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Algo más en el equipaje,
de Ray Bradbury
Título original: One More for the Road
(2.002)
Portada: Opalworks
Traducción: Marcial Souto
Editorial: Minotauro
(2.003)
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Ray Bradbury
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Iván Olmedo (Odemlo), Marzo 2.004
El sr. Bradbury es uno de los escasos clásicos vivos
que nos quedan, un impenitente y voraz cuentista cuyo genio se resiste a
desaparecer, ya con más de ochenta años de vida a sus espaldas.
Justo es recordar que, entre su extensa producción sobresalen sobremanera
dos títulos fundamentales para la Historia del género: sus
míticas Crónicas marcianas (da angustia pensar qué es
lo que respondería un noventa por ciento de la gente "de a pie"
si se les encuestara acerca del significado de este título... ughhh...); y
Fahrenheit 451, una distopía que usualmente llega al fondo del
corazoncito de cualquier lector con sentimientos; además del que
quizás sea su compendio de relatos más conocido: El hombre
ilustrado. Algunas excelentes novelas aparte, Bradbury es un autor apegado
de siempre al relato, a la narración corta, donde ha cimentado gran parte
de su prestigio. Un prestigio no siempre bien ponderado, dadas las especiales
características literarias del nacido en Illinois. Como Dante, Kafka o
Sade mucho antes que él, Bradbury ha sido capaz de acuñar un
término particular que define su estilo. El estilo bradburyano se
basa, en la forma, en utilizar una gran cantidad de términos
metafóricos e inyectar a la prosa una cualidad muy cercana a la del poema,
conseguido con una aparente naturalidad que en este autor es, incluso,
mágica y en otros acabaría, previsiblemente, en desastre. En el
fondo, los temas recurrentes son varios: la nostalgia de la niñez, los
profundos sentimientos de soledad o, por el contrario, de compañerismo,
el triste e inexorable paso del tiempo... todos ellos elementos reutilizados por
Bradbury a lo largo de su carrera. Es decir, su estilo es tan absorbente que, o
te gusta mucho y te engancha, o definitivamente es un autor al que dejarás
de seguirle la pista.
La última recopilación caída en nuestras
manos es, efectivamente, algo más en el equipaje abultadísimo de
este veterano escritor, otro conjunto de relatos con su marchamo
característico que agradará - como siempre - a sus fieles, y se
puede recomendar sin muchos problemas al lector ocasional que guste de la buena
literatura tocada por la mano de la profesionalidad y la experiencia. Y es que,
si algo destilan estos cuentos, es el resabio de un autor que domina a estas alturas
todos sus recursos y mañas, capaz de escribir pequeños relatos que
dejen un buen sabor utilizando los mínimos elementos de una anécdota
o una imagen concreta. Nutrida principalmente esta recopilación con
historias muy breves, encontramos que la mayoría de ellas se ahogan en el
caldo bradburyano: las melancolías, tristezas y nostalgias habituales
se ven superadas aquí por las lágrimas directas y una sensible
(sensiblera) tendencia al lloriqueo; es el citado estilo llevado a sus
límites y un tanto pasado de rosca. Incluso algunas pueden considerarse
sin duda como caprichos de un autor que se eleva sobre sí mismo; tal es el
caso de "La gira de despedida de Laurel y Hardy en Alfa del
Centauro", un ejercicio de figura que se permite cualquier exceso
creativo. Sin embargo, y a pesar de una unidad ambiental, o incluso diría
que "escénicamente sentimental" que funde casi todo el contenido
del libro en un todo bastante compacto, hay algunas historias que destacar sobre
el resto. A saber:
"El dragón bailó a medianoche" es
una excelente historia maravillosamente escrita que utiliza una de las pasiones
de Bradbury, el cine y sus entresijos más mundanos, para narrarnos una
buena idea y ofrecernos personajes carismáticos.
Algo parecido a lo que ocurre con "Donde todo
es vacío hay espacio para moverse", relato dotado de un regusto
extraño y también llevado con buena mano.
"La novela más larga del mundo" parte de
una idea loca presentada alocadamente, y si bien no es un gran relato, deja una
impresión agradable en el lector.
"El paso del tiempo" recurre una vez
más a una de las ideas presentes en el espíritu de la obra
bradburyana, condensada en apenas cinco páginas de manera
brillante.
Y "El grillo en el hogar" es una
suerte de historieta de tebeo pulp con una manita del barniz de calidad
del sr. Bradbury.
Dejo para el final comentar "Bestias", relato
maquiavélico (¡ah!, sí, se me olvidó añadir
a Maquiavelo en la lista de "adjetivadores" anterior) que más
parece trasplantado de otro libro y nos muestra una visión animalizada
de nuestra incomunicación social; altamente recomendable.
Algo más en el equipaje, por cierto, reciente
premio Bram Stoker en el 2003, no es quizás equiparable a los
títulos clásicos de Bradbury, aquellos que deslumbran y crean
adictos de por vida. Es un trabajo simplemente correcto en el que el autor,
sin salirse de sus coordenadas, cae durante muchas páginas en lo más
manido de sus recursos, hasta llegar a hacerse empalagoso en ocasiones. El defecto
que comúnmente puede achacársele, en una opinión generalizada.
No obstante, con esta obra ha vuelto a dejarnos entrever su calidoscopio de
fantasías tenues donde lo fantasmal, lo oculto en la memoria y el
protagonismo del tiempo como un personaje más, juegan un papel
importante. Como mago de las ilusiones y verdadero poeta del fantástico,
Bradbury continúa también ejerciendo su papel en los escenarios
literarios del mundo, fiel a sus lectores, y sus lectores fieles a él.
"Más de lo mismo", se podría
argumentar... "más nostalgias bradburyanas..." Cierto.
Pero si el buen señor de Illinois sigue demostrándonos que es un
escritor solvente al que le queda aún cuerda mágica por la que
trepar (pese a los achaques de su avanzada edad), bienvenidos sean sus
próximos relatos.
Y es que un clásico... es clásico por
algo...
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