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   Por Ignacio Illarregui Gárate

   La revista Gigamesh es la publicación dedicada a la literatura fantástica más longeva que se hace en España. También lo sería en lengua castellana si no fuera porque Luis Pestarini y su Cuasar llevan 20 años dando el callo desde el otro lado del charco. Aprovechando que con la publicación de su número 36 (Marzo de 2004) ha habido un cambio de formato, en una refundación ciertamente llamativa, hemos pensado que era un buen momento para recapitular de forma breve, sin profundizar, cuál ha sido la historia de la revista en los últimos 13 años, qué ha ofrecido a sus lectores y qué es lo que se puede encontrar en las páginas de su nueva entrega. Bienvenidos a...

Ciencia ficción, terror y fantasía

Gigamesh 1

   Antes de nada, se hace necesario aclarar que entre 1985 y 1989 aparecieron 12 números del fanzine Gigamesh. Bajo la batuta de su alma máter, Alejo Cuervo, contó con un grupo de colaboradores entre los que figuraban Albert Solé y Juan Carlos Planells. Sin embargo poca información más puedo aportar ya que no he tenido ningún ejemplar delante, más allá de que en el primer número se realizó la convocatoria para los premios del mismo nombre, los más significativos concedidos en nuestro país durante muchos años. Para el que sienta curiosidad por sus contenidos, en Términus Trantor se encuentran recogidos todos los datos.

   Centrándonos en su etapa moderna, su espectacular lanzamiento tuvo lugar en Junio de 1991. Digo bien espectacular porque la revista estuvo disponible en kioscos a lo largo y ancho de la geografía nacional. Sin ir muy lejos, y si se me permite el apunte personal, lo compré en El Astillero, pueblo cántabro de apenas diez mil habitantes donde encontrar un producto de este tipo era comparable a hallar las archifamosas armas de destrucción masiva. La tirada sobrepasó los diez mil ejemplares y un anuncio con su publicación ocupó las últimas páginas de varios libros de las colecciones de Martínez Roca, que, por aquél entonces, dirigía también Alejo Cuervo.

   El editorial hablaba bien a las claras de cuál es su filosofía: “La razón por la que la hemos sacado a la calle es una y simple: nos gusta hacerla. Nos gusta el género y nos gusta compartir nuestra afición. Y, sobre todo, nos gustaría que pudiera convertirse en el vehículo mediante el que todos los aficionados pudieran expresar sus propias ideas. Así pues, nuestras páginas están abiertas a quien quiera hacer uso de ellas y tenga algo interesante que comunicar a los demás.” Algo que, a pesar de la injusta fama de elitista (acepción peyorativa) que se ha ganado, se ha respetado a lo largo de toda su historia y que habla bien a las claras de que Gigamesh ha estado abierta a todo y a todos.

   Igualmente en su interior estaba el canon de lo que ha sido, es y, presumiblemente, será la revista en el futuro. Se abre con una sección de noticias, en aquellos tiempos mucho más prolija y abarcando otro tipo de temas fuera de la literatura. A continuación se sitúa la parte contundente, a la que se dedican más páginas, con algún relato de empaque y/o ensayos sobre los temas propios de la revista. Estos, generalmente, van más allá de la divulgación y entran al fondo de su asunto central, invitando a la reflexión y a un análisis crítico del género, un enfoque que siempre ha resultado inquietante para muchos lectores. Posteriormente se halla la sección de crítica literaria, que da un vistazo a las novedades más importantes del mercado editorial, apoyada en el “Hit Parade” de la crítica, donde se puntúan cada uno de los títulos comentados. En las últimas páginas están el correo de Acerco Gorrión, un lugar donde los lectores pueden dar salida a sus neuras más recurrentes, generando alguna polémica por el camino, y el listado con las novedades editoriales de los últimos meses. Como curiosidad, en sus comienzos también había secciones dedicadas al cine, los juegos de rol, el por entonces incipiente mercado del vídeo y los cómics. Secciones que desaparecieron posteriormente.

Gigamesh 2

   Concretando contenidos, en los tres primeros números aparecieron sendos dossiers dedicados a Stanislaw Lem (nº 2) o al cyberpunk (nº 3), y se tradujeron relatos de aúpa como “La máscara” de Stanislaw Lem o “Quemando cromo” de William Gibson, este último antes de que Minotauro se decidiese por publicar la colección de cuentos con el mismo nombre. También hubo sitio para algunos ensayos difícilmente olvidables, como los firmados por Norman Spinrad sobre la condición del héroe en la literatura fantástica, “El emperador de todas las cosas” (nº 1), o su visión de los autores cyberpunk cuando éste movimiento estaba en su punto más álgido, “Los neurománticos”. A la misma altura estaban “Azar y orden”, un recorrido por la vida y obra de Stanislaw Lem escrito por él mismo; o “La violación de la ciencia ficción” (nº 2), un incendiario y desmedido discurso sobre el estado de la ciencia ficción en EE.UU. a finales de los 80, escrito por un vitriólico Charles Platt.

   No obstante, a pesar de su indiscutible calidad, las ambiciosas intenciones de la empresa se mostraron en exceso aventuradas. El mercado difícilmente admitía revistas dedicadas al cine fantástico, como Fantastic Magazine, o a una mezcla de cine y libros, Blade Runner Magazine, por lo que una publicación centrada casi exclusivamente a la literatura fue un fracaso sonado. Tanto como que después de dos números aparecidos en un intervalo de apenas dos meses, y un tercero que se demoró medio año, Gigamesh entró en un dilatado letargo de tres años y medio.

Recuperando la marcha

Gigamesh 4

   El encargado de resucitar la cabecera, con unas pretensiones más modestas (tirada menor, venta limitada a librerías especializadas), fue Julián Díez, que le dio al invento su forma definitiva. En el sustrato se encontraba la misma idea presente en los primeros números: buscar y promocionar una literatura fantástica, sin importar la etiqueta con que fuese publicada, que se pudiese dar a leer a cualquier lector; manteniendo una línea editorial coherente tanto con la personalidad de su editor (Cuervo) como del redactor jefe (Díez).

   El cambio más visible implicó centrarse de una vez en la literatura (con alguna excepción), obviando el resto de aspectos que sí estaban presentes en las primeras entregas, mientras se buscaban contenidos de calidad que en muchos casos no sólo estaban al mismo nivel que los citados sino que, incluso, llegaron a superarlos. Por ejemplo, en el apartado de relatos despuntaron obras maestras como “La torre Babilonia” de Ted Chiang; revulsivos de la mejor ciencia ficción de ideas como los escritos por Greg Egan: “Axiomático” (nº 7), “Polvo” (nº 11) o “Bebé cerebro” (nº 15); historias menos brillantes pero no por ello menos convulsivas: “La enciclopedia Braille” (nº 7; único cuento disponible en castellano de Grant Morrison) o “La cueva donde Geordi gimió” (nº 22) de Ian Watson; o relatos para meditar sobre la ciencia ficción más clásica, como “Las frías ecuaciones” de Tom Goodwin. Y entre ellos se hicieron hueco los mejores autores españoles de la década de los 90, como Rodolfo Martínez, César Mallorquí, José Antonio Cotrina, Rafa Marín, José Miguel Pallarés o León Arsenal, que no desmerecían nada frente a sus “colegas” foráneos y que encontraron en estas páginas un buen lugar para mostrar que nuestros autores se mantenían despiertos y afinando sus talentos.

   También, al igual que en la primera etapa, hubo ocasión para ensayos mayúsculos, como el de Lem sobre Dick (“Philip K. Dick: Un visionario entre charlatanes”, nº 7), el de Disch sobre la condición juvenil de gran parte de la ciencia ficción americana (“Los motivos de vergüenza de la ciencia ficción”, nº 13) o el inquietante repaso a las atrocidades que realizan los ultrafrikis norteamericanos con sus “idolatrados” escritores (“Xenogénesis”, Harlan Ellison, nº10). Tampoco conviene obviar los exhaustivos repasos por parte de Juanma Santiago a la obra de Sturgeon o Bester (“El altruista definitivo. La búsqueda de identidad del nuevo hombre en Sturgeon”, nº 16 y “¡Bester! ¡Bester!”, nº 24), los artículos de Julián Díez sobre los ensayos sobre ciencia ficción o a las colecciones de género, la discusión establecida entre Alberto Cairo, Rodolfo Martínez y César Mallorquí sobre la necesidad de un canon de la ciencia ficción (enlazados al final),... Se podrían seguir citando otros ensayos o entrevistas, incluyendo alguna marcianada que no se sabe muy bien qué pintaba en la revista, pero cualquiera de los expuestos sirve de muestra de lo que se ha podido leer estos años.

Gigamesh 33

   Independientemente del contenido, se consiguió un logro que parecía imposible y que se ha demostrado muy difícil de repetir: Gigamesh mantuvo una cadencia bimestral durante 18 números, desde Octubre del 97 a Septiembre del 2000, que la llevó a convertirse en referencia fundamental para los lectores de literatura fantástica en España en uno de sus momentos más duros, el temido final de la década de los 90. Pero cuando casi todo el mundo se había olvidado de la inconstancia de los primeros números... recayó en ese defecto que se creía cosa del pasado. Primero los dos meses se transformaron en tres, después los tres en... hasta llegar, p.e., a un año 2003 en el que sólo salieron dos números.

   Durante este tiempo se produjo el relevo de Julián Díez al frente de la revista, agotado después de haberse mantenido al frente del proyecto siete años. Algo normal si se piensa que jugó el papel de hombre orquesta, asignando, seleccionando y corrigiendo todo sus contenidos, redactando otra parte importante o encargándose de la maquetación. El elegido para suplirlo fue Juanma Santiago (nº 32, Septiembre de 2002), que ha conservado las señas de identidad. Para paliar el mal que supone la falta de periodicidad, recuperar la respetabilidad perdida y, de paso, mejorar el aspecto externo o la distribución, planteó una refundación que es la que nos llega ahora con este número 36 (Marzo 2004).

El número 36

   El aspecto externo que presenta es vistoso: un formato idéntico al resto de los libros de su colección, con un interior igual de cuidado; una maquetación muy acertada que diferencia artículos (dos columnas) de relatos (una columna) y que redunda en una lectura muy cómoda; se conservan las apropiadas y variadas ilustraciones interiores; tiene una llamativa portada realizada por el habitual Juanmi Aguilera, que aprovecha ambas tapas... Sólo se echan en falta algunos detalles menores, caso del lomo, donde no figura el nombre de la revista, o, quizás, algún texto que indique qué es lo que se puede encontrar en el interior... Interior que, sinceramente, ha quedado al mismo nivel que el continente.

Gigamesh 36

   Abriendo el número se encuentra el único artículo de esta entrega. "PulpEdiciones, ¿piratería o 'descuido'?", de Alberto Cairo, pone de relieve las tropelías cometidas por la editorial del mismo nombre durante los últimos años. Después de haberse documentado durante un tiempo prudencial, y haber hablado con todos los afectados, ha realizado un exhaustivo recorrido por todos los puntos que era necesario tocar, de una forma ordenada, nítida y, por qué no decirlo, bastante próxima a la objetividad. Tanto como que cualquiera que desconozca en qué consiste el affaire Pulp, tras su lectura, se puede hacer una ajustada composición sobre una situación lamentable que tiene todavía hoy a algunos autores y traductores sin ver un duro.

   A continuación se sitúan tres cuentos que ocupan la nada despreciable cantidad de 65 páginas y que, como es habitual, resultan muy recomendables. Para empezar tenemos un más que aceptable relato de Richard Calder, buena muestra de sus virtudes a la hora de crear y transmitir ambientes decadentes, y bañarnos en una sensación de extraño en tierra extraña que conoce de primera mano. En el oscuro mundo que presenta "Mosquito", el mismo en el que está situado su novela Chicas muertas, las mujeres se han convertido en meros juguetes sexuales y una depravada Europa, caída en desgracia, ha organizado una maquiavélica venganza. Venganza en la que participará involuntariamente una protagonista con una compleja personalidad, algo más que un cliché usado. Estos ingredientes hablan por sí solos y convierten “Mosquito” en una lectura de lo más vívida. Pero, como parece ser su sino, también evidencia algunas de las mayores carencias de Calder. Más allá de la atmósfera, apenas hay nada a lo que asirse: el argumento es venial, su estilo se antoja excesivamente barroco y hace alarde de una desmedida tendencia a la confusión. Más de la soportable.

   Tampoco le hace mucho bien estar justo al lado de una perla como "El infierno es la ausencia de Dios", de Ted Chiang. En ella este autor, que dentro de poco tendrá todos sus cuentos publicados en nuestro idioma, consigue algo que parecía complicado: superar su otro relato traducido hasta el momento, "La torre Babilonia", con el que mantiene una relación la mar de curiosa. Si en aquél nos ofrecía la representación de un mundo en el que la realidad estaban determinada por la concepción que los antiguos babilonios tenían del mundo, y acertaba a trasmitir la fascinación que experimenta alguien que lo está descubriendo, aquí urde un mundo en el que Dios, los ángeles, el Paraíso y el Infierno existen, y todo ser humano sobre la faz del planeta es consciente de esa existencia. Cada día se producen una serie manifestaciones que no sólo atemorizan/iluminan a los que las contemplan, sino que cambian por completo sus vidas, ya sea por los milagros que acontecen... o las desgracias que traen consigo.

   Entramos en ese escenario través de tres individuos cuyas vidas están relacionadas y que afrontan estos hechos con perspectivas encontradas. Neil Fisk, un descreído resignado a ir al infierno... hasta que su mujer ascendió a los cielos después de fallecer en una visitación del ángel Natanael; la "evangelizadora" Janice Reilly, que después de una aparición perdió las piernas cuando todavía estaba en el vientre de su madre y que las recuperó en un evento posterior; y Ethan Mead, que cree que Dios le tiene guardado un destino superior y aguarda una señal. Cada uno, con sus dudas, certezas (que no son tales), temores o necesidades, debe enfrentarse a una tortuosa realidad que, como la nuestra, no sigue unas reglas lógicas por las que guiarse (por más que intentan encontrarlas) y amenaza con pegarles una sacudida descomunal a sus convicciones. A destacar su profundo tono desesperanzado y su desenlace, sumamente cruel y pesimista. Como la vida misma.

   Para completar la terna encontramos el clasicote "Mitkey cabalga de nuevo", al parecer inédito hasta ahora en nuestro idioma, en el que Fredric Brown retoma uno de los personajes más queridos de su bibliografía: Mitkey, el ratón estelar. De nuevo "enfrentado" a los megalomaniacos planes de su inefable compañero de laboratorio, el desquiciado profesor Oberburger, y a un debutante compañero de fatigas que se las intenta dar con queso en su afán de dominar el mundo.

Gigamesh 25

   No obstante, a pesar de las buenas sensaciones que producen, los tres relatos denotan una labor de promoción "demasiado" evidente: ofrecen pequeños bocados que abren el apetito por comprar la colección de Ted Chiang que va a publicar Bibliópolis, leer las novelas de Calder o la apetecible colección íntegra de Brown que publicará próximamente la casa. Y Gigamesh, aunque esté unida a la colección del mismo nombre, ha sido mucho más que un folleto publicitario (de calidad).

   No puedo quitarme de encima la idea de que el comienzo de esta nueva etapa daba para algo más. Quizás se podía haber demostrado otra vez la potencialidad de nuestros escritores con un relato “nacional” o haber presentado una narración señera de allende nuestras fronteras, no vinculada a ninguna novedad editorial. Tal y como se ha hecho en el recientísimo número 37 que todavía no ha llegado a las librerías. Por eso soy de la opinión de que este volumen no es todo lo representativo que debiera, a diferencia de (por citar una entrega) aquél número 25 que ofrecía muestras de la mejor literatura fantástica que se hace en Europa (España, Francia y El Reino Unido) y Estados Unidos (un Silverberg de aúpa). No sólo no ha sido superado sino que ni siquiera se ha intentado.

   A parte de esto, que no deja de ser una opinión más, tenemos los apartados típicos, como la recuperada sección de noticias, el conocido Hit Parade con las puntuaciones de los libros, el correo de Acerco o la nutrida colección de críticas, marca de la casa, entre las que destaca la escrita por César Mallorquí sobre En alas de la canción, que con razón abre la sección. Pocas veces se tiene la oportunidad de leer un análisis tan certero y lúcido como éste, que además hace gala de la notable nitidez propia de Mallorquí.

   En resumen, prescindiendo el pequeño sin sabor, esta refundación es un lugar ideal para unirse al carro de la que es la mejor revista de literatura fantástica que se publica en nuestro idioma y que promete seguir dando motivos de alegría a todos sus lectores.

Enlaces

Gigamesh – Página web de la revista, con un historial de los 36 números que incluye un listado de todo lo que ha aparecido más algunos contenidos, como artículos o críticas.

Gigamesh en Cyberdark.net – Listado de la revista en la base de datos de Cyberdark.net.

Gigamesh en Terminus Trantor – Listado de los contenidos de los 12 fanzines.

Listado de los premios Gigamesh

Miseria de la ciencia ficción: la necesidad del canon – Alberto Cairo

De cánones, estilos y subliteraturasa – Rodolfo Martínez

Anteproyecto para un canon de la CF – César Mallorquí

PulpEdiciones, ¿piratería o descuido? – Alberto Cairo

 

©2004 Ignacio Illarregui Gárate para cYbErDaRk.NeT
Prohibida la reproducción sin permiso expreso del autor

    

2004-10-15 19:08   Nacho
Atlante, Baldur. Antes de nada gracias a ambos (y a fonz) por vuestras palabras.

Recupero un segmento de un párrafo del artículo:

...Y entre ellos se hicieron hueco los mejores autores españoles de la década de los 90, como Rodolfo Martínez, César Mallorquí, José Antonio Cotrina, Rafa Marín, José Miguel Pallarés o León Arsenal, que no desmerecían nada frente a sus “colegas” foráneos y que encontraron en estas páginas un buen lugar para mostrar que nuestros autores se mantenían despiertos y afinando sus talentos.


Es decir, eso del escaso interés mostrado por la revista en promover la ci fi española no sé de dónde habrá salido. Desde luego no de mi teclado. Aunque, como apunta Baldur, lo del número 36 es una excepción que se ha enmendado en el número 37.
2004-10-14 17:01   Baldur
Este artículo nos da una interesantísima visión al respecto de la historia de éste clásico de las revistas del género.

En lo que no estoy de acuerdo es en que la revista no promociona la c-f española. Quizás no lo haga este número, que por otro lado incorpora 3 excelentes relatos foráneos, pero si miramos un poco los números anteriores veremos relatos y artículos interesantísimos de nuestros escritores nacionales, que a buen seguro tampoco faltarán en números posteriores.
2004-09-05 20:20   Atlante

Buen artículo. Totalemente de acuerdo en cuanto al escaso interés mostrado por la revista en promover la ci fi española. ¿Q sentido tiene incorporar únicamente relatos de autores de renombre que además van a ser próximamente publicados?

A mi modo de ver es un desperdicio. Una revista de este tipo no debería tener más ambición que dar una mano a los autores españoles y tratar de ponerlos a la altura de los mejores escritores foráneos.
2004-06-29 22:34   fonz
Pues como breve resumen y oportuno reconocimiento de la trayectoria de la revista está muy bien el artículo. Espero que para la próxima (¿el cada vez menos imposible nº 50?) se haga un especial por todo lo alto, con entrevistas a los responsables y demás. Porque para mí es una revista muy especial, de la que he aprendido mucho, que ha marcado bastante mi manera de ver la cifi y los míticos tres primeros números no es que me los leyera, me los sabía de memoria...