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Chicas muertas
de Richard Calder

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Chicas muertas,
de Richard Calder

Título original:
Dead Girls

(1.992)

Portada:
Juan Miguel Aguilera

Traducción:
Albert Solé

Editorial:
Gigamesh
(2.003)


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Richard Calder

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Iván Olmedo (Odemlo), Mayo 2.004

   Tras la más que tibia acogida de la primera novela de Calder publicada en nuestro país, Malignos –realmente, el séptimo título en la cronología completa del autor británico– llega a las librerías la muy anunciada Chicas muertas, ópera prima y alabado trabajo que, pese a la reiterada publicidad laudatoria, no va mucho más allá de lo que había creído atisbar en la primera andanada. Y es que Chicas muertas se parece mucho a Malignos, aunque es mejor novela y... hasta aquí puedo leer la tarjetita... ¿o sigo..?

    Sigo: argumentalmente la historia gira en torno a una plaga transmitida vía sexual por las llamadas chicas muertas del título, también conocidas como muñecas o lilims (típico rasgo de Calder el de embrollar innecesariamente la trama con añadidos mil); adolescentes que, infectadas por un nanovirus, se convierten progresivamente en híbridos entre humanos y mecanismos de relojería extremadamente bellos y vampíricamente lujuriosos, descendientes de las primeras mujeres artificiales creadas con fines lúdicos, merced a un proceso que la confusa manera de narrar del autor no consigue explicar convincentemente. En el escenario de un Londres moralmente carcomido y con un panorama mundial poco idealizado, Primavera, una lilim, e Ignatz, su enamorado yonqui (yonqui de besos sangrientos y piel brillante), huyen, huyen... de todo y de todos...

   Insisto en los paralelismos entre Malignos y Chicas muertas o, más que hablar de paralelismos, tendría que referirme al uso (que puede llegar a abuso, por lo que parece) de idéntico soporte protagonista: pareja conformada por chica de condiciones inhumanas (diablesa escamosa allí; ginoide polimerizada aquí), y macho amante/protector (chulesco cínico allí; desesperado inoperante aquí), en constante ajetreo de persecuciones, encuentros, desencuentros y peleas varias, con algún que otro momento intercalado de sexo más o menos descarado. Cualquiera que haya leído ambas novelas puede apreciarlo. Ambas comienzan, además, sin preámbulos ni introducciones de ningún tipo, con sendas escenas directas a la acción, que nos meten en la piel de la novela súbitamente, en lo que quizás sea uno de los mejores aciertos narrativos de Calder.

   Concretando, en Chicas muertas, la historia comienza a leerse con avidez, ya que el estilo es, sobre todo, raudo; equiparable a una road movie, donde toda la acción pasa ante nuestros ojos como en un suspiro, a la vez que los detalles más profundos se desgranan paulatinamente. Abundantes diálogos, abundante movimiento y, por desgracia, abundante confusión para el lector, al no estar suficientemente explicadas demasiadas cosas... Como digo, un defecto clarísimo de Calder es empaquetar demasiadas ideas y conceptos en muy pocas páginas, con lo que consigue que estos no dejen huella perdurable en nuestro cerebro. Parece ansioso por demostrar las originales visiones que surgen de su cabeza, perdiendo la partida a la hora de desarrollarlas con conveniencia.

   Las doscientas páginas de Chicas muertas no son suficientes para hacer verdadero hincapié en la historia. Y no todo lo malo es esto... la pretendida originalidad resulta ser una postura fallida a ojos de un lector algo preparado. La marca de Calder parece ser el abuso de motivos y nombres referenciales a los que, o bien intenta dotar de nuevas visiones, o bien utiliza simplemente en un par de frases sin verdadero peso en la trama. Así, las apariciones directas o veladas de un Vlad relacionado con empalamientos; de Carmilla; de Titania, la reina de las hadas; y otros más sutiles, son constantes. Lo que no enriquece, necesariamente, la calidad o enjundia de la obra.

   No es ajena a todo esto la misma idea central de las chicas muertas, menos revolucionaria de lo que puede parecer a simple vista. Fiel a sí mismo, Calder recicla ideas y estas jovencitas extrañas parecen ser una amalgama de replicantes dickianos, mutantes de la Marvel, vampiras sadomasoquistas, asesinas ninja, rarezas sexualmente extraviadas a lo Farmer... todo ello embutido en una carcasa personalizada que acaba desembocando en una condición (por si fuera poco) nada menos que mitológica, creada por la malsana presencia de la estigmatizante enfermedad de las chicas... Demasiado para masticarlo y saborearlo a gusto. Sintomático es que el mismo autor parece atragantarse y no saber hacer con todo ello una obra más compacta. Su dependencia de los lugares comunes es su peor enemigo a la hora de escribir. Eso, y las prisas por rematar un texto fugaz y espectacular, donde el continente prima sobre el contenido.

   La publicidad en torno a la obra de este autor, prácticamente desconocido hasta hace muy poco entre nosotros, insiste en sus cualidades provocadoras y extraordinarias. Si bien en la superficie podemos hallar un débil rastro de esto, reflexionando un poco y con ciertas dosis de análisis, encontramos que ni es tan original (un Frente Humano que asesina mutant... perdón, muñecas, no es la idea del siglo); ni tan perturbador (las sangrientas escenas de sexo sádico... pues eso, ya las sabía describir como nadie Sade en sus buenos tiempos...). Chicas muertas no es una novela muy mala; ni siquiera intragable. Se deja leer gracias al ritmo que Calder sabe imprimir, y es una buena lectura para pasar el rato; pero no una lectura fundamental, ni un libro-bomba que vaya a cambiar el estatus de la ciencia ficción, ni convulsionarla. Decididamente, no.

   Existen dos novelas que continúan la saga; fácilmente traducibles como Chicos muertos y Cosas muertas. Quizás el tiempo y la voluntad del editor quieran que pronto vean también la luz por estos lares. Podremos comprobar entonces si el esquema tan apegado a Calder se repite o no; si la trilogía de la plaga sexual que asolará Europa remonta el vuelo y pasa a ser de verdad una historia a la que hincarle el diente, o continuará la ensalada de detonaciones, coitos y viajes a ninguna parte, aliñada desigualmente con términos pretenciosos. Tiempo al tiempo.

   Yo ya he hecho mi apuesta...

   Iván Olmedo


Entrevista con Richard Calder: http://www.cyberdark.net/portada.php?edi=6&cod=211

Reseña de Malignos: http://www.cyberdark.net/portada.php?edi=6&cod=213

 

© 2.004 Iván Olmedo (Odemlo) para cYbErDaRk.NeT
Prohibida la reproducción sin permiso expreso del autor

 

2004-08-27 14:04   albertux
Cuando lo vi en la librería me pareció que prometía...lo compré, empecé a leerlo y me pasó lo que a otros, sólo pude llegar hasta la página 50 más o menos. Un tostón.
2004-07-10 21:29   Rastor
Hasta el día de hoy es el único libro que no me he acabado. Le dí un par de oportunidades pero no pude con él. Lo siento Richard... lo máximo que puedo decir de él es que es experimental, diferente y tal vez "innovador".
2004-05-23 12:05   LadyAnn
Pues yo no pude con él, lo abandoné en la página treinta y pico. Pero mi santo lo empezó a leer y le resulta "entretenido" entre comillas.

Me lo habían recomendado tanto que esperaba mucho más y me dejo bastante desilusionada.
2004-05-17 20:17   alinorak
HOLA!!!!:mrgreen:
Qtal?Por fin leo tu crítica!!jiji!!!...
Yo no leí el libro pero si todo lo q comentas es cierto,casi no apetece leer esta novela (ni malignos por lo q veo, leo y oigo a todo el mundo...ejem....)...ni tampoco chicos muertos y cosas muertas...es más...después de la respuesta q han tenido sus primeras novelas publicadas akí no creo q se publiquen siquiera...
y si asi fuese, muxa gente no se atrevería con ellas....ya se verá...pero yo APUESTO....a q no lo harán. Pero q opinen mejor los q la hayan leido, no?
UN BESIN!!!
***ALI***
2004-05-17 16:47   Rotuar
Lo más grave que para mi gusto tiene este libro no es que sea superficial y machista ( que lo es), sino que esta anticuado : todo muy años ochenta ..
2004-05-16 23:48   Marisabel
Pues no es la peor crítica de este libro que he escuchado.