Este artículo ha sido leído
6643
veces
Sandro Herrera Domínguez es conocido también
como Kelemvor
|
por Sandro Herrera, Junio 2002
<<
Primera Parte
Estuve unos cinco minutos inmóvil, mirando
la pluma gris y pensando en qué era lo que se suponía
que debía hacer en estos momentos. Luego dejé la pluma
en el escritorio y me puse a dar vueltas debajo de la lámpara
de mi habitación.
- Joder....estoy loco. Estoy como una puñetera
cabra, los videojuegos me están matando. ¡No!, lo que
ha pasado ha sido real, eso es, tengo que afrontarlo. Ha sido real
y.....y que se supone que debo hacer.
Pensé en llamar a gritos a la Madre de
la Naturaleza:
- ¡Oyeeee!, Drusilla, Dry....
No me acordaba en absoluto del nombre de la diosa,
pero de repente cada una de las letras que formaban su nombre apareció
en mi mente.
- ¡Dryselle!, por favor vuelve, no se que
hacer...
Mis últimas palabras me las tragué
al ver que nada pasaba ni iba a pasar, exceptuando los tres golpes
que dio mi vecina del piso de abajo para que cerrara el pico. Desde
luego, lo hice.
Me temblaban las piernas y no tenía ni
idea de que hacer para calmarme, porque desde luego, una infusión
no me iba a quitar de la mente a un ojo gigante que resulta ser
una paloma, que resulta ser una tórtola, que luego es la
Madre y Protectora de la Naturaleza. Pero me acordé a tiempo
de que tenía el teléfono de la chica del pelo azul
que estaba en la biblioteca. Me atreví a llamarla.
Salí de mi cuarto y encendí todas
las luces que estaban de camino al teléfono, que estaba en
el salón. Descolgué el teléfono
y marqué. Antes de que sonara el primer tono, se oyó
una especie de interferencia, luego, al tercer tono lo cogió
una chica.
- Diga.
- Hola, ¿eres tú la chica del pelo
azul que....
- ¡Luna!
- Perdona, ¿qué has dicho?
- Me llamo Luna.
A mi me extrañó que ella no sintiera
desconfianza al teléfono, parecía que esperaba ansiosamente
mi llamada. Ante esta situación, yo no sabía que decirle.
- ....Esto.....yo..hoy me encontré tu
número y decidí llamar para saber de quién
era.
- Si, ya, lo puse yo en el diccionario.
Esta chica es un poco rara, pensé, pero
quería seguir hablando con ella.
- Bueno, pues ya que estamos, si no te importa,
¿te gustaría quedar conmigo?
- Por supuesto, te espero hoy a las once en la
puerta de la biblioteca. Oye te tengo que dejar, hasta después.
No me dio tiempo de decirle que a las once era
muy tarde, que mañana tenía que ir al instituto, pero
de todos modos, iba a ir.
Aún era demasiado pronto para salir de
mi casa, pero no quería quedarme solo, así que salí
con el paso aligerado para irme rápido de la plaza.
Cuando llegué a la biblioteca me di cuenta
de que no había visto a nadie por el camino. En las escaleras
de la entrada de la biblioteca no estaba Luna, pues aún era
temprano, entonces me senté en el cuarto escalón y
me puse a pensar. En realidad no pensé mucho, porque en el
mismo momento en que me senté oí un ruido detrás
de una farola, entonces me acerqué para ver que pasaba. Al
lado de la farola había un chaval paralítico tirado
en el suelo y la silla de ruedas a su vera, también tirada.
- ¿Estás bien? -le pregunté,
pues en realidad yo me preocupé por el chico-
- Si, si, no te preocupes. -Ni siquiera me miró
cuando me hablaba, parecía que buscaba algo-
- ¿Quieres que te ayude a levantarte?
- Pues la verdad es que sí, me harías
un favor.
Primero coloqué bien su silla y luego
lo cogí en brazos (pesaba poco, pues era muy flaco) y lo
senté.
- Gr...gracias, de verdad.-seguía sin
mirarme y ahora se tocaba los bolsillos-
- ¿Te pasa algo? -le pregunté yo
intrigado-
- He, he perdido mis gafas, ¿las has visto?
Eché un vistazo al suelo hasta que las
encontré, rotas.
- Pueeeees, sí, pero me temo que no en muy buen estado.
Creo que las has escachado con el hombro. De todos modos, aquí
las tienes.-se las puse con cuidado en el regazo y le advertí
que tuviera cuidado para que no se cortara-
Eché un vistazo a la biblioteca para comprobar
que Luna aún no estaba allí. Por supuesto, no estaba,
así que intenté entretenerme con el inofensivo paralítico.
- Gracias -dijo él cuando le di las gafas-
- No es nada, por lo visto tengo complejo de Superman.
Oye dime, ¿como es que andas sólo por estas calles
a altas horas de la noche?, ¿y sólo?
- En realidad venía a la biblioteca a buscar
una información, pero sin gafas mucho me temo que no voy
a encontrar nada. Y tú, ¿qué es lo que haces
por aquí?
- He quedado con una chica en la puerta de la
biblioteca a las once.
- ¡A las once!, pero si aún son las
diez menos cinco.
- Si...ya, ya lo sé... pero...-¿y
yo que le digo a este tío? pensé-
- ...Pero estabas tan impaciente por verla, que
viniste antes, ¿no?-añadió el-
- ¡Sí!, exacto....Bueno, no.
- Claaaaaro, ahora lo entiendo mejor.
- Lo que pasa es que...-ahora le iba a contar
lo que me pasaba, pero de una manera mas light.- ...¿tú
nunca has visto cosas raras?
- ¿A qué te refieres?
- No se, a cosas raras, sobrenaturales.
- Pues la verdad es que no, pero si me vas a contar
una de marcianos, mejor me voy.
- No, no, si yo...-Óscar, estás
haciendo el ridículo-... Sí tío, tienes razón,
olvida lo que te he dicho.
- Está bien, está bien, ¿qué
es lo que has visto? Yo se mucho de estos temas, en verdad. Desde
que me quedé paralítico no hago otra cosa que no sea
leer, y se puede decir que se bastante de eso.
No sabía por donde empezar, porque en
realidad no sabía cuándo empezó todo. Pero
pensé en hablar de Dryselle que era lo más curioso.
2
- ¿Te suena el nombre Dyselle?
- Dryselle....-creí verle una sonrisa en
la boca, luego se puso a repetir el nombre y cerró los ojos,
como si tratara de recordar algo-....Dryselle, Dryselle, ¡sí!,
creo saber quien es. Por lo visto es la Madre Naturaleza o algo
así y Dryselle es sólo uno de los muchos nombres que
se le ha dado. Realmente sólo lo he visto una vez, en la
mayoría de los escritos se la conoce como Rubí.
- Pues te puedo asegurar que se llama Dryselle.
Me miró con cara de interés, se
puso a pensar, soltó otra de sus sonrisas y preguntó:
- Pareces muy convencido, entonces, también
conocerás a Magma, ¿no?
- ¿Magma?, pues no.
- Si, si, Magma, la eterna enemiga de Rubí,
la Madre del Caos y la Destrucción.
- ¡Claro!, esa debe de ser Leivdagma. Dryselle
me advirtió sobre ella.
- Entonces Magma es Leivdagma. Pero, ¿qué
quieres decir con que Dryselle "te advirtió" sobre
ella?
- Es lo que quería contarte. Se ha presentado
en mi casa.
- ¿Cómo el Espíritu Santo
a María?
- Si, supongo, pero yo no creo que deba tener
un hijo de ella.
- Je, je, parece que te lo tomas muy en serio.
Si quieres, te puedo ayudar a buscar información sobre este
tema en la biblioteca, además todavía falta mucho
para que llegue tu cita.
- ¿Y tus gafas?
- Bu..bueno...yo..esto..en realidad puedo leer
algo, si me pego bien al libro -respondió algo nervioso a
mi pregunta-
- Vale. De acuerdo, pero antes que nada, yo soy
Oscar , ¿y tú?
Él volvió a sonreír débilmente
y se presentó:
- ¡Huy!, perdón, yo soy Caín.
- Pues bien, Caín, espero que me seas de
ayuda.
Cogí la silla de Caín y me dispuse
a llevarlo a la biblioteca por la rampa de discapacitados físicos.
El no se negó.
Ya dentro del recinto, Caín llevó
la silla él mismo (y con mucha soltura). Caminaba por el
pasillo deprisa y miraba a todos lados, intentando recordar dónde
estaría el libro que me diera información. Por fin
lo recordó y me avisó:
- Por aquí, sígueme.
Casualmente era el pasillo en el que había
estado yo antes, y por lo visto él frecuentaba esa zona.
Caín se detuvo delante de una estantería y la miraba
de arriba abajo. Yo, despistado, miraba de un lado a otro, y él,
viendo mi distracción, me gritó:
- Creo que está en ésta estantería, a la punta
de arriba. Es un libro grande, con las tapas de cuero negro.
Yo, sin ganas de buscar, cogí unos once
libros juntos y los puse en la mesa. Caín me miró
sorprendido, quizá celoso por no tener mi agilidad. Luego
miró el montón de libros.
- Aquí está: "Cultura Aborigen
Australiana".
- ¿Australiana?, ¿y por qué
australiana?
- ¿Y por qué no? - dijo él
sin dejar de ojear el libro-
- Pues no sé, es que ni siquiera sé
que quiero buscar en ese libro. Es que, no se por qué me
pasa esto a mí. A mi no me gustan estos rollos de dioses
y magia y cosas de esas. Ni siquiera soy católico. A mi lo
que me gusta es la ciencia ficción y las películas
de terror, y es posible que antes tuviera paranoias con las pelis
de terror-las últimas palabras las dije en voz baja, ya que
Caín sólo le prestaba atención al libro-...pero
yo no estoy preparado para esto...
- ¡Aquí está!, ven, mira.
En la página izquierda había una
foto de un grupo de aborígenes, de rodillas, a los pies de
una gran estatua de piedra. El ídolo era Dryselle, la misma
que yo había visto, aunque los rasgos eran más exagerados.
- Es ella, tal y como se me presentó.
- Aquí pone que los Indhawë, son una
de las muchas tribus que adoran a la diosa, pero son los que más
fidelidad le prestan.
- ¿Hay más tribus que la veneran?
- Si, en Australia cada una de las tribus que
la adoran tienen una estatua parecida a esa. En alguna regiones
de Sudamérica e India también se la conoce y se le
rinde culto, pero estatuas como las de la foto, sólo se encuentran
en Australia.
- Eso quiere decir que la han visto,¿no?
- No se que decirte, son sólo creencias
aborígenes.
- ¿Es que no has escuchado nada de lo que
te he dicho?, La he visto Caín, he visto a Dryselle tal y
como la han esculpido esos indígenas.
- Mira, Óscar, pareces buen tipo y parece
que dices la verdad, pero entiéndeme. No es normal que la
gente se encuentre a dioses como si se encontraran a un amigo.
- Pero si ya lo sé, lo que pasa es que
es verdad y me siento tan impotente que como no se lo diga a alguien
voy a estallar en cualquier momento-Caín agachó la
cabeza y pareció entenderme-. Haber, tú que lees sobre
estos temas, ¿qué piensas sobre esa gente que dice
haber visto fantasmas o que han visto extraterrestres?
- Hombre, pues algunos testimonios parecen muy
reales y unos pocos tienen pruebas.
- Entonces, ¿que prueba te debo enseñar
para que me creas?
- Hombre, una parte de mi quiere creerte.
- No, no es una parte de ti que quiere creer.
Eres tú, sabes de alguna manera que lo que te estoy contando
es verdad. Si no, no estarías aquí hablando conmigo.
Caín agachó la cabeza y estuvo
unos instantes muy serio y callado. Por fin dijo:
- Está bien, tienes razón. Pero
no es que te crea realmente, simplemente quiero creerte y no pareces
cualquier loco. Se te nota en la cara que estás agobiado.
- Pues aún no he tenido ni tiempo de agobiarme,
ha sido todo muy rápido.
Le conté toda la historia a Caín
y éste pareció, por fin, interesado en cada cosa que
le contaba.
- Pues si, la verdad es que han sido muchas cosas
en un solo día -dijo él-
- Dímelo a mí. Oye, ¿qué
hora es?
- Son las once y cinco.
- Mierda, Luna tiene que estar esperando ya.
- ¿Luna? -su sonrisa volvió a dibujarse
en la cara-
- Si, mi cita. ¿Te vas a quedar aquí
solo?
- Sí, buscaré más información
sobre Magma o Leivdagma, a ver que sale.
- Vale gracias, ¿tienes algún bolígrafo
para darte mi número y así me cuentas?
- Si, toma, pero no tengo papel.
Le apunté mi número de teléfono
en su mano, luego me despedí.
3
Al principio no la vi, pero cuando salí
del edificio vi a aquella preciosidad de pelo azul. Tenía
la misma ropa que tenía cuando la ví por primera vez:
top y pantalones piratas (y con el frío que hacía).
Me puse nervioso y tropecé, por suerte ella estaba dándome
la espalda y no me vió.
- ¡Hola!, estoy aquí.
Se dio la vuelta y comprobé que tenía
unos preciosos ojos azules, igual que su pelo. Tenía un piercing
en la ceja derecha, también era azul. Se quedó de
brazos cruzado mirándome con una sonrisa indescriptible en
los labios.
- Hola...Superman.
- ¿Superman?, ¿a qué viene
eso? -pensé- Hola, ¿qué tal?
- No tan bien como tú.
- "Valla por dios, ésta chica cae."
- ¿Cómo se te ha ocurrido dejar tu teléfono
en un diccionario de inglés?
- Pues porque sabía que ibas a mirarlo.
Me acerqué hasta ella, luego Luna puso
sus brazos en mis hombros y me miró con cara de niña
buena.
- Y, ¿cómo sabías que lo iba a mirar? -le
dije siguiéndole el juego que se traía-
Acercó su cara a mi oído y dijo
en voz baja:
- Porque sólo eres un ser al que puedo manipular cuando
me lo proponga.
La aparté de mí con los brazos,
suavemente y la miré fijamente a la cara.
- Se puede saber porqué dices esas cosas, me estoy empezando
a arrepentir de haber quedado contigo.
Los azules ojos de Luna se volvieron anaranjados
y su cara ahora parecía diabólica. Yo me eché
para atrás, tropecé con un escalón y caí
al suelo. La que en un momento fue la bella Luna ahora era un demonio
de cara avejentada y ojos de los que emanaba una fuerte luz naranja
como el fuego. Luna levantó su mano derecha se quedó
mirándolas y en seguida se convirtió en una garra
envuelta en llamas. Se me acercó lentamente mientras yo estaba
inmóvil. Levantó la garra y se dispuso a asestarme
una apuñalada (o más) pero de detrás mía
salió una bola de luz azul que la envolvió y luego
la hizo desaparecer.
Me quedé en el suelo, temblando. En la
carretera que estaba en frente de la biblioteca había un
coche rojo aparcado. Pude ver reflejado en la chapa del coche a
un ser envuelto en llamas azules que se dirigía a mi. El
terror me tenía inmovilizado.
El ente se me acercaba cada vez más, cuando
estuvo justo detrás de mí, puso una mano en mi hombro.
Las llamas azules que emanaban de él, me envolvían
poco a poco. Al instante, yo estaba rodeado de una capa azul que
no me dejaba ver nada del exterior. Me incorporé y comprobé
que aquello parecía ahora un infierno de llamas azules. Sin
embargo, yo no me sentía mal. Me di la vuelta y allí
estaba ese curioso ser, impaciente. Pero ahora ya no estaba envuelto
en llamas y pude apreciar sus rasgos. Era un joven de piel celeste,
casi blanca. No tenía pelo en la cabeza,
no tenía cejas ni pestañas. En la calva lucía
una especie de runa de color negro. Sus ojos eran del todo negros
como los de Dryselle. Vestía una túnica de terciopelo
verde que le cubría pies y manos. Su apariencia, aunque sobrenatural,
era como la de un chaval de mi edad, de unos diecisiete años.
Su voz también me parecería jovial.
- Soy Julniç, Caballero y Guerrero de
Dryselle, Nuestra Madre y Protectora. Has estado a punto de caer
en las manos de Lussia, la más letal de los Caballeros de
Leivdagma.
Siguiente
>>
|