinado por un
SS-Mann): sus obras, que son escasas y están traducidas al castellano, son esenciales
para comprender la literatura de lo grotesco, lo erótico, lo fantástico. Una especie de
Kafka más pervertido. Y no podemos olvidarnos de Stanislaw Lem; buena parte de su obra
tiene mucho que ver con esto (si le quitamos el erotismo, claro).
Y Sapkowski ha visto mucho cine, es cierto, y las primeras obras de Polanski -en
especial sus cortos absurdos (no sé si conoces El armario, una maravilla, brutal
y fantástica)- tuvieron una increíble influencia en la época en que Sapkowski era
estudiante.
I.: ¿Qué sensaciones has tenido traduciendo las obras de Sapkowski?
Podrías hablarnos de todo el proceso, las dificultades, las elecciones que tuviste que
hacer, si tuviste que estudiar a fondo alguna cuestión novedosa para ti, o fue por el
contrario una traducción sencilla.
J.M.F.: Traducir a Sapkowski es un reto y una delicia, y a la vez un
trabajo que te vuelve loco. Debido al estilo y a la inmensa cantidad de citas y
referencias de sus textos hay que estar alerta con cada palabra, se están haciendo
elecciones a cada instante; algunas de dichas elecciones son verdaderamente difíciles
porque no sabes qué va a ser mejor, si amoldar la cita al lector o traducirla de forma
que se vea el "exotismo" -con lo cual el noventa y nueve por ciento de los lectores se
quedan a ciegas-... Y estudiar a fondo miles de cosas: el dominio que el Maestro tiene
de infinidad de materias (armas, barcos, economía...) es algo a lo que yo no puedo
aspirar, al menos en esta vida... Así que he trabajado como un burro -con ayuda del
editor, que ha apoyado mi trabajo siempre concienzudamente-.
I.: Se nota que tus traducciones de Sapkowski están hechas con el cuidado
de un estilista. ¿En qué medida el estilo de Sapkowski es elaborado y tiene verdadero
sabor y calidad en su lengua, y en qué medida se corresponde con un estilo en el fondo
más convencional dentro de lo que puede ser una literatura comercial?
J.M.F.: En la crítica literaria se suele abusar del término de "genial".
Muchos críticos y lectores consideran "genio" a cualquiera que hace bien su trabajo y
nos proporciona un momento de diversión. Pues bien, Sapkowski no es de éstos, Sapkowski
es un genio de verdad, como comprueba todo el que lo conoce personalmente, pero también
todo el que lee sus obras. El estilo de Sapkowski en polaco es increíble: variado, lleno
de textura, con una riqueza de lenguaje increíble y con una complejidad propia de
escritores de otras épocas. Y sin embargo, y ésa es la mayor genialidad del autor, es
capaz de lograr que no veamos esa construcción, consigue dar la impresión de que son
textos "fáciles", "ligeros", que se leen sin que uno se dé cuenta. Hay que analizar y
desmenuzar sus obras -como yo me he visto obligado a hacer al traducirlas- para
comprender su genialidad. Los dos primeros libros, que, como sabes, fueron creciendo
como cuentos aislados, tienen una estructura digamos más azarosa, abierta; cada cuento
es una obra en sí misma, aunque esté conectada con otras. La saga que comienza con
La sangre de los elfos posee una estructura férrea y sólida que, sin embargo, es
absolutamente indistinguible hasta que no llegas al final y te das cuenta de pronto de
que acabas de terminar una obra maestra. Y digo al final de la serie porque Sapkowski,
que odia las sagas y la comercialidad (por mucho que sus obras resulten completamente
comerciales), considera que la "saga de Geralt" no es más que una única novela dividida
en varias partes.
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I.: Dicen que la poesía es justamente lo que se pierde cuando se traduce a
otro idioma. ¿Qué es lo que se pierde de Sapkowski cuando se traduce del polaco? O dicho
de otra manera, ¿qué cualidades hay en la prosa de Sapkowski en su lengua que sean
intraducibles o muy difíciles de traducir al castellano? A veces también hay obras que,
aunque tengan calidad, son intraducibles y se hace imposible sacarlas de su ámbito por
estar basadas su estilo en un lenguaje muy localista. ¿Hay de esto algo en las obras de
Sapkowski? ¿Temisteis alguna vez que los libros de Geralt, al estar demasiado basados en
esta característica, no fueran trasladables con verdadero mordiente al castellano?
J.M.F.: Traducir es un trabajo imposible; es decir, jamás se traduce todo
tal y como su autor lo plasmó en el original. A veces hay incluso traducciones que son
mejores que los originales (Lovecraft en traducción de F. Torres Oliver, por ejemplo),
pero eso significa que no son una traslación uno a uno del original, claro. Pero hay
autores mejores para traducir que otros (me refiero a la prosa): una obra de Asimov, por
ejemplo, no pone pegas a la hora de trasladar lo que el autor deseaba hacer al
escribirla (plantear ideas, proporcionar distracción, sentido de la maravilla...)
Sapkowski, por el contrario, tiene otras ambiciones. Su deseo era -además de los que
acabo de mencionar- aportar un modelo de lenguaje a sus lectores que fuera más allá del
mero consumismo, elevar el nivel de ese lenguaje, en suma, no tomar por tontos a los
lectores, sino proponerles algo más complicado de lo usual sabiendo que los lectores son
capaces de aceptarlo e, incluso, agradecerlo. Para ello recurrió a su profundo sentido
del lenguaje popular (yo repetiré una y otra vez que se trata del escritor que mejor
refleja el lenguaje coloquial polaco) y a su inmensa sabiduría, que le permitía echar
mano de muy diversos estilos, del lenguaje medieval polaco, de los dialectos... Y luego
trufar todo ello de referencias a la vida cotidiana e incluso palabras de otros
registros que, a primera vista parece que resaltan y cuya función es ironizar lo escrito,
deshacer lo épico. Los personajes de Sapko no ponen gestos como de estar estreñidos, o
si lo hacen, al segundo siguiente el autor utiliza el lenguaje para deshacer el
"estreñimiento", no sé si me explico...
Por supuesto, mucho de todo ello era imposible de trasladar al castellano al
ciento por ciento. Pero por ello he trabajado tanto en los textos, hasta que he logrado
alcanzar, creo yo, un tanto por ciento bastante alto, utilizando para ello todos los
recursos posibles. Creo que, en este sentido, es una suerte que yo no sea filólogo, sino
que me gane la vida como historiador de la cultura. Si hubiera tenido que respetar las
reglas de la gramática creo que el intento se hubiera ido al garete.
Y yo jamás dudé ni un minuto de que Sapkowski iba a ser bien entendido por el
público español. Claro que ya contaba con el precedente negativo de otras traducciones
que, pese a ser correctas, habían resultado fallidas, como la alemana: el traductor
tradujo los significados, pero no el estilo. Así que los libros han tenido un éxito
limitado en Alemania. (Eso sí, se han convertido en objeto de culto y se pagan por
ellos buenas sumas.)
Por eso hice un esfuerzo en la traducción que no es habitual en las publicaciones
de fantasía o ciencia ficción, literatura que, no lo olvidemos, suele ser considerada
como "de diversión", y por lo tanto, se presume que no necesita de mucho trabajo. Para
ello he contado con la colaboración (y comprensión) de Luis G. Prado, el editor de
Bibliópolis. No creo que muchos de los editores actuales se preocupen por sus libros
como él lo hace. Pero creo que el esfuerzo ha valido la pena.
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Narrenturm |
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I.: ¿Qué estilos consideraste a la hora de emprender las traducciones?
¿Tuviste que emplear algún truco para hacer inteligibles al lector español giros o
referencias solamente comprensibles dentro del ámbito polaco?
J.M.F.: A la hora de emprender las traducciones tuve que considerar un montón de
cosas. ¿Cómo traducir los coloquialismos y dialectalismos? En castellano, el habla
coloquial actual está muy degradada, carece de las resonancias populares que aún posee
el polaco. Y por otro lado los dialectalismos han sido más usados en la literatura
castellana que en la polaca, por lo que lo que es una novedad en Sapkowski y choca a los
lectores polacos, si lo hubiera traducido con "andalucismos", por poner un ejemplo,
hubiera resultado risible en castellano. Por desgracia, los humoristas de la tele han
vuelto despreciable lo que en realidad podría ser interesante. Así que tuve que tomar
decisiones como la de construir un dialecto que está basado en el lenguaje popular del
oeste de Castilla -el mío propio- y al que añadí fragmentos de otras hablas populares
para evitar que el "extrañamiento" sapkowskiano fuera excesivamente "localizado".
Aunque a veces he "localizado" conceptos que en el texto original eran conscientemente
localistas. A menudo pasa con las comidas. Claro, una comida típica polaca puesta como
broma, si se traduce literalmente, resulta totalmente exótica en castellano, así que
muchas de ellas las he trasladado con un equivalente. Aunque a veces me he permitido
dejar "exotismos" para no hacer olvidar que el autor es polaco.
También, por ejemplo, Sapkowski usa a menudo palabras medievales o del acervo
popular que se refieren a cosas concretas. En castellano, no todas esas palabras pueden
traducirse con una palabra que cumpla la misma función (hay por ejemplo conceptos que en
la Edad Media castellana se decían con la misma palabra que ahora usamos). Así que mi
opción fue la de traducir el texto en conjunto, y no palabra por palabra: es decir,
igual medievalicé algún término que en Sapkowski no lo estaba a cambio de uno que sí lo
estaba y no se podía medievalizar. Y esto es sólo un ejemplo de los muchos trucos que me
he visto obligado a utilizar.
I.: ¿Cómo definirías el estilo de Sapkowski dentro de los cánones de la
literatura polaca? O dicho de otra manera: ¿cómo es la literatura polaca? ¿Cómo
enclavarías la obra de Sapkowski dentro de esa literatura? ¿Qué cualidades encontramos
en el estilo del autor... cualidades modernas, clásicas, arcaizantes...?
J.M.F.: Sapkowski es un "rara avis" dentro de la literatura polaca, como
no podía ser menos. Pese a ser muy postmodernas, sus obras tienen unas referencias
clásicas. La literatura picaresca europea (no sólo la castellana, también la alemana) y
Don Quijote juegan un papel muy importante en su estilo y mucho más en su nueva
obra, Narrenturm, fuera ya del ciclo de Geralt. En Polonia, es indudable que su
mayor influencia es Henryk Sienkiewicz, el premio Nobel, que además de Quo Vadis?
tiene toda una serie de novelas históricas y realistas que han sido básicas para los
lectores polacos del siglo XX.
Dentro de la prosa polaca actual, Sapkowski es el único gran creador de mundos.
Sólo Olga Tokarczuk -está traducido su Un lugar llamado Antaño- se ha interesado
por fabricarse un universo propio amasando todo tipo de referencias. El resto de los
autores contemporáneos suelen ser más bien intimistas o decadentes, algunos
maravillosos, como Andrzej Stasiuk -a lo mejor algún día traduzco algo de este hombre-.
Y luego están la ciencia ficción y la fantasía polacas, dentro de las que Sapkowski ha
creado escuela: hay decenas de epígonos y copistas de su estilo, claro que sin la
madurez del Maestro. Eso sí, tengo la suerte de conocer bastante el mundillo de lo que
se escribe en la cf europea en diversos idiomas, y te aseguro que Polonia es, por
calidad y cantidad de producción propia, el número uno. El ánimo de Bibliópolis es
traer a muchos más de estos autores ante el público español.
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I.: ¿Tuviste o tienes modelos o referencias concretas dentro de la
literatura que conoces, sean traducciones u obras originales en castellano, para llevar
a cabo la traducción?
J.M.F.: Referencias siempre se tienen, por supuesto, pero debo reconocer
que al traducir a Sapkowski no he pensado en nada concreto. Si acaso, en espíritu,
Alfanhuí y Don Quijote.
I.: Supongo que conocerás a fondo las obras de Tolkien y las estupendas
traducciones que creo tenemos. ¿Qué te parecen? ¿En algún momento consideraste estas
referencias en algún aspecto de tus traducciones?
J.M.F.: La traducción de Tolkien al castellano es, por supuesto, un
clásico y supongo que habrá influido en mi forma de traducir la fantasía. En la
traducción de Sapkowski, más allá de las referencias a la propia obra de Tolkien (como
el uso de la palabra "medianos" -halflings-), no creo que haya influido mucho.
I.: ¿Cómo ves el estilo de las traducciones al uso en castellano que se
hace dentro de la fantasía épica? ¿Tienes alguna teoría al respecto? ¿Cuáles son las
claves para traducir al castellano fantasía épica? ¿Existen modelos u obras de
referencia?
J.M.F.: Para ser sinceros, hace mucho que no leo traducciones de fantasía
épica, género que, curiosamente, me interesó muchísimo en tiempos en los que apenas se
publicaba nada. De hecho, el primer relato propio que publiqué en un fanzine era
una recreación de Gilgamesh en clave de fantasía heroica, allá por 1987. Por entonces
leí todo Conan -sigue siendo el rey-, bastante Moorcock -un poco aburrido, el hombre-,
y algo de Leiber -un gran artesano que me gusta más en fantasía contemporánea-. Pero es
que no había más (bueno, por entonces comenzaban las Dragonlance, pero eso no me
interesaba nada, igual me perdí algo, no lo sé). Luego, lo que he seguido leyendo, lo he
hecho en el idioma original, más que nada porque hace tiempo que vivo fuera de España y
simplemente me era más fácil conseguir libros en inglés, alemán (o polaco y ruso), que
en castellano.
I.: ¿Qué parte de las buenas cualidades del texto que finalmente llegan al
lector piensas que es aporte del traductor, teniendo en cuenta que traducir un libro es
recodificarlo casi completamente a los matices de otra cultura?
J.M.F.: Mucha gente no se da cuenta de que, cuando leen una traducción, lo
que leen no es al autor mismo, sino al traductor. No existe eso que todavía en las
escuelas de traducción españolas se sigue enseñando de que "el mejor traductor es el que
no se ve". Eso es, en cierta medida, un engaño, como lo del "periodismo objetivo". Del
traductor depende todo. Aunque en la literatura de entretenimiento -narrativista,
podríamos decir- resulta más fácil dar el sentido original (se suele renunciar a un
estilo elaborado en beneficio de la pura narración), si el traductor es un berzotas, el
libro perderá su fuerza.
El traductor ha de ser sobre todo honrado, darse cuenta de sus posibilidades y de
sus impotencias para trasladar el texto, y mostrarlo. Una cosa así ha sido, en nuestro
caso, el renunciar a transformar la palabra "brujo", que en polaco no existía en
masculino y Sapkowski es el primero que la usa (parece una tontería, pero en polaco sólo
existían "brujas"). Hubiera sido ridículo inventar un neologismo como "brujero" o
"brujeador", porque en ese sentido el acervo cultural en las diversas tradiciones
ibéricas (en este caso no existe una única tradición "española") es muy distinto del
polaco. Así que se puede decir que esto es un fallo de la traducción pero un fallo
honrado, asumido. A cambio, otras partes de la traducción han ganado una consistencia
que estimo que reflejan perfectamente el original.
Aunque, por supuesto, a todo el que pueda leer el original, le animo a que lo
haga. Ni la mejor traducción del mundo hace justicia a la calidad de la prosa de
Sapkowski.
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