Por Rodolfo Martínez (Rudy), Diciembre 2004
Confieso que las novelas de Jack Vance tienden a aburrirme casi tanto como me fascinan
sus relatos. Lo que en la narración corta es una virtud (su capacidad para presentar lo exótico con dos
pinceladas) en sus obras más largas se convierte en un lastre, llenándolas de hojarasca prescindible e
inflando sin necesidad historias que podrían haber sido narradas con más eficacia en la mitad de páginas.
Maske: Taeria está a medio camino entre ambas opciones. Es una novela bastante
breve, por lo que aúna lo mejor de Vance y apenas está lastrada por sus más evidentes defectos, como esas
irritantes notas a pie de página que interrumpen el fluir narrativo con la supuesta pretensión de aportar
"color local" y que, en su mayor parte, resultan del todo prescindibles.
Es, precisamente, la abundancia de esas notas lo que hace insufribles las primeras
páginas de Maske: Taeria. Por suerte, éstas empiezan a menudear enseguida para desaparecer casi por completo a medida que
nos adentramos en la novela. Así que, si uno logra superar el escollo de los dos o tres primeros capítulos,
podrá disfrutar de este libro sin mayores problemas.
Estamos ante una especie de thriller cuyo mayor aliciente es el modo en que
un personaje debe ir ascendiendo dentro de una sociedad que desconoce para poder cumplir sus deseos de
venganza, una historia contada con cierto humor y salpicada aquí y allá por esos detalles tan queridos
de Vance y que son su marca de fábrica: ese modo tan magistral en que, con un par de líneas, es capaz de
hacernos comprensibles sociedades exóticas y, en apariencia, carentes de sentido.
Como dije antes, ese talento funciona mejor en la narración corta que en la larga,
así que en ocasiones el ritmo sufre algunos altibajos, y nos encontramos con elementos argumentales que
no tienen más propósito que alargar la historia lo suficiente para poder considerarla una "novela".
Afortunadamente, el libro resultante es lo suficientemente breve como para que se lea con agrado, y los
defectos de Vance como narrador quedan de sobra compensados por su sorprendente habilidad para lo
extraño.
Esta reseña fue publicada originalmente en Drímar, la página de Rodolfo Martínez
http://www.drimar.com/rudy/
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