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por Iván Fernández Balbuena (Cebra)
Eduardo Segura es, probablemente, el tolkienólogo español más prestigioso. Fascinado
por Tolkien desde joven, tuvo el valor y la osadía de hacer una Tesis Doctoral sobre el
valor literario de ESDLA cuando el tema era casi tabú en la universidad española. Dicha
tesis ha sido publicada recientemente por Minotauro (El viaje del Anillo). Pero,
además, Segura es autor de otros interesantes trabajos sobre el tema y ha sido consultor
de New Line Cinema para la trilogía fílmica de Jackson. En Cyberdark.net hemos tenido la
oportunidad de charlar con él y éste es el resultado.
Iván Fernández Balbuena
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El Viaje del Anillo |
¿En qué momento de su vida leyó ESDLA? ¿Supo desde el principio que se iba a
convertir en El LIBRO?
Leí por vez primera El Señor de los Anillos en el verano de 1982. No era un
gran lector en aquellos años, y a Tolkien le debo, como mínimo, el haber perdido el miedo
a los libros grandes y sin dibujos... No sabía entonces lo que esa obra y las demás de
su autor iban a suponer para mí. No creo que nadie lo sepa a la temprana edad de quince
años escasos. La sensación que sí tuve desde el principio fue que aquélla era la historia
de mi vida, la que a mí me habría gustado escribir. En ella estaba todo lo que yo anhelaba
ya por entonces: esperanza, aventura, una historia milenaria que asomaba tras las palabras
de cada personaje, lealtad, coraje, misericordia, y una nostálgica belleza que envolvía
el relato de principio a fin. Y estaba Gandalf, por supuesto.
Decidí contar la historia de mi encuentro con Tolkien y Frodo en la introducción de mi
libro El viaje del Anillo, porque pensé que podía ser agradable para los lectores
de Tolkien comprobar que mi aventura personal había comenzado de la manera más aparentemente
prosaica; como un suave sobresalto.
Inicialmente, usted se licenció en Historia Moderna pero cuando se embarcó en una
tesis doctoral se decidió a pasar a la Filología y estudiar la obra de Tolkien ¿Esta decisión
se debió a Tolkien en sí o hubo otros motivos?
Exclusivamente a Tolkien. Hacia 1991, yo había comenzado una tesis de doctorado sobre
el pensamiento político humanista de un consejero de Felipe II, seguidor de las ideas de
Erasmo de Rotterdam. Pasaban los meses y no encontraba la información que necesitaba, y mi
desánimo crecía. Es curioso, pero hace unos años me enteré de que, poco después de abandonar
yo aquella investigación, se descubrió en Valencia la biblioteca personal de ese consejero,
lo cual dio lugar a varias tesis doctorales... Ése es, a veces, el sentido del humor del
destino, ¿verdad?
Lo que yo quería hacer, sobre todo, era explicar que en la raíz de la fascinación que
ejerce Tolkien había mucho más que "fantasía"; que su noción de ‘escapism’ es
perfectamente lícita, y responde a una necesidad antropológica muy profunda. Somos seres
para la belleza, y eso a menudo lo olvidan quienes creen que todo es racionalidad fría.
Yo estaba (y estoy) convencido de que Tolkien es un grandísimo escritor, y la Filología
era el campo donde razonar científicamente sobre el porqué de esa firme convicción que
muchas personas tienen. Debía introducirme en la fortaleza para conquistarla desde dentro,
como el caballo de Troya.
¿Qué reacciones encontró en el mundo académico ante su decisión de estudiar la obra
literaria de Tolkien? ¿Le costó mucho encontrar un director de tesis? ¿Qué opinaba éste,
José Miguel Odero, sobre Tolkien y su obra?
He visto un amplio espectro de reacciones ante mi deseo de estudiar a Tolkien desde su
disciplina, la Filología. Algunas mostraban estupor; otras, cierta condescendencia. Las
que de verdad me importaban tenían un matiz de admiración: "éste se atreve a partir una
lanza a favor de un proscrito. Veamos qué hace". Llamaba la atención, sobre todo, que yo
no quisiera centrarme en los "temas" que se encuentran en la obra de Tolkien, y que en
cambio buscase un acercamiento al modo en que este autor construye la narración, los
personajes, los diálogos; a sus referentes literarios y lingüísticos.
Para la dirección de tesis no tuve problema alguno. Llamé a la Universidad de Navarra
en enero de 1994, y pedí que me pusieran con el profesor Odero. Años antes, hacia 1988,
yo había leído su ensayo sobre los cuentos de hadas y Tolkien, y pensé que era quien
podría dirigir mi trabajo con el necesario bagaje. Con los años he llegado a darme
cuenta, con agradecimiento, de que era mucho más: un auténtico maestro, y un amigo más
allá de toda expectativa. Viajé a Pamplona el 19 de febrero de 1994 y, tras una
entrevista de toda una mañana —mientras nevaba mansamente sobre el campus—, salí de
allí convencido de haber encontrado la respuesta a las preguntas que me planteaba hacía
tiempo. Odero quería que yo siguiese donde él se había quedado; quería que hiciésemos
un estudio de fondo sobre los valores estrictamente literarios de la creación
tolkieniana. Los dos compartíamos ya entonces la convicción de que se trataba de mucho
más que hobbits y Jinetes Negros (lo cual no es poco).
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Tolkien |
¿Qué opinión le merecen las duras críticas que contra la obra de Tolkien se han
vertido desde la mayoría de los círculos académicos?
Una pose, ridícula si me lo permite. No resiste un análisis mínimamente riguroso.
He visto mucha animadversión en esos círculos derivada únicamente de aspectos
ideológicos. Hay gente a quien una mente prodigiosa puesta en acción le parece
intolerable, si se trata además de alguien normal, que vive sin aspavientos ni
excentricidades; como si lo en verdad artístico debiese estar señalado por cierta
huella enfermiza de anormalidad, de una infantiloide manía de llamar la atención sobre
uno mismo. Tolkien es, sobre todo, un creador de mundos posibles profundamente
coherentes. Nada hay en él de manierismo.
Yo no tengo nada contra quien no quiera entrar en el pacto literario que implica el
acto de leer a Tolkien, o a cualquier otro escritor que en verdad lo sea. Pero me niego
a aceptar que se intente imponer criterios heredados de un complejo de inferioridad por
gentes que, a veces, tienen vergüenza para reconocer que el rey está desnudo, como en
el cuento de los Grimm: que en el mundo del arte hay mucho advenedizo, mucho mediocre;
y un montón de caraduras.
¿Y las viejas acusaciones de racismo y filonazismo que se vienen lanzando contra
Tolkien desde los años 30 y que recientemente se han vuelto a poner de moda debido a un
reciente artículo del escritor Baltasar Porcel?
El racismo está, a menudo, en los ojos del que mira. Y el filonazismo, me temo, está
en las fantasías de quienes tienen la conclusión escrita antes de empezar con la hipótesis
de trabajo. A Baltasar Porcel, por decirle algo además de que se descalifica a sí mismo
entrando en el juego barato de la polémica gratuita, le recomiendo la lectura de las
cartas de Tolkien números 165 y 176, y, sin pretender ser exhaustivo (porque hay más),
las páginas 139, 49-50, 70, 109, 114, 79-80, 117 del volumen de Cartas publicado
por Minotauro hace ya el tiempo suficiente como para haberlo leído, a poco interés que
uno tenga por hablar con fundamento. Para escribir sobre algo es necesario conocer la
bibliografía. Es básico. Si no, el riesgo es que uno esté entrando en el terreno de la
difamación, la calumnia, la falsedad; todo ello muy feo, y muy poco académico. Y por
cierto; que revise Adivina quién viene a cenar esta noche, y que lea entre
líneas.
Una de las afirmaciones de su libro es que la narrativa de Tolkien fue consecuencia
de su afán por inventar lenguas ¿Podría ampliarnos dicha teoría?
El propio profesor Tolkien dedicó muchas páginas a explicar la inspiración esencialmente
lingüística que anima su sub-creación. Si él lo explicaba así, creo que merece la pena
prestar atención al enfoque, puesto que estamos hablando de un filólogo; y de un filólogo
extraordinario, debo decir.
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Egidio, el granjero de Ham |
Las obras de Tolkien —Egidio, el granjero de Ham lo mismo que el
Ainulindalë— son relatos donde es el lenguaje lo que desarrolla el marco narrativo
coherente y verosímil en el cual el lector puede franquear las puertas del mundo primario
(el "real") hacia los mundos secundarios (los reinos de, lato sensu, "fantasía":
Beleriand, Númenor, la Tierra Media, Ham, la luna de Roverandom). Él mismo disfrutaba
de lecturas donde el autor prestase atención al sustrato idiomático, y era especialmente
crítico con las incoherencias en este aspecto.
Las lenguas crean y manifiestan formas de pensar, constructos culturales. De ese modo
nos llega a los lectores la profunda coherencia y veracidad del lamento de Galadriel,
"Namárië!", o el impacto que en Gimli producen las palabras de la Dama del
Bosque pronunciadas en la lengua khuzdul. La multiculturalidad de la Tierra Media se
alcanza mediante una polifonía esencialmente lingüística. Los lenguajes inventados por
Tolkien precedieron a la elaboración de las historias, y ficción y dicción marcharon
en su obra siempre de la mano. Primero era la invención del término, luego la explicación
de la historia que había dado lugar a ese nombre.
Para realizar su tesis se puso en contacto con Christopher Tolkien ¿Cómo es en
persona? ¿Qué opina de sus esfuerzos por publicar todos los papeles que dejó su padre
inéditos antes de morir?
No he tenido el placer de conocer en persona a Christopher Tolkien. Tan sólo he
mantenido con él contacto epistolar, y debo decir que siempre he encontrado en él ánimo,
ayuda y agradecimiento.
Su pregunta me parece muy acertada, y me da ocasión para partir una lanza en su favor.
El trabajo editorial de Christopher para publicar póstumamente las historias inconclusas
de su padre, me parece sencillamente colosal. El desafío era, lo sabemos ahora, gigantesco.
Tolkien no tiraba nada de lo que escribía. Por tanto, editar esos miles —literalmente— de
páginas exigía del editor un conocimiento no sólo del contenido, sino —sobre todo— de la
mente del autor, para discernir entre las distintas versiones, datar cada texto, etc. Las
críticas que a menudo ha recibido dejan de lado, pienso, la idea básica de que Christopher
Tolkien era hijo de un artista. Al preparar para la imprenta los libros de su padre, se
han mezclado en él el cariño del hijo con el rigor del buen editor (siendo como es una
persona, si se me permite, tan perfeccionista o más que su padre).
Como estudioso de la obra de Tolkien, mi trabajo no habría sido posible sin esa tarea
titánica de Christopher. Por tanto, mi sentimiento es de agradecimiento, y no sólo desde
el punto de vista profesional, sino también como lector.
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El camino a la Tierra Media |
Otro de los estudiosos con los que se puso en contacto fue con T. A. Shippey, el
autor de El camino a la Tierra Media y Tolkien, autor del siglo. Creo que
polemizó con él en alguna ocasión ¿Qué podría contarnos al respecto?
Hablamos mucho respecto de los enfoques que esclarecerían el lugar de Tolkien en la
historia de las Letras. Él optaba por la Filología Comparada, mientras que yo estoy más
a favor de un estudio de Literatura Comparada que resalte y subraye las aportaciones de
Tolkien a la tradición épica, que él ha renovado en esta época tan necesitada de epopeyas
y heroísmo. En ocasiones, Tom trazaba un itinerario o esquema de trabajo que encorsetaba
las conclusiones; por ejemplo, en su interpretación de Hoja, de Niggle. El propio
Tolkien le advirtió de ello, como se recoge en el Prefacio de El camino a la Tierra
Media.
Los demás detalles hacen referencia a la voz que narra El Señor de los Anillos
y El hobbit. Tom afirma que se trata, a veces, de un narrador omnisciente. He
procurado delimitar ese aspecto en El viaje del Anillo, porque considero que
tiene muchas consecuencias para la idea tolkieniana de verosimilitud, para posibilitar
lo que él llamaba "creencia secundaria": que el lector crea en la verdad de lo que
está leyendo.
De todos modos, Tom Shippey atesora un saber en su disciplina tan vasto, que sus
estudios deben ser la guía de futuras investigaciones. Sus libros hablan por sí mismos
de ese saber, fruto de muchos años de estudio.
De todos es sabido que Tolkien odiaba las alegorías. Sin embargo, Hoja de
Niggle pertenece claramente a este género y ESDLA admite una lectura en esta
clave ¿Era, pues, Tolkien sincero en esta afirmación?
La clave de esta pregunta no es simple. A Tolkien no le gustaba la alegoría porque
implicaba una imposición por parte del autor; una coerción de la libertad del lector.
La trascendencia de la "aplicabilidad libre" que Tolkien propugna, radica en que es
la base de la recepción adecuada del mensaje literario, y del goce estético también.
Tolkien señaló que todo cuento tiene una moral, pero no vale de nada destacar tal o
cual interpretación alegórica sobre las demás porque una buena historia, como la
vida, posee tantos ángulos de visión y análisis que escoger uno sobre los demás implica
el riesgo de perder de vista que la obra de arte está viva: en cada lector, en cada
época, crece con el tiempo y evoluciona, a la vez que permanecen sus valores eternos,
los que la convierten en un clásico. Cualquier obra de arte que lo sea en verdad
admite lecturas e interpretaciones en clave alegórica; ahora bien, ¿quiso el autor
hacer una alegoría? Ésa es la clave. Chesterton decía: Hamlet es eterno; soy yo el
que cambia. Decir que en la Tierra Media revive la lucha del Bien y el Mal es mucho
menos cierto que señalar su reflexión sobre la Muerte y la Inmortalidad en clave
mítica.
Creo que Tolkien era muy sincero en esa afirmación. Él nunca negó ciertas
interpretaciones en clave alegórica —otras sí, por descabelladas o simplemente
absurdas—. Pero siempre dejó clara su intención de respetar la autonomía de la obra
literaria. En ocasiones se puede ver a Tolkien refiriéndose a su obra con alejamiento
y extrañeza, como si él hubiese sido cronista de un tiempo ahora olvidado, como si
los personajes gozasen de libertad personal y hubiese aspectos de su actuar que
escapasen al conocimiento del inventor. Es evidente que las consecuencias de esta
convicción de Tolkien en términos de Estética y Metafísica, son enormes.
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Señor de la Tierra Media |
También es posible una lectura religiosa de ESDLA, tal como hacen Pearce y
otros autores en Tolkien, Señor de la Tierra Media ¿Está de acuerdo con este
enfoque?
Vuelvo a lo que acabo de decir. Sí con matices. Hay afirmaciones que el propio
Tolkien desmintió, otras las matizó: el carácter "angélico" de la misión de Gandalf;
la virtud de las lembas; la relación caractereológica entre Galadriel y la
Virgen María. Otras hay que tomarlas con mucha cautela. Convertir a Tolkien en adalid
del catolicismo me parece peligroso; pero, sobre todo, falso. Es evidente que la mente
que escribió los relatos de la Tercera Edad era católica, que sabía mucha filosofía
y muchísima teología. Sobre todo, que vivía con coherencia su fe, lo cual le hace tan
atractivo, al menos para mí: su pluma escribió de lo que desbordaba su corazón; pero
no hacía apologética (gracias a Dios...). En El libro de los Cuentos Perdidos,
la evidencia no es tan grande. Tolkien creó también su propia teología. Por eso,
ciertas interpretaciones son, sencillamente, anacrónicas y falsas. Por ejemplo, los
Ainur no son "ángeles", ni Ilúvatar es Dios. En el mundo de Tolkien no ha habido
ni Encarnación ni, por tanto, Redención. Ésta es una diferencia básica, radical. Sin
embargo, las coordenadas morales en que se debaten los personajes y el drama son
profundamente cristianas. Pero yo extendería esto a la percepción que Tolkien tenía
como creyente de la Belleza. Ser católico abarca también estos aspectos, y no sólo
las "creencias". El amor por la naturaleza y la vida natural; el respeto a la
diversidad; la lucha legítima por la tierra, la familia, la propia historia y las
convicciones, por la tradición; la vida contemplativa; la muerte y la inmortalidad
como temas básicos de El Señor de los Anillos —mucho antes que una
interpretación alegórica o intencionalmente cristianizada—, son todos ellos elementos
que un análisis en profundidad no debería dejar de lado.
Pearce es converso, y entiendo perfectamente sus esfuerzos por subrayar estos
aspectos de la creación tolkieniana. En un país como los Estados Unidos, Tolkien
es un regalo para los creyentes. Y, al paso que vamos, pronto lo será también en otros
países donde leer a Tolkien puede despertar un sentido de los sagrado que estamos
perdiendo de vista por muchos factores, entre otros el adormecimiento de la conciencia
estética —y, por tanto, ética— propiciado por la telebasura.
Una curiosidad ¿Por qué su Tesis Doctoral se ha acabado convirtiendo en un libro
cuando la gran mayoría se quedan olvidadas en un cajón?
Fue una condición de partida. Mi director de tesis dijo que trabajaríamos con la mente
puesta en la publicación. Evidentemente, esto es fácil de decir cuando el tema de tesis
es tan atractivo y publicable. Pero la meta de cualquier investigación debería ser la
edición de un libro. Si es verdaderamente un avance y una aportación al saber, debe ser
puesta al alcance de todos.
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Tolkien o la fuerza del mito |
¿Qué nos podría decir de sus otros libros sobre Tolkien como J.R.R. Tolkien, el
mago de las palabras o Tolkien o la fuerza del mito?
En J.R.R. Tolkien, el mago de las palabras quise poner al alcance de todos un
resumen de la vida del Profesor, pero colmatando las lagunas que yo había encontrado
en otros estudios biográficos. Hay entre líneas muchas cosas que responden al modo en
que yo siento a Tolkien; a la manera en que su vida y su obra se concatenan. Hay
mucho de mí en ese libro, y eso lo dice gente que me conoce y que conoce a Tolkien por
sus libros.
Tolkien o la fuerza del mito: la Tierra Media en perspectiva es un trabajo que
hemos editado Guillermo Peris y yo con la editorial LibrosLibres. Se trata de una
selección de aportaciones de fondo y estudios valiosos sobre la obra de Tolkien. Queríamos
ofrecer al lector en lengua española la voz actualizada de quienes están convencidos de
que Tolkien es oro puro. Hay en ese libro catorce ensayos que recorren aspectos
importantes de la sub-creación tolkieniana, desde la revisión que Tolkien hace de las
ideas románticas sobre "fantasía" (esa terrible palabra, que tan poco me gusta), hasta
las fuentes de su inspiración lingüística y temática. Con él iniciamos la colección
INKLINGA, destinada a ofrecer al lector obras de referencia sobre Tolkien y el mundo
literario de los Inklings.
A Tolkien se le suele considerar como el gran renovador de la Fantasía como género
literario. ¿Cree que él era consciente de este hecho?
Tolkien no se consideraba a sí mismo escritor de Fantasía. Ya dije antes que él era,
antes y sobre todo, un filólogo. No escribía sólo "argumentos", sino que construía
historias, en el sentido fuerte de cohesionar con una arquitectura de base
lingüística todo un corpus de relatos y tradiciones inventadas, recreadas a través del
prisma de la invención de lenguas. La "fantasía" ya tenía mala fama en vida de Tolkien,
por inverosímil, y a causa del estigma de infantilismo y mal "escapismo" que pesa sobre
ella desde la época victoriana. Nada de eso era la Fantasía para Tolkien. Antes al
contrario, se trataba de un medio de crear verdad, "creencia secundaria", como afirma
Tolkien en su ensayo Sobre los cuentos de hadas —muy poco conocido,
desgraciadamente—.
Tolkien es otro paso adelante en la tradición épica, que entronca con Homero y William
Morris, pasando por los cantares de gesta, la novela gótica y el Quijote. Nada de
fantasía.
Por otro lado, la mayoría de los estudiosos buscan sus influencias en la mitología
escandinava y celta o en la literatura medieval. Sin embargo, personalmente creo que
Tolkien también es deudor de muchos de los autores fantásticos anglosajones del XIX y
principios del XX como el citado Willian Morris, George MacDonald, Lord Dunsany, E. R.
Eddison o Branch Cabell ¿Cuál es su opinión al respecto?
Estoy básicamente de acuerdo. De hecho, creo que su parentesco con "lo medieval" es
casi ambiental, meramente tópico. El tratamiento de los temas está renovado, vivificado
por los idiomas, recreado por la fusión entre el erudito y el escritor que se dan cita en
Tolkien.
E. R. Eddison no influyó en Tolkien, aunque fue un autor que le gustaba. Es mucho
más importante la influencia de William Morris en lo que ahora es El Silmarillion
(El libro de los Cuentos Perdidos, en sentido amplio), o de MacDonald en el tono
de El hobbit o de Roverandom y las creaciones de ámbito doméstico de
Tolkien. Tennyson y el autor de Beowulf, sobre todo éste, se me antojan las
verdaderas influencias, aunque no acabo de ver el interés de identificar quién está
presente, aun como inspiración, en tal o cual personaje o pasaje de los relatos.
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Sendero de tinieblas |
Es vox populi que Tolkien renovó el género fantástico, pero sus seguidores
estuvieron a punto de destruirlo al elaborar copias mediocres de sus libros. ¿Que opinión
le merecen este tipo de autores, gente como Guy Gavriel Kay, por ejemplo?
Desconozco la obra de este autor, así que no puedo opinar. De los autores que llenan
los estantes de "Épica fantástica" o "Narrativa heroica", debo decir que los de éxito
son creadores de argumentos que enganchan al lector, a menudo confusos moralmente —de
intento—, y muy flojos literariamente. Flaco favor como discípulos de Tolkien, que
les habría tirado de las orejas, antes que nada, por no escribir mejor. En cualquier
caso, el tiempo pondrá a cada uno en su sitio, a pesar de que el marketing y
el mercantilismo que nos inunda haga pensar que lo que vende permanecerá. Me quedo con
Lloyd Alexander, coetáneo de Tolkien.
¿Y aquellos que deliberadamente buscaron otras fuentes de inspiración más cercanas
a Howard y su saga de Conan, como Fritz Leiber o Michael Moorcock?
No me atrae ese tipo de literatura.
¿Cree que en nuestros días el género fantástico está sufriendo al fin una auténtica
renovación que le ha permitido romper con las cadenas que forjó Tolkien gracias a la obra
de escritores como George R. R. Martin, Andrezj Sapkowski, Javier Negrete o León
Arsenal?
Lamento no tener bagaje de lecturas de esos autores. Mis gustos literarios van por
otros derroteros, muy alejados de la "fantasía".
Por último, usted trabajó como asesor de la productora New Line Cinema dentro del
proyecto cinematográfico de Peter Jackson. ¿Podría contarnos en que consistió ese
trabajo? ¿Qué opinión le merecen las películas resultantes?
Me ha parecido una adaptación realmente brillante. Sólo lamento el punto de partida
comercial que se adoptó. Si se hubiese sido más fiel a Tolkien, se habría dotado a la
historia de ese matiz contemplativo, de tempo lento, que caracteriza la Tierra Media.
En ese sentido, me ha disgustado especialmente el tratamiento de Bárbol, convertido
en un contrapunto innecesariamente cómico. Y puedo imaginar a Tolkien rabiando por el
fallido intento de hacer de Gimli un enano respetable. Ni Disney ni New Line...
Mi trabajo consistía en responder consultas sobre problemas puntuales que planteaba
el guión: tratamiento de personajes, supresión de algunos de ellos, elaboración del
prólogo de La Comunidad del Anillo, etc. Yo era una voz más entre otras, más
autorizadas que la mía. En cualquier caso, un honor y un privilegio.
Bibliografía de Eduardo Segura en Cyberdark.net -
http://www.cyberdark.net/autores.php3?cod=4631
Bibliografía de J. R. R. Tolkien en Cyberdark.net -
http://www.cyberdark.net/autores.php3?cod=1
La trastienda de la Tierra Media – Artículo de Phil Resch sobre las raíces
de los mitos que se aprecian en la obra de Tolkien
http://www.cyberdark.net/portada.php?edi=6&cod=235
Las dos torres – Especial sobre la segunda película de Peter Jackson -
http://www.cyberdark.net/portada.php?edi=6&cod=111
El retorno del Rey – Especial sobre la tercera película de Peter Jackson -
http://www.cyberdark.net/portada.php?edi=6&cod=268
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