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Los tejedores de cabellos,
de Andreas Eschbach
Título original: Die Haarteppichknüpfer
(1995)
Portada: Vincent Madras
Traducción: José María Faraldo
Editorial: Bibliópolis
Bibliópolis fantástica nº 14
(2004)
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Andreas Eschbach
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Ignacio Illarregui Gárate (Nacho), Noviembre 2004
Algo está ocurriendo en el panorama editorial de literatura fantástica para que se estén
rompiendo con los tabús acumulados durante la última década. Hay diversas editoriales publicando títulos
escritos por autores españoles, poco a poco están apareciendo (contadas) colecciones y antologías de relatos
de todo tipo, hay una variedad y cantidad de oferta impresionantes, se están recuperando clásicos que llevaban
tiempo fuera del mercado,... Y, por si no fuera suficiente, se está comenzando a mirar hacia la Europa no
anglosajona para ofrecernos, en la medida de lo posible, un vistazo de lo que se está publicando allende
nuestras fronteras.
Es de justicia reconocer la labor desempeñada por Bibliópolis, que hace dos años hizo
trizas cualquier prejuicio establecido con la llegada de ese huracán, genio y figura llamado Andrzej Sapkowski.
Una apuesta muy arriesgada (tres de los nueve primeros títulos de la colección vienen firmados por él, encima
formando una serie) que devino en un fulgurante éxito, a todas luces, inesperado. Ahora ha llegado el momento de
ir abriendo mapa, ofreciendo lo que vendría a ser la segunda oleada. Como primer refuerzo llega otro autor con
mucho tirón en su país de origen, el alemán Andreas Eschbach, que ha publicado con éxito en
Francia, Italia, Polonia, Chequia o, incluso, Japón. El libro elegido ha sido su opera prima, Los tejedores
de cabellos, que llega con algún premio europeo bajo el brazo como el Bob Morane o el Imaginales
(sendos galardones que, curiosamente, años después ganó Juanmi Aguilera con La locura de Dios). Y,
sinceramente, no se me ocurre que pudiese haber otra opción mejor: el grado de satisfacción es
enormemente alto.
La historia que desarrolla Eschbach se sitúa en un futuro muy lejano. La humanidad vive
dispersa por una pléyade de mundos que abarcan varias galaxias y sus designios son controlados por un emperador
inmortal al que se adora desde la cuna a la sepultura. Este dios todopoderoso vive rodeado de riquezas en un
palacio y vela por la seguridad y el bienestar de sus billones de súbditos, inmersos en una teocracia de la que
ni se plantean escapar. En el culto que se le rinde juegan un papel fundamental los tejedores de cabellos,
abnegados artesanos que emplean toda su vida en elaborar unos complejos tapices, de apenas dos metros de altura,
confeccionados con los cabellos de sus mujeres e hijas. Una vez terminados, después de décadas atados al bastidor
del telar, los venden a los comerciantes del Imperio por una elevada suma de dinero que será empleada por su
hijo para fundar una familia y preparar su propia obra.
Alrededor del gremio de tejedores ha crecido una sociedad despiadada, que vive por y para
ellos, donde la educación es un privilegio escaso, la tecnología ha quedado anclada en
un atraso desconcertante y no se vislumbra posibilidad alguna de mejorar la calidad de vida. Rápidamente las
preguntas vienen solas: ¿cuándo y por qué se inicia la labor de los tejedores? ¿Realmente se emplean para
adornar el palacio del emperador? ¿Puede la vida de alguien girar únicamente alrededor de esas piezas que jamás
llegan a tener 4 metros cuadrados? ¿Por qué se considera al emperador un dios omnisciente? ¿Puede ser
derrocado?
Para responder a estas y otras cuestiones, Eschbach se sirve de una estructura que no es
una novela propiamente dicha y que se asemeja a la utilizada, por ejemplo, por Ray Bradbury en Crónicas
marcianas. Estamos ante un conjunto de relatos con un importante aire fabulador, ordenados secuencialmente,
que, salvo una excepción, no comparten protagonista, aunque sí que coinciden en algunos personajes, y que se
suceden con una cadencia muy apropiada para ir transmitiendo los elementos que construyen la narración.
La historia de un tejedor de alfombras cuyo hijo no quiere seguir su ejemplo, un
maestro de escuela que le llenó la cabeza de ideas sobre un mundo mucho más grande que el lugar donde se
encuentran, la hija de un comerciante que desea casarse con él, un tejedor del mismo poblado que
perdió su obra en un incendio, una buhonera que se encuentra con un visitante de otro mundo,... forman
pequeñas secuencias que gozan de un inmenso poder acumulativo y que crean un minucioso e ilustrativo tapiz
sobre la naturaleza del poder, la corrupción que llega con éste, el choque entre orgullo y humildad, la
inercia histórica, el cambio y los miedos que produce, o el sentido de nuestra existencia.
A destacar la solvencia de Eschbach como antropólogo al recrear una sociedad y unas
costumbres extrañas pero fieles a las concepciones humanas de las que surgen, que recuerda levemente lo que
hemos podido leerle a Ursula K. Le Guin en muchas de sus obras del Ecumen. Muy especialmente sus relatos más
tardíos presentes en Cuatro caminos hacia el perdón o "Las niñas salvajes", pero sin dejarse llevar
por el amaneramiento ni la sensiblería barata de algunos de ellos.
Quizás algún detalle, como la pérdida de continuidad patente entre determinadas piezas
del final del libro, me impidan utilizar el calificativo de obra maestra. Pecata minuta. Los tejedores de
cabellos es una narración sobria, llena de sentimiento, esperanza y desencanto, que ofrece un verosímil
muestrario de actitudes ante la vida. Una obra donde, a diferencia de otras brillantes primeras "novelas",
la estructura es una delicia y va de la mano, de principio a fin, con la historia que el autor nos quiere
contar.
Una pena que hiciésemos la lista de
fundamentales de ciencia ficción
un poco antes de que saliera este libro. Estoy convencido que ahora formaría parte de ella.
Foro de Cyberdark.net -
Ciencia ficción - Grupo de lectura de ciencia ficción: Los tejedores de cabellos
- Comentarios de los miembros del grupo de lectura sobre el libro de Andreas Eschbach. Aviso, se habla en
profundidad de la novela, por lo que quizás sea mejor que la leas antes de entrar en él.
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