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Teranesia,
de Greg Egan
Título original: Teranesia
(1.999)
Portada: Juan A. Gonzálvez del Águila
Traducción: María Luisa Castellano Ortega
Editorial: Grupo Editorial AJEC
(2.003)
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Greg Egan
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David Quiros Nuño (Lobokell), Marzo 2.004
Teranesia es una palabra inventada por un niño
de nueve años. Una palabra pensada para designar una minúscula
isla de Indonesia, una de las más de tres mil islas de dicho país.
Ciertamente, una palabra nueva es la más adecuada para designar una isla
tan pequeña que ni siquiera consta en la cartas de navegación.
Sin embargo esta pequeña y desconocida isla guarda un gran secreto. En
ella hay algo que puede cambiar la faz del mundo tal y como lo conocemos hoy
día.
Prabir Suresh es el pequeño responsable de darle
nombre a este lugar. Prabir se encuentra allí junto a su familia, mientras
sus padres investigan un fenómeno anormal que parece afectar a la
genética de su ecosistema. Ellos estudian el extraño enigma
genético en las mariposas mientras Prabir disfruta de una
paradisíaca existencia. Nuestro pequeño protagonista tiene
entre sus tareas la de cuidar a su pequeña hermana Madhusree, tarea
que pronto adquirirá enormes dimensiones.
En Teranesia la familia Suresh no vive desconectada del
mundo real. Gracias a su conexión a internet Prabir no sólo puede
entablar comunicación con otras personas y continuar su educación,
sino que está al tanto del día a día en Indonesia. La
situación política va de mal en peor, agravándose hasta que
estalla una guerra civil. Una guerra en la cual los Suresh no tienen ningún
interés pero de la cual no pueden escapar si quieren continuar sus
investigaciones. Al fin y al cabo, ¿a qué bando puede molestar una familia
hindú en una isla perdida?
Greg Egan ha escrito una novela de ciencia ficción
hard en la que ha tratado de plasmar su sentir ante la realidad actual. No
se puede leer Teranesia sin dejar de sentir un cierto paralelismo con los
sucesos que hemos vivido estos últimos años. Hay rabia; rabia contra
la intolerancia y contra las religiones, cuando éstas adquieren un poder
irracional en las personas. Y, sobre todo, contra la actitud de los habitantes del
llamado primer mundo, que nos permitimos el lujo de vivir ajenos a lo que hacen
nuestros gobiernos, más preocupados por mirarnos el ombligo y filosofar,
no ya sobre el sexo de los ángeles, sino sobre la de los unos y ceros. Al
menos es un sentimiento que Greg Egan nos transmite y que se encarga de dejar muy
claro, por si acaso alguno no lo capta, en el posfacio. Sí, posfacio, tal
cual viene en el libro, aunque siempre pensé que era epílogo.
La idea sobre la que gira la novela es fácil de seguir
en su mayor parte. Sólo en puntos muy concretos nos quedaremos un tanto
pasmados los legos en la materia, y recurriremos a la enciclopedia para
familiarizarnos con ciertos conceptos. Pero tampoco es algo estrictamente
necesario, pues al menos Egan describe con detalle sus argumentos. Además,
debido al caso de las Vacas Locas, nos sonará buena parte del problema;
la relación entre proteínas y genes, algo que facilita al lector no
encallarse con sus explicaciones. También hay varios puntos irónicos,
no carentes de cierto sarcasmo. Valga como ejemplo la consideración de que
el lenguaje binario es machista.
Lo que no consigue Egan es escribir una novela entretenida
de principio a fin. Hasta la página 112 no pasa de ser un mero drama
personal, sin más referencias que hagan pensar que se trata de ciencia
ficción que unos comentarios sobre el trabajo de los padres de Prabir.
Pasadas las primeras páginas y poniéndonos un poco en situación,
entramos en un árido desierto hasta que, a partir de la Cuarta Parte,
volvemos a entrar en el mundo de la ciencia ficción y, además, de
muy buena manera. A partir de aquí la novela adquiere un nuevo significado
y realmente comienza a cobrar sentido. Podría decirse que empieza a
parecerse a una novela de Greg Egan. O al menos volvemos a encontrar aquello
que esperamos leer en una novela de este autor. Naturalmente sólo es
mi opinión personal, pero la segunda y la tercera parte casi me hacen
abandonar su lectura, algo que habría lamentado, pues el resto merece la
pena. Como última pega habría que resaltar el final, un tanto
ñoño y abrupto. Es demasiado simple y sencillo.
Teranesia es el primer volumen de la
colección Albemuth Internacional, con un acabado externo bastante bueno.
Pero en esta ocasión lo bueno acaba ahí. No se puede decir que
hayan entrado con buen pie. Y no lo digo por la calidad de la novela, que a
pesar de la falta de ritmo no me ha disgustado, sino porque la edición
necesitaba con urgencia una corrección antes de ser enviada al taller de
impresión. Hay que tener en cuenta que prácticamente toda novela
tendrá alguna que otra errata, alguna que otra falta de ortografía
o simplemente algún error tipográfico. Pero en este volumen los
errores son demasiado frecuentes, especialmente en la última parte, donde,
como se suele decir, te dan la última en la frente. Y es que el
epílogo no tiene desperdicio. Además, hay algunos párrafos
que obligatoriamente se deben releer a fin de entender lo que nos quieren
decir. Y no me refiero a que se deba a la complejidad de los conceptos y
teorías con los que juega Greg Egan. En resumen, se tendría que
haber cuidado mucho más el acabado del producto, sobre todo si pensamos
en el mercado de hoy día, y en cómo vienen empujando otras editoriales.
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