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Por Rafael Vázquez
San Diego, una ciudad de ciencia ficción
Cuando un cúmulo de motivos personales y profesionales me
condujeron a tomar la decisión de continuar mis estudios en la
Universidad de California en San Diego (UCSD) y establecer mi residencia de forma
temporal en esta próspera ciudad –situada al sur del denominado Estado Dorado,
colindante con México–, poco podía imaginar que estaba realizando una magnífica elección
desde el punto de vista de la ciencia ficción. Una afición que llevo cultivando ya casi
unos veinte años, pero que nunca ha guiado mi vida salvo a modo de inspiración.
Por eso, me sorprendió bastante cuando descubrí que la UCSD,
una de las universidades más prestigiosas de la nación y, al mismo tiempo, una de las
más jóvenes (creada en los años 60), es también una de las universidades de los Estados
Unidos en la que más autores exitosos en el campo de la ciencia ficción y la fantasía
han estudiado. Vernor Vinge, Gregory Benford, David Brin, Kim Stanley Robinson o
Raymond Feist son algunos de los nombres más destacados. Precisamente, para una
descripción de San Diego, qué mejor referencia que la obra del mencionado Benford,
Cronopaisaje, libro de contenido parcialmente autobiográfico; las impresiones de
Gordon Bernstein, el joven profesor de física que lo protagoniza, están totalmente inspiradas en las que a
su vez tuvo su autor cuando llegó aquí. Y tampoco difieren mucho de las mías, aunque
hayan pasado casi cuarenta años desde la época descrita en el libro. El entorno de la
Universidad, la zona llamada La Jolla, no ha cambiado demasiado en este tiempo, aunque
ha crecido en gran medida.
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Librería Geisel, edificio insignia de UCSD |
Mi reciente ingreso en Cyberdark.net renovó mi interés en la
ciencia ficción y me espoleó a profundizar más en el género. Así, fue gracias a la
investigación de la biografía de algunos de estos autores californianos como me enteré
de la existencia de la convención anual de ciencia ficción y fantasía de San Diego, la
llamada ConDor. La edición de 2004, la número XI, se celebraba el fin de semana del 27
al 29 de Febrero, y contaba, a parte de los autores arriba nombrados, con Robert
Silverberg como invitado de honor. Ponderé la posibilidad de asistir durante un tiempo,
y la perspectiva, más que probable, de no poder convencer a ninguno de mis amigos de por
aquí a pagar la entrada –45 dólares–, me echaba para atrás; no me decidí hasta el
último segundo. Y, finalmente, el viernes 27, a las cuatro de la tarde, me monté en mi
coche y puse rumbo a la convención. Lo que sigue es una descripción de mis vivencias de
este fin de semana de ciencia ficción, que espero que el lector encuentre tan
interesantes como yo.
Shock cultural: en costas extrañas
La convención se celebraba en la pequeña localidad de Del Mar,
un pueblo al norte de San Diego situado casi a pie de playa. El nivel de vida medio de
sus habitantes, al menos a juzgar por sus casas y sus coches, es de varios órdenes de
magnitud superior al mío. Para solucionar ese problema de exceso tienen un hipódromo
donde derrochar más dinero del que jamás veré. Precisamente enfrente de este inmenso
aspirador de pavos se sitúa el hotel de la convención, el Hilton Del Mar. Para
llegar allí cometí el gran error de elegir la autopista, sin tener en cuenta la hora;
esto me permitió contemplar una vez más ese espectáculo californiano sin par en el resto
del mundo, consistente en ocho carriles atascados simultáneamente, que siempre evoca en
mi mente el principio de la película Trabajo basura.
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Hotel donde se celebraba la convención |
Finalmente, en una cantidad de tiempo superior a la esperada,
llegué al hotel. Tenía aspecto de ser más que decente, pero a primera vista pequeño para
mis expectativas. No me defraudó, sin embargo, la inefable bandera americana ondeando al
viento en el patio de entrada del hotel. El recepcionista me indicó cómo llegar a la
zona de la convención, y una vez allí procedí a registrarme. Tras desembolsar con cierta
reticencia cuarenta y cinco pavos, agarré un programa y eché un primer vistazo a mi
alrededor.
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Un primer vistazo a la convención |
Mi primera sensación fue de decepción y de añoranza a los
dólares que recién había soltado, con lo que ahora se me antojaba cierta ligereza. No
había apenas gente. El área en sí parecía poco más que un pasillo y algunas habitaciones
no excesivamente grandes donde se desarrollaban las diferentes actividades. Pero lo que
más me sorprendió fue la demografía del público asistente. No la composición por
sexos, que era más o menos equiparable, si acaso una pequeña mayoría masculina. No. El
problema es que tenía la sensación de ser, con diferencia, la persona más joven a la
vista; exceptuando a algún niño pequeño correteando aquí y allá, presumiblemente hijos
de alguno de los asistentes, todos parecían tener de cuarenta años en adelante. Por si
la diferencia cultural e idiomática no eran suficientes, esto me hacía aún más distinto,
sentirme aún más aislado. Y realmente era lo último que esperaba encontrarme en la
convención.
Por otro lado, pensándolo un poco, tenía mucho sentido.
Desconozco el perfil del asistente a convenciones en España, pero me imagino que será
más heterogéneo en edades. No obstante, la ciencia ficción tiene muchos más años de
tradición –de tradición fuerte– en Estados Unidos que en España, y cuando esta gente
estaba en su adolescencia o eran aún niños, sería más o menos cuando el hombre pisó la
Luna por primera vez, y la ciencia ficción estaba en su momento álgido de popularidad.
La juventud de Estados Unidos parece no leer mucho, y su bagaje consiste más en
películas que en libros. Me pregunto si en España pasará algo así y si dentro de veinte
años, en las convenciones, el ambiente será similar.
Más adelante llegué a apreciar este ambiente más maduro y
serio, menos friki pero igualmente devoto y bastante participativo –como comprobé en las
mesas redondas–. Además conforme avanzó la convención fue apareciendo más gente joven,
aunque siempre en minoría.
Cosas que hacer en ConDor cuando estás solo
Mi primer paso fue recorrer todas las salas y pasillos para ver
las diferentes actividades que se ofrecían. Éstas eran muchas: en mi mente se formó la
idea de que ConDor no era sino algo parecido a Cyberdark.net y sus diferentes secciones,
grupos y foros, todos encarnados físicamente en una convención.
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La sociedad de Star Wars de San Diego |
El pasillo principal: como se puede ver en la imagen,
era la zona común de la exposición desde donde acceder al resto, y donde estaban los
stands de la organización y de información sobre otras convenciones futuras,
venta de camisetas y demás merchandising, actividades y grupos de aficionados de
diversa índole. Entre ellos destacaban la Sociedad Internacional de Marte –sobre la que
hablaré más adelante–, la sociedad de Star Wars de San Diego, la Gen Con –convenciones
dedicadas a juegos de rol–, y un stand que hacía publicidad de la serie
Stargate
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Han Solo recibiendo al público |
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Yo y Darth Maul |
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Sala de cine: equipada con un equipo de proyección de
cine y una pantalla grande, para delicia de los aficionados al séptimo arte. El programa
consistía en películas de ciencia ficción o fantasía, en su mayor parte bastante
antiguas. Clásicos como La fuga de Logan, El jovencito Frankenstein,
The Day the Earth Stood Still,... El viernes, en concreto, La trilogía de
La guerra de las galaxias (episodios IV-V-VI) en su edición especial, y las tres pelis
del tirón, con pausa de cinco minutos entre cada una. He de decir que caí en la
tentación y ésta fue mi actividad de viernes noche; no pensaba hacerlo pero empecé a ver
un cachito y me enganché automáticamente... Evidentemente, está en mi naturaleza o en la
de cualquier buen friki. En esta proyección, como por otro lado era previsible, la edad
media de los asistentes descendió incluso por debajo de la mía.
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La entrada a la sala de Anime |
Sala de animé: para los aficionados al animé,
proyectaban joyas como Vampire Hunter D, Nausicaä;, Macross Plus,
Evangelion, Cowboy Bebop o la más reciente Wolf’s Rain. No dediqué
mucho tiempo a esta sala, puesto que la pantalla era decepcionantemente pequeña y gran
parte del material ya lo había visto. En su interior, sin lugar a dudas, se podía
encontrar la gente más joven de la convención.
De las salas donde se celebraron las mesas redondas hablaré más
adelante, puesto que fueron mi principal actividad en la convención.
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La sala de juegos de rol |
Sala de juegos, una serie de mesas redondas, no
demasiadas, dedicadas a diversos juegos oficiales de la RPGA, una asociación
internacional de juegos de rol de la que fui miembro hace ya muchos años, cuando estaba
metido en el mundillo; hace tiempo que lo abandoné, así que no perdí mucho tiempo es
esta sala, aparte de para tomar nota del hecho de que, una vez más, la edad media de los
jugadores era bastante elevada. Una visión que sería inusitada para mucha gente que
opina que los juegos de rol son una pérdida de tiempo a la que se dedican niñatos. Otra
cosa que me llamó la atención fue una partida de la primera edición del AD&D. Se
ve que de nostálgicos está el mundo lleno.
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Dealer’s Room |
Dealer’s Room: Aquí los vendedores tenían stands
donde ofrecían desde libros de segunda mano y revistas, hasta joyería, accesorios para
disfraces, pósters y libros de los autores que asistían a la convención. Intenté
contenerme en la medida de lo posible, pero mi cuenta de gastos se incrementó en veinte
dólares con la compra de A Fire Upon the Deep de Vernor Vinge y
The Man in the Maze de Silverberg. Libros que había visto recomendados en
Cyberdark.net con sus autores cerca para firmarlos... demasiado tentador.
Sala de Arte Fantástico: Estas salas estaban dedicadas
a una exposición de arte, amateur y profesional, original o inspirado en ciencia ficción
y fantasía –lo que más abundaban eran las elfas y los dragones–. El nivel medio, a mi
poco entrenado ojo, me pareció más que aceptable, con algunas obras que encontré de gran
calidad. Todo lo expuesto estaba en venta, con un sistema de subasta que no detallaré;
los precios de salida de todas las obras que me resultaron atractivas eran elevados,
salvándose mi cartera de mayores desembolsos. Me sorprendió ver arte claramente digital
a un precio más elevado que dibujos manuales de gran calidad. No me dejaron hacer
ninguna foto, ni siquiera a distancia, para proteger los intereses de los artistas;
aunque no entendí bien su negativa y un intento de foto fue obstruido por una enfadada
"guardiana del arte". Su corpulencia fue más que suficiente para impedirla.
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El ganador del concurso |
Algunas de estas salas se reconvirtieron para algunos actos,
como el concurso de disfraces, la subasta de libros y juegos con fines humanitarios, la
música improvisada –por los participantes–, las clases y prácticas de un baile clásico
inglés (creo que del siglo XVIII), el concierto de música tradicional, o el baile de
música moderna. No participé en ninguna de ellas puesto que fueron simultáneas con otras
que me interesaron más o ya me encontraba cansado del resto del día. No dudo que de
haber ido acompañado posiblemente me hubiera animado a hacer más cosas, y lo que más me
interesaba, el concurso de disfraces, me lo perdí casi íntegramente por un pequeño
desajuste horario. De todos modos conseguí capturar algunas imágenes del jovencísimo
ganador.
Mesas redondas: acuerdos y desacordes
La principal actividad en la que pasé una buena cantidad de
horas fue la asistencia a diversas mesas redondas, charlas sobre diferentes temas
entre autores más o menos conocidos, algunos expertos locales, y el público, que en
general era bastante participativo. Paso a detallar resumidamente las mesas redondas a las que
asistí.
Fever Dream – Writings of an altered conscience
En esta mesa redonda algunos escritores discutieron sobre sus
experiencias escribiendo en estados alterados de la conciencia, con elevada fiebre o
bajo la influencia de drogas. Curiosamente el tema fue derivando y acabaron hablando de
sus costumbres como escritores, o de cómo criar un niño y escribir a la vez.
Comics: The Ascendancy of the Writer
David Brin y otros autores y dibujantes discutieron sobre las
posibilidades del cómic como medio para la ciencia ficción, y la interacción entre el
escritor y el dibujante. Brin aprovechó para presentar alguno de sus tebeos. Se criticó
la producción de ciencia ficción de Hollywood y la poca calidad de muchos guiones, y se
apostó por un futuro en el que sea posible que un escritor, un dibujante, un programador
y un músico puedan realizar una película completa y de calidad por sí mismos, sin
necesidad de un presupuesto millonario.
The Mars Society presents: San Diego Contributions to Mars
Exploration
La sociedad de Marte es una organización internacional de
entusiastas que apuestan por una futura expedición tripulada a Marte. Ante la falta de
programas oficiales al respecto, organizan simulaciones en lugares remotos y áridos
(Utah, Islandia), donde miembros de la sociedad experimentan con lo que podría ser el
ambiente hostil del planeta rojo. Geoffrey Landis, autor de ciencia ficción que trabaja
en la NASA, explicó con entusiasmo las actividades de la sociedad y, en concreto, lo que
se ha hecho desde la sede de San Diego.
How Do Writers Think About Writing
Todd McCaffrey, Kevin Andrew Murphy, Vernor Vinge, William
F. Wu y otros discutieron sus métodos de escritura y el origen de su inspiración, así
como la influencia de su educación en su obra. Obsérvese en la foto el segundo libro
contando desde la izquierda que K. A. Murphy exponía: "Poets Against the War"
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Kevin Andrew Murphy, Vernor Vinge, Todd McCaffrey y otro participante |
Aliens as Gods: Judgement on Humanity
Mesa redonda muy interesante, con participantes de la talla de
Robert Silverberg y David Brin. Se discutió sobre los argumentos de ciencia ficción en
los que una raza alienígena es tan superior a la humanidad que se les puede llamar
dioses. La conversación terminó girando en torno a la religión, los mormones –cuando
salió el nombre de Scott Card– y la ciencia como revelación divina. Especialmente las
discusiones entre el showman Brin y el más ponderado y tranquilo Silverberg.
Does an Infinite Universe Lead to All Possible Matter and
Events?
Una de las mesas redondas más apasionantes. Vernor Vinge, John
Vos Post –conocido escritor científico y, también, autor de algunos relatos de ciencia
ficción– y otros participantes discutieron desde las tesis de Giordano Bruno, hasta un
artículo, recientemente aparecido, que postulaba la existencia en nuestro propio
universo de réplicas de nuestro mundo, con pequeñas variaciones, a distancias
inimaginables. Se habló del significado del infinito, de cosmología y de mecánica
cuántica. Especialmente la activa, llamativa, y… depresiva participación de un niño de
trece años situado entre el público, discutiendo con ellos sobre matemáticas y mecánica
cuántica.
Why is SF Losing the Market to Fantasy?
Greg Benford y otros autores discutieron por qué la ciencia
ficción representa solamente un 5% de las ventas de libros en Estados Unidos, frente al
20% de la fantasía y los mucho mayores porcentajes del terror y las novelas románticas;
no se llegó realmente a ninguna conclusión nueva. Se esgrimieron los típicos argumentos
acerca de la pérdida de la fe en la ciencia, la caída del programa espacial o el
incremento de mujeres lectoras -con preferencia, parece ser, por el género fantástico-.
Good & Bad Reasons for Genetic Manipulation
Vernor Vinge, John Vos Post y otros hablaron sobre ética,
ciencia y genética en el pasado, el presente y el futuro. Una interesante discusión de
actualidad que Vos Post terminó con la frase lapidaria: "vuestros tatara-tatara-nietos
no sólo vivirán en un mundo muy diferente, sino que tendrán un aspecto muy
diferente"
Enviromental Responsability as a Theme in SF
Diversos autores, entre los que destacaba el ácido John
DeChancie, abordaron el tema de la ecología, el medio ambiente y la ciencia ficción; la
charla se tornó más realista y política, y se criticaron las actitudes del gobierno de
USA al respecto, poniéndose ejemplos de otros países.
Back to the Moon!
La última mesa redonda a la que asistí tenía un ilustre elenco
de participantes: Vernor Vinge, Greg Benford, Geoffrey Landis, John Vos Post y Christine
Carmichel, todos autores con un importante background científico. El diálogo
versó sobre las declaraciones de Bush al respecto de volver a la luna, y se tachó de
imposible con el presupuesto que se pretende asignar. Se habló de la necesidad de
reactivar el programa espacial, de tratar de encontrar un modo de atraer iniciativa
privada para resolver la falta de fondos, y de centrar la investigación y los recursos
en intentar realizar un sistema barato y fiable para poner objetos en órbita. De los
programas espaciales de otros países (China, India). Pero la palabra colaboración nunca
se mencionó, sólo la palabra competición.
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John Vos Post, Christine Carmiche, Geoffrey Lanids, Greg Benford y Vernor Vinge |
El castillo de Lord Silverberg
El sábado, a la una de la tarde, llegó el momento que todos
estaban esperando. La noticia de que la SFWA (Science Fiction Writers of America) había
decidido otorgar el galardón de Gran Maestro a Robert Silverberg, invitado de honor de
la convención, se podía ver por todos los rincones, en un anuncio improvisado
confeccionado apresuradamente. Silverberg pasaba así a ingresar en un selecto club
compuesto por poco más de veinte nombres de tremendo prestigio. Así pues, su charla,
Robert Silverberg: Fifty Years of Science Fiction, se convertía en su primera
declaración pública tras saber que había obtenido el nombramiento. No era ninguna
sorpresa que la sala estuviera abarrotada por un público ansioso por escuchar sus
palabras.
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Silverberg, nuevo Gran Maestro de la SFWA |
El flamante nuevo gran maestro, vestido con una camisa negra y
luciendo una perilla blanca pulcramente afeitada, llegó puntual y con paso firme, a
pesar de sus setenta años. Se dirigió a su posición de orador solitario, donde fue
saludado por los numerosos flashes de la audiencia, entre ellos el mío, que le
obligaron a entrecerrar los ojos.
La organización introdujo brevemente al autor, anunciando
finalmente su nombramiento de Gran Maestro, lo que fue respondido por un largo y cálido
aplauso del público. Finalmente Silverberg comenzó a hablar, con una voz clara y potente,
que para nada denotaba su edad, y con un acento, aunque americano, perfecto y muy
inteligible, permitiendo entender prácticamente todas y cada una de las palabras que
decía. Nos agradeció nuestra presencia y reconoció que, tras meditarlo, había decidido
no renunciar al premio de Gran Maestro, lo que fue recompensado con risas del público y
más aplausos. Y empezó a hablar de sí mismo. Durante unos treinta minutos, sin apenas
interrupciones y sin ningún tipo de notas o pausas en su discurso, con unas excelentes
dotes oratorias, perfiló un vívido cuadro acerca de sus cincuenta años como escritor de
ciencia ficción.
He de confesar que realmente me resultó admirable, o tal vez
envidiable. Silverberg empezó a escribir muy joven, como muchos otros, y con apenas
veinte años ganó su primer dinero con la publicación de una historia en cierta revista.
Para cuando salió de la universidad, ya publicaba lo suficiente como para poder
dedicarse plenamente a escribir. Y así hasta la fecha. Silverberg jamás ha conocido
otro trabajo que no sea el de escritor –si acaso el de editor, íntimamente relacionado–.
Reconoció que no fue una decisión consciente; si se lo hubiera pensado jamás habría
creído que un autor de ciencia ficción pudiera ganarse la vida escribiendo.
No obstante, además de escribir bien, tiene el don de
escribir mucho. Es un autor prolífico, lo que es importante para ganarse la vida con
esta profesión, además de no ser mal negociante y no haber dudado en editar y recopilar
relatos de otros autores. La posibilidad o imposibilidad de ganarse la vida como autor
de ciencia ficción trajo algunos ejemplos tristes a su mente, de escritores que él
conoció, menos prolíficos o peores negociantes, como Philip K. Dick o Theodore Sturgeon;
el primero vivía con un salario ínfimo, ridículo, y el segundo criaba conejos para
comérselos. Comentó que si las adaptaciones cinematográficas de Dick, tan populares hoy
en día, hubieran llegado a tiempo, las cosas habrían sido muy diferentes para él.
Pero para Silverberg, escribir no siempre fue fácil. En los
años setenta decidió que ya había dicho todo lo que tenía que decir en ciencia ficción y
decidió abandonar –en su mente, para siempre– el oficio de la escritura, al menos en
este campo. Aunque otros autores y amigos le dijeron que era una crisis, que era normal,
que la superaría, él los ignoró y no escribió nada por un periodo casi de cinco años. Su
retorno a la escritura no podía ser más peculiar; estando en el jardín de su casa, se le
vinieron a su mente unas palabras: El castillo de Lord Valentine, unas palabras
que no se podía sacar de la cabeza. Pensó que se podía escribir un buen libro de ciencia
ficción con ese título, y se dedicó a escribir un boceto de cómo sería, un boceto que
ocupó unos veinte folios. Y de ahí salió una de sus más importantes y conocidas
obras.
También refirió algunas anécdotas sobre los premios de Gran
Maestro; comentó que Harlan Ellison, seis meses mayor que él, le había dicho que
esperaba ganarlo antes gracias a la diferencia de edad. O cuando Asimov ganó el premio
–hasta el momento, el autor más joven que lo ha ganado– y Silverberg se acercó a
felicitarle, Asimov agarró el trofeo con fuerza y le dijo: "You can´t have it, you
can´t have it!".
Una vez transcurrido algo más de la mitad del tiempo de la
charla, Silverberg nos pasó el testigo a los que allí estábamos. "Podéis preguntarme
lo que queráis", dijo, "Cincuenta años de experiencia en el mundo de la ciencia
ficción están a vuestra disposición, tengo muchas cosas que contaros que os pueden
interesar... si sabéis hacer las preguntas apropiadas".
La gente allí presente preguntó todo tipo de cosas, algunas más
interesantes que otras. Sobre las preguntas acerca de su rutina como escritor, por
ejemplo, comentó que solía dedicar la mañana a escribir –antes, cuando era más joven,
todo el día–, y su resultado solían ser unas diez o doce páginas diarias. Por otro lado,
explicó que siempre trabajaba escribiendo en primer lugar un boceto completo de la
historia a desarrollar, en un número de páginas que podía llegar a las 20.
Preguntado sobre su momento actual, Silverberg reconoció que
ahora mismo no está escribiendo nada, pero que es algo temporal, no significa que haya
dejado de escribir. Confesó que había albergado la esperanza de ser alguna vez el
escritor de mayor edad ganador de un premio de prestigio, pero que Jack Williamson y los
premios que obtuvo no hace mucho, a la edad de 92 años, se lo han puesto, posiblemente,
demasiado difícil.
La gente también expresó curiosidad sobre su relación con
Asimov, con el que le unía una buena amistad, y los libros que escribió en colaboración
con éste, basándose en algunos de los relatos cortos del otro Gran Maestro. Contó que
Asimov había desdeñado el escribirlos él mismo en favor de otros proyectos de
divulgación científica que tenía en mente, y lo había recomendado a él, aceptando
colaborar en el proceso. Esto le obligó a mantener una relación constante con Asimov,
llamándole con frecuencia, de costa a costa –Silverberg vive en la Bahía de San
Francisco, Asimov vivía en Nueva York–. En concreto se refirió con tristeza a cuando
tuvo que hablar varias veces con él y su muerte era ya inminente. Cuando le preguntaba
cómo estaba, la respuesta de Asimov era, invariablemente, "muriéndome". Fue una
experiencia dura, para él, tener que consultarle en esos momentos acerca de El hombre
bicentenario, para terminar de escribir la novela The Positronic Man, cuyo
final, por todos conocido, también es agridulce y versa sobre la muerte.
Cuando le preguntaron sobre su relato favorito, Silverberg
explicó que no tenía uno concreto, sino tal vez varios. En concreto se quedaba con
Muero por dentro, El castillo de Lord Valentine y otro más cuyo título no
entendí –lo siento–.
Otra persona le preguntó si alguna vez se había relacionado
con Bradbury. Silverberg comentó que, aparte de haber charlado ocasionalmente con él en
alguna convención, no tuvo ningún tipo de relación especial con él, excepto en una
ocasión en la que, actuando como editor, le escribió personalmente para pedirle que
bajara el precio que pedía su agente por un relato para una colección. Bradbury accedió
sin problema. A este respecto, Silverberg nos preguntó si conocíamos a Kuttner. La mayor
parte de la audiencia asentimos –allí no había recién llegados al mundillo–. Nos comentó
que Kuttner ha sido siempre uno de los autores más difíciles de publicar por los precios
extremadamente elevados que el agente en posesión de sus derechos, con el propio Kuttner
ya fallecido, pedía por norma; cinco o seis veces más que otros buenos autores. Y
conjeturó que tal vez es esa una de las razones por las que es mucho menos conocido de
lo que merece.
Hubo algunos comentarios acerca de películas basadas en libros
de ciencia ficción. En concreto le preguntaron si fue consultado para la realización del
guión de El hombre bicentenario, teniendo en cuenta su colaboración con Asimov.
Silverberg fue, en efecto, consultado, aunque no en profundidad, y su presencia se
admitió en el plató cuando los realizadores comprendieron que no iba a interferir lo más
mínimo. Silveberg admitió que no es su trabajo hacer guiones y que, si bien le agrada
que trabajos suyos sean llevados a la gran pantalla –por la compensación económica que
esto conlleva–, no tiene especial interés en ello. Comentó, asimismo, que posiblemente
pronto se empiece a rodar una versión cinematográfica de El libro de los cráneos.
Silverbeg admitió, tras una pregunta al respecto, que su tarea
de editor le había reportado pingües beneficios sin tener que realizar un excesivo
esfuerzo, e incluso disfrutando de poder compartir con el gran público los relatos que
más influyeron en su carrera; en su opinión, un escritor de ciencia ficción nunca tiene
el suficiente dinero como para poder dejar escapar oportunidades de conseguirlo.
Me llamó especialmente la atención que, a lo largo de toda la
charla, expresó en diversas ocasiones su desencanto con las tendencias actuales de
ciencia ficción y fantasía. En su opinión, no sólo él, sino otros muy buenos autores,
habían trabajado muy duro para elevar el género más allá de sus comienzos, y para
superar estereotipos estilo "gran héroe americano" (palabras textuales).
Silverberg opina que otra vez se está recayendo en ese tipo de literatura, sin
profundidad ni interés real, muy alejada de todo lo que la auténtica ciencia ficción
puede ofrecer.
En esencia, esta fue la charla de Silverberg, al que la
audiencia despidió con un cálido aplauso. Sin duda, el momento cumbre de la convención.
Tiempo de firmas: los trofeos
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Tiempo de firmas para Silverberg |
En los minutos entre charla y charla, en los encuentros
casuales con los autores por los pasillos, o en su tiempo oficial de firmas, cualquier
momento era bueno para conseguir el autógrafo de alguno de los autores más o menos
conocidos que por allí pululaban. He de reconocer que soy un amateur al respecto, al
menos al lado del cazador de firmas profesional. Éste viene cargado de maletas, con
primeras ediciones y, por supuesto, todos los libros de pasta dura, con la única
excepción de los ejemplares de revistas con relatos cortos. Yo, con mis cuatro libritos
de pasta blanda, dos de ellos recién adquiridos, me sentí un tanto pardillo. Si hubiera
podido acceder en ese instante a mi biblioteca en España hubiera sido feliz; todos los
frikis que hacían cola se hubieran quedado alucinados con la edición en castellano de
sus autores favoritos.
Las colas en las sesiones de firmas oficiales eran divertidas.
Se permitían cuatro ejemplares por persona, con la que la gente –cargadita de bolsas y
maletas– retornaban de nuevo al final de la cola una y otra vez hasta completar toda su
colección. En cualquier caso, y aunque mucho menos impresionante que las primeras
páginas de algunas colecciones de relatos cortos –vi algunas con al menos diez firmas–,
muestro orgulloso mis trofeos de aquel fin de semana.
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Algunos trofeos obtenidos |
Conclusiones finales
Definitivamente, la experiencia fue de lo más positiva. Y no va
a ser la última; no me perderé la próxima edición. Ya que estoy en California tendré que
aprovechar las cosas buenas que tiene. Y, desde luego, ésta es una de ellas. Hay otras
tentaciones en zonas geográficas próximas; en Los Ángeles, a dos horas en coche,
hay varias convenciones anuales. Y en una de ellas, a celebrarse el próximo Otoño, el
invitado de honor no es otro sino el mismísimo Tim Powers... Aunque sólo sea para
mirarle a los ojos y comprobar la fuerza de su mirada, creo que no puedo dejar de
ir.
La única pega fue ir solo, y no haber llegado a conectar, realmente, con nadie;
no más allá de un puñado de conversaciones... Precisamente, aprovecho la conclusión para
extender la invitación a cualquier compañero/a de Cyberdark.net que se quiera animar a
venir a estas costas extrañas por alguna de estas ocasiones; pilla lejos, pero merece
la pena. Y yo con mucho gusto ofrezco mi hospitalidad a cambio, sencillamente, de
compañía.
Enlaces
Hispacón 2003 – Crónica de la última convención celebrada en nuestro país. Un excelente lugar para comparar con lo que nos ha contado este artículo.
Asturcon 2003 – Especial dedicado a la Asturcon del año pasado. Otra muestra de cómo se realizan estos eventos en nuestro país.
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