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por Lydia Vega Loizaga
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Guerra en dos frentes y sólo una esperanza
“La fuerza de Lord Voldemort para extender la discordia y la
enemistad entre nosotros es muy grande. Sólo podemos luchar contra ella presentando
unos lazos de amistad y mutua confianza igualmente fuertes.”
Así, con estas palabras en boca del Dumbledore, el director del
Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, se cerraba el cuarto libro de la saga de Harry
Potter, en una apelación a la unión de todos lo magos y brujas para luchar contra el
mago más malvado de todos los tiempos. Una llamada desesperada que choca de frente
contra el orden establecido del mundo de los magos, ya que su máximo representante, el
Ministro de Magia, Cornelius Funge, se niega a creer en el regreso de Voldemort, a
pesar de que es una realidad. Esta divergencia de opiniones, de ver la realidad y de
enfrentarse al peligro que representa la vuelta del Señor Oscuro, es el punto de
partida de Harry Potter y la Orden del Fénix.
En la quinta entrega de la saga, la autora J. K. Rowling nos
presenta a un Harry de quince años, en plena adolescencia, lleno de temor, con un
sentimiento cada vez más acusado de soledad y de sentir que nadie, excepto él mismo,
puede hacer nada para terminar con Voldemort. Es el paso a la madurez del personaje
protagonista y de sus amigos, a la par que del desarrollo de las personalidades de
los adultos, que en esta quinta entrega de la serie se van acercando más al mundo de
los niños, niños que ya están dejando atrás su infancia y se adentran en la
adolescencia.
Es precisamente en este paso, siempre traumático, conflictivo y
lleno de temores, donde la soledad del protagonista se hace cada vez más patente, no
sólo para el propio Harry, sino también para los que le rodean. Su afán de
protagonismo, de sentirse diferente e incomprendido por los suyos, le llevará a un
desenlace trágico por impredecible.
Hogwarts, lugar de conflicto
Está claro que desde el primer libro de la saga, Voldemort es el
enemigo a batir, pero la escritora británica parece empeñada en ponerles a los
protagonistas en más apuros de los necesarios, sin escatimarles problemas y
sufrimientos. Así, en Harry Potter y la Orden del Fénix, J. K. Rowling nos presenta
una guerra abierta en dos bandas, dos frentes igual de peligrosos que se dan cita
tanto en Hogwarts como en el resto del mundo mágico.
Y es que es en este quinto libro donde más desarrollado está el
mundo en el que viven los magos. Si en las entregas anteriores la autora había
centrado las historias tanto en el colegio y sus alrededores, en los escenarios
londinenses del Callejón Dragón y la estación de Kings Cross, y en los domicilios de
Harry y Ron, aquí tenemos la oportunidad de conocer cómo es la vida de los magos fuera
del colegio. Así, siempre en medio de la guerra solapada que nuestros protagonistas
mantienen tanto contra el Ministerio de Magia como contra los esbirros de Voldemort,
podemos visitar el Hospital San Mungo de Enfermedades Mágicas o el propio edificio del
Ministerio. Es precisamente en esta descripción detallada y minuciosa del mundo que
rodea a Harry Potter donde Rowling realiza las mayores críticas contra el mundo real
inglés en el que la propia autora vive.
Pero como siempre, es en la escuela donde se centra la mayor
parte de la acción. En un Hogwarts que cada vez es más sombrío, más oscuro, donde los
peligros parecen esperar al protagonista detrás de cada rincón, en su propia cama y
hasta en los propios profesores. En esta ocasión la mayor amenaza se encuentra dentro
de los muros del colegio, un peligro enviado por Cornelius Funge, que quiere evitar a
cualquier precio que su mundo se desmorone (como ya había avisado en las últimas
páginas del cuarto libro) y para ello no duda en montar una gran campaña de difamación
contra Harry y contra Dumbledore, el director de la escuela.
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Para lograr sus fines, Fudge logra introducir a alguien en el
colegio para que controle todas las actividades de ambos. Y así, de la mano de Dolores
Umbridge, la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, la Inquisición y la
Censura penetran en Hogwarts. Este personaje es casi tan siniestro como Voldemort, y
tendrá en jaque a nuestros protagonistas durante gran parte de la trama, en un
excelente retrato del control y la censura, así como de la ceguera institucional, que
persigue a los inocentes y que no repara en medios para lograr sus fines: acabar con
Harry cueste lo que cueste y al precio que sea. En este personaje, la autora lleva a
rajatabla el principio de Maquiavelo de ‘el fin justifica los medios’. Y en este caso,
el fin es negar el regreso de Voldemort, aunque para ello haya que sacrificar las
libertades e, incluso, la vida de quien sea.
La Orden del Fénix
Pero ante esta doble amenaza aparece Albus Dumbledore, un
personaje que deja de ser ese anciano amable, tierno y entrañable para desvelar, por
fin, lo que se lleva anunciando desde el primer libro: que es el mago más poderoso
del mundo y el único al que teme Voldemort. Dumbledore aparece como un hombre duro, a
veces hasta desagradable en sus decisiones, que ayuda a Harry pero que ha dejado su
aspecto paternalista para aparecer como un militar que da órdenes y espera que le
obedezcan, aunque esto choque de lleno con los sentimientos del protagonista quien,
incluso, llega a desconfiar del director.
A pesar de todo, Dumbledore es, de hecho, el único que está
haciendo algo efectivo para luchar contra Voldemort. Y así, en secreto, ha puesto en
marcha La Orden del Fénix, la única esperanza que les queda a estos hombres y mujeres
que saben que el regreso de Voldemort es una realidad. Esta organización clandestina
está formada por un grupo de magos seleccionados que incluye a Sirius Black, Remus
Lupin, Severus Snape, Minerva McGonaggal, Ojo Loco Moddy, y los Weasley, además de
otros personajes nuevos que enriquecen el ya de por sí muy poblado universo mágico
imaginado por J. K. Rowling.
Estos magos, unidos por la voluntad de derrotar al mal en estado
puro, no lo tienen nada fácil. Por un lado sus actividades están bajo la vigilancia
atenta del Ministerio, mientras que por el otro se tienen que enfrentar a los siervos
de Voldemort, Los Mortífagos. Liderados por un viejo conocido de los lectores son el
contrapunto de la Orden, pero en esta ocasión, por una ironía de la autora que se
empeña una y otra vez en poner en peligro a nuestros protagonistas, no están ni
siquiera bajo sospecha y pueden actuar con completa libertad. La ceguera de Cornelius
Fudge sobre el regreso del Lord Oscuro les brinda la coartada perfecta para conseguir
su propósito: matar a Harry Potter.
Angustia adolescente: amor y desamor
A pesar de que la atmósfera general que envuelve al libro llega
a ser asfixiante, no sólo hay desgracias y luchas. No olvidemos que Harry tiene quince
años y, por lo tanto, está en la edad ideal para enamorarse y ser correspondido.
Aunque las cosas, a esta edad, no suelen salir como uno las planea.
En esta ocasión, J. K. Rowling realiza una gran labor narrativa
al crear el universo de los personajes más jóvenes, donde hay enamoramientos, penas
de amor, chicos y chicas que no se llegan a entender, cambios de pareja, nuevos
descubrimientos (como el primer beso o el primer desplante) y también el
desmoronamiento del grupo de amigos de la infancia para dar paso al individuo que está
empezando a descubrir su propia personalidad, su propio yo. La escritora británica
recrea con todo lujo de detalles esa difícil y angustiosa experiencia que es la
adolescencia, lo que le acerca mucho más a la psicología de sus personajes, sobre
todo a la de Harry, para que los lectores nos demos cuenta de su creciente soledad,
soledad que lleva aparejado un crecimiento y un desarrollo hacia la edad adulta.
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Harry Potter y la Orden del Fénix es un libro donde, a
pesar de toda la angustia que rodea al protagonista, hay amor. Mucho amor, sobre todo
de parte de los adultos hacia los niños, porque en esta etapa tan conflictiva es lo
único que los padres pueden brindar. Así, por encima de todas las historias, destaca
la relación paterno filial que se consolida entre Sirius Black y Harry. En esta
entrega, Sirius es más sombrío, más amargado, más profundo y, por encima de todo, más
protector que en los dos libros anteriores. Harry no sólo es su ahijado, es el hijo de
su mejor amigo y Black le ve como una prolongación de James Potter.
De igual forma, Harry quiere cada vez más a Sirius, ya que es el
único que le comprende, y se va sintiendo cada vez más identificado con su padrino
porque ambos son seres que se sienten solos, aislados del resto del mundo, enfrentados
a una sociedad que cree que ambos son cosas que no son; en el caso de Black, un
asesino, y en el caso de Harry, un mentiroso. Es esta relación, esta unión de las
almas de ambos, la que está más lograda en todo el libro. Sirius es el único en quien
Harry confía plenamente y al primero que cuenta sus extraños sueños, sueños llenos de
misterio, de intriga, de temor, sueños que son la clave final de la novela.
Muerte y, sin embargo, esperanza
Como en todos los libros de la saga, la muerte es una constante.
Pero nunca como en éste nos había pillado tan de sopetón, tan de repente, ni había
resultado tan dolorosa, tan definitiva, tan inapelable. Harry, quien se pasa la novela
soñando con un oscuro corredor lleno de puertas y de peligros, es conducido a una
trampa por Voldemort, trampa en la que cae sin sospechar nada en absoluto, a pesar de
que tanto Hermione como el resto de personajes que le rodean le advierten de que puede
ser eso, una trampa.
La muerte ronda al protagonista, que se dirige hacia su destino
con la insolencia, autosuficiencia y ceguera que sólo se tienen con 15 años. Pero esta
vez Harry no está solo y ayudado de sus amigos logra hacer frente a los servidores de
Voldemort, los Mortífagos, que le esperan cuando cae en la trampa. Harry lucha con
ellos, y no sólo él, sino también los componentes de la Orden del Fénix. Este duelo
final es la más dolorosa de todas las escenas, es la lucha del bien contra el mal, es
el enfrentamiento del amor y del odio. También en esta ocasión hay una muerte, muerte
que marcará a Harry de por vida.
Pero si memorable es el duelo de los estudiantes y los integrantes
de la Orden con los Mortifagos, más memorable es el duelo entre Dumbledore y Voldemort.
En este libro queda claro, por fin, por qué es Dumbledore el mago al que más teme el
Señor Oscuro. Y también entendemos que, a pesar de todo, el director de Howgarts no
está dispuesto a sacrificarlo todo para acabar con Voldemort.
Y, a pesar de todo, al final del libro, triunfa de alguna manera
el amor. El amor que Dumbledore siente por Harry es el único pequeño consuelo para un
joven que en este libro deja de ser un niño. Porque Harry deja atrás la infancia y se
adentra en el mundo adulto de la forma más dramática, y por eso el amor de Dumbledore
no es suficiente para llenar el vacío que siente. Harry es, al final, plenamente
consciente de por qué Voldemort le quiso asesinar cuando era un niño, entiende que
“es y siempre ha sido un hombre marcado” y comprende por fin cuál es su destino; un
destino que le aparta del resto, que le hace ser diferente de los demás, un destino al
que se ha de enfrentar en solitario y que no tiene vuelta atrás: morir o matar.
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Tal vez sea ese proceso de crecimiento, esas dudas existenciales
de Harry, su personalidad adolescente que le hace creerse el centro del universo, el
único capaz de cualquier cosa, y ese íntimo descubrimiento de que está solo en el
mundo, lo que hace de Harry Potter y la Orden del Fénix el libro más fascinante
de la saga.
Estamos ante el descubrimiento de un mundo, el de los adultos,
donde las cosas no siempre son lo que parecen y donde lo más importante son las
decisiones que adoptamos, aunque siempre queda lugar para la esperanza, por difícil
que sea aceptarlo. Así, de este modo, Harry Potter, que en el libro ha llegado a
sentirse superior a sus propios amigos, rechazado por ellos y perdido en un mundo de
sentimientos contradictorios, llega al final de la novela con el firme convencimiento
de que sus amigos son lo más importante, lo único que realmente tiene y, de hecho, eso
va a ser, supongo, lo que más le va a ayudar en los dos próximos libros a aceptar su
destino.
Lord Voldemort y Harry Potter son las dos caras de la misma
moneda, y en el quinto libro de la saga, J. K. Rowling deja claro su personaje ha de
estar solo para enfrentarse a su destino. Es el camino, duro y complicado hacia la
madurez de un personaje único.
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