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La ciudadela del caos y Criatura del caos
de Steve Jackson

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La ciudadela del caos,
de Steve Jackson

Título original:
The Citadel of Chaos

(1983)

Portada:
Kevin Jenkins

Traducción:
María Pilar Martínez Caviró

Editorial:
Timun Mas
Timun Mas Libro aventura
Fighting Fantasy
(2003)


El libro en cyberdark.net



Criatura del caos,
de Steve Jackson

Título original:
Creature of Havoc

(1986)

Portada:
Alan Langford

Traducción:
Beatriz Fernández

Editorial:
Timun Mas
Timun Mas Libro aventura
Fighting Fantasy
(2004)


El libro en cyberdark.net


Steve Jackson

Libros en cyberdark.net


Reseña de los dos primeros libros de la colección Fighting Fantasy

 

 

Iván Olmedo (Odemlo), Febrero 2005

   Yo confieso:

   Lo primero, que no debo ser el crítico más indicado para tratar el producto (¿literario?) que tengo entre manos ya que, precisamente, de los tres grandes géneros fantásticos el de la fantasía, en su vertiente épica o heroica, no es el que más me quita el sueño, la verdad...

   Lo segundo, que jamás de los jamases he jugado al rol y, aunque el motivo de la reseña no es un juego de rol, está lo bastante próximo en intenciones como para tener en cuenta este dato...

   Lo tercero, que en realidad fui yo el interesado en encargarme de estos libros, quizás seguramente por las dos razones expuestas arriba y por considerar que es un pequeño reto "criticar" un subgénero del que desconozco casi todo...

   Pero, empezando por algún sitio, ¿son los librojuegos realmente un subgénero? ¿Un fenómeno? ¿Un intento editorial de exprimir la gallina de los huevos de oro de la heroic fantasy? Recordemos que existen, igualmente, librojuegos de otras variadas temáticas: terror, ciencia ficción, aventuras, espionaje, etc...

   En fin, sin entrar tan pronto en generalidades y ciñéndome a los títulos que nos ocupan, paso a despiezar un poco esta Ciudadela y esta Criatura del caos... empezando por el argumento de la primera, que se despacha rápido. Los puntos claves de la aventura consisten en una reincidencia en la habitual parafernalia: existe un semibrujo malvado que habita una Torre Negra y planea reclutar un ejército de seres ponzoñosos para atacar (sin excusa, los muy malos no necesitan motivos en las ficciones flojas) el Valle del Sauce, amable nombre para denominar un poblado de buenas gentes sobre las que reina un bondadoso monarca. Éste envía a un joven aprendiz de mago, ni más ni menos que a asesinar arteramente y a traición a Balthus Dire, el villano de la negra torre, y acabar así con el terror que se avecina... Comenzamos la mismísima acción ante las puertas de la ciudadela, custodiadas por dos engendros a los que deberemos sobrepasar o destruir y...

   ...recuerdo haber leído varios librojuegos de parecida temática hace bastantes años, un tanto más rudimentarios, quizás; en ellos las únicas opciones existentes consistían en escoger entre dos o tres acciones diferentes que nos conducirían al siguiente paso. Y así hasta el final. Es de suponer que con el perfeccionamiento de la fórmula, o el auge del invento, las posibilidades de la parte "juego" de estas obras se han ido complicando un poco. Ahora debemos armarnos con un par de dados, lápiz y papel, que aumentan lo aleatorio de la propuesta. Pero sólo un poco, bien es cierto. Si el componente lúdico se acentúa, también el manejo se hace más engorroso, al menos hasta que se ha cogido el tranquillo y cierta fluidez al pasar páginas. Todo esto desde la perspectiva de un neófito como yo; estoy seguro de que a los jugadores de rol manejar un par de daditos del parchís les causará el mismo esfuerzo físico y mental que rascarse una ceja.

   Así, las primeras páginas de ambos libros se destinan a explicar las reglas, cómo luchar contra las diferentes criaturas, los diferentes tipos de conjuros mágicos, etc... Y de esta manera, como ya he dicho, se inicia la historia. Una historia, una aventura, partida, o como se le quiera llamar, que nunca es la misma, lo cual es la razón de ser principal de todo librojuego: que cada lector, con sus decisiones y mejor o peor suerte, se trace un camino de inicio a fin, sin estar nunca muy seguro de a dónde conducirá ese camino, o qué se va a encontrar a lo largo de él. De todas formas, no sé si será porque las posibilidades no son tan grandes como se promete implícitamente, o por torpeza personal, pero mis dos primeras incursiones en la ciudadela acabaron exactamente de la misma forma: cayéndome por un balcón y estrellándome contra las losas del patio. A la tercera, me mató un Golem... éste es, para mí, uno de los puntos atractivos del sistema de los librojuegos; un tanto cansado de encontrar en muchas lecturas casi siempre finales felices, aquí se te da la oportunidad de, con frecuencia, morir aplastado, desmembrado, asaeteado o devorado por cualquier alimaña. La ilusión de poder comenzar de nuevo otra –no muy diferente– aventura, permite esta clase de cosas que de otra forma seguramente estuvieran vetadas en escritos más convencionales.

   En cuanto a Criatura del caos, tenemos entre manos una obra dotada de casi idénticas características –como no podía ser de otra forma– aunque, en varios aspectos, ofrece una sensación general de mayor enjundia. Primero porque, llanamente, el libro es más gordo, lo que da a entender que quizás esté más trabajado el argumento; después, porque antes de comenzar a buscar numeritos y lanzar dados como locos, el autor nos obsequia con un amago de relatos (exposición muy condensada, en todo caso) que ilustran los acontecimientos principales que han formado el escenario donde se desarrollarán las acciones. Y, por último, la particularidad en este caso es que el lector –el protagonista– se debe identificar con una horrible criatura caníbal muy, muy poco inteligente, aunque bastante poderosa, lo que nos hace descansar brevemente de tanto elfo listillo o caballero honorable y ceñudo. Evidentemente, el resto de criaturas con las que habremos de medirnos son las habituales; y el lugar donde comenzar nuestra aventura, la típica mazmorra-pasadizo por la que deberá pulular el horrendo ser a discreción. En mi primera partida como bicho feo me dediqué a comerme varios tiernos medianos, antes de acabar enterrado en un lodazal venenoso que acabó con mis días de monstruo de manera harto brusca. Destacar que en este libro el lanzamiento de dados juega un papel más importante, por lo que la sensación es diferente, y también se intentan complicar las opciones con detalles a los que debemos estar muy atentos. Por cierto, las ilustraciones son mejores que en el caso de la Ciudadela, para quien le interese...

   Con todo, sería bueno entrar ya en la cuestión más peliaguda del tema: ¿son los librojuegos verdadera literatura? Evidentemente, no, a pesar de su formato. Es claro que, como productos de ficción y de la imaginación, los habrá peores y mejores, dependiendo también de sus autores, que tienen que, al fin y al cabo, molestarse en escribir una historia. Los recursos de Steve Jackson, por ejemplo, son limitados: todo el asunto consiste en continuar caminando por un pasadizo u otro; elegir la puerta de la derecha o la de la izquierda (incluso, a veces, existe una en el centro, ¡guau!), y encontrarse –sin ton ni son, en la mayoría de las ocasiones– con seres y personajes más o menos estrafalarios a los que ignorar, engañar o combatir. Cualquier pretensión literaria, de construcción de ambientes o personajes tridimensionales es nula. Todas y cada una de las páginas de La ciudadela del caos parecen escritas "a piñón fijo", como –estoy seguro, si no de mi experiencia, sí de mi intuición– otras muchas obras de parecidas características. En Criatura del caos hay un intento de mejorar el resultado por medio de la mayor complicación de los elementos, pero en realidad es lo mismo. De hecho, incluso el estilo de Jackson es tan ortopédico, las escenas tan agarrotadas como para ser meras descripciones apresuradas de lo que está pasando, que el efecto de estar leyendo una verdadera historia (con suspensión de la realidad de por medio, se entiende), no existe. Para lectores avezados, o simplemente amantes de las aventuras bien narradas, esto no vale; sus atractivos son inexistentes.

   No está de más recordar un dato que se pone en danza normalmente cuando se habla de esta clase de libros: sus cualidades como puertas de iniciación a la "auténtica" lectura para miles de niños y adolescentes. Bien es cierto que aunar el juego y la lectura no parece ser una idea que pueda reprochársele a nadie. Si estos librojuegos, que a un lector habitual le parecen insípidas y muy masticadas recopilaciones de escenas una tras otra, sirven para que la literatura fantástica gane algunos adeptos fieles, debemos contentarnos con ello, que no es poco. De este conglomerado de referencias fantásticas y un tanto descafeinadas, el joven lector pasará al siguiente. Y de ahí puede que salte a una genuina novela de fantasía o aventuras. Y de ahí, ¿quién sabe...?

   Me es totalmente desconocido si las intenciones de un autor como Jackson, a la hora de escribir este libro, entroncan con esta idea benéfica para el género o son sencillamente pecuniarias, aunque por experiencia nos inclinaremos a pensar más bien esto último. El hecho es que los librojuegos nacieron, se desarrollaron, gozaron de enorme éxito, perdieron cancha y ahora parecen haber recuperado parte de su terreno perdido. Están ahí y tienen su público; un público que, como yo mismo hace un montón de años, los abandonará para dedicarse a lecturas más exigentes.

   Ese es el camino que muchos han recorrido antes y que muchos recorrerán en el futuro. Es el camino del descubrimiento y del disfrute que recorre sola la persona con auténtica alma de lector. ¡Ah!, estos libros son malillos (menos el segundo que el primero) –aunque tienen unas portadas que da gusto contemplar, eso es cierto– pero hay que valorarlo en la medida de sus pretensiones: divertirse creándolos, divertir a los lectores-jugadores... y seguir ganando pasta.

 

© 2005 Iván Olmedo (Odemlo) para cYbErDaRk.NeT
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