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Por Francisco Javier Esteban (Sisko) y Enric Quílez (Yarhel)
[ Reseña: Cronopaisajes ]
[ El viaje en el tiempo en la cf ]
[ El futuro: ese país desconocido ]
[ Películas de viajes en el tiempo ]
[ El viaje en el tiempo y el rol: una aproximación ]
Introducción
¿Por qué un artículo para hablar acerca del viaje en el tiempo?
La ciencia ficción ha tocado este tema en multitud de ocasiones y desde muchos puntos de
vista, por medio de la pluma de escritores tan dispares como Brian Aldiss, Poul
Anderson, Isaac Asimov, Greg Bear, Gregory Benford, Alfred Bester, Ray Bradbury, Fredric
Brown, Arthur C. Clarke, Philip K. Dick, Robert A. Heinlein, Stanislaw Lem, Robert
Silverberg, Clifford D. Simak, John Varley,...
La lista de autores consagrados que tienen al menos un relato o
novela sobre el viaje en el tiempo parece no tener fin. ¿Por qué el tema provoca tanta
fascinación y tantos ríos de tinta? Tal vez la respuesta sea que el viaje temporal
permite dar rienda suelta a la imaginación, a la vez que obliga a agudizar el ingenio.
Podemos trasladarnos a cualquier época de la Historia o explorar el futuro remoto, pero
las reglas utilizadas marcarán claramente lo que es posible o imposible. Esto, lejos de
resultar inconveniente, es un aliciente que permite al escritor demostrarnos su lucidez.
En consecuencia, la temática es rica en sorpresas.
En este artículo pretendemos repasar los cuentos y novelas que
han abordado el desplazamiento temporal, agrupándolos según las ideas que tratan. Los
primeros suelen ser más propicios para exposiciones con sorpresa final, mientras que las
segundas, dada su mayor extensión, permiten tramas más complejas y desarrollos
conceptuales más sofisticados.
Como es bueno comenzar siempre con los pioneros, debemos
remontarnos a los orígenes de la ciencia ficción moderna y a uno de sus padres
fundadores: Herbert George Wells. Aunque no fue el primero que trató el tema del viaje
en el tiempo...
Wells y su máquina
El interés en el viaje temporal no es, en absoluto, reciente,
pues fue una de las primeras temáticas tratadas en la literatura de ciencia ficción. El
primer relato conocido fue "El reloj que marchaba hacia atrás", de Edward Page Mitchell,
escrito en 1881. En nuestro país, y en una fecha tan “lejana” como 1887, el dramaturgo
Enrique Gaspar publicó El anacronópete, con una máquina que permitía sólo
viajar al pasado.
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La máquina del tiempo |
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Pero el autor que consagró la temática del viaje en el tiempo
fue Herbert George Wells. Su primera incursión en el tema fue el relato "The Chronic
Argonauts" publicado en 1888. Trata sobre un científico que viaja al pasado con la
intención de cometer un asesinato. Unos años después, en 1895, y basándose muy
superficialmente en él, creó La máquina del tiempo, la obra que popularizó la
temática del viaje temporal. En ella, el Viajero se traslada hasta un futuro remoto en
el que la Humanidad se ha escindido en dos especies diferentes: los ociosos e ingenuos
elois y los trabajadores y peligrosos morlocks. La máquina del tiempo es uno de
los romances científicos clásicos de Wells, donde se mezclan hábilmente los temas de
ciencia ficción con los de especulación filosófica acerca del futuro y naturaleza de la
Humanidad.
Es innegable la enorme influencia de este libro, no sólo en la
temática del viaje en el tiempo, que prácticamente inició, sino en toda la ciencia
ficción. Raro es el escritor de género que no ha tenido como referente alguna vez esta
obra.
Cómo viajar por el tiempo
La literatura fantástica ha ideado todo tipo de recursos a fin de viajar en el
tiempo, que podemos clasificar en cuatro grandes grupos: las máquinas del tiempo,
fenómenos naturales o artificiales, la transmisión de información y la transferencia
mental.
Máquinas de todo tipo.
Wells popularizó el concepto de máquina del tiempo, o
sea, un artefacto que permite desplazarnos a una determinada fecha, viajando
a través del tiempo, ya sea al pasado o al futuro. Dicho viaje puede tener
limitaciones, crear paradojas u originar los cambios más dramáticos que uno sea capaz de
imaginar. Por lo general, la máquina suele ser un mecanismo bastante aparatoso, dotado
de ruedas giratorias y con todo tipo de indicadores luminosos, como sucede en
La máquina del tiempo.
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La patrulla del tiempo |
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En los relatos y novelas de la Patrulla del tiempo (Poul
Anderson), el viaje temporal se produce mediante un aparato semejante a un spider
volante, que permite tanto el desplazamiento espacial como el temporal. Mientras, en
Rescate en el tiempo de Michael Crichton, un grupo de historiadores y arqueólogos
deben viajar a la Edad Media mediante unas curiosas máquinas que los escanean mediante
resonancia magnética nuclear, los desintegran con potentes láseres y los envían al
pasado en donde son misteriosamente reconstruidos. Todo ello es posible gracias a una
avanzada tecnología de computación cuántica, no exenta de peligrosos efectos
secundarios.
Por supuesto, algunas máquinas temporales pueden ser
portátiles, como es el caso de Por el tiempo, de Robert Silverberg, donde se
utilizan cinturones con una rueda graduada que les permite seleccionar la fecha de
destino. Pero en general, predominan las máquinas o salas de transporte ("Servicio de
vigilancia", de Connie Willis o "Intenta cambiar el pasado", de Fritz Leiber)
Las naves espaciales también pueden acabar siendo un vehículo
temporal cuando son sometidas a situaciones extremas. Así, en Fiasco, de
Stanislaw Lem, una nave utiliza el intenso campo gravitatorio de una estrella ultradensa
para viajar en el tiempo y acortar así el trayecto. Esto también puede suceder
accidentalmente y no hace falta ir más allá del Sol: en "Houston, Houston, ¿me reciben?",
de James Tiptree Jr. una nave es lanzada al futuro al pasar muy cerca de nuestra
estrella, aunque el futuro no es en absoluto como se lo habían imaginado.
De Asimov son los relatos de la tiotimolina resublimada, en los
que el viaje temporal se ve posibilitado por este producto químico, tan ávido de agua
que se disuelve justo antes de entrar en contacto con ella, cosa que permite, una vez
dispuesta en el casco de una astronave, el viaje espacial y temporal. Este fenómeno se
trata en el divertido relato "Las propiedades endocrónicas de la tiotimolina resublimada"
y en otros de la misma serie como "Tiotimolina para las estrellas".
El viaje puede tener algunas restricciones. En "La carrera de
la reina encarnada", del mismo autor, se destaca el enorme coste energético, por lo que
se precisa de toda la potencia de una central nuclear. Y no es siempre un lecho de
rosas. En "La opción de Hobson" (Alfred Bester) se impone la limitación de que sólo la
carne pueda viajar en el tiempo, esto es, nada de ropa, ni de empastes dentales
ni ningún otro objeto. Por último, en las novelas y relatos sobre viaje temporal de
Connie Willis, la limitación consiste en no poder sustraer ni introducir ningún objeto
de/en el pasado que pudiera ocasionar paradojas temporales, como sucede en
Por no mencionar al perro.
Fenómenos temporales.
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Un guijarro en el cielo |
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A veces, el viaje se produce debido a un fenómeno físico
–natural o artificial– que genera un campo temporal o una disrupción en el continuo
espacio–tiempo (sea ello lo que fuere). Tanto en Un guijarro en el cielo (Isaac
Asimov), como en "El orinal floreado" (Alfred Bester), el protagonista es trasladado al
futuro debido a un fenómeno desconocido de origen nuclear, dejándolo en una época
completamente diferente de la que provenía. El mismo fenómeno es detalladamente descrito
en El triunfo de la Fundación, de David Brin.
También un suceso de origen desconocido, relacionado con
explosiones muy energéticas, es el responsable en "Desayuno en el crepúsculo" (Philip K.
Dick) de que una casa con toda la familia que la habita sea trasladada a un futuro
cercano, en el que el mundo se ha convertido en una devastación horrorosa y en donde la
guerra es el centro de todo.
Estas brechas temporales no son extrañas. Tal es el caso
de "El hombre afectado" de Robert Sheckley, donde un hombre que está a punto de
abandonar su piso para un traslado, descubre consternado que no es capaz de bajar las
escaleras ya que, cuando intenta hacerlo, se ve transportado al pasado. Se trata de un
relato peculiar, escrito con el típico estilo socarrón de Sheckley y que recuerda un
poco a la posterior La guía del autoestopista galáctico de Adams.
Pero tal vez uno de los relatos más espectaculares que se han
escrito nunca sobre fenómenos temporales es "Al margen del tiempo", de Murray Leinster.
En él se nos describe nuestro planeta afectado por un fenómeno de origen desconocido que
hace que diferentes universos paralelos de líneas temporales distintas se mezclen
durante un tiempo. Así, una Norteamérica contemporánea debe convivir con otras
realidades en que ha sido conquistada por la Roma imperial, por los vikingos, chinos o
rusos o en las que el carbonífero aún perdura con su característica flora y fauna.
Naturalmente, dicha convivencia resulta muy problemática...
Enviando y Recibiendo.
Otras veces el escritor quiere que sólo haya flujo de
información por el río del tiempo y no tránsito de materia. Es decir: que circulen sólo
bits y no átomos. Esta información suele ser concerniente al pasado.
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Luz de otros días |
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En relatos como "E de esfuerzo", de T. L. Sherred, "El pasado
muerto", de Asimov o la reciente novela Luz de otros días, de Arthur C. Clarke y
Stephen Baxter, una serie de tecnologías permiten observar el pasado. De parecida
temática es el fix–up Otros días, otros ojos, de Bob Shaw. Mediante un
material, denominado vidrio lento, que frena notablemente la velocidad de la luz en su
interior, es posible observar lo que ha sucedido en el pasado, siempre que haya sido
expuesto ante dichos cristales.
Pero, sin duda alguna, la novela que mejor ha tratado este tema
es Cronopaisaje, de Gregory Benford, en que unos científicos tratan de enviar
información al pasado utilizando un material radiactivo que fue empleado anteriormente
en experimentación nuclear. Benford nos describe dos realidades paralelas: una, un
futuro cercano azotado por una terrible crisis ecológica, y otra, un pasado reciente que
se quiere cambiar a fin de evitar la catástrofe. Lo novedoso de la obra es que lo que se
transmite es información y los científicos del futuro deberán enviar una señal a los del
pasado a fin de llamar su atención e iniciar un curioso, y muy sui generis,
diálogo intertemporal.
El cerebro como máquina del tiempo.
Algunos métodos de viaje temporal no tienen nada de
tecnológico. Tal es el caso de los llamados sistemas de transferencia mental, mediante
la cual un individuo es capaz de conectar con mentes de otras épocas o, incluso, de
viajar mentalmente al pasado y efectuar cambios en la línea temporal. En esta categoría
entrarían también las prospectivas (ver el futuro) y las retrospectivas (ver lo que
sucedió en el pasado).
Un buen ejemplo de ello es "Una y otra vez" de Henry Beam
Piper: tras producirse la Tercera Guerra Mundial, la mente del protagonista se
transfiere a sí mismo cuando era niño debido a una fortuita combinación de explosión
nuclear y de uso de drogas médicas. Pese a volver a vivir en un cuerpo de niño, conserva
todos sus conocimientos de adulto y decidirá cambiar el curso de la Historia.
Asimov nos expone un sistema de transferencia mental en dos de
sus relatos: "¿Intercambio justo?", en que el protagonista viaja mentalmente al pasado
resonando con una mente similar a la suya y alterando sutilmente su propia vida, y "Los
vientos del cambio", en que la alteración es mucho menos sutil y en donde las
consecuencias son de alcance global, redundando en provecho del protagonista. Mientras,
en la novela Memorias de Mike McQuay, los viajeros pueden ir al pasado tomando el
control mental de una persona de esa época, siempre que sea un antepasado suyo.
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El círculo de Jericó |
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El fenómeno de la resonancia mental también se da en "El
mensaje perdido", de César Mallorquí, peculiarísimo relato en que el cerebro del gitano
Gedeón Montoya es tocado al nacer por un rayo de características inefables proveniente
de una civilización extremadamente avanzada. Una de las excepcionales cosas que podrá
hacer Gedeón es entrar en contacto con una misteriosa dama del pasado que no es otra
sino la mismísima reina Ginebra de Camelot.
Un caso especial lo hallamos en "El círculo de cero", de
Stanley G. Weinbaum, que utiliza un curioso argumento: el tiempo es infinito, por lo que
todas las posibles combinaciones de sucesos ya se han dado. De esta manera, y mediante
regresión hipnótica, el protagonista consigue viajar mentalmente a un pasado paralelo a
fin de poder anticiparse a su propio futuro.
Para concluir este grupo, no podemos olvidarnos de "Minority
report", de Philip K. Dick, en el que unos seres (los precogs) son capaces de ver
los crímenes antes de que sucedan, cosa que es aprovechada por la policía para detener
al futuro asesino antes de que mate a su víctima. Este relato, llevado recientemente al
cine, plantea además el siempre espinoso tema del libre albedrío humano con gran
maestría.
La naturaleza del tiempo
El viaje en el tiempo ha suscitado todo tipo de cuestiones
filosóficas. Por un lado, el viaje al futuro plantea la duda de cómo se puede ir a un
tiempo que aún no ha sucedido, mientras que el viaje al pasado puede comportar la
creación de paradojas: ¿qué pasa si retrocedo en el tiempo y mato a mi abuelo antes de
que éste deje descendencia? Yo no podría haber nacido y difícilmente estaría allí para
poder matarlo.
Esto es una manera simple de plantearlo. Si se considera el
tiempo como algo eterno y preexistente –como un río que fluye, pero que está
allí–, es posible viajar al futuro aunque nosotros aún no lo hayamos vivido, pero
el viaje al pasado sólo está permitido si no alteramos para nada la Historia (cosa
difícil). Muchas son las maneras de considerar el flujo temporal y de evitar las
paradojas que la ciencia ficción ha desarrollado. En lo que al viaje al pasado se
refiere (dejaremos para otro artículo el viaje al futuro), hay dos grandes grupos de
teorías: las que permiten alterar el pasado y las que no lo permiten.
Pasado alterable o inalterable
Las teorías que permiten alterar el pasado pueden producir
paradojas temporales o no producirlas. Supongamos el caso típico: viajo al pasado e
intento asesinar a mi abuelo (¡qué fijación!, ¿no?). Si lo consigo, podrían producirse
toda una serie de cambios en cascada o cronoseísmo que alterarían completamente
el futuro. Algunos autores consideran que, aunque alterase el pasado, a mi no me
sucedería nada ya que tengo mi propia línea temporal o bien me he incorporado a otra,
con lo que estaría a salvo de los cambios introducidos en la primera. El futuro será
diferente, pero yo sobreviviré (no se puede decir lo mismo de mi pobre abuelo).
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Crónicas del gran tiempo |
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El relato con mayor renombre en lo que a cronoseísmos se
refiere tal vez sea "Ruido atronador", de Ray Bradbury, excelente ejemplo de la teoría
del caos, en el que la muerte de una mariposa en el pasado remoto acaba teniendo
tremendas repercusiones políticas en el presente. En cambio, en
La compañía del tiempo, de Kage Baker, las pequeñas alteraciones suelen atenuarse
con el paso del tiempo. Esta visión la encontramos en muchas otras obras y parece
indicar la existencia de una ley de conservación de la realidad, mediante la
cual, el tiempo tiende a conservarse tal como es y a evitar los cambios bruscos. Esto
mismo queda brillantemente expuesto en "Intenta cambiar el pasado", de Fritz Leiber,
donde un viajero temporal intenta evitar su propia muerte, pero el tejido temporal es
realmente obstinado...
Un "truco" habitual para evitar las paradojas y los engorrosos
cronoseísmos es la teoría de los multiversos. Así, el universo se escindirá en
dos líneas temporales: en una, mi abuelo está muerto; en la otra, está vivo y yo
provengo de dicha línea temporal aunque ahora esté en la otra. Éste es el modo utilizado
en Las naves del tiempo, de Stephen Baxter o en "Caminando en círculos" de Steven
Utley. Esto, que puede parecer artificioso, ha sido considerado seriamente por los
científicos como solución a otro tipo de paradojas cuánticas mucho más serias (para más
información pregunte por el gato de Schrödinger).
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El libro del día del juicio final |
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Connie Willis, por ejemplo, nos ofrece todo un programa para
solventar las paradojas temporales: el deslizamiento (nosotros programamos unas
coordenadas espacio-temporales conflictivas, pero aparecemos en otras alejadas de éstas).
Si eso falla, el tiempo aún dispone de las coincidencias (altero el curso de la
Historia pero sucede algo muy improbable que lo restaura). Incluso, si intento realizar
un viaje a algún punto de gran trascendencia histórica, el viaje no se producirá.
Podemos ver estos conceptos en libros como El libro del Día del Juicio Final o en
Por no mencionar al perro.
Pero ¿qué pasa si se produce una paradoja? Algunos autores,
como Fredric Brown, llegan a eliminar el Universo entero, pues éstas no son admisibles
("El experimento") o a insinuar dicho cataclismo (“Dragones en el centro”, de Joaquín
Revuelta). Otra posibilidad, utilizada en Por el tiempo de Robert Silverberg, es
que el viajero del tiempo esté protegido de todos los cambios producidos en el pasado
mientras dure su viaje, pero en el momento de retornar al origen se materializarán de
golpe. O sea, si mato a mi abuelo no notaré nada inmediatamente, pero al volver al
presente simplemente desapareceré.
El otro grupo de teorías nos dice que el pasado es
completamente inalterable. Aunque yo viaje al pasado, no lograré producir paradojas. Si
provoco un cambio, éste realmente habrá tenido lugar en el pasado y yo habré sido su
causante. Supongamos que intento matar al abuelo: fallo el tiro y mato al oso que se lo
hubiera comido si yo no hubiese estado allí. O bien: mato a mi abuelo, mi padre no nace,
yo no nazco y, por lo tanto, no he podido viajar al pasado para matar a mi abuelo. Éste
está vivo, porque yo no lo he matado y el tiempo se ha restaurado evitando la paradoja.
"En la carrera de la reina encarnada" (Asimov), un intento de
alterar el presente enviando un objeto de gran relevancia al pasado acaba siendo
neutralizado, pues fue ese objeto precisamente el que hizo que la Historia fuese como es
hoy día. Tal vez el relato más impactante en este sentido sea el divertido e irónico
"La presión de un dedo", de Alfred Bester, en el que los intentos de evitar un colapso
universal serán precisamente los causantes de dicha situación. Con una ambientación más
trágica tenemos el reciente "En El Dorado", de Geoffrey A. Landis, en donde los viajes a
través de agujeros de gusano ponen muchas veces a la gente en situaciones paradójicas
bastante duras.
También encontramos posiciones intermedias. Incluso si
pudiésemos alterar acontecimientos de gran trascendencia, podría ser que las cosas a
largo plazo acabasen no siendo tan diferentes. Este es el argumento de "La ecuación de
Einstein", de Frederik Pohl, en el que unos científicos deciden asesinar a Einstein en
el pasado a fin de evitar el descubrimiento de la energía nuclear y la consecuente III
Guerra Mundial. Por desgracia para ellos, otro científico enunció las teorías de
Einstein y la guerra va a tener lugar igualmente...
Los bucles temporales
Otro de los grandes temas que tratan de explicar y explorar la
naturaleza del tiempo son los bucles temporales, es decir, sucesos que son causados por
ellos mismos. En un bucle de esta naturaleza se viola el principio de causalidad, por el
que las causas preceden a los efectos. Algunos de los más notables relatos del viaje
temporal (y posiblemente de la ciencia ficción) se encuentran en este grupo. Los hay que
son notablemente cortos y concisos: "La flota vengadora", de Fredric Brown, que con su
habitual maestría produce un bucle cerrado en apenas un par de páginas. O uno de los más
enrevesados: "Por sus propios medios", de Robert A. Heinlein, con varios bucles cerrados
afectándose los unos a los otros de manera ingeniosa. Aunque sin duda uno de los más
originales es "Autor, autor", de Philip K. Dick, en el que un fallo en un pionero
sistema de teletransporte origina uno de los libros más influyentes de toda la Historia
de la Humanidad...
El relato más logrado, magistral y definitivo de este tipo lo
constituye sin menor género de dudas el clásico de Heinlein "Todos vosotros zombies",
comentado en la reseña de Cronopaisajes.
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Visiones peligrosas I |
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Tampoco podemos dejar de citar el original y enrevesado "Mein
Führer", de Rafael Marín, por el que desfilan unos pintorescos personajes dispuestos a
todo con el fin de alterar la Historia relativa a la Segunda Guerra Mundial. Como
colofón de este apartado nos gustaría hacer mención del originalísimo "La noche en que
todo el tiempo escapó", de Brian W. Aldiss, incluido en Visiones peligrosas de
Harlan Ellison, donde aparece un peculiar gas temporal, obtenido del subsuelo terrestre,
cuya aplicación permite hacer retroceder el tiempo de manera local y que ha sido
hábilmente canalizado por toda la superficie terrestre. Naturalmente, las consecuencias
de un escape de este gas pueden llegar a ser apoteósicas... La originalidad de este
relato radica en el hecho de que el tiempo parece tener consistencia material y, lo más
interesante, que los cambios temporales son de carácter local y no universal.
Para acabar, el reciente "Con dados cargados" de Rodolfo
Martínez, donde el enfoque de la paradoja y el bucle temporal es diferente, ya que se
recurre a una singularidad determinista, cosa bastante novedosa en el género.
Aplicaciones del viaje en el tiempo
Cuando se habla de máquinas del tiempo, rara vez el tema
central es el mecanismo en sí mismo, sino más bien la aplicación que se le da al viaje.
Si tuviéramos a nuestra disposición una máquina del tiempo, ¿qué haríamos con ella? La
ciencia ficción ha dado muchos usos al viaje en el tiempo, desde el meramente científico
o exploratorio, a la más calculada explotación comercial. Aunque no dejan de sorprender
algunas finalidades de lo más originales, como partidas de caza, turismo al por mayor o
confinamiento de disidentes políticos.
Segundas oportunidades
Una de las utilidades más evidentes es la de intentar cambiar
el presente, que consideramos catastrófico, realizando un viaje al pasado para alterar
la Historia y lograr una segunda oportunidad para no cometer los mismos errores. Por
ejemplo, al producirse una guerra nuclear que ha devastado la ecología del planeta y ha
puesto en peligro la supervivencia de la especie humana ("La ecuación de Einstein"), o
bien una catástrofe ecológica (Cronopaisaje). A veces, la misión tiene éxito y se
logra cambiar el presente según la intención inicial, pero otras el cambio no se produce
según lo previsto y nuestro presente puede quedar igual o peor. Suelen ser historias con
una cierta moraleja: somos lo que somos y no hay segundas oportunidades; o bien: estamos
condenados a repetir siempre los mismos errores. También entran dentro de esta categoría
las huídas de mundos moribundos. En Contra el tiempo, de Rafael Marín y Juan
Miguel Aguilera, los dos protagonistas escapan de una Tierra condenada, al estar el Sol
a punto de convertirse en una gigante roja, viajando al pasado. Sólo que las cosas no
salen como habían previsto, quedando separados por 65 millones de años...
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Puerta al verano |
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En Puerta al verano, de Robert A. Heinlein, encontramos
un doble viaje temporal: uno al futuro mediante criogenia y otro al pasado mediante
máquina del tiempo. La finalidad de ambos viajes es la misma: vivir mejor, aunque para
ello se tengan que crear todo tipo juegos temporales que fuercen al tiempo a cumplir
nuestros deseos. También de Heinlein son las notables novelas Las cien vidas de Lazarus Long
(o Los hijos de Matusalén, como se prefiera) y su continuación
Tiempo para amar, en las que el protagonista nos explica sus idas y venidas por
el devenir del tiempo en busca de la vida eterna, la felicidad y sus orígenes que,
¡cómo no!, acabarán siendo también su destino. Ahí es nada.
Eso sí, no siempre son posibles las segundas oportunidades. En
"Tiempo muerto", de José Antonio Cotrina se nos habla de un proyecto
secreto para observar el pasado mediante una compleja máquina del tiempo. Pero pronto
la cosa se descontrola y descubrimos un futuro terrible del que parece no haber
escapatoria...
La investigación histórica.
¿Qué mejor manera de estudiar el pasado que viajar allí y
comprobar los hechos in situ? En algunas novelas el viaje al pasado sirve de
excusa para describirnos su sociedad con detalle. Por ejemplo, en
El libro del Día del Jucio Final, de Connie Willis, se describe en profundidad la
vida en la Inglaterra medieval devastada por las epidemias. Otro tanto sucede en
Rescate en el tiempo, de Michael Crichton, aunque con un tono mucho más
aventurero. Todo ello sirve de justificación para combinar la novela histórica con la
ciencia ficción. Así, algunos de los relatos que componen La patrulla del tiempo,
de Poul Anderson, cumplen con creces los requisitos. En "El pesar de Odín el Godo", se
describe magistralmente la vida y costumbres de este pueblo en la época anterior a
Atila; también la ciudad fenicia de Tiro en su esplendor ("Marfil y monas y pavos
reales") o la Persia de Ciro ("El valor de ser un rey") son brillantemente retratadas.
En Por no mencionar al perro (Connie Willis), se nos
muestra detalladamente la Inglaterra victoriana, con sus partidos de croquet, sus casas
de campo y su sociedad rígida y clasista, pero no exenta de un delicado encanto. Y
Los sueños de Lincoln sirven de excusa a Willis para hablarnos de dos de los
personajes históricos más importantes del siglo XIX de los Estados Unidos: el presidente
Lincoln y el general Lee.
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Atrapados en la prehistoria |
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La reciente Atrapados en la prehistoria, de Michael
Swanwick, trata de un experimento gubernamental consistente en enviar científicos al
Cretáceo a fin de estudiar los dinosaurios. Por desgracia para ellos, un grupo de
fundamentalistas saboteará el proyecto dejándolos varados en ese peligroso período.
Sólo un enemigo: el tiempo, de Michael Bishop, nos narra
la historia de un hombre que viaja dos millones de años hacia el pasado, hasta el África
oriental y se enamora de una hembra de una tribu de homínidos, de la que acaba teniendo
un hijo. La novela está muy bien documentada según las teorías antropológicas de la
época. Y en el relato "El niño feo", de Isaac Asimov y en su posterior novelización,
El hijo del tiempo, de Robert Silverberg, no se envía a ningún investigador a la
prehistoria sino que se trae al presente a un niño Neanderthal para poderlo estudiar con
detenimiento.
A veces son los viajeros del futuro los que vienen a estudiar o
visitar la sociedad actual, con finalidades no siempre claras. En esta línea tenemos
Los viajeros de las gafas azules, de Juan G. Atienza, o
Las máscaras del tiempo, de Robert Silverberg, en que la presencia del viajero
del futuro desencadena todo tipo de consecuencias sociales.
¿Qué nos depara el futuro?
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Las naves del tiempo |
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Un uso natural para una máquina del tiempo sería satisfacer la
curiosidad sobre nuestro destino. Visitar el futuro permite responder preguntas del tipo
¿cuál es el destino de la humanidad? ¿Tenemos futuro? ¿A dónde vamos? Sobre esto gira el
argumento de La máquina del tiempo de H. G. Wells. En ella un viajero de la época
victoriana viaja a un futuro remoto donde la especie humana ya no existe como tal. En su
lugar encuentra a dos especies descendientes: los elois, que llevan una vida simple y
tranquila en un vergel, y los morlocks, de aspecto siniestro, que viven ocultos bajo
tierra ocupándose de sus máquinas. El viajero toma partido por los elois, que aún sin
ser tan inteligentes como los humanos actuales, se parecen mucho más a nosotros que los
“monstruosos” morlocks. En su continuación "autorizada", Las naves del tiempo de
Stephen Baxter, el Viajero retorna al futuro y, además de ayudar a los elois, aprende
también a ver a los morlocks como herederos de la especie humana, pues a pesar de su
apariencia monstruosa son seres inteligentes y de una gran capacidad tecnológica; como
que construyen una esfera Dyson alrededor del Sol.
El futuro puede ser algo realmente raro e incomprensible, casi
alienígena. Tal es el caso del extravagante El hijo del hombre de Robert
Silverberg, donde nos habla de un futuro increíblemente remoto en el que no queda ni
rastro de nada reconocible hoy día. O también de Silverberg, "Cuando fuimos a ver el fin
del mundo", un interesante relato que describe múltiples formas de fin del mundo, todas
ellas visitadas con fines bastante superficiales por humanos que viven en un presente
casi apocalíptico que no parecen percibir dicha tesitura.
Uno de los relatos más curisosos es "El convector Toynbee" de
Ray Bradbury. Un científico cansado de ver la decadencia y falta de ilusión por el
devenir del mundo contemporáneo, inventa una máquina del tiempo y viaja al futuro, de
donde trae pruebas gráficas de que la Humanidad lo ha conseguido: las ciudades han sido
reconstruidas, la contaminación ha sido desterrada, las especies en peligro de extinción
ya no lo están y hasta se ha vencido al cáncer y a la mismísima muerte, cosa que espolea
a los humanos del presente a avanzar en esa dirección. Se trata de un relato de profecía
autocumplida, aunque nos depara una brillante sorpresa final.
Viaje con nosotros...
Por supuesto, si nuestra sociedad dispusiese de máquinas del
tiempo, sería muy difícil evitar que se les acabase dando un uso turístico, uno de los
puntales de la economía moderna. El pasado sería una fuente inagotable de sensaciones y
lugares para turistas intrépidos y con dinero.
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Por el tiempo |
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En Por el tiempo, de Robert Silverberg, una legión de
turistas viajan al pasado utilizando una máquina del tiempo portátil. Cada grupo está
dirigido por un guía temporal que les va conduciendo por las diferentes épocas, a fin de
que los turistas vean los hechos históricos más importantes, sin obviar los momentos más
morbosos. Y naturalmente, siempre hay alguien encargado de arreglar los desaguisados
producidos por los turistas.
Los turistas pueden provenir del futuro y ser invisibles, a
menos que algún accidente acontezca o el turista quiera conseguir algo. Así, en "El
visitante" de Ángel Torres Quesada, un visitante del futuro contacta con un crítico
literario de ciencia ficción del presente con una finalidad no muy clara. La narración
sirve de excusa a Torres Quesada para exponer ácidamente el carácter de los críticos
literarios.
Las motivaciones de estos viajeros casi nunca son evidentes.
En el impactante "Época dorada", de Henry Kuttner y Catherine Moore, se cambia el punto
de vista usual. Un grupo de turistas del futuro intentan alquilar habitaciones en un
edificio aparentemente normal. La intriga surge al desconocer qué es lo que vienen a
visitar y el porqué de tanto secretismo. Desde luego, la respuesta no defrauda en
absoluto.
Por supuesto, de ser todo esto posible, muchos de nosotros
querríamos ver la Roma imperial o la Jerusalén de Jesucristo ("Vamos al Gólgota", de
Garry Kilworth). Pero apuesto a que la principal atracción serían los dinosaurios.
¿Alguien podría resistirse a ir a verlos? Parece que no, por la enorme cantidad de
relatos sobre este tema: en "La flecha del tiempo" de Arthur C. Clarke, unos
paleontólogos que estudian unas pisadas de dinosaurio viajan al pasado para conocer cómo
eran en realidad. El emotivo relato "Pobrecito guerrero", de Brian Aldiss, trata sobre
un cazador que viaja al pasado para cazar dinosaurios en un acto fútil y con final
ejemplar. En "El día de los cazadores", de Isaac Asimov, se nos muestra un pasado en el
que los dinosaurios son inteligentes y se comportan de manera muy violenta,
estableciéndose un cierto paralelismo con la Humanidad actual.
Y podemos hallar aplicaciones casi surrealistas, como en la
novela El restaurante del fin del mundo, de Douglas Adams, en la que los turistas
viajan al futuro remoto, justo antes del Big Crunch, para disfrutar de una lujosa cena
mientras se contempla el final del Universo. Naturalmente, un instante antes del final
de todo, la maquinaria del restaurante se pone en marcha y lo desplaza a la posición
inicial a fin de poder ofrecer una nueva velada escatológica.
Saqueando el pasado
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La compañía del tiempo |
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Con la máquina del tiempo podemos traer al presente objetos
valiosos. Pero no cualquier cosa, sino sólo aquellas que se sabe que han desaparecido y
que dejaron de ejercer influencia en la Historia, evitándose así las molestas paradojas.
Éste es el argumento central de La compañía del tiempo de Kage Baker y de la
serie de novelas iniciadas con ésta: se envían personas al pasado para que recuperen las
grandes obras de arte perdidas o especies vegetales y animales extinguidas. Además,
debido a un tratamiento biónico, estos viajeros son virtualmente inmortales y dotados de
extraordinarias capacidades, cosa que les hace tener un punto de vista extremadamente
cínico y soberbio.
En un tono más jocoso encontramos "Una estatua para papá"
(Asimov) donde se nos descubre el notable rendimiento que se podría extraer a unos
huevos vivos de dinosaurio... En el más que original "Incursión aérea" de John Varley,
lo que desaparecen son pasajeros de algunos aviones que se sabe van a tener un accidente
catastrófico. Estas personas son llevadas al futuro a fin de evitar que la Humanidad,
atacada por todo tipo de plagas, se extinga.
El saqueo también puede provenir del pasado. Así sucede en el
divertido relato de Robert Sheckley "Los deseos del rey", en que un extraño demonio de
enigmático origen se dedica a saquear los electrodomésticos de una pareja a punto de
casarse para llevárselos a su rey. Otro relato de Sheckley en que se produce algo
parecido (en este caso, un timo) es "Doble indemnización", donde un hombre sin muchos
escrúpulos decide viajar al pasado y simular un peculiar accidente para exigir a
posteriori una indemnización millonaria a la agencia de seguros por tan inhabitual
percance.
Los fisgones
Desde luego espiar el pasado sería otra de las aplicaciones que
le daríamos a una máquina o dispositivo que nos permitiese ver el pasado, y no siempre
con finalidades científicas. En "E de Esfuerzo", de T. L. Sherred, los inventores de
dicho aparato lo utilizan para crear la industria cinematográfica más realista jamás
montada.
El problema es que el pasado es un término muy amplio y el más
reciente puede equivaler, de facto, al presente. ¿Qué político, empresario, actor,
militar o persona anónima desearía que cualquiera pudiese observarlo en todo momento?
Ello representaría el fin de la intimidad con todas las devastadoras consecuencias
imaginables. De esto también tratan relatos como "El pasado muerto" (Asimov) y libros
como Luz de otros días, de Clarke y Baxter, donde se explota brillantemente todas
las consecuencias imaginables del uso de dicha tecnología: fin de la intimidad,
resolución de crímenes, espionaje, estudio histórico e incluso la creación de una red
humana que podría describirse como poco menos que una inteligencia colmenar.
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Aparato de vuelo rasante |
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Los relatos y libros anteriores suelen citar también un aspecto
que supondría esa posibilidad de fisgonear en el pasado: la recreación obsesiva de
momentos angustiantes. Así, la madre que ha perdido a su hijo en un accidente, querría
verlo y estar con él de alguna manera, con las terribles consecuencias psicológicas de
este continuo revival. En un tono menos dramático pero con temática similar,
tenemos "16 de junio en Anna's", de Karen Traviss, donde un hombre revive la juventud de
su mujer grabada mediante una técnica de viaje temporal y que se ha convertido en todo
un clásico para el resto del mundo.
Un enfoque parecido, aunque desde un prisma mucho más
sarcástico, lo encontramos en el relato "El espectáculo de televisión más grande de la
Tierra", de J. G. Ballard, en el que las grandes televisiones planetarias deciden ir a
filmar al pasado los grandes eventos de la Historia y, no encontrando estos tan
espectaculares como la audiencia requiere, no dudarán en contratar extras para
“realzarlos”.
Finalidades políticas y militares
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Estación Hawksbill |
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Por supuesto, sería muy extraño que a nadie se le hubiese
ocurrido una aplicación política o militar para los viajes en el tiempo. En
La estación Hawksbill, de Robert Silverberg, los disidentes políticos del
gobierno totalitario de los Estados Unidos del siglo XXI son exiliados al pasado remoto,
concretamente al período cámbrico, hace más de mil millones de años, por lo que su huída
no sólo es imposible sino estéril.
Alguien puede pensar que sería buena idea viajar al pasado y
ponerle las cosas difíciles al enemigo. Claro que el enemigo puede pensar justo lo mismo
y la guerra extenderse a todo el tiempo. Este es el espectacular marco de
las guerras del cambio, de Fritz Leiber, un conjunto de relatos y novelas cortas
con telón de fondo las eternas –nunca mejor dicho– disputas entre los dos mortales
enemigos: las serpientes y las arañas, de las que apenas nada se dice.
El gran tiempo es la novela de mayor extensión de la serie, mientras que los
relatos han sido recopilados en Crónicas del gran tiempo. Algunos de los más
memorables son "El soldado más veterano", que nos cuenta las batallitas de un soldado
que ha combatido en innumerables guerras a lo largo de su vida, o "La mañana de la
condenación", en donde una persona acaba sirviendo en los dos bandos de la guerra al
mismo tiempo, sin que haya atisbo alguno de traición o doble juego en ello.
La reciente "Legiones en el tiempo" de Michael Swanwick nos
describe una lucha a gran escala por el tiempo que recuerda un poco a las guerras de
Leiber, pero con un tratamiento distinto, pues aquí no se trata de dos facciones
paritarias que utilizan el tiempo como campo de batalla, sino una lucha real entre
diferentes épocas y razas.
De gran originalidad es la idea de Los cronolitos, de
Robert C. Wilson, en donde, sin previo aviso, empiezan a aparecer en la superficie
terrestre unos misteriosos monolitos provenientes del futuro que parecen haber sido
enviados a fin de conmemorar victorias en batallas que todavía no han ocurrido. La
novela explica la historia del protagonista, de cómo esos cronolitos afectan a su vida,
las maneras en que se puede alterar el pasado para que un determinado futuro se acabe
produciendo y explora un tema hasta el momento poco trabajado: la importancia
psicológica de saber que algo va a ocurrir.
La conquista es también el tema de alguno de los relatos de
La patrulla del tiempo, concretamente el que da nombre a la serie ("Patrulla del
tiempo"), en la que un viajero temporal tratará de variar la Historia a fin de conseguir
un futuro mejor. En otros, como en "Delenda Est", los malvados de turno no tendrán
ningún escrúpulo en cambiar algún hecho crucial para poder hacerse ellos
con el control del mundo.
A veces la dominación política no se hace con fines militares,
ni si quiera con fines imperialistas, sino por el bien de la Humanidad. Este es
el argumento de una de las novelas más conocidas de Isaac Asimov:
El fin de la Eternidad, en la que una organización pantemporal e increíblemente
poderosa –La Eternidad– se encarga de velar por nuestro bienestar a lo largo de todas
las épocas, manipulando un poco aquí y un poco allá, procurando introducir sutiles
cambios que conduzcan a una mejora global del sistema. Aunque ya se sabe que el infierno
está lleno de gente que tenía las mejores intenciones y la labor de La Eternidad acabará
teniendo resultados diferentes a los deseados.
Engañando al tiempo
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Naufragio en el tiempo real |
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No siempre se produce un viaje en el tiempo. A veces es el
tiempo el que resulta alterado o burlado de alguna manera, produciéndose unos efectos
similares a los del viaje temporal. Uno de los ejemplos más espectaculares son las dos
novelas de Vernor Vinge: La guerra de la paz y Naufragio en el tiempo real.
En ellas aparecen las conocidas burbujas, que son esferas impenetrables en las que el
tiempo queda prácticamente detenido. Inicialmente, tendrán una función militar, pues
aviones, cohetes y hasta ejércitos enteros serán encerrados en su interior durante
siglos, liberando al mundo de su presencia e imponiendo una sociedad de bajo nivel
tecnológico que podrán controlar fácilmente. Y si alguien se resiste, es confinado en
una de esas burbujas. Cuando algunas de las burbujas se disuelven se encuentran un mundo
muy en el futuro, carente de Humanidad y en el que tendrán que convivir personas de
diferentes épocas e intereses.
En "Tren al Infierno", de Robert Bloch, a medio camino entre la
ciencia ficción y la fantasía, el protagonista hace un pacto con el diablo por el que,
a cambio de su alma, podrá detener el tiempo cuando lo desee y quedarse a vivir allí
siempre. Pero la naturaleza humana es caprichosa y nuestro amigo no encuentra nunca el
momento adecuado. Cuando le llega la hora de la muerte y el diablo viene a reclamar lo
suyo, será burlado en el último instante.
"Jeffty tiene cinco años" (Harlan Ellison) es de aquellos
relatos que son mucho más de lo que parecen. En él se nos cuenta la historia de un niño
de cinco años –Jeffty– que siempre tiene esa edad: nunca envejece. Sus amigos crecen y
se marchan, pero él sigue siendo el Jeffty de siempre. Lo sorprendente es que escucha
programas de radio que ya no existen, puede comer los deliciosos helados de infancia que
el mundo ya ha olvidado y, lo más increíble de todo, puede introducir en su mágico mundo
a los que creen en él. El relato es una alegoría maravillosa y una versión modernizada
de Peter Pan y el niño que no quería crecer.
Anexo
El restaurante del fin del mundo – Adams, Douglas
El bosque de hielo – Aguilera, Juan Miguel
La ruta a trascendencia – Alonso, Alejandro
Hombre en su tiempo – Aldiss, Brian W.
La noche en que todo el tiempo escapó – Aldiss, Brian W.
Pobrecito guerrero – Aldiss, Brian W.
La nave de un millón de años / Anderson, Poul
La patrulla del tiempo (rec.) / Anderson, Poul
Tau Cero / Anderson, Poul
¿Intercambio justo? / Asimov, Isaac
El día de los cazadores / Asimov, Isaac
El fin de la eternidad / Asimov, Isaac
El niño feo / Asimov, Isaac
El pasado muerto / Asimov, Isaac
Guijarro en el cielo / Asimov, Isaac
La carrera de la reina encarnada / Asimov, Isaac
La última pregunta / Asimov, Isaac
Las propiedades endocrónicas de la tiotimolina resublimada / Asimov, Isaac
Los vientos del cambio / Asimov, Isaac
Tiotimolina para las estrellas / Asimov, Isaac
Una estatua para papá / Asimov, Isaac
Los viajeros de las gafas azules / Atienza, Juan G.
La compañía del tiempo / Baker, Kage
El espectáculo de la televisión más grande de la Tierra / Ballard, J.G.
El otoño de las estrellas / Barceló, Miquel & Jorge Romero, Pedro
Las naves del tiempo / Baxter, Stephen
Una y otra vez / Piper, Henry Beam
A través del mar de soles / Benford, Gregory
Cronopaisaje / Benford, Gregory
Computer Connection / Bester, Alfred
El orinal floreado / Bester, Alfred
La opción de Hobson / Bester, Alfred
La presión de un dedo / Bester, Alfred
Solo un enemigo: el tiempo / Bishop, Michael
Tren al infieno / Bloch, Robert
El convector Toynbee / Bradbury, Ray
Ruido atronador / Bradbury, Ray
El efecto práctica / Brin, David
El triunfo de la Fundación / Brin, David
Experimento / Brown, Fredric
La flota vengadora / Brown, Fredric
El Fin / Brown, Fredric
¿Quién anda ahí? / Campbell, John W.
2001: Una odisea del espacio / Clarke, Arthur C.
3001: Odisea final / Clarke, Arthur C.
Cánticos de la lejana Tierra / Clarke, Arthur C.
La flecha del tiempo / Clarke, Arthur C.
Némesis / Clarke, Arthur C.
Luz de otros días / Clarke, Arthur C. & Baxter, Stephen
Tiempo muerto / José Antonio Cotrina
Rescate en el tiempo / Crichton, Michael
El hombre deforme / de Camp, Sprague
Autor, autor / Dick, Philip K.
Desayuno en el crepúsculo / Dick, Philip K.
Minority report / Dick, Philip K.
Jeffty tiene cinco años / Ellison, Harlan
El anacronópete / Gaspar, Enrique
La guerra interminable / Haldeman, Joe
Compradores de tiempo / Haldeman, Joe
Las cien vidas de Lazarus Long / Heinlein, Robert A.
Por sus propios medios / Heinlein, Robert A.
Puerta al verano / Heinlein, Robert A.
Tiempo para amar / Heinlein, Robert A.
Herejes de Dune / Herbert, Frank
Vamos al Gólgota / Kilworth, Garry
Oh tiempo retrocede / Knight, Damon
Época dorada / Kuttner, Henry & Moore, Catherine L.
En El Dorado / Landis, Geoffrey A.
El gran tiempo / Leiber, Fritz
El soldado más veterano / Leiber, Fritz
Intenta cambiar el pasado / Leiber, Fritz
La mañana de la condenación / Leiber, Fritz
Al margen del tiempo / Leinster, Murray
Fiasco / Lem, Stanislaw
El mensaje perdido / Mallorquí, José
El hombre que despertó / Manning, Laurence
Mein Fürher / Marín, Rafael
Contra el tiempo / Marín, Rafael & Aguilera, Juan Miguel
Con dados cargados / Martínez, Rodolfo
Memorias / McQuay, Mike
El reloj que marchaba hacia atrás / Mitchel, Edward Page
Un mundo fuera del tiempo / Niven, Larry
La ecuación de Einstein / Pohl, Frederik
Mundo al final del tiempo / Polh, Frederik
Pórtico / Polh, Frederik
Tras el incierto horizonte / Pohl, Frederik
El mundo invertido / Priest, Cristopher
Dragones en el centro / Revuelta, Joaquín
Otros días, otros ojos / Shaw, Bob
Doble indemnización / Sheckley, Robert
El hombre afectado / Sheckley, Robert
Los deseos del rey / Sheckley, Robert
Entre los latidos de la noche / Sheffield, Charles
E de esfuerzo / Sherred, T. L.
Cuando fuimos a ver el fin del mundo / Silverberg, Robert
El hijo del hombre / Silverberg, Robert
El hijo del tiempo / Silverberg, Robert
El libro de los cráneos / Silverberg, Robert
La estación Hawbskill / Silverberg, Robert
Las máscaras del tiempo / Silverberg, Robert
Por el tiempo / Silverberg, Robert
La gruta de los ciervos danzarines / Simak, Clifford D.
Atrapados en la prehistoria / Swanwick, Michael
Legiones en el tiempo / Swanwick, Michael
Houston, Houston ¿me reciben? / Tiptree Jr., James
El visitante / Torres Quesada, Ángel
16 de junio en Anna's / Traviss, Karen
Caminando en círculos / Utley, Steven
Incursión aérea / Varley, John
El pusher / Varley, John
La guerra de la paz / Vinge, Vernor
Naufragio en tiempo real / Vinge, Vernor
Un abismo en el cielo / Vinge, Vernor
El círculo de cero / Weinbaum, Stanley G.
La máquina del tiempo / Wells, Herbert George
The Chronic Argonauts / Wells, Herbert George
El libro del día del Juicio Final / Willis, Connie
Los sueños de Lincoln / Willis, Connie
Por no mencionar al perro / Willis, Connie
Servicio de vigilancia / Willis, Connie
Los cronolitos / Wilson, Robert C.
Las llaves de diciembre / Zelazny, Roger
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