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Unos meses después de haber publicado la
selección de ciencia ficción, he
aquí la de fantasía. Como en aquella ocasión, se ha acudido a varios miembros del universo Cyberdark para que, uno
a uno, respondiesen a la pregunta ¿Qué novela recomendaríais a alguien para iniciarse en la fantasía? y
añadiesen a la lista su libro recomendado, hasta llegar al número propuesto inicialmente: 25. Nótese que la pregunta
no menciona ni el mejor libro de fantasía, ni el más significativo, ni el mejor escrito, ni el más popular,... Sólo
uno recomendable para lectores neófitos en la temática.
Se ha buscado que, en la medida de lo posible, fuesen títulos variados disponibles
en las librerías habituales. De ahí que muchas opciones descatalogadas (Moorcock, Leiber,
Soldado de la niebla, Tigana,...) hayan quedado en el tintero.
Al igual que ocurrió con la ciencia ficción, a poco que se analice la selección se
observarán notables omisiones, generalmente de libros anteriores al siglo XX como Los viajes de Gulliver o
Alicia en el país de las maravillas. También faltan otros escritos en España que habrían merecido un hueco,
como la antología de literatura fantástica española publicada por Valdemar o Las historias naturales de Joan
Perucho; clásicos de Bradbury como El vino del estío; Kalpa imperial de Angélica Gorodisher,...
Asimismo se aprecia un peso a todas luces excesivo de obras escritas en los últimos 35 años. Pero cada colaborador eligió un título
que cubre razonablemente bien las expectativas y que es su respuesta a la pregunta planteada.
Antes de dejaros con la selección, quería hacer un comentario sobre un problema añadido que
presenta la fantasía: lo difícil que resulta precisar este término. Ante la duda y la imposibilidad de confeccionar
tropecientas listas (una para fantasía épica, otra para fantasía juvenil, otra para lo que se conoce como
fantástico,...) hemos ido a lo práctico siguiendo el lema marcado por David Pringle en la introducción de su
Literatura Fantástica: Las 100 mejores novelas. Estamos ante un inmenso cajón donde, indiscriminadamente,
coexisten el llamado realismo mágico de Cortázar, Márquez o Crowley (qué pena que este último se haya quedado
fuera), la fantasía oscura y cotidiana de Jonathan Carroll, los delirios descriptivos de Calvino, la Historia vista
bajo un tinte fantástico de Gene Wolfe o G. G. Kay, la más pura fantasía épica, las dragonadas, el folletín épico
de Martin,... Y se ha sido flexible con algún que otro título que puede parecer fuera de lugar pero que tiene su
motivo para figurar aquí. No hay nada como recuperar la memoria histórica y darse cuenta de dónde viene lo que
leemos...
Por último, si tienes algún libro que añadir, envía tu opinión utilizando el formulario
situado en la parte inferior del todos los artículos. Así nuestra lista será un poco más completa.
La Odisea
(siglo VIII a.C.) – Homero
Cátedra - Letras internacionales nº 62 - 1988
Recuerdo con especial cariño un 1 de Enero del año 85. Por aquel entonces tenía diez años y
mi padre se presentó con dos libros enormes en cartoné negro. Uno de ellos era una versión para niños de
Sandokan, pero me llamó especialmente la atención el segundo, con una portada
de corte clásico preciosa que mostraba la lucha entre dos guerreros. Era una edición para niños de La Ilíada, plagado de
ilustraciones como esas. Recuerdo especialmente el dibujo que mostraba a Palas Atenea con su armadura de medio
cuerpo con falda y portando lanza y escudo, o la ilustración, casi al final del libro, de Aquiles tirando del cuerpo
de Héctor. Hasta aquel entonces mi contacto con la “fantasía” había consistido únicamente en la lectura de los
cuentos clásicos tipo Blancanieves, la Cenicienta, Hansel y Gretel, Aladino... Pero leer en ese libro cómo los
dioses se mezclaban en una guerra entre hombres me abrió una puerta que hasta ahora no se ha cerrado. Y llamadme
sentimental si queréis, pero siempre recordaré que el libro que me enseño la magia y el sentido de la maravilla no
fue El Señor de los Anillos (ese vendría mucho, mucho más tarde), y que, para mí, fueron antes los dioses
del Olimpo que los Valar, la caída de Troya antes que Godolin y, desde luego, el regreso de Ulises antes que el
retorno del rey.
Ahora bien, ¿por qué aparece entre estos fundamentales? Aparte del carácter sentimental que
puedan tener para mí los mitos griegos, el libro se encuentra repleto de situaciones que pueden considerarse como
ficción mágica: el canto que da origen a las aventuras de Odiseo con la muerte del cíclope Polifemo, la estancia en
el palacio de la hechicera Circe, las sirenas o el mismísimo descenso a Hades.
Igualmente La Odisea es una lectura hermosísima a pesar de que pueda parecer
complicada, arcaica y llena de fórmulas repetitivas. Hay que recordar que, aunque nos ha llegado en forma
escrita, el poema se transmitía oralmente y se hacía indispensable la utilización de secciones repetidas y
entrelazadas entre sí para formar los componentes mayores del poema. Aun con todo, el relato forma un conjunto
completo perfectamente hilado. Incluso presenta el desarrollo de una estructura compleja que nos desvela la
pericia del poeta al mostrarnos, a lo largo de los cantos, lo que podría ser un desarrollo en paralelo de líneas
argumentales: las aventuras de Telémaco y el regreso de Ulises a Ítaca.
Sin olvidar que, junto a La Iíada, ha sido la máxima influencia de lo que luego se
ha venido en llamar literatura épica. Sin ambas la fantasía que hoy conocemos sería, sin duda, muy distinta.
Hartree
Cuentos de un soñador
(1910) – Lord Dunsany
Alianza editorial – El libro de bolsillo nº 1272 – 1987
Cuando uno lee literatura fantástica suele resultar difícil encontrar en su entorno alguien
a quien le gusten estos libros "raros". Y cuando alguna vez se entabla conversación con esa persona que comparte tu
afición favorita, después de tirarte varias horas hablando de Poe, Lovecraft, Machen o Tolkien, a veces surge el
nombre de Dunsany. Y siempre, siempre, tú (o tu contertulio) te quedas con los ojos abiertos y dices lo mismo;
"¿¿¿conoces a Dunsany???".
Lord Dunsany debe ser uno de los secretos mejor guardados y más influyentes de la
literatura fantástica de todos los tiempos (directa o indirectamente se le puede reconocer en Lovecraft, Italo
Calvino, Jack Vance, Gene Wolfe, Ángela Gorodischer o, más recientemente, en Thomas Ligotti). Es el clásico autor de
culto, una recomendación que se hace como si habiéndole leído hubieses vuelto de un viaje largo e iluminador, con la
mirada cambiada. Porque el lector de Dunsany también es un vagabundo que, deambulando al azar por los callejones
recónditos y secretos de una ciudad de ladrillo y humo, encuentra la orilla del Yann donde espera el Pájaro del Río,
presto para soltar amarras, tal y como se había profetizado.
Desde su castillo irlandés Dunsany soñó mundos por los que luego nosotros hemos transitado,
errabundos y perezosos; el río Yann que engarza ciudades prodigiosas como esmeraldas exóticas escondidas en la
selva, desiertos donde habita la muerte como un leopardo tendido al sol y mares que hechizan a quienes los
contemplan. Y, sobre todo, soñó ciudades de sonoros nombres, construidas de ónice y marfil, de piedra blanca como la
sal o de granito traído de montañas que lindan con el país del Romance. Ciudades esplendorosas de una lejana y
perdida edad de oro, donde los hombres adoran a dioses insignificantes o aterradores, recreadas por esa prosa
bellísima, poética y arcaica, capaz de maravillar por sí sola. Como si fuera un extraño decadentista que resultara
ávido lector de Poe, Wilde, La Biblia y Las mil y una noches a partes iguales, e intoxicado por una
vida onírica más intensa que la real, Dunsany compone sentencias sonoras como si sus palabras, más que narrar,
cantaran sobre los lugares que visitó en sueños. Pero a pesar de esa intensidad de vívida ensoñación que uno percibe
en estos relatos, Dunsany, como buen irlandés, no puede evitar el humor y la ironía, esa última sentencia
desconcertante, juguetona, incluso turbadora, que cierra muchos de sus cuentos. Porque, siempre, a sus ciudades
fantásticas, por muy esplendorosas y bellas que sean, les sucede el desierto y el olvido. Y al final de todo sólo
nos queda la certeza de la inevitable fugacidad, la sensación de que la existencia es una broma y la muerte el golpe
final que desata las carcajadas.
Eso es precisamente lo que nos hace abrir los ojos cuando nos mencionan el nombre de
Dunsany, el recuerdo de las maravillas que habíamos contemplado en sus cuentos, el asombro que producían todas
aquellas ciudades soñadas. Y sobre todo, como le ocurre al desdichado protagonista de la inolvidable "En donde
suben y bajan las mareas", cuando hemos despertado del sueño y escuchamos el canto de los pájaros, todas aquellas
visiones nos sirven para apreciar el verdadero valor del mundo real que nos ha tocado sufrir y todas las cosas
hermosas que contiene. Y darnos cuenta de que, a pesar de todo, podemos ser maravillosos, vivir llenos de
misterio.
Alfonso García (fonz)
La serpiente Uróboros
(1910) – E. R. Eddison
Minotauro – Pegasus – 2003
La vasta literatura homérica, el severo laconismo de las sagas islandesas, el esteticismo
opresivo de los prerrafaelitas, la desaforada violencia retórica de los dramas isabelinos más crepusculares, los
asombros impostados de sir John Mandeville y el perfil de ciertos frisos asirios son algunas de las influencias
plurales que gravitan sobre La serpiente Uróboros de Eric Rucker Eddison.
Otra, tal vez la central, son los cuadernos ilustrados que el niño Eddison compuso para
distraer la soledad de St.Helens, la remota casa de campo de sus padres en Leeds. Esos cuadernos ilustrados son
“El libro de dibujos”, un borrador que describe puntualmente las enteras maravillas que formarían, al cabo, su
novela, que data de 1922: sus muchas geografías insólitas, sus muchas magias, sus muchos héroes y sus muchas
hazañas, espadas, islas y en las islas torres y caballos, barcos, nieves, platas gastadas y damas de oro, palacios,
copas y vientos.
Todo, en este libro, es o quiere ser épico: las incesantes batallas, los incesantes
parlamentos, los incesantes prodigios. Todo tiene aquel grato sabor antiguo que buscamos en los hechos de Aquiles,
Ulises o Egil Skallagrimson.
Pero entreverados con esa epicidad deslumbrante perduran melancólicamente los sueños
infantiles de Eddison. Ese tono resulta especialmente notorio en la nomenclatura. A muchos lectores (a Tolkien, por
ejemplo, que apasionadamente leyó sus libros y los declaró superiores a los de cualquier otro escritor de mundos
imaginarios) les incomoda el infantilismo de países que se llaman Brujolandia o Trasgolandia, o de héroes que
sonoramente se llaman Fax Fay Faz o Spitfire. Para otros, sin embargo, esa firme pureza adánica de los sueños
infantiles perfecciona la novela.
Ese infantilismo no es la única discordia del libro. Muchos lectores lo abandonan abrumados
por la densidad de sus espesas maneras narrativas. Eddison prefirió, sobre la fluidez, la morosa descripción
minuciosa. El resultado es barroquísimo y requiere una dedicación que puede resultar parejamente hipnótica o
exasperante.
La obra de Eddison, en fin, ha quedado aislada, para los lectores de fantasía, entre la
obra de Lord Dunsay y la de Tolkien, en una suerte de tierra de nadie que un escaso pero fervoroso culto no
acaba de rescatar. Para los lectores de Lord Dunsany es demasiado áspera. Para los de Tolkien es, apenas, una torpe
precursora que los decepciona porque le falta la verosimilitud rigurosa de El Señor de los Anillos. Como una
perla opaca La serpiente Uróboros resplandece sola en la historia de la literatura fantástica. Acaso aquellas
series de Clark Ashton Smith sobre Zothique o Hyperbórea son sus únicas herederas.
Marcos González Mut (marcos)
Conan de Cimeria
(1932) – Robert E. Howard
Timun Mas – 2004
Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Algo tendrá el vino cuando lo santifican... Y algo
tendrán los relatos de Conan cuando llevan en boga desde 1932 y han conocido adaptaciones a prácticamente todos los
medios audiovisuales: cine, televisión, cómics, tiras de prensa, dibujos, etc.
Robert Erwin Howard publicó su primer cuento, "Lanza y Colmillo", en 1925 en la revista
Weird Tales, y en 1932 ya era el creador de personajes como Solomon Kane y Kull, rey de Valusia. Ese año
escribió un relato de este último que fue rechazado por no contener elementos fantásticos. Dicho relato se
titulaba “Y con esta hacha gobernaré”. Posteriormente lo modificaría y, con el titulo de “El fénix en la espada”,
acabó convirtiéndose en el nacimiento de Conan el Cimmerio.
En vida del autor sólo se llegaron a publicar una veintena escasa de relatos basados en él
y, a partir de los años 50, otros autores aumentan el número de cuentos y novelas. Posteriormente, décadas después y
debido a éxito de los cómics, han surgido nuevos relatos de la pluma de autores de todos los niveles y tendencias.
¿Cual fue (es) el éxito de estos relatos? Básicamente que se creó una serie con una gran
coherencia interna, incluyendo un mundo de hace unos 15.000 años, detalles de los países y razas que lo habitan,
idiomas e, incluso, una cronología de las andanzas de Conan. Un conjunto que le debe mucho a la mitología
Mesopotámica, la griega, las sagas nórdica, las figuras heroicas de la Edad Media, la tradición Céltica,
etc. Además, también es importante el estilo narrativo directo, que nos sumerge en la acción de inmediato, multitud
de elementos sobrenaturales, un personaje individualista con su propio código moral, pero indefectiblemente
orientado hacia el bien, y el mencionado enclave físico en el que se desarrolla el clímax argumental.
Una excelente introducción al héroe máximo de la fantasía de espada y brujería.
J. Javier Arnau (javier)
El secreto del bosque viejo
(1935) – Dino Buzzati
Gadir – Gadir ficción – 2004
En realidad, mi fundamental del fantástico no es tanto esta novela en concreto como toda la
obra de Dino Buzzati. El secreto del bosque viejo fue la primera que leí de este autor, y la razón es
sencilla: ocupaba el primer lugar en una antología de Plaza y Janés, de año 59, que rondaba por casa de mis padres.
Un libro verde, con hojas de papel de biblia, que rezaba "Obras de D. Buzzati. Maestros de hoy". Tardé en decidirme
a abrirlo, y para mi sorpresa descubrí que las obras que se escondían bajo aquellas tapas tan serias eran de
fantasía. En mayor o menor grado, pero de fantasía. Una fantasía muy personal, que impregna los relatos de Buzzati
con tal naturalidad que uno se va dejando atrapar y llega a dudar de cuál es el mundo real, si el de este genial
italiano o el nuestro.
El secreto del bosque viejo es tal vez la obra de Buzzati en que la fantasía es más
explícita, con elementos como genios, y cuervos que hablan, y muebles que expresan sus sentimientos con lentísimos
crujidos, y un viento de carácter impredecible llamado Mateo. Pero el misterio y lo sobrenatural rondan también la
que es su obra más conocida, El desierto de los tártaros, de la que llegó a rodarse una película. Y, sobre
todo, el talento de Dino Buzzati se desata en los cuentos. Confieso que soy más lector de novela que de cuento, y
sin embargo devoré las siguientes colecciones del volumen: Los siete mensajeros,
El perro que ha visto a Dios, En aquel preciso momento... El cuento “Siete pisos”, incluido en el
primero de dichos títulos, es, sencillamente, una obra maestra que linda, además, con el terror.
Tanto El secreto como El desierto pueden conseguirse hoy día con cierta
facilidad. No ocurre lo mismo con los libros de cuentos. Pero os recomiendo el esfuerzo de buscarlos en librerías de
viejo, o de dar la tabarra en los foros de Internet para que algún editor avispado se dedique a publicarlos de
nuevo. Así entraréis en un club que hasta ahora ha sido bastante reducido en España: el de los fanáticos de
Buzzati.
No me resisto a terminar con unas líneas del prólogo de mi viejo libro verde, firmado por
J. R. de L. (¿?): Buzzati nos susurra al oído en cada una de sus narraciones una conseja que, siendo de todos los
tiempos, es de una intemporalidad estremecedora. Una conseja que nos habla de la fragilidad de la vida y de la
fortaleza de la muerte.
Javier Negrete (eremos)
Ficciones
(1944) – Jorge Luis Borges
Alianza editorial – Biblioteca Borges nº 2 – 2004
Borges es uno de esos escritores a los que sus epígonos les ahuyentan el público. No es un
autor fácil; sin embargo, la “borgesía” le ha convertido en un intocable fabulador repleto de dobles lecturas,
simbolismos y complejidades. Algo de todo eso hay, pero la grandeza de Borges es también la de un escritor de
relatos cortos perfectos, divertidos, que dan que pensar. Personalmente, me parece un autor más sencillo que Weis y
Hickman –no me obliga a la concentración durante tantas páginas, ni lleva a sus personajes por esos viajes tan
interminables por lugares con nombres raros–, pero hay que tener en cuenta varias cosas para leerle. Primera, que
hay que hacerlo despacio, porque ofrece densidad de información y utiliza un lenguaje en el que se elude la
adjetivación convencional y los lugares comunes. Segunda, que hay que leerlo en pequeñas dosis, porque puede saturar
y hacer que se pierda la perspectiva.
Ficciones reúne bastantes de sus cuentos más conocidos. Hay alguno de ellos que es
una pura elucubración intelectual, como “Examen de la obra de Herbert Quain”, y un par que son tan sólo hermosas
recreaciones del campo argentino. Pero también hay otros de una riqueza sin par. “La lotería en Babilonia”, con su
retrato de una sociedad totalmente entregada al azar; “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, que recrea un planeta entero a
partir del tomo de una enciclopedia; “La Biblioteca de Babel”, que presenta una biblioteca infinita; o “Funes el
memorioso”, sobre un hombre capaz de recordarlo todo, están entre los más destacables del librito. Son historias que
contienen en sí mismas la información de trilogías enteras, que regalan momentos de ensoñación en frases sueltas que
los mercenarios de la fantasía emplearían para hacer capítulos completos, que obligan por momentos a entrecerrar el
libro y dedicar unos segundos a pensar en la grandeza del concepto que se nos ha planteado.
Es una suerte que varios de los grandes escritores mundiales de la imaginación escribieran
en nuestro idioma. Leer a Borges es un privilegio que hay que concederse de vez en cuando, con paciencia, con
cariño.
Julián Díez (Julián)
Titus Groan
(1946) – Mervyn Peake
Minotauro – Pegasus – 2003
Titus Groan, primer libro de la trilogía de Gormenghast, se alza, en palabras de
Rafael Llopis, como una de las últimas obras de literatura gótica. Sin embargo no puede considerarse simplemente una
novela gótica aunque tenga elementos de ella, como la ambientación de tintes románticos y tétricos, abundantes
personajes atormentados y una atmósfera decadente. Abarca otros géneros como la fantasía, pero una fantasía distinta
a la épica o heroica; el terror, casi invisible al carecer de hechos sobrenaturales pero con unas descripciones
tenebrosas y sombrías que ponen los pelos como escarpias; o, incluso, el misterio, al rodear al lector y absorberlo,
encerrándolo poco a poco con un lenguaje obsesivo, extravagante y claustrofóbico que convierte al castillo
Gormenghast en un mundo muy visual.
Otro punto fuerte está en unos geniales diálogos que alimentan la curiosidad y ayudan a
sobrellevar la densidad de la lectura, o en su demencial galería de personajes. En ella encontramos a Lord Groan,
septuagésimo Conde Gormenghast, que vive imaginando ser un búho y apenas sale de su majestuosa biblioteca; a Lady
Gertrude, que roza la paranoia al dedicarse exclusivamente a sus pájaros (algunos habitan en su pelo) y sus mullidos
gatos, sin ocuparse lo mas mínimo de su adolescente hija Fucsia; ésta vive en un mundo aparte poblado por su
imaginación y caprichos. También tenemos a Titus, "el heredero", extraño niño de ojos lilas y auténtico protagonista
ya que se narran sus dos primeros años de vida; las hermanas gemelas del conde, Cora y Clarece, la personificación
del narcisismo y los delirios de grandeza aristocráticos, alentados por Pirañavelo, un simple pinche de cocina que
intenta destruir a la familia Groan para alzarse con el poder.
Así Titus Groan ofrece al amante de las palabras una fábrica de metáforas de una
rara belleza. Es un libro que proporciona una lectura fascinante y hermosa, una joya literaria recuperada del olvido
que hará las delicias de los paladares bizarros. Imprescindible para los que quieran descubrir la literatura
fantástica y huyan de los caballeros y dragones.
Plastikman
El Señor de los Anillos
(1954) – J. R. R. Tolkien
Minotauro – 1998
Vamos a olvidarnos de las películas y las polémicas. Vamos a olvidar la idea de indagar en
los precedentes y datos seudohistóricos que inspiraron a Tolkien a la hora de concebir su obra magna. Vamos a
quedarnos con la contemplación del semblante concentrado de ese niño de catorce o quince años que vive ilusionado
las portentosas aventuras erráticas de unos pequeños y sibaritas seres, un hombre hosco y noble, un enano gruñón y
un distante elfo, entre otros. Que disfruta de las alegres fiestas hobbits casi tanto como los propios hobbits; su
corazón late con más fuerza al verse atrapado en los temibles túneles de Moria; sufre con el patético Smeagol; jalea
entusiasmado la cabalgata de los Rohirrim; cree en princesas lejanas y pálidas; aprieta los dientes ante la sola
mención del Anillo del poder...
...y descubrirá, años más tarde, que aquella narración épica que lo apartaba
irremediablemente de sus horas de sueño era, además de una aventura fantástica, una verdadera epopeya con
absolutamente todos los elementos para convertirse en la piedra de toque de todo un género y en una de las obras
literarias más leídas e influyentes de nuestra Historia.
En un listado de títulos fundamentales de la fantasía es completamente imposible que
El Señor de los Anillos brille por su ausencia. J.R.R. Tolkien, lingüista y profesor de inglés, creó una obra
sublime que, dividida en tres recios volúmenes –La comunidad del Anillo, Las dos torres y
El retorno del Rey– ha guiado por los senderos más fantásticos que puedan imaginarse a muchas generaciones de
lectores. Buena prueba de su éxito es la constante repetición de esquemas de la que autores menos dotados siguen
abusando hasta nuestros días.
El Señor de los Anillos es, en pocas palabras, un canto aventurero a la amistad y la
superación personal, un relato épico y trágico donde tienen cabida el amor, la guerra, los héroes, la traición, los
demonios, la diversión y el terror. Y batallas, y cuentos, y canciones, y seres fantásticos...
Qué mejor forma de llegar a lo fundamental de la fantasía que acercarse a la obra
enciclopédica que inició el camino del éxito para la vertiente más heroica del género. La trilogía de Tolkien es esa
obra imperecedera que estará siempre presente en las estanterías de millones de aficionados a la literatura
fantástica. Y, sobre todo, en los corazones de todos aquellos que tuvieron la suerte de, con catorce o quince años,
recorrer el camino hacia Mordor al lado de un tal Frodo Bolsón.
Por si no ha quedado claro: absolutamente fundamental.
Iván Olmedo (Odemlo)
Las armas secretas
(1959) – Julio Cortázar
Cátedra – Letras hispánicas nº 69 – 2003
Julio Cortázar ha sido uno de los más maravillosos orfebres de las letras universales.
Suyas son obras, acontecimientos y personajes memorables y excepcionales que lo han llevado a la cima de la
literatura, sin que su temática fantástica haya sido un freno, sino un signo de reconocimiento. Cuando sobra
calidad, las barreras se derrumban. Es difícil encontrar una colección original de cuentos que nos convenza
plenamente, porque siempre dejamos de lado piezas maestras; pero Las armas secretas fue uno de los hitos en
su carrera, y el contenido así lo testifica.
Fiel a su concepción de que el cuento debía ganar por K. O., Cortázar despliega una
impresionante sabiduría narrativa, una disposición muy cuidada de la información y, sobre todo, una descarada
voluntad de marear al lector, de llevarle, desde su cómodo mundo conocido, a un espacio subvertido, donde ni el
tiempo ni la realidad son estables, donde lo fantástico y lo extraordinario acechan envueltos en una sábana de
cotidianeidad. Cortázar, posmoderno e innovador, juega con las perspectivas, con la predisposición y la intuición
del lector, con la ambigüedad, la sorpresa y el descolocamiento. Lo hace anclado en la subjetividad de los
personajes y siempre firmemente asentado en lo concreto; desde elementos sencillos, como una carta, un saxofón o una
fotografía.
Historias inmortales e intensas componen este volumen, como la excelsa “El perseguidor”,
con el inolvidable jazzman Johnny Carter, un “ido de la olla” que aspira a tocar el absoluto; las
inquietantes alteraciones de tiempo y espacio de “Las babas del diablo”, “Las cartas de mamá” o
“Las armas secretas”; o la crítica burguesa de “Los buenos servicios”.
Tal vez después de leerlo puedan ver de verdad Mordor desde su armario. O al menos
creerlo.
Alberto García Teresa (A. García-Teresa)
Un mago de Terramar
(1968) – Ursula K. Le Guin
Minotauro – 1997
Siempre recordaré Un mago de Terramar como el libro con el que conseguí, por primera
vez, que mi madre leyera una obra de fantasía y, además, disfrutara con ella. Por este carácter de obra apta para la
iniciación en el género de lectores adultos creí conveniente incluirla en esta lista de fundamentales.
Ursula K. Le Guin es tal vez más conocida, o aclamada, por sus obras de ciencia ficción,
pero en este libro demuestra una vez más la brillantez de su escritura –pura poesía– y una desbordante imaginación
que no conoce límites. No es Le Guin una autora para el lector impaciente que simplemente busca un torrente de
acción; nadie debe esperar una lectura rápida e intrascendente. No obstante, si nos dejamos llevar, su
particularísimo estilo nos sumergirá en un universo con un lirismo incuestionable.
En Un mago de Terramar se introduce Terramar, un mundo de islas marcado por la
permanente presencia del mar; un lugar pleno de magia –que deriva de los nombres de las cosas–, donde se narra la
juventud del que a la postre será el protagonista de la serie: Gavilán (o Ged), uno de los magos más memorables y
complejos de la historia de la fantasía. El lector acompañará a Ged en su adolescencia y en el aprendizaje de la
magia.
Le Guin describe con detalle el estudio de las artes arcanas, y la filosofía que lo rodea.
Una filosofía con cierto sabor oriental, que hace énfasis en el equilibrio, la contemplación y la gran
responsabilidad que, inevitablemente, conlleva un gran poder. Es también, por tanto, un sendero de aprendizaje
espiritual, el cual habrá de recorrer un impetuoso Ged para ser capaz de controlar su propio poder.
Un libro del que sólo diré algo malo: demasiado corto, dejará al lector deseando mucho
más.
Rafael Vázquez (redstovely)
Las ciudades invisibles
(1972) – Italo Calvino
Siruela – Biblioteca Calvino nº 3 – 2001
La premisa inicial de este libro es bien sencilla: Marco Polo describe a Kublai Kan,
emperador de los tártaros, una serie de ciudades que ha ido encontrando a lo largo de sus viajes; son las ciudades
invisibles, todas con nombre de mujer y todas imposibles. Esta imposibilidad puede proceder de su arquitectura, o de
su origen, o de sus relaciones sociales, o de su evolución, o de todo eso a un mismo tiempo. Las descripciones son
breves, desde un par de párrafos hasta un máximo de dos páginas, y todas ellas están escritas con el lirismo propio
de un maestro como Calvino.
Hay un sin fin de formas de aproximarse a este libro que el mismo autor califica como
poliédrico. Porque este medio centenar de ciudades invisibles son metáforas de la condición humana, de nuestros
deseos y nuestras necesidades, y a la par son reflejos de nuestras ciudades reales, reflejos distorsionados que se
nos muestran a veces sublimes y otras terribles, pero casi siempre fácilmente reconocibles. En cada una encontramos
dobles y triples lecturas en un juego literario impresionante.
El hilo conductor en el que se engranan estos magníficos retratos urbanos son los diálogos
que mantienen Kublai Kan y Marco Polo, tan absorbentes y significativos como las propias ciudades. Con ellos
avanzamos a través de la obra siguiendo el trayecto prefijado por Calvino y, aunque es uno de esos libros que puede
leerse abriendo páginas al azar –de hecho acostumbro a releerlo así de cuando en cuando–, al aceptar el rumbo que
nos prefija encontramos una hilazón a veces sutil, a veces evidente, en el paso de una ciudad a otra.
En definitiva, Las ciudades invisibles es uno de esos viajes que el aficionado al
fantástico debería realizar por lo menos una vez.
José Antonio Cotrina (Larnax)
La Colina de Watership
(1972) – Richard Adams
Seix Barral – Biblioteca breve – 1998
La colina de Watership es la narración de las aventuras de un grupo de conejos que
un día deciden abandonar su conejera partiendo a la búsqueda de un hogar mejor...
No parece un argumento especialmente emocionante ¿verdad? Incluso la lectura de estas
líneas habrá hecho evocar a algunos lectores cualquier guión de película infantil. Pero no se trata de una historia
limitada a ese público; sus protagonistas no acostumbran a interrumpir la narración con la menor excusa para
dedicarse a interpretar dulces melodías con voces juveniles, a pesar de que también encontremos en ella una clásica
y bienintencionada exaltación de valores como el compañerismo y el respeto a la naturaleza. Tampoco se trata de otra
fábula destinada a satirizar el comportamiento humano al estilo de la protagonizada por los ocupantes de la granja
de Orwell, aunque resulte inevitable el sentido alegórico de cualquier relato protagonizado por animales parlantes.
En realidad tiene parte de todo eso y algo más. Y ese algo debe ser verdaderamente especial si pensamos que, aun con
todos los prejuicios que un argumento así puede despertar, estamos hablando de un clásico indiscutible de la
literatura fantástica anglosajona con una popularidad al alcance de muy pocas obras.
La colina de Watership consigue, a partir de un planteamiento tan aparentemente
trivial, hacer sentir al lector la emoción y la intensidad de la mejor de las aventuras épicas en su sentido más
puro. Ni criaturas extrañas dotadas de fabulosos poderes, ni escenarios exóticos, ni siquiera un típico héroe humano
con el que identificarse. Sólo un grupo de conejos en un pequeño paraje real y, sin embargo, la prosa de Adams no
necesita más condimentos. Bastan unas pocas páginas y antes de darte cuenta estás sumergido en la epopeya. El autor
armoniza la descripción realista de las costumbres de estos animales con los elementos culturales, lengua y
mitología, fruto de su invención. El resultado es una narración fluida y, a la vez, rica en detalles, que se lee
con facilidad sin perder la sensación de estar en medio de ese ambiente, sintiendo el roce de la hierba, el soplo
del viento en los árboles o los trinos de los pájaros. Y con la expectación constante por saber cuál será el
desenlace de la próxima batalla o cómo resolverán los nuevos retos que les esperan unos personajes que crecen y
ganan en complejidad con cada capítulo. ¿Puede un simple conejo ocupar un lugar entre los grandes héroes de la
fantasía? Os aseguro que merece la pena el intentar descubrirlo en las páginas de esta estupenda obra.
CTHULHU
La historia interminable
(1979) – Michael Ende
Suma de letras – Punto de lectura 403 – 2003
Hay algo de Bastian Baltasar Bux en cada uno de nosotros, un chico agobiado por la vida
diaria que busca un mundo diferente en los libros. Y durante esa búsqueda topa con un libro diferente, un libro
donde las historias están realmente vivas, un mundo imaginario donde los nombres son importantes y los actos que
realiza tienen consecuencias.
Bastian llega a Fantasía, llamado para salvar de La Nada a un reino agonizante, olvidado
por las prisas y el pragmatismo del mundo moderno. Un reino donde tienen su lugar y su razón de ser las criaturas
más hermosas, y también las más terribles, un mundo donde el equilibrio existe de maneras inimaginables, esperando a
ser descubierto por el aventurero que se atreva a atravesar la barrera de la imaginación.
La Historia Interminable nos muestra infinitos caminos y posibilidades mientras
formamos parte de una misión, y asistimos al viaje iniciático de un chico como nosotros. Un libro dentro de un libro
que nos desgrana la historia a través de 26 capítulos, uno por cada letra del abecedario. Un libro donde se dan cita
monstruos, gigantes, un dragón de la suerte, princesas, guerreros, hadas y muchos personajes más, tratados de una
manera inteligente, muy alejada de la fantasía épica de espada y brujería.
En pocas palabras, un libro que nos recuerda por qué es importante cultivar la
imaginación. Y un libro que se puede releer innumerables veces, dejándonos nuevas impresiones al pasar de los
años.
Rita Vicencio (Errantus Aquila)
Nota: Es recomendable hacerse con una edición buena y prescindir de la de bolsillo. El esfuerzo económico
merece la pena.
El país de las risas
(1980) – Jonathan Carroll
Ultramar – Ultramar Fantasía nº 3 – 1990
El país de las risas fue la primera novela que publicó Jonathan Carroll. En ella se
encuentran prácticamente todos los elementos presentes en el resto de su producción literaria: una
narración en primera persona, un desarrollo durante la primera mitad del libro en el que no hay elementos
fantásticos, una segunda mitad en la que lo fantástico invade la cotidianidad y un final sorprendente, quizás
demasiado abrupto.
La historia comienza en una librería, donde el protagonista, Thomas Abbey, conoce a una
chica que parece sentir su misma atracción irresistible por la obra de Marshall France, un autor de libros
infantiles ya fallecido. Juntos emprenden el camino hacia Gallen, la ciudad donde vivió France, un pueblecito
perdido en medio de la nada donde Thomas tiene previsto recabar información para una biografía
sobre France. Pero a pesar de la aparente vida tranquila de Gallen, hay algo extraño en el ambiente y la gente no se
comporta de un modo completamente normal.
Resulta muy destacable la habilidad de Carroll para conseguir introducir el elemento
fantástico. A pesar de que éste aparece sólo muy avanzada la trama, rápidamente te das cuenta de lo bien
que ha ido preparando el terreno. Además, una vez descubierto lo que ocurre en Gallen, la
novela tiene pasajes que son realmente terroríficos y uno de los finales más apabullantes que recuerdo, a pesar de
que a más de uno le pueda dar la sensación de que le falta algo. Y es que, como dice Carroll, los personajes siguen
su vida una vez terminado el libro.
Pero El país de las risas tiene otro elemento que le hace realmente atractivo: el
amor por la literatura. Desde la pasión de un lector por un autor y su obra hasta la magia que supone la creación
literaria. Cualquiera que haya sentido devoción por la obra de alguien en particular, que haya tenido un libro de
cabecera, debiera echarle un vistazo.
Nacho Sánchez Díaz (nasandi)
Cuentos del reino secreto
(1982) – José María Merino
Alfaguara – Alfaguara bolsillo nº 117 – 1998
Todo el mundo sabe que, fuera de círculos muy reducidos, hoy en día no se escribe
literatura fantástica en España, y que, en todo caso, nunca va a ser bien recibida por la crítica seria. Pero, como
decía Neil Gaiman, la mitad de las cosas que todo el mundo sabe son erróneas y la otra mitad son inexactas. Así,
este tópico debe ser revisado urgentemente.
Lo cierto es que siempre se ha escrito literatura fantástica en castellano. En este sentido
es muy recomendable la Antología española de literatura fantástica (Valdemar). Por otra parte, este tipo de
literatura viene gozando de un reconocimiento creciente debido a la influencia de figuras fundamentales en las letras
contemporáneas como son Torrente Ballester, Álvaro Cunqueiro y Juan Perucho. De la generación actual de narradores
que exploran estos temas, quizás el que ha gozado de mayor reconocimiento es José Maria Merino, que ha obtenido,
entre otros, el premio Nacional de la Crítica en 1985 (con La orilla oscura).
En paralelo a su obra como novelista, Merino ha publicado varias recopilaciones de cuentos,
empezando por Cuentos del reino secreto. En primer lugar aclaremos que son cuentos, no relatos ni ninguna
otra cosa. Merino contrapone relato –realista, serio... y aburrido– con el cuento. El reino secreto que describen
estos cuentos es su León natal, pero transformado en un espacio de prodigios donde todos los temas habituales del
género fantástico tienen cabida: fantasmas, vampiros, viajes por el tiempo, universos paralelos, lugares malditos y
mucho más.
Ninguno de estos temas es objeto de un tratamiento convencional sino que, en cada uno de
los casos, los regenera y los hace nuevos. Por poner un ejemplo, en varias ocasiones presenta cuentos de fantasmas
tradicionales –ya saben, el espíritu vuelve a la tierra porque tiene un asunto pendiente– pero los reinventa de
forma que lo mismo nos encontramos con tratamientos cómicos de la idea que con versiones románticas y trágicas.
De entre los cuentos que, a lo largo del tiempo, han quedado en mis recuerdos mencionaré,
entre otros, “El valle perdido”, historia de un legionario romano que investiga la extraña desaparición de su mejor
amigo; “La casa de los dos portales”, donde un grupo de niños descubren la puerta a un inquietante universo
paralelo; y “Los de allá arriba”, historia de un exorcismo fallido. Digo entre otros porque la mayoría de estos
cuentos no pueden describirse sin desvelar la trama, lo que sería una vergüenza ya que Merino es ante todo un cuenta
cuentos que captura la imaginación del lector.
Me refería más arriba a que Merino ha gozado del reconocimiento de la crítica. No es menos
cierto que también se ha ido ganando libro a libro un público fiel que celebra cada nuevo libro suyo. Grupo al que
espero que se una alguno de los lectores de esta nota.
Arturo Villarrubia (Rotuar)
Las nieblas de Avalon
(1983) – Marion Zimmer Bradley
Salamandra – Letras de bolsillo nº 19 – 2003
Las nieblas de Avalon es un libro muy completo en varios sentidos. Su autora,
Marion Zimmer Bradley, hace una interesante e innovadora recreación del Mito Artúrico, escrita desde el punto de
vista de los personajes femeninos y respaldada por una extensa investigación mítica e histórica.
Esta novela sobresale por situar el mito en un contexto histórico (alrededor del siglo VI
D.C.), mostrando el choque cultural entre el Cristianismo, que comienza a asentarse en Bretaña, y la antigua
religión de los Druidas. Se da gran importancia al conflicto que surge entre ambas religiones por su visión
diametralmente opuesta de la mujer, además de los violentos enfrentamientos que aún existían entre los Bretones y
los Sajones por el dominio de los territorios. Estas características, junto con un estudio profundo de los
personajes, añaden nueva coherencia al mito. Así se crea una trama compleja e intrigante que no se pierde en una
visión contemporánea sujeta al realismo. Al contrario, los elementos mágicos y fantásticos se mantienen y florecen
con nuevos significados.
El estilo de Bradley es elegante y evocativo. Sin embargo, pese la las largas descripciones,
la trama es fluida y apasionante, pues en poco tiempo nos vemos envueltos en la intriga y la evolución trepidante de
los acontecimientos.
Las nieblas de Avalón es la clase de libro en el que cualquier lector puede
encontrar uno o varios elementos que le atraigan: intriga, fantasía, épica, aventura, romance, etc. Una lectura muy
recomendable, tanto para un lector neófito en el género como para un veterano.
Lilith
El jardín de Suldrún
(1983) – Jack Vance
Gigamesh – nº 23 – 2004
Esta novela es la primera de la trilogía de Lyonesse, una serie ambientada en las
Islas Elder, un mágico archipiélago situado en el golfo de Vizcaya en un periodo de tránsito donde lo “sobrenatural”
va desapareciendo a favor de lo “real”. Jack Vance forja en dichas islas un puente entre el mundo mágico por
excelencia de las eras antiguas con la Europa de la Edad Media. No se trata sólo de una novela de fantasía, con
magia, espadas e intriga, sino más bien una revisión de la mitología céltica, hecho que queda remarcado por los
topónimos que emplea y en cómo enlaza la historia de dichas islas con la leyenda artúrica.
En cierta forma Lyonesse tienen un cierto aroma infantil que recuerda a las viejas
fábulas y cuentos que todas las abuelas cuentan a sus nietos. Hay trolls cobrando peajes en los puentes, ogros
aviesos que se comen a los niños, brujas malvadas, hermosas princesas, héroes sin tacha,... Y, como no podría ser
menos en una obra de Vance, una picaresca que a veces alcanza cotas hilarantes. Los diálogos son muy fluidos y en
ellos la cautela es omnipresente, siempre jugando con dos simples axiomas: Nadie da nada por nada y No des nada
por sentado.
Por otro lado, en el desarrollo de la historia no hay un sempiterno protagonista en torno
al cual sucede todo, sino que gravita alrededor de una serie de personajes como si de una danza se tratase. Así
podremos ser testigos de las andanzas de Shimrod el Mago, de los complots del Rey Casmir, de las desventuras de
Aillas,... Podría decirse que así se embrolla la trama, abandonando una narración para comenzar otra distinta que
enlaza con la anterior. Quizás éste sea el punto más conflictivo, pues hay momentos que pueden resultar tediosos al
pasar de una fantástica aventura de combates y huidas llenas de dinamismo a la historia de una persona, lugar u
objeto más “estática”, como ocurre en varias ocasiones. Ocasiones en las que podemos sentirnos algo confusos e,
incluso, enfadados por alejarnos de aquello que estábamos disfrutando. Sin embargo estas narraciones sirven de
puente para presentar nuevos e indispensables elementos que al final no sólo muestran su importancia sino que además
aprendemos a valorar.
Una saga fantástica altamente recomendable que no dejará indiferente a ningún lector, para
bien o para mal.
David Quirós Nuño (Lobokell)
El retorno de los dragones
(1984) – Margaret Weiss y Tracy Hickman
Timun Mas – 2003
Sé que la inclusión de este título en esta lista va a desatar algunas críticas
por parte de los lectores más acérrimos, pero en conciencia (uno tiene sus creencias) debo hacerlo.
El Retorno de los Dragones es la primera entrega de una trilogía, dentro de una mega
saga más parecida a un serial, llamada la Dragonlance, con el honor de ser de las primeras series
post-tolkinianas lanzadas al mercado y la primera, creo recordar, de lo que más tarde se han llamado franquicias.
Ambientada directamente en lo que sería un juego dentro de universo D&D
(Dungeons and Dragons, en cristiano Dragones y Mazmorras), no es sino una recreación del mundo de Tolkien
adaptada a un público más joven e incorporando los elementos y razas propios del juego. Allí donde Tolkien se hacía
un poco pesado y aburrido en su intento por crear la mayor cosmogonía jamás realizada, Dragonlance dibuja con
sencillez, poco a poco, un precioso mundo lleno de acción y una gran cantidad de personajes, que son aquí los
elementos importantes. Hay mapas, pero no hay interminables listados de árboles genealógicos; hay idiomas (el
“común”), pero nadie sabe cómo escribirlo; hay mujeres, pero no las sosísimas elfas de la Tierra Media; éstas son de
verdad, con “curvas”.
Los autores, cual juego de rol, se centran en definir los personajes con los que sentirnos
fácilmente identificados, hacer la trama divertida y, sobre todo, entretenida. Aventura en estado puro. Si bien,
todo es verdad, no se la recomendaría al lector adulto y versado, sí a todos aquellos llegados aquí de
esta-nuestra-era post ESDLA y Harry Potter como primera piedra de toque con un género rico y
variado. Ya llegarán más tarde a la literatura de calidad.
Y siempre nos quedará Raistlin.
David Fernández (cYbErDaRk)
Mort
(1987) – Terry Pratchett
DeBolsillo - Bestseller nº 342-4 - 2003
En general, la saga de Mundodisco de Terry Pratchett es una gran opción para
aquellos que ya hayan leído algo de fantasía y deseen leer algo que satirice no sólo a este género sino, en general,
todos los aspectos absurdos de la personalidad humana; además a través de historias interesantes y personajes bien
caracterizados.
Concretamente, el libro Mort (cuarto de la serie) es un buen punto de acceso al
Mundodisco, ya que no es continuación de ningún otro, introduce a uno de los personajes de Pratchett más
populares (la Muerte) y es mucho menos confuso y más accesible que los tres anteriores. Igualmente, la temática es
más amable que en entregas posteriores (en las cuales se parodiará el ansia de poder, las guerras, las religiones y
demás aspectos peliagudos de la vida), ya que “simplemente” juega con lo que muchas personas han deseado en algún
momento de sus vidas: tener la capacidad de cambiar el destino.
El libro comienza cuando la Muerte del Mundodisco (un esqueleto con túnica y guadaña, a la
vieja usanza) decide tomar un aprendiz a su cargo; la persona agraciada con tan curioso puesto es Mortimer (Mort),
un muchacho atolondrado y con ciertos escrúpulos morales que, en determinado momento, cambiará el Destino por no
ejercer correctamente su función. La Muerte, por su parte, al haber dejado sus funciones en manos de su aprendiz,
tiene gran parte de tiempo libre entre manos, tiempo que empleará para estudiar la naturaleza de la “diversión” tal
como la entienden los seres humanos, y para entregarse a divagaciones filosóficas de la más interesante índole.
Es ésta una obra muy divertida y entretenida, un tipo de fantasía muy diferente al que se
suele considerar “serio” u “ortodoxo”, que escapa de convencionalismos y apela a la inteligencia y al buen humor del
lector, al tiempo que deja un hueco a la reflexión. En suma, un libro que encantará a quien ya haya leído a
Pratchett, y todo un baño de frescura, inteligencia y vitalidad para quien desconozca a este autor o sólo haya
leído fantasía clásica.
Natalia Garrido Reyes (Magrat)
La fuerza de su mirada
(1989) – Tim Powers
Gigamesh – nº 27 – 2004
Powers es un autor muy peculiar dentro del género: lejos de pretender construir un mundo
fantástico imaginario juega a narrar la historia oculta, sobrenatural, de la Historia. Sus novelas cuentan algo ya
conocido desde una perspectiva en la que lo fantástico marca la pauta de momentos históricos determinados. Y en eso
es donde Powers realmente destaca. Así en algunas novelas nos llevará a escenarios tan atrayentes como un Caribe
donde la magia negra (zombies incluido) es algo cotidiano, a una guerra fría mezclada con Lovecraft o a una
Las Vegas donde el azar, la mafia y la magia guardan interesantes relaciones. En todas ellas aparecen personajes
históricos y se dan explicaciones sobrenaturales (generalmente muy bien desarrolladas) tanto a hechos conocidos de
sus vidas como circunstancias históricas bien definidas.
En La fuerza de su mirada Powers elige el círculo de los Shelly, incluido Lord
Byron, para darnos una narración que mezcla diversas fuentes, donde la magia cuesta y huele a sangre, y el vampirismo
es algo mucho más refinado y monstruoso de lo que estamos acostumbrados. Entre tanto uno va deslizándose fascinado
por algunas ideas enormemente originales que proporcionan un sentido de la maravilla tan efectivo y placentero que
es difícil no volver a desear leer más de Powers. A su conclusión uno no puede menos que ver la inspiración
artística, las Musas mismas, de una manera muy muy diferente.
Powers no es un autor difícil, su forma de escribir es sencilla y fácil, aunque tiene sus
problemas y dificultades a la hora de describir momentos de acción, así como cierta tendencia a repetir esquemas,
como el tipo de protagonista (siempre tan deliciosamente apaleados y sufrientes) o la eterna historia de amor de
encuentros y desencuentros. Sin embargo pesa mucho más en la balanza la originalidad de sus ideas y su desarrollo
que todos los defectos anteriores.
Si quieres una fantasía diferente, inteligente y fácil de asimilar desde luego debes probar
con Powers. Para el que esto suscribe, La fuerza de su mirada es no sólo la mejor novela de su autor hasta la
fecha sino que, además, es una de las que más placeres he obtenido dentro de este género tan poco dado a la
originalidad.
José Luis Martínez (Knut)
El último deseo
(1993) – Andrzej Sapkowski
Bibliópolis – Bibliópolis fantástica nº 1 – 2003
Tantos años de fantasía de espadas y magia en el continente y tenía que llegar nada menos
que un polaco, caído ya incluso el recuerdo del Telón de Acero, para mostrarnos una manera de narrar genuinamente
europea. Bienvenido, Sapkowski, al país de las envidias. No tardará en desatarse la vocinglería local, tan mezquina,
para proclamar que lo tuyo no es desenfadada originalidad, sino plagio mestizo. Pero tú, a lo tuyo.
Fantasía genuinamente europea (continental) por una razón: la textura de sus personajes. A
pesar del despiadado papel que en Tolkien, origen de todo, interpreta el destino como fuerza motriz, la fantasía
anglosajona tiende a presentarnos seres que cambian un mundo por la sola fuerza de su voluntad. En Tolkien, el
destino era una fuerza fatal; en sus émulos, una promesa de esperanza y gloria. Alguien que está “destinado” a
salvar el universo entero vence al monstruo y triunfa no porque no tenga otro remedio, sino
porque se esfuerza. He ahí la esencia de la forma de ver el mundo del occidentalismo naif.
Sapkowski no es tan ingenuo. En sus libros hay profecías y destinos, sí, pero sus guerreros
y brujas son contradictorios, indecisos, violentos a veces, otras tiernos, siempre conmovedores, y si salvan al
mundo de la destrucción es por pura casualidad. Hay monstruos, pero su esencia maligna no proviene de sernos ajenos,
sino de su humanidad excesiva. La guerra no es un camino para la libertad, como se nos quiere hacer creer hoy, sino
una siembra de cadáveres eviscerados. Su mundo es sucio, pequeño; en él, los reyes viven en cortijos y las princesas
duermen arrebujadas en jergones de paja. Es real. Y, a la vez, muy heroico. Pero el heroísmo de Geralt de Rivia no
es aristocrático, sino netamente plebeyo. Es el heroísmo del que se enfrenta a cada nuevo día consciente de la
finitud de la vida; muy de serie negra.
Mención especial merece una traducción que, por una vez en el género, no elude una sana
dosis de interpretación, lo que le da un colorido único y la aleja de las habituales modelo Babelfish™. El
texto de José María Faraldo, resultado de importar al castellano los modismos, hablas coloquiales y diálogos
imposibles que Sapkowski despliega en su polaco original (y por los que se le considera un maestro de la lengua) es
una obra de arte en sí misma. Todo un hallazgo, en suma. Futura saga de referencia también.
Alberto Cairo (albertocairo)
Juego de tronos
(1996) – George R. R. Martin
Gigamesh – nº 14 – 2002
Resulta complicado decir algo nuevo de la saga Canción de hielo y fuego, iniciada en
el año 1996 con Juego de tronos; han corrido ríos de tinta desde la vuelta a la novela de George R. R Martin
después de una década dedicado casi íntegramente al guión televisivo. Afortunadamente casi todo el mundo está de
acuerdo: estamos ante una de las mejores series de fantasía escritas en los últimos años. Esto, que suena a frase
publicitaria, se cumple a rajatabla. A través de una excelente prosa nos encontramos un escritor que nos presenta un
mundo real. Real en el sentido de que gracias a un sencillo mecanismo narrativo nos sitúa detrás de los personajes,
como si pudiéramos ver la acción a través de sus ojos. Y esto, que ya de por sí es un logro loable, se transforma en maestro al desnudar la humanidad de sus
personajes. Porque en esta serie no hay héroes que con su espada salvan al reino del villano de turno. No. En
Canción de hielo y fuego hay personas, mejores o peores, pero ninguna de una sola pieza. Así vemos que éstos
tienen miedo, reaccionan mal ante la adversidad o intentan sobreponerse la pérdida de un ser querido. Y aquí está
otro de los aciertos de la serie. No hay personajes intocables: como en la vida misma un accidente o una traición
puede acabar con alguno de los protagonistas.
Juego de tronos empieza de una manera sencilla, con la visita del rey Robert
Baratheon y la reina Cersei al frío norte, concretamente a Invernalia, castillo de los Stark. Allí el Rey le pide a
Eddard que sea su Mano en la corte, donde se encontrará con las intrigas y la traición. Al mismo tiempo se nos
cuentan las aventuras (o mejor dicho desventuras) de Viserys y Daenerys Teargaryen, los últimos herederos de la
corona usurpada por el Rey Robert. Con este inicio tan sencillo Martín nos introduce en un mundo de guerras,
traiciones, actos heroicos... Y al final del primer libro, de manera muy tangencial, empieza a aparecer la magia que
poco a poco retorna a los Siete Reinos.
Daniel Gonzalo (dgonzalod)
Harry Potter y la piedra filosofal
(1997) – J. K. Rowling
Salamandra – 2004
Desde luego, hay que reconocer que para literatura, llamémosla popular, no hay nada como
los escritores británicos, responsables en buena parte de mucho de nuestro bagaje de lecturas. ¿Novelas de
aventuras? Nada como Stevenson y su Isla del Tesoro o Raptado, con su protagonistas adolescentes,
solitarios y en manos de unos más que peculiares tutores. ¿Misterio e intriga? De Wilkie Collins a Agatha Christie
creo que hay donde elegir. ¿Que hay que pasar miedo? Pues ahí está la nómina de creadores de cuentos de terror que
han dado las islas: Le Fanu, Stoker, James, Machen, Hodgson, Blackwood,... autores de una impresionante galería de
vampiros, fantasmas, licántropos y demás fauna. ¿Magos poderosos y un poco de épica? ¿A alguien le suena un tal
J. R. R. Tolkien? Y, ¡cómo no!, ¿quién no ha pasado en su infancia largas tardes de otoño con los libros de Enid
Blyton, soñando con tener un puñado de amigos como los Cinco o los Siete Secretos y correr aventuras en un típico
internado como Torres de Mallory. En fin, que los ingleses saben hacer bien las cosas.
Por eso no me extraña que el último gran logro de la fantasía sea fruto de esta larga
tradición y, en cierta forma, síntesis y compendio de todos estos escritores. Por supuesto que la aventuras de
Harry Potter son literatura infantil, pero eso no significa que sean mala literatura, como dijo aquél:
“hay buenos libros y malos libros y los apellidos sobran”. Y los libros de HP son realmente apasionantes, no
sólo por todas esas referencias tan cultas que acabo de desgranar sino porque están bien escritos y construidos,
mantienen la tensión y el ritmo de una forma impresionante y tratan temas actuales y candentes (como el uso del
poder, el racismo o las diferencias sociales). Además, han conseguido que una generación de futuros lectores a la
que muchos dábamos por perdidos haya decidido acercarse a los libros en vez de a la TV y la Play Station. Y os puedo
asegurar que esos “simpáticos bichitos” de 8 o 10 años son críticos más duros y temibles que cualquiera de los que
pululamos por aquí. Así, seguid mi consejo, olvidaros de vuestros prejuicios y confiar en J. K. Rowling. Os aseguro
que sabe lo que está haciendo.
Iván Fernández Balbuena (cebra)
La estación de la calle Perdido
(2000) – China Miéville
La Factoría de Ideas – Solares ficción nº 20 – 2001
A la ciudad de Nuevo Crobuzón llega Yagharek, un Garuda (seres antropomorfos similares a
las águilas) que ha perdido sus alas en extrañas circunstancias y busca recuperarlas a toda costa. Recurre a Isaac
Grimmebulin, un científico poco ortodoxo que mantiene una relación sentimental con Lin, una Khepri (raza de mujeres
insecto con cuerpo de mujer y un escarabajo por cabeza). Durante sus investigaciones Isaac liberará accidentalmente
algo maligno que aterrorizará a toda la población y provocará sacudidas en su inestable equilibrio de poder...
Este es, a grandes rasgos, un resumen de la trama principal de
La estación de la calle Perdido, un libro que tiene varias tramas secundarias que se relacionan entre sí pero
cuyo argumento y personajes quedan en segundo plano frente al verdadero protagonista del libro: Nuevo Crobuzón. El
gran mérito de China Miéville es haber logrado un escenario tan original, fascinante y bien descrito como éste, que
es a la vez el Londres victoriano en clave steampunk, el Ankh-Morpork de Mundodisco y una megalópolis
manga decorada por H. R Giger.
Así, a medida que la historia avanza, iremos descubriendo diferentes aspectos de la urbe:
los problemas de convivencia ente las diferentes especies inteligentes que la habitan, sumados a los derivados de la
lucha de clases; la increíble mezcla entre magia y tecnología que permite crear desde ordenadores de engranajes a
Reformados (personas con implantes mecánicos destinados a trabajar en las fábricas); un despótico alcalde que
gobierna con mano de hierro; los grupos clandestinos que se oponen a él;... y muchas más cosas que no tengo espacio
para comentar.
La estación de la calle Perdido es un libro original y atrevido, que demuestra que
es posible hacer fantasía sin recurrir a los tópicos de siempre. Aunque tiene sus fallos, como un estilo exceso
barroco y arcaizante o el hecho de que seguramente le sobren páginas, se trata de una obra imprescindible. China
Miéville también ha escrito King Rat, inédita en castellano, La cicatriz (ambientada en el mismo mundo
que La estación...) y está a punto de terminar Iron Council, donde retornará a Nuevo Crobuzón.
Carlos Romaní (kaoss)
Los hechos de la vida
(2002) – Graham Joyce
La Factoría de Ideas – Solares terror nº 9 – 2003
Los Vine son una familia un tanto atípica; un matriarcado en un mundo abiertamente
machista, presidido por una madre de fuerte carácter y con una corte de siete hijas, algunas de ellas casadas, que
sólo tienen descendencia femenina. Entre ellas está Cassie, un espíritu libre con serios problemas para asumir las
convenciones sociales y única heredera de la capacidad materna para interactuar con el "más allá". Cassie tuvo en el
pasado una hija ilegítima que dio en adopción debido a sus nítidas dificultades para sacarla adelante. Justo cuando
está a punto de hacer lo mismo con otro recién nacido... toma la decisión de quedarse con él para criarlo. Ese
segundo hijo es Frank, el vehículo con el seguiremos las vicisitudes de este curioso grupo en los años posteriores a
la Segunda Guerra Mundial.
Los hechos de la vida es una saga familiar, sumamente evocadora, que transmite las
inquietudes de la sociedad británica de la época. Asimismo, no está lejos de ser la enésima historia de
descubrimiento del mundo adulto por parte de un niño, un esquema arquetípico al que Graham Joyce proporciona una
vibrante impronta de la mano de un componente mágico que, con mucha delicadeza, tiñe las vivencias que se relatan.
Lo menos conseguido de esta excelente novela se encuentra en los roles de cada "pareja" que
va apareciendo entre los Vine. Tenemos a los "granjeros" sencillos de vida sana; los reprimidos urbanitas con
problemas maritales; las solteronas ultradependientes de su iglesia y de una afición que llena sus existencias; los
jóvenes de izquierdas descubriendo que los ideales son sólo eso;... un cúmulo de estereotipos bien abordados
donde se echa un poco en falta alguna característica que marque la diferencia. Pero, como el propio título reconoce,
estamos ante los hechos de la vida; una vida con un curso natural donde encontramos gente normal enfrentada
a los problemas originados por una sociedad en continuo cambio y con unas inquietudes que amenazan el grupo que
forman.
Especial mención merecen el sutil y variado sentido del humor del que hace gala Joyce, que
ayuda a sobrellevar la dureza de algunos eventos y que es una buena herramienta de crítica social, o el ritmo alegre
y vital que imprime a la narración, que invita a devorar las vicisitudes de los Vine de forma compulsiva.
No podía dejar de aludir al corazón de la novela, el capítulo más extenso y la clave de
Los hechos de la vida, que retrata el bombardeo de Coventry en Octubre de 1940 y que resulta vital para
comprenderla. Una estremecedora escena que comunica sensaciones equiparables a los mejores pasajes en los que Kurt
Vonnegut relató el horror de Dresde.
Ignacio Illarregui Gárate (Nacho)
Nota del editor: De todos los títulos seleccionados sólo hay tres que están agotados:
El país de las risas, Conan y La fuerza de su mirada. Afortunadamente estos dos últimos van a
ser reeditados en breve, respectivamente, por Timun Mas y Gigamesh. Y el primero es todavía relativamente accesible
a través de librerías de segunda mano o mediante páginas web como
www.iberlibro.com
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