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por Skalagrim
Perdón, pero se acerca el 25 de Diciembre... (fun fun fun).
Es curioso, pero la fecha de marras no tendría absolutamente ninguna importancia de no ser
porque la Tierra gira inclinada sobre su plano de traslación (Plano de la Eclíptica) en torno al Sol. De hecho,
presenta una inclinación con relación al plano de 23º 27´. O sea, forma con éste un ángulo de 66º 33´. Esta
inclinación se mantiene de forma constante y el eje siempre apunta en la misma dirección, por lo que, a lo largo de
su giro alrededor del Sol, habrá un momento en que se dirija hacia el Sol y otro en el que lo hará en sentido
contrario.
"Parez hecho a posta", diría mi güelu. Entre el 22 y el 23 de Diciembre, los rayos del Sol
son perpendiculares al Trópico de Capricornio. O sea, que en ese instante la línea que delimita la parte iluminada
de la Tierra de la que no lo está es tangente a dos paralelos situados a 66º 33´... los círculos polares ártico y
antártico, nada menos. En ese instante, en el Ecuador el día y la noche tienen exactamente la misma duración.
Aburridísimo (probablemente por eso nunca ha sido una zona muy frecuentada).
En otras latitudes (y nunca mejor dicho) la cosa se anima. En el hemisferio norte, que es
el que nos interesa, la zona oscura es mayor que la iluminada, los días son más cortos que las noches, y cuanto más
nos acercamos al Polo Norte, mayor es la diferencia. A partir del Círculo Polar Ártico la noche es permanente, y no
se ve salir el Sol durante meses.
Para los pueblos antiguos tenía que ser tremendo, y cuanto más al norte, peor. Salir del
luminoso verano y ver cómo las sombras se enseñoreaban día a día de la tierra, los vientos fríos se apoderaban del
mundo y la oscuridad triunfaba por doquier. Supongo que durante siglos en el fondo de sus mentes anidaría el terror
de que la noche, una vez crecida, no dejara de reinar jamás... y entonces, de pronto, el Sol asomaba de nuevo
tímidamente, justo en el momento de mayor oscuridad, y la luz y la vida regresaban. Eso ocurría la noche del 24 de
Diciembre, y al nuevo día que amanecía lo hemos llamado de muchas formas a lo largo de los milenios.
Asépticamente hablando, es el Solsticio de Invierno.
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Mitra |
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Todas las religiones, pueblos y culturas del hemisferio norte han celebrado el regreso de
la luz. Pero quien institucionalizó la fecha del 25 de Diciembre como un día entre los días fue la Religión de
Mitra. Mitra era originalmente un Dios Védico (Indio). Desde la India, donde su culto decayó, pasó a Persia, y allí
tuvo un gran éxito. Las legiones lo trajeron de vuelta de sus campañas en oriente, y el mitraísmo arraigó con fuerza
en el mundo romano. Hoy casi nadie sabe lo importante que fue. El Cristianismo, convertido en Iglesia Católica,
emprendió una campaña de enterramiento y destrucción de su recuerdo como no ha habido otra en la Historia de la
humanidad. Y tenía sus razones. Durante siglos, el culto de Mitra fue una auténtica pesadilla para el incipiente
culto cristiano, una competencia pura y dura, porque sus preceptos morales, su capacidad de ilusionar y su mística
de los ritos era tan poderosa como la de los cristianos, y además socialmente el culto a Mitra estaba mucho mejor
considerado.
Mitra era el intermediario entre los hombres y Ahura Mazda, el Sol, y su religión también
comprendía un bautismo (en sangre de toro) y un sacrificio por el bien de todos los hombres. El culto había sido
traído por las legiones desde Persia, y el ejército lo había abrazado con entusiasmo. Describía la lucha entre la
luz (el Sol, el bien, Ahura Mazda) y la oscuridad (Ahriman). El mal estaba representado por la serpiente (véase el
Génesis y confírmese una vez más que menudo morro tienen algunos) y cada 25 de Diciembre se celebraba el nacimiento
de Mitra, que había traído la esperanza. El culto celebraba sus misterios en secreto y dentro de la congregación
había grados y niveles que se alcanzaban en función de la honestidad, el valor y la solidaridad demostradas para con
los semejantes, y no por riqueza o nivel social. Los fieles que alcanzaban un alto grado constituían el sacerdocio.
Mitra exigía la hermandad y la ayuda mutua, y en lugar de ascetismos y castidades se conformaba con exigir de los
hombres que aspiraran a ser mejores de lo que eran...
No hace falta decir que fueron vencidos, y hasta la memoria de su existencia estuvo a punto
de ser borrada. Como las otras religiones paganas, como algunas de las propias herejías del cristianismo, su
proselitismo era tolerante. Estaban convencidos de su fe, pero no intentaban imponerla como única. Y, por supuesto,
tenían otro grave problema: no eran proclives al marujeo.
Me explico: en los Misterios de Mitra no podían iniciarse mujeres, y les estaba prohibido
entrar en los templos secretos (Mithraeum) o conocer los detalles del culto. Las feministas pueden ahora agitar sus
banderas y aplaudir su desaparición, si es que hay/queda alguna leyendo esto. No esperaba otra cosa de ellas pero,
si alguna quisiera escucharme sólo un instante, le diría que los mitraicos creían en la libertad religiosa, y que a
ellos nunca se les hubiera ocurrido entrar en los templos de Isis o Démeter que había en sus mismas ciudades, ni
discutir su naturaleza de cultos femeninos, ni siquiera dudar de la existencia de esas diosas.
Los cristianos, en cambio, cuando llegaban a una casa actuaban como los astutos vendedores
de alfombras de hoy: preguntaban por la señora. Y aunque ellos sí consideraban a las mujeres seres de segunda clase
y no las permitían impartir sacramentos (dudaban incluso que tuvieran alma), incorporaron las figuras de reclamo
necesarias de las religiones femeninas a la muy útil figura de la Virgen María (a eso se le llama nadar y guardar
la ropa).
La Iglesia primitiva tuvo a auténticos genios del marketing al mando del asunto en los
primeros tiempos, sin duda. Basta con leer a los primeros Padres de la Iglesia, una mezcla de misóginos,
publicistas, fanáticos y casos freudianos de mucho cuidado, y capaces sin embargo de desdecirse a sí mismos para
crear una oferta atractiva. Un día repudiaban a la mujer como aliada del diablo, otro discutían sobre si tenía alma
o no... pero para presionar a un jefe bárbaro local o a un general imperial no había mejor arma que una esposa o
amante cristiana en su cama. Todo ello facilitado, aderezado e inspirado, por supuesto, por los dulces sentimientos
maternales de María.
Los practicantes del culto a Mitra eran gente normal fuera del culto, y no tenían tanto
tiempo libre para pasar en los patios de vecinas (sí, hablando en términos sindicales modernos, la Iglesia inventó
la figura del "liberado"...). Sencillamente no pudieron competir a esos niveles, o quizá prefirieron desparecer con
dignidad (personalmente creo que yo hubiera hecho lo mismo). Mientras fueron una religión fuerte, asentada en las
bases del poder, sus practicantes no impidieron el desarrollo de ninguna de las otras religiones existentes.
Juliano, llamado "el Apóstata", tan odiado y denostado por los cronistas cristianos, no hizo más que publicar un
edicto de Libertad Religiosa (era adorador de Mitra). A la Iglesia siempre le ha parecido una tontería eso de los
estados aconfesionales (excepto cuando la confesión no es la suya), y ya le habían cogido el gustillo al monopolio
en tiempos de Constantino. En cuanto pudieron, arrasaron a sangre y fuego a las otras religiones desde el poder.
Con el culto a Mitra fueron particularmente vengativos. Como no podían anularlo totalmente
de la memoria de las gentes se apoderaron de sus días, sus conceptos y parte de sus mitos, sustituyeron sus templos
por templos cristianos y borraron hasta su mención de los libros de Historia (que pronto sólo ellos escribirían).
El culto a Mitra era más antiguo, menos ambiguo, estaba más próximo a la prestigiosa cultura clásica, estaba muy
extendido en el ejército, no exigía ascetismos ridículos y sus máximas tendían a ennoblecer al hombre. No
descansaron hasta acabar con él, y empezaron por apoderarse del más importante de sus días y convertirlo en el más
importante de los días cristianos.
Así pues, si aún crees en algunas virtudes aunque se hayan hecho viejas, si sin creer
necesariamente en nada compartes la antigua máxima de que nada humano te puede ser ajeno, o si eres un oculto
superviviente en tu Mithraeum, con una pequeña vara tatuada en la muñeca y un deber en el corazón, en ese caso,
hermano, Feliz 25 de Diciembre...
La Iglesia comenzó a celebrar la Natividad en el siglo II, durante el papado –que aún no
era papado– de un tal Teófilo, pero no fijó su festejo en Diciembre hasta el siglo IV. En el párrafo anterior
expliqué las razones.
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Nacimiento |
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Pragmatismo. Inteligencia. Astucia. La Iglesia es digna hija de Roma. Se mueve, se evade,
flirtea, esquiva, asiente, disculpa o condena (no, no estoy hablando del fandom). Coloca fiestas virginales
allí donde se celebraban rituales de fertilidad. Esconde los viejos ídolos de los nativos bajo los altares de sus
iglesias para que los conversos más recalcitrantes vayan allí a postrarse... Cuando está en el poder, perpetúa.
Cuando está bajo la bota, sobrevive. De un modo u otro se ha movido a lo largo de dos mil años, impregnando nuestra
cultura, nuestro pensamiento, nuestras leyes y nuestra ética. Ha organizado masacres, ha dirigido cruzadas, ha
quemado a sus propios santos en las piras de sus hogueras, ha guerreado sin descanso, a menudo en todos los bandos
a la vez, y a veces contra sí misma (incluyo aquí a todas las iglesias cristianas de todo tiempo, todas aquellas que
celebran un mismo día la Navidad...). Ha sido el mayor mecenas artístico de la Historia, y ha pintado y ha esculpido
los más hermosos desnudos en los techos de sus propias basílicas mientras mortificaba la carne para liberarla del
pecado. Ha derramado océanos de sangre...
Y sin embargo...
Cuando llegó era la religión de los desheredados, de los pobres, de los parias y de los
sin esperanza. En el mundo antiguo, las religiones paganas seguían la pauta de la naturaleza, y la naturaleza
siempre ha sido cruel y algo clasista. El cristianismo atribuyó a cada ser humano un alma igual y una esperanza, así
como una promesa de juicio final donde a más de uno –y cada creyente tenía su lista– se le iba a caer el pelo...
Para aquellos primeros creyentes la vida era una realidad tan ingrata y el otro mundo una
promesa tan dulce que algunos intentaban colarse en la taquilla para sacar la entrada. En los primero tiempos de
persecuciones la Iglesia tuvo que anunciar que la muerte en martirio no aseguraba el cielo forzosamente, porque
corrían el riesgo de quedarse sin fieles. Si los leones tuvieran una historia propia, aquellos serían sus Buenos
Viejos Tiempos...
Y sin embargo...
El cristianismo, es, por encima de todas las cosas, la religión del Hombre. Él es la medida
y fin de todas las cosas. Su propia figura central deja de ser la de un dios para pasar a ser la de un hombre
mortal. Y más aún, con el catolicismo deja de ser un juguete en manos de los dioses o del ciego destino, para
convertirse en un ser absolutamente libre. Si, ya sé que suena contradictorio, porque nos han pasado por los morros
infinidad de veces que las sociedades más libres son las de los países protestantes, cuyas iglesias son sin embargo
en su mayoría deterministas... pero yo no hablo de países o de sociedades, sino del hombre como entidad individual:
Puedes ser un santo. O un cabrón. O un hijoputa. Tú eliges. No hay disculpas, ni mandatos divinos, ni destinos
inconmovibles. Y en algunas ocasiones, en determinados momentos, por cabezonería, cólera o soberbia, haces lo
incorrecto porque te sale de los filkings. No hay ninguna religión que le haya dado al hombre un regalo
semejante: la chulería para con la creación, la elevación a los altares del individualismo. Dios establece el
código y te lo comunica, pero no te corrige a cada paso. El cristianismo es la primera religión en la que se
supone que ya eres mayorcito; allá tú cuando te pare Tráfico...
Y sin embargo...
A mí me gustaría creer que es verdad. Sé que la fecha no es cierta, y sé que la historia
probablemente se desarrolló de una manera muy distinta (recomiendo a los efectos la lectura de Rey Jesús, de
Robert Graves). Pero aún así me gustaría creer en la leyenda del Galileo. Me gustaría creer que hubo alguien que
nos amó lo suficiente para morir por nosotros. Me gustaría creer que lo hizo a pesar de conocernos muy bien, y a
pesar de que no tenía ninguna razón propia para hacerlo. Me gustaría creer que es posible que se nos pegue algo de
esa magia, y como en el fondo soy un ingenuo y un sentimental creo que algo ha quedado. Cuando los demás sólo tenían
ejércitos y la Iglesia también los tenía, ella tenía además hospicios, leproserías, orfelinatos, refugios y
hospitales, y conventos donde se repartía un plato de sopa. Estaban ahí antes de que estuvieran las ONG, y antes de
que hubiera Seguridad Social, y antes de que el Ayuntamiento pusiera escuelas... Sí, ya sé que la ayuda no era
siempre desinteresada, y que la Justicia no puede ni debe ser sustituida por la Caridad. Todo lo que tú quieras,
pero mientras tanto y no, un plato de sopa es un plato de sopa.
De modo que si aún crees aunque sólo sea un poquito en la leyenda del Galileo, y sigues
prefiriendo a los Reyes Magos al hortera de Papá Noel, y aunque no hayas vuelto a pisar la iglesia desde el bautizo
de aquél sobrino, creo que te mereces una pequeña felicitación: Hermano de Paz en Cristo, Feliz Navidad...
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Stonehenge en el Solsticio |
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Voy a cerrar esta extraña postal navideña volviendo al principio: el Solsticio de Invierno.
Hace poco más de dos mil años, los cruces de caminos, los claros de los bosques y las aldeas de Europa occidental
se llenaban de lámparas de sebo, de pequeñas hogueras y de luces fantasmales que intentaban animar al Sol a que
saliera. En aquella época los bosques eran inmensos, los puntos de población humana pequeñas islas de luz en medio
de un océano de oscuridad. Las gentes vivían alrededor de la solidaridad del clan y de la tribu, unidos por
estrechos lazos familiares y con la tranquilidad psicológica de quien sabe dónde está y qué se espera de él. Y el
hombre de las tribus era inmensamente rico: bosques llenos de vida, leña abundante, aire puro, ríos de agua
cristalina llenos de peces... un mundo abierto y sin fronteras, con diversidad de lenguas, diversidad de cultos, de
costumbres y de leyes, extrañamente respetuoso con la naturaleza. Había bosques sagrados, y animales tótem a los que
no se podía matar a la ligera, y la tala indiscriminada estaba prohibida en la salvaje Europa de las tribus, antes
de que Roma lo borrara todo, lo unificara todo, lo ordenara todo...
Nos han quedado retazos de estos tiempos de libertad, cuando el sentimiento de culpa
judeocristiano que ahora nos domina desde el nacimiento era algo desconocido y uno no pasaba la vida avergonzándose.
Casi todos están en la cultura rural, increíblemente resistentes, invencibles a pesar de la presión imperial,
la persecución cristiana y el desprecio del hombre de ciudad por todo lo procedente del campo (excepto la comida).
La cultura clásica y el cristianismo fueron fenómenos fundamentalmente urbanos, y la propia palabra pagano viene de
pagus, aldea. El paganismo quedó así identificado con el atraso, el aislamiento y la ignorancia en la que se
sumió el medio rural a partir del siglo IV, y pronto se relacionó a los restos de la antigua religión con la
brujería. Las danzas en los bosques, las pequeñas ofrendas y las fiestas estacionales fueron reconvertidas,
perseguidas o empañadas por leyendas aterradoras (hay que ver la imaginación enfermiza que podían llegar a tener los
primitivos padres de la Iglesia).
Son, sin embargo, nuestras raíces, tan profundas y agarradas a la tierra que nos es
imposible olvidarlas ("...porque la Tierra, Scarlett, es lo único que permanece..."). Y nuestras leyendas, mitos,
canciones y nombres proceden de esa época desorganizada, caótica, libre y colorista. El hombre estaba más cerca de
la naturaleza, y no tenía tanta conciencia de su propia importancia.
A veces uno escucha ecos de ese talante pagano asomándose a la realidad diaria de las
cosas. Y a veces el paisaje te muestra casi visiones de cómo fue, cómo fueron los grandes bosques y las viejas
piedras. Y conozco a un par de jovencitas que pasarían perfectamente por sacerdotisas de algún culto ancestral
preindoeuropeo y que te sorprenderían con las cosas que pueden llegar a hacer desde los lugares adecuados, si
sienten bajo sus pies desnudos la piedra, la hierba y el agua...
De esa antigüedad fascinante nos vienen los días mágicos. En otoño, el terrible Samhain.
En el Solsticio de Verano, la noche de San Juan. Y en este día, 25 de Diciembre... si no está nublado, el Sol
saldrá en un punto exacto entre los trilitos de arenisca azul y bañará la piedra del Altar de Stonehenge. A puro
huevo. Y sin calculadora.
Pensar en ello me vuelve soñador y un poco melancólico, porque, para qué voy a negarlo, en
el fondo de mi corazón anida el alma un viejo pagano. Así que permitidme que en su nombre os desee
por Tutatis;
por Odín;
por ejemplo:
Feliz Navidad y sacadle lo que podáis al Año Nuevo.
Postdata: He dividido la felicitación en cuatro partes para que cada uno se sienta
felicitado en la parte en la que se considere aludido. Si has tenido la santa paciencia de llegar hasta aquí,
considérate felicitado por cuadriplicado (una aséptica para los agnósticos, una justa por los mitraicos, una
tradicional para los cristianos y otra pagana porque me lo pedía el cuerpo...). Y además, como decimos en el
brumoso norte, "tas convidau".
Escribí este texto hace mucho tiempo, en los años 90, en otro momento, en otro lugar y en
otras circunstancias, y desde entonces la Tierra ha dado muchas vueltas, y han pasado muchas cosas, y según los
científicos apenas conservo en mi cuerpo unos pocos miles de células comunes con el hombre que un día lo escribió.
Aún no era Skalagrim cuando lo escribí. O tal vez sí...
Y sin embargo algunas cosas han permanecido constantes desde aquellos días, y una de ellas,
y no la menos importante, es un deseo: haber logrado arrancarte, en algún lugar perdido entre las palabras, una
mirada de comprensión o una sonrisa.
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