El propósito de esta conferencia es proveer un espacio
para el intercambio de ideas, acerca de algunas cuestiones éticas
vinculadas con los avances científicos. Vamos a tomar como punto
de partida los mundos imaginarios que nos ofrecen obras de ciencia-ficción,
que al igual que otros géneros literarios cumplen un rol importante
en el desarrollo de la imaginación moral. Pero antes de comenzar
veamos a qué nos referimos cuando hablamos de ética. Sin entrar
en un análisis detallado de las diferentes teorías, podemos decir
que la ética se ocupa de las decisiones morales, de los valores
existentes detrás de ellas, de las razones que se dan para esas
decisiones y del lenguaje que usamos para describirlas. Es acerca
de la inocencia y la culpa, de lo correcto y lo incorrecto, de lo
bueno y de lo malo. Trata de los diferentes dilemas que la vida
nos presenta y nos desafía a examinar lo que queremos en la vida
y lo que creemos que vale la pena hacer.
Con respecto al tema que enfocaremos hoy, podemos partir de la suposición
de que el siglo XXI será la Edad de Oro de la Ciencia, al menos tan exitosa
como el S. XX, y más rica en logros y descubrimientos. Lo demuestran las conquistas
permanentes de la ciencia que han cambiado la faz del planeta, la cantidad de
técnicas experimentales surgidas a fines de este siglo, el desarrollo de teorías
en ciencias del espacio, los avances en genética, son sólo algunas razones que
explican por qué nunca antes en la historia la ciencia ha ocupado un lugar tan
central en nuestra cultura y quizás nunca antes ha sido tan cuestionada.
Dentro del campo de la ingeniería genética se encuentra
a veces un reduccionismo genetizante que lleva a postular a la constitución
genética como principal causal de rasgos normales y patológicos relegando a
un segundo plano otros factores socio-ambientales.
[i] Pero el mimetismo y la igualdad que suelen asociarse a los clones
no son nunca tan rígidos. Hoy sabemos que en la personalidad de un ser adulto
confluye su dotación genética, pero también el proceso de socialización y aprendizaje
que ha seguido en su infancia, adolescencia y juventud. Ira Levin lo vio claro
en Los niños del Brasil (1976): para lograr un Hitler clónico era imprescindible
que el niño clon pasara por las mismas vicisitudes que vivió Hitler. Esta obra
trata a la clonación como una tecnología con consecuencias aterradoras para
la sociedad y, aunque muchos académicos crean que la historia es totalmente
fantasiosa e increíble, ha repercutido en algunos. Se sabe que cuando se conocieron
los primeros informes acerca de la oveja Dolly, el conocido especialista en
bioética Arthur Caplan, del Centro de Bioética de la Universidad de Pennsylvania
dijo: "Esto nos acerca un paso más a Los niños de Brasil" y
ante los recientes anuncios del Dr. Severino Antinori podemos suponer que el
paso ya ha sido dado.
Sabemos también cuan grave fue el uso de la información
genética como instrumento de discriminación tal como sirvió a los fines del
exterminio de judíos y gitanos en la Alemania nazi
[ii] . Aunque nos cueste creerlo el movimiento eugenésico que buscaba
mejorar la humanidad mediante la procreación de los más aptos gozó de gran aceptación
entre los intelectuales británicos y estadounidenses. Basándose en ideas que
se remontan a la República de Platón, la esterilización de los discapacitados
mentales y de los criminales era considerada perfectamente aceptable (Scientific
American, Dec. 1999: 60). Estas ideologías y aventuras eugenésicas provocan
una natural desconfianza en los avances del conocimiento en Biología y una demanda
acerca de la necesidad de la evaluación continua de las derivaciones éticas
de los mismos ya que un argumento utilitarista podría justificar una tecnología
dada si ofreciera un incremento en la felicidad y sobre esta base, cualquier
técnica médica que mejorara la vida de las personas sería aceptable. ¿Qué sucedería
entonces si viviéramos en un mundo en el que las características de los individuos
hubiesen sido seleccionadas a través de la ingeniería genética? A propósito
de este temor, Peter Singer comentaba en 1963 que el comienzo del proyecto científico
internacional Genoma Humano había provocado protestas debido a la aprensión
de lo que el mapa del genoma humano pudiese revelar acerca de las diferencias
entre las personas y el uso que podría hacerse de tal información (Singer, 1993:
25). Este proyecto es tal vez el mayor emprendimiento científico del milenio
al trazar el mapa de cada gen y descifrar letra por letra, literalmente, el
hilo de la vida. La secuencia completa del genoma humano que se estimaba dar
a conocer alrededor del 2003 ya ha sido anunciada, lo que es un indicio de la
celeridad con que la ciencia avanza. Estos estudios revelarán, por ejemplo,
los roles de los genes en la aparición de ciertas enfermedades, con lo cual
la terapia genética en una o dos décadas más será un tratamiento común y a mediados
de siglo muchas enfermedades potenciales serán curadas a nivel molecular antes
de que surjan, elevando el promedio de vida a 90-95 años. Es casi imposible
exagerar los beneficios potenciales de la ingeniería genética. En términos muy
amplios, casi todo lo que se hace ahora en las industrias química, farmacéutica,
energética y de la alimentación podrían, en principio hacerse mediante un sistema
biológico adecuadamente alterado. El aprendiz de hechicero ha encontrado al
fin la piedra filosofal; no puede convertir metales comunes en oro, pero puede
hacer su equivalente biológico. Este horizonte de posibilidades ha llamado la
atención por supuesto a las tremendas responsabilidades de un verdadero Prometeo
que pueda construir humanos y otros seres a pedido agregando más poder a la
creatividad existente de la humanidad y un nuevo riesgo debido a nuestras dificultades
en ejercitar responsablemente esos poderes creativos.
El creciente poder de la ciencia y la tecnología para
transformar la vida, ha preocupado desde siempre a los escritores impulsándolos
a transmitir mensajes de advertencia a través de sus obras. Como el escritor
creativo a menudo está a la vanguardia de la conciencia de una cultura, la literatura
puede anticipar nuevas dificultades generadas por los avances científicos y
tecnológicos, sobre todo el modo en que son utilizados como instrumentos de
poder y control. Este género provee un espacio natural para la discusión de
las consecuencias de los descubrimientos científicos ya que trata principalmente
sobre el impacto de la ciencia, real o imaginada, sobre la sociedad o los individuos
y desde las primeras historias de H. G. Wells, o más aún desde un precursor
en el género tal como Frankenstein (1818) hasta la actualidad, representa
las esperanzas y temores de la raza humana cristalizados a través de mundos
futuros imaginados desde los cuales es posible enfocar la realidad actual. La
buena ciencia-ficción ha interesado a muchos científicos, que han logrado ver
en ella "esa rama de la literatura que trata de la respuesta humana a los
cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología", tal y como la definiera
Isaac Asimov. Por esta razón, es un género apropiado para crear conciencia
en el público de lo que puede suceder o está sucediendo.
Pasemos ahora al análisis de Mendigos
en España (1991), una obra de ciencia-ficción de Nancy
Kress. Este cuento en particular me pareció adecuado para esta
ocasión pues envuelve al lector en una exploración dramática de
los alcances de un descubrimiento científico dentro de la compleja
trama en la cual se desarrollan las acciones humanas. En esta narración,
Nancy Kress toma la idea siempre presente de un paso hacia adelante
en la evolución de la humanidad. La historia, ambientada en los
EE.UU. del Siglo XXI, gira en torno a la manipulación genética que
permite ya no solamente seleccionar las características físicas
de los hijos sino también suprimir en ellos la necesidad de dormir.
Esto último es aún mantenido en reserva por el Biotech Institute;
sin embargo, el poderoso magnate financiero Roger Camden accede
a la información y pretende incorporar ese rasgo a la lista de modificaciones
solicitadas para su futura hija, pues una persona con esta característica
indudablemente tendrá ventajas notables sobre las personas "comunes"
al dedicar todo su tiempo al estudio y a la producción:
"Doctor...
Sé que ha creado hasta ahora veinte niños que no necesitan dormir para nada.
Que diecinueve [2] son hasta ahora
sanos, inteligentes, y psicológicamente normales. De hecho mejor que normales;
son inusualmente precoces... Todo lo que quiero es la posibilidad de comprar
eso para mi hija ya. Al precio que pidan." (Kress 1991: 887) [iii]
Desde el comienzo mismo de la historia se plantean varias cuestiones
éticas: una de ellas con respecto a la supuesta independencia de la ciencia,
ya que por motivos obvios los científicos dirigen su investigación hacia áreas
para las cuales hay fondos públicos o privados (Tauber 1997: 343). En el campo
de la ingeniería genética se han instalado firmas cuyos intereses no son ni
más ni menos ideológicos que los de una compañía farmacéutica, es decir ideología
100% capitalista. Muchas veces los empresarios son científicos y emplean a Premios
Nobel como consultores: "Muchos científicos académicos han montado empresas
de ingeniería genética o se han constituido filiales de empresas farmacéuticas.
Sin embargo, las filosofías de la empresa privada y de la universidad están
en conflicto. Los esfuerzos académicos se hacen presumiblemente de una forma
abierta con intercambio libre de información entre los colegas, mientras que
la empresa privada impone cierto grado de secretismo por lo menos hasta quen
se hayan obtenido las patentes para proteger las inversiones de las empresas.
Por lo tanto existe un conflicto básico para los científicos capacitados en
la clonación de genes" (Tamarín, 1996 :335). Es decir que la investigación
a veces no es siquiera para propósitos de publicación dentro de la comunidad
científica. Hay áreas por ejemplo dentro de la Corporación Cetus que son de
alta seguridad, no solamente para evitar accidentes biológicos sino para prevenir
espionaje industrial. Las cifras que se mueven son alucinantes; Cetus por ejemplo,
cuenta con un capital de 45 millones de dólares de los cuales 10,5 vienen de
la Standard Oil y 8 de la National Distillers Corporation. El sugerente título
"The Human Genome Business Today" (p. 40-57) bajo el cual la edición
de Julio 2000 de Scientific American da a conocer las instituciones,
muchas de ellas privadas, involucradas en distintas fases de investigación sobre
el Genoma Humano, podría tomarse como la contraparte real del mundo ficticio:
"No
es solamente una cuestión comercial, Sr. Camden."
"No es tampoco sólo investigación
pura," replicó Camden. "Son una corporación comercial. Y tienen exenciones
impositivas que se otorgan solamente a firmas que cumplen ciertas normas de
juego limpio" (888)
Otro tema presente en toda la obra es el de la aplicación de los descubrimientos
antes de la evaluación de todas las posibles consecuencias de los mismos sobre
los individuos directamente afectados y sobre la sociedad en su conjunto. La
importancia de estos asuntos, que surge por primera vez ante la pregunta de
la Sra. Camden respecto al vigésimo bebé sometido a este experimento, es soslayada
tanto por los responsables del Instituto como por el Sr. Camden:
"El vigésimo bebé
murió. Sus padres resultaron ser inestables. Se separaron durante el embarazo,
y la madre no pudo soportar las veinticuatro horas de llanto de un bebé que
nunca duerme.
Elizabeth
Camden lo miró con ojos desorbitados: - ¿Lo mató?
-Accidentalmente-
dijo Camden secamente-. Sacudió al chiquito demasiado fuerte.
Se
dirigió, ceñudo a Ong:
-Niñeras, doctor... Deberían haber
elegido solamente padres lo bastante ricos como para pagar niñeras en turnos."
(889).
Una investigadora del Instituto, la Dra. Susan Melling,
explica el proceso de una manera sumamente simple como si se tratara de una
operación de rutina, evidenciando absoluta seguridad en los métodos científicos.
Esta confianza, sin embargo, se ve desafiada por el azar, factor que a menudo
no es tenido en cuenta. Efectivamente, la liberación de dos óvulos por parte
de la Sra. Camden resulta en dos mellizas no idénticas, Leisha, "la Insomne",
rubia y esbelta y Alice, "la durmiente/ normal", morocha, baja y robusta.
La infancia de las niñas es marcada por la notable preferencia del Sr. Camden
por Leisha a quien dedica toda su atención y cuidado, proveyendo niñeras e institutrices
día y noche para aprovechar al máximo su capacidad programada.
Por su parte, la Sra. Camden, quien anhelaba una hija
normal, se inclina por Alice y muestra cierta hostilidad hacia Leisha. No obstante,
las dos hermanas se aman y comparten sus juegos sin advertir esta tensión. Leisha
es la primera en notar que ella es diferente; no tiene sueños para contar durante
el desayuno como Alice, en su habitación nunca hubo cuna y la sensación de ver
a sus padres y hermana durmiendo estimula su deseo de ser como ellos:
"-Quiero dormir,
Papá.
-No,
no quieres, mi amor. Dormir es perder el tiempo, perder vida. Es una pequeña
muerte.
-Alice
duerme.
-Alice
no es como tú.
-¿Alice
no es especial?
-No.
Tú lo eres.
-¿Por qué no hiciste especial a Alice,
también?
-Alice
se hizo sola. No tuve oportunidad de hacerla especial."
(898)
Las diferencias se acentúan cuando las hermanas son separadas
al iniciar la escuela ya que Alice debe concurrir con niños normales
y Leisha con alumnos avanzados y mayores que ella. Entretanto se
produce el divorcio de sus padres y la unión del Sr. Camden con
la Dra. Susan Melling del Biotech Institute, quien se había convertido
en asidua visitante a fin de monitorear el crecimiento de las niñas.
Cuando ambas llegan a la adolescencia los problemas se agudizan,
pues la inteligencia y belleza de Leisha producen comparaciones
desfavorables para Alice. Mientras tanto el Biotech Institute continuó
produciendo niños insomnes y el hecho ya es de conocimiento público.
A los quince años Leisha expresa su curiosidad por conocer a los
otros "mutantes insomnes" como ella los llama ante el
disgusto de su padre. El encuentro con los demás ofrece a Leisha
la oportunidad de confesar su soledad y sus más íntimas emociones
con la seguridad de ser comprendida ya que todos, en mayor o menor
medida, tratan de mantener su prodigiosa cualidad en secreto ante
el temor de ser considerados fenómenos anormales.
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