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El mar de madera,
de Jonathan Carroll
Título original: The Wooden Sea
(2001)
Portada: Rafal Olbinsky
Traducción: Manuel de los Reyes
Editorial: La Factoría de Ideas
Solaris Ficción nº 49
(2004)
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Jonathan Carroll
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Alfonso García (fonz), Enero 2005
Cuando el coordinador editorial de ésta su página me sugirió, muy maquiavélicamente
(para que vean qué tipo de personas se agazapan debajo de aficionados aparentemente normales y amantes de
la literatura), que escribiera la reseña de El mar de madera me las prometía muy felices. He sido
seguidor de Jonathan Carroll desde que hace muchos años se publicara en España su deslumbrante El país
de las risas, en aquella lamentable edición de Ultramar ahora muy difícil de encontrar. Y saber que,
después de tantos años, se volvía a editar algo del ídolo me había alegrado un montón. Pero claro, un gran
poder conlleva una gran responsabilidad (bueno, en este caso minúsculo poder); ¿y si el libro era malo?,
¿y si con mi reseña contribuía a fastidiar otra oportunidad para Jonathan Carroll en España? Hum, la cosa no
tenía tanta gracia como parecía en un principio.
Pero, ¿quién es Jonathan Carroll y cuáles son esos poderes que le han ganado un
seguimiento devoto por parte de nosotros, sus entregados fans? Antiguo profesor de inglés residente en
Viena (un escenario casi constante en sus libros), es uno de los escritores de culto más influyentes de
la fantasía moderna. No en vano entre sus admiradores se encuentran pesos pesados de la talla de Stephen
King, Jonathan Lethem o Neil Gaiman. Toda su obra se encuadra dentro de un fantástico muy peculiar que a
veces se etiqueta como slipstream (ese terreno resbaladizo entre la literatura general y la de
género); una especie de realismo mágico a la norteamericana que recuerda mucho a otro escritor de culto
para las masas, Haruki Murakami. Y sus poderes son una exhaustiva y brillante construcción de personajes,
un sentido del humor que roza la comedia de situación dadaísta y un hábil y dosificado manejo de la
intriga. Con una peculiaridad; en sus novelas de ambientes deliciosamente cotidianos, lo prodigioso no
permea la realidad hasta el tramo final de sus historias, resquebrajando para siempre la aparente
vulgaridad de unas vidas normales como la tuya o la mía. Salvo en este mar de madera, donde se esquiva
este último mandamiento carrolliano y lo sobrenatural aparece ya en las primeras páginas.
Frannie McCabe es un jefe de policía cabezota, socarrón, algo brutote y americano a
carta cabal pero con un pasado turbio. Delincuente juvenil, luchó en Vietnam, fracasó en su primer matrimonio
durante su estancia en Los Ángeles y ahora vive, felizmente casado con Magda y su hijastra Pauline, en un
pequeño pueblo del estado de Nueva York: Crane´s View (escenario de dos novelas anteriores de Carroll:
Kissing the Beehive y The Marriage of Sticks). Frannie tiene cincuenta años y ha llegado a
ese momento en la vida en el que se ha convertido en un hombre maduro y responsable al que únicamente le
queda esperar a ver cómo crece su hijastra en una vida de cortar el césped, hacer la compra en el súper y
beber cerveza mientras ve el partido del domingo. En resumidas cuentas, envejecer felizmente junto a su mujer.
Hasta que un perro de tres patas que se niega a seguir muerto y enterrado irrumpe en su vida. Y después de
eso, el caos; viajes en el tiempo, plumas multicolores en los lugares más insospechados, un olor maravilloso,
su yo adolescente irrumpe en su vida para amargarle la existencia, y mucho, muchísimo más...
Carroll maneja todos estos elementos como si fuera un malabarista subido en un monociclo
al ritmo de La danza del sable, incorporando sin descanso más y más piezas a su número. Uno confía en
su habilidad, sabiendo que es un gran narrador y que no se va a despanzurrar estrepitosamente sobre la pista. Y
la verdad es que durante los dos primeros tercios de la novela se maneja sobrado. La narración es velocísima y
desquiciada, trufada de un brillante sentido del humor y diálogos ingeniosos como una screwball comedy
fantástica. Al leerla me venía a la cabeza aquella comedia también de culto, Atrapado en el tiempo, pero
como si hubiera sido dirigida por Howard Hawks o Billy Wilder. Te ves arrastrado por el huracán de la intriga,
por saber qué pasará después, lo que convierte a El mar de madera en un adictivo pasapáginas que se
devora en dos tardes.
Por si fuera poco es un libro magníficamente escrito. La técnica de Carroll es impecable
y todo el peso de la estructura narrativa recae sabiamente en su punto fuerte: los personajes. Al tomar la voz
de McCabe como narrador de la historia en primera persona (otro recurso habitual), lo clava. Si existiera
Fran McCabe hablaría, actuaría y pensaría así. El resto del reparto está tan cuidado como se puede esperar;
sabiendo que la verdad reside en los detalles, Carroll viste minuciosamente a sus personajes de rasgos y
particularidades aparentemente triviales, pero fundamentales para comprender una vida, de tal manera que no
nos extrañaría que Crane´s View existiera de verdad y pudiéramos encontrar allí a los personajes que pueblan
la novela.
Pero el número es muy arriesgado; cuando propones un intrincado misterio como el que se
plantea al lector más vale que la explicación final sea satisfactoria si quieres evitar la decepción. Así que,
progresivamente, Carroll se va acalorando, sudando y bufando por el esfuerzo que supone mantener todo el
tinglado en el aire a la vez que intenta dirigirse a alguna parte con su inestable monociclo. Más concentrado
en distraer al lector que en proporcionarle solidez al relato, se descuidan aspectos fundamentales del mismo;
la trama avanza a base de información suministrada al personaje principal por medio de "oportunas"
conversaciones, la excusa argumental que detona el caos en la vida de McCabe parece traída por los pelos, como
si hubiese tirado de una idea escrita apresuradamente en una servilleta un mes antes. Y tampoco hubiera estado
de más un buen cepillado a las numerosas astillas que quedan sueltas una vez zanjado el conflicto. Pero no
importa, porque Carroll, a la manera de un pícaro prestidigitador, nos ha avisado varias veces: aquí no se
aplican las reglas, una cuchara es la mejor manera de navegar en un mar de madera.
Y ahí, en esa cuchara, es donde reside la clave de la novela. Porque cuando el
espectáculo ha terminado, se han apagado los focos, parado la música y retirado el malabarista, lo que
importa es la forma en que Frannie ha navegado por su particular mar de madera, la historia de un hombre
que se enfrenta a sus actos del pasado, los comprende y acepta. Y este conocimiento le lleva a la paz
consigo mismo, con todas las personas distintas que ha sido durante su vida, sufriendo una epifanía por
el camino que le impulsa a sacrificarse sin dudarlo por lo que más ama. Cosa que, en un mundo donde Dios
nos ha abandonado dejándonos solos y desorientados, buscándole el sentido a una realidad que no cumple
las reglas, es lo único que nos queda a los seres humanos; un último acto de rebeldía y dignidad. Un
final logrado, emocionante, que deja con un sabor agridulce, de mansa desesperación nihilista debajo de
la aparente esperanza que desprende. Incluso a pesar de la intención original de Carroll, que yo intuyo
más optimista.
En fin, aunque me duele más a mí que a nadie, es una pena que la reaparición de
Jonathan Carroll no haya sido con una novela absolutamente redonda y magistral para ponerla por las nubes,
aunque sí guarda muchas virtudes que la hacen merecedora de tenerse muy en cuenta. Aún así espero que le
den una oportunidad, hay muy pocos escritores como él. De verdad, me lo agradecerán.
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