Esta crítica ha sido leída 8972 veces
El clan Granizo Negro,
de J. V. Jones
Título original: A Fortress of Grey Ice
(1.999)
Portada: Leo Flores
Traducción: Gemma Gallart
Editorial: Timun Mas
(2.003)
El libro en cyberdark.net
J. V. Jones
Libros en cyberdark.net
|
Ignacio Illarregui Gárate (Nacho), Marzo 2.004
Tal y como se presenta el panorama de la fantasía
heroica, en plena ebullición, admite poca discusión que si una
novedad quiere triunfar dentro de esta temática ha de tener o una
factura casi impecable o un hecho diferencial que lo convierta en
mínimamente interesante. El clan Granizo Negro apunta en este
segundo sentido. Aunque tiene pasajes que no se desvían en demasía
del habitual escenario feudal, con sus ciudades de populosas calles, sus
señores de oscuras intenciones y una magia en un discreto segundo plano,
gran parte de su argumento transcurre en un lugar cuanto menos "novedoso".
Lástima que su autora tire por tierra este hallazgo con su limitada
pericia a la hora de tejer la novela.
En un paisaje gélido, donde la nieve es omnipresente
y sólo los más fuertes sobreviven, Raif Sevrence, miembro del clan
Granizo Negro, se entretiene cazando pequeños animales utilizando una
extraña habilidad que mantiene en secreto. Entonces entra en la edad
adulta a base de recibir puñaladas del destino; un misterioso y violento
acontecimiento, aderezado con unas cuantas "casualidades" algo más que
casuales, le ponen en la tesitura de cuestionarse su situación frente a
su clan y todos los valores que le ayudan a guiarse en su mundo. Mientras, a
varias jornadas del lugar, protegida por unos muros nada acogedores, Cendra
Asarhia vive la entrada en su adolescencia con el temor de lo que le pueda ocurrir.
Hallada por su padre adoptivo a la entrada de la ciudad de Ille Espadón,
pasa los días encerrada en sus habitaciones mientras padece extraños
sueños que no le auguran nada bueno. A pocas lecturas que se tengan resulta
cristalino que Cendra lo va a pasar muy mal y está destinada a encontrarse
con Raif. Su destino corre de la mano...
Con estos hilos J. V. Jones teje una ambientación
más que competente. La despiadada vida en la estepa, los hombres y mujeres
forjados en esas duras condiciones o las severas costumbres de los clanes a las
que va ligada su supervivencia resultan sumamente verosímiles. A esta
credibilidad contribuyen unos personajes con unos comportamientos poco maniqueos
que se alejan de la fantasía heroica al uso. En un primer nivel sabemos
qué es lo que quieren pero sus motivaciones e impulsos están
envueltos en un coherente halo de misterio e incertidumbre. Eso sí,
acusan un cierto inmovilismo y una falta de respuesta ante los estímulos
que perciben. Raif y Cendra atraviesan 400 páginas de penurias en las que
no evolucionan ni un ápice.
Ciertas imágenes destilan una dureza lejos de la
corrección habitual, penetrando en el terreno de la truculencia. Sirva de
ejemplo la descripción a las pocas páginas del comienzo de una
tortura plena en detalles, que pone el corazón en un puño a poco
aprensivo que se sea. Este tipo de pasajes vuelven a aparecer más adelante,
acentuando la viveza de esa realidad inclemente por la que los personajes deben
navegar con cautela si quieren sobrevivir. Unida a esta característica
viene la capacidad de Jones para subvertir las esperanzas de los protagonistas
(y del lector) en momentos peliagudos, que dan la impresión de ir de
derrota en derrota hasta la victoria final.
Ahora bien. Aun reconociendo estos aciertos que no son
precisamente baladíes, Jones se empapa demasiado de su creación
y muestra tener sus habilidades entumecidas. Participa con escaso éxito
de la idea de moda de elegir un personaje como foco narrativo para cada
capítulo y contar la historia desde su punto de vista. A parte de no
respetar esta regla que ella misma se impone, los secundarios que toman este
papel aparecen con la misma alegría con la que después se
volatilizan durante un par de cientos de páginas. Le falta continuidad.
A lo que se une su escaso talento para la narración
y el escasísimo ritmo interno que proporciona al libro. Contumazmente
rompe el que va hilando a base de introducir nimias descripciones de unos cuantos
párrafos que no ahondan en la autenticidad de la historia. Por ejemplo,
antes de la primera acción de guerra en la que se ve envuelta Raif, uno
de los supuestos apogeos de El clan Granizo Negro, te explica la
situación de los que le acompañan a lo partida de rol: junto a
él están fulanito, bien formado, con el pelo de tal color,
pertrechado con bla bla bla bla; también está menganito, que es
así, lleva asán y funciona bla bla bla; se esconden en no se
donde,... Un pasaje repetitivo, de nula creatividad y que denota una
limitada capacidad para la elipsis, lo que redunda en que el clímax al
que pretendía llegar esté al borde del gatillazo.
Lo que me lleva a su peculiar modo de desarrollar acciones
muy cortas en el tiempo, dilatadas cual dolorosa tortura china,
con páginas y páginas que apenas hacen avanzar la acción,
superfluas y absolutamente aburridas. Estamos ante el enésimo libro de
los últimos años que tiene 200 páginas más de las
necesarias, que si se hubiese depurado sería mejor de lo que es. Este
defecto se suma a un "delito" ajeno a la autora y propio de la edición
de Timun Mas. El clan Granizo Negro sólo es la primera parte de
la novela original, estando su "desenlace" recogido en La caverna de hielo
negro, con el que forma el primer volumen de una trilogía que
aquí será publicada en seis partes. Y leer ese primer acto
costará la nada despreciable cantidad de 40 euros.
Sin haber leído todavía esta segunda parte,
sólo puedo decir que El clan Granizo Negro ofrece demasiados
sinsabores y mucha frialdad. Seguro que dentro de un tiempo su autora
trabaja a fondo para eliminar sus arraigadas carencias y afianza sus valores.
Pero, por el momento, no llega a ser siquiera cola de león. Y tiene
curtidos enemigos en su nicho ecológico, sobradamente conocidos por
todos, como para pensar en que pueda sobrevivir.
|