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Doble Ser

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por Shalot Van Todriel, octubre de 2002

   A las puertas de aquella casa, sentados en una silla y un banco respectivamente, se encontraban padre e hijo.

   Losther levantó suavemente la cabeza y miró con indiferencia a su progenitor que en esos momentos estaba ocupado en tallar sobre un tosco pedazo de madera, lo que se suponía que iba a ser un "maravilloso portavelas", como decía él.

   Losther lo observó durante un largo rato, hasta que, con un suspiro de pesadez, miró hacia otro lado, mientras se levantaba del banco y desentumecía sus músculos. Luego cerró los ojos y los últimos rayos del cálido sol estival le dieron de lleno en la cara, haciéndole esbozar una pequeña sonrisa; la primera sonrisa que había tenido ese día. El joven, después de meditarlo tranquilamente, le dirigió la palabra a su progenitor:

   - Padre, me voy al malecón. Volveré tarde, no me esperéis para cenar...

   Haendar levantó la vista un solo instante para observar el inexpresivo rostro de su hijo y después de suspirar, volvió a su tarea mientras alegaba:

   - Haz lo que quieras, Losther.

   El joven humano entró un momento en la casa y salió después con una sencilla capa de color beige y con la espada que hace semanas había encontrado en las calles periféricas de la ciudad de Fanmba. Sin despedirse de su padre, comenzó a caminar con paso ágil, atravesando aquella desierta calle, rumbo al puerto. Haendar no pudo reprimir un suspiro de amargura y siguió tallando el portavelas.

   - Es la espada... – Se dijo a sí mismo. – Esa dichosa espada...

   Y poco después nada, excepto la pequeña melodía que tarareaba Haendar, rompía aquel tranquilo y sereno silencio.

   Losther torció al final de la calle principal y en vez de dirigirse hacia el malecón, tomó un camino que lo llevaba hacia un extremo del mismo. Bajó por una pendiente y se encontró en una playa escondida en un recoveco del puerto. Los humanos no frecuentaban ese lugar, pues estaba un poco lejos de la ciudad y además no podían darse un baño en las aguas de aquella recóndita playa.

   El joven se dirigió hasta una pendiente de tierra, y se sentó allí, mientras sacaba su espada y la observaba refulgir bajo los cetrinos destellos del sol, que se reflejaban en el agua.

   Sonrió con desdén y en aquella intimidad, dejó que dos lágrimas bañaran lentamente su rostro. ¿Por qué no le dejaban sus progenitores aprender a manejar aquella espada tan bella? ¿Por qué su madre insistía en la estúpida idea de que su hijo fuera el heredero del taller artesanal de su padre?

   Losther cerró los puños con furia, y se secó las lágrimas.

   - No... – susurró para sí mismo. – Pronto les haré callar; pronto verán como ese destino seleccionado que tienen para mí se pudrirá en el infierno, al igual que ellos... –En su boca estaba plasmada una horrible mueca de odio. – Dentro de poco, yacerán en el suelo y yo podré dedicarme con fervor a conseguir mi deseo más anhelado...
    - Luchar en la guerra de DragonHaist... ¿No es así, joven amigo?-Inquirió a sus espaldas una voz grave, con un acento cargado de petulancia.

   Losther reconoció la voz al momento y se giró, con una cruel sonrisa impropia en él. Carcajeó malévolamente y dijo mientras enfundaba su espada.

   - Estás en lo cierto, Oblem. – Una figura salió de la penumbra proyectada por una gran roca y se acercó al joven humano. Luego se estrecharon las manos condescendientemente. – Ya sabes que lo deseo cada día de mi vida.

   El compañero de Losther, un gran y atractivo guerrero, con unos músculos muy desarrollados, se acercó al joven y oteó hacia el horizonte, utilizando la palma de la mano como parasol.

   - Vendrán dentro de poco, - dijo con voz ausente. – lo sabes, ¿verdad?

   El joven humano asintió solemnemente y escrutó también el horizonte, para ver venir los navíos de batalla. Unos puntos borrosos emergieron como de la nada, surcando las aguas en dirección sur, con la intención de atracar en el puerto de Fanmba. Oblem se ajustó los mitones de piel y susurró:

   - Con este golpe, los estúpidos soberanos del norte se darán cuenta de quiénes somos y aprenderán por la fuerza de qué manera hacemos nosotros las cosas.
    - No lo dudo, Oblem. Pero, ¿y si nuestro propósito, a sus ojos, se ve relegado a una simple rebelión de unos ridículos locos? ¿Y si no surte efecto?- Inquirió Losther mientras vigilaba el malecón colindante, por si alguna persona entrometida osaba espiar su conversación.

   Oblem arqueó la ceja y su sonrisa se desvaneció. Agarró el mentón del joven y lo levantó violentamente, mientras aproximaba su cara a la de él.

- ¿Cómo te atreves a discutir las palabras del Maestro Remdanor? Se nota que eres joven, imbécil.- De repente, su extraña sonrisa volvió a la comisura de sus labios y alegó. – Los planes del Maestro nunca fallan. Con este golpe, la guerra de DragonHaist se reavivará, después de un año de paz. ¿No es fantástico?

   Losther así lo pensaba y cabeceó conforme a las palabras de Oblem. Mientras éste relataba por enésima vez sus pasionales encuentros con mujeres, el joven miró al sol, que ahora era una semicircunferencia rojiza que se introducía dentro del horizonte, compartiendo con él su melancólico brillo.

   Se preguntó si estaba haciendo lo correcto. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? El Maestro tenía razón: << Hijo mío... Busca dentro de tu mente y no escuches al corazón. Algunas personas se confabulan para que nunca consigamos nuestros sueños, nuestras metas; pero yo puedo acallarles para la eternidad. Si me sigues, siempre te escucharé y velaré por ti... Mas no dejes que las almas impuras de los que te rodean contaminen tus verdaderos propósitos y nunca renuncies a la oportunidad que yo te facilito...>>

   El joven movió ligeramente la cabeza de un lado al otro y evadió la imagen de sus padres. Oblem terminó de relatarle sus vivencias y los dos se pusieron en pie, rumbo al malecón para ayudar al conjunto de navíos que surcaban las aguas cada vez más cercanos al puerto.

   Para alivio del joven humano, Oblem le dijo:

   - No es preciso que intervengas, Losther... Es tu primera sublevación y es comprensible. Quédate con la retaguardia del ejército, ¿de acuerdo?

   El joven asintió, pero una sonrisa de melancolía le distorsionó la cruel mueca que aparentaba. En su interior, en lo más profundo de su corazón, algo le clamaba con voz serena que no estaba obrando bien; si bien Losther volvió a contemplar las calles de Fanmba que ya empezaban a atestarse de las gentes de la ciudad que salían a dar pequeños paseos a la tenue luz del crepúsculo y decidió seguir adelante.

   Gritos pidiendo piedad; el olor de unas llamas de fuego haciendo sus característicos estragos en las casas de madera; el olor a sangre... Para cuando Losther despertó de un extraño letargo, la ciudad ya estaba arrasada y buena parte de los habitantes yacía sin vida sobre los suelos de las calles. El ejército del Maestro había atacado ya Fanmba y la desolación se hacía visible en derredor. El joven humano se intentó levantar, mas perdió el equilibrio y calló de bruces al suelo, mientras profería maldiciones de rabia. Se llevó la mano a la cabeza, en donde había un gran corte por el que manaba la sangre de forma copiosa. El lacerante dolor golpeaba como un martillo el cuerpo de Losther y no remitía.

   El joven se quedó sentado en medio de aquel sangriento motín. Sus ojos recorrieron todas las esquinas, todos los resquicios del malecón, de la plaza en la que se encontraba y de las calles que ascendían: todo era caos.

   Después de unos minutos, los gritos y lamentos ya no eran tan fuertes y algunas llamas se consumían en medio de un gran montón de vigas de madera, que hasta hacía poco, habían sido grandes casas.

   Una figura se le acercó por detrás y lo levantó violentamente. Era Oblem, que traía una mueca furiosa en su rostro, a pesar de que disfrutaba haciendo todo aquello. Le cubrió la herida con un tosco vendaje y lo sujeto por lo hombros al tiempo que farfullaba:

   - ¿No te dije que te quedaras en la retaguardia? ¿Por qué no me haces caso por una vez en tu vida, so idiota? Por poco te matan... – En su tono de voz también estaba presente la preocupación. - ¿Por qué arremetiste contra los guerreros?

   Losther frunció el entrecejo con gesto sorprendido y susurró lentamente:

   - Yo... Yo hice... ¿Yo hice eso?- Inquirió.

   - ¡¡Por supuesto que lo hiciste, imbécil!!- Clamó furiosamente Oblem.- ¿O es que no te acuerdas?

   El dolor que soportaba su cabeza, se hizo percibir cuando el joven intentó recordar algo de lo ocurrido. Oblem prosiguió con sus gritos:

   - Te abalanzaste sobre algunos guerreros maldiciéndoles y poniendo con tus gritos en sobre aviso a todos los habitantes de nuestra presencia... También les amenazaste, – dijo Oblem mientras señalaba a algún batallador. – diciendo que si osaban tocar a tus progenitores, tu te encargarías de vengarles... Uno de ellos te propinó un gran golpe en la cabeza, y luego tuvimos que atacar de inmediato. ¿Se puede saber qué narices te dio para decirles eso?

   Losther se separó de Oblem con furia y se mantuvo por sus propios medios en pie, mientras se llevaba las manos a la cabeza y gritaba con histeria:

   - No sé que me pasó, ¿entendido? ¡¡ Ni siquiera me acuerdo de lo que hice !! Así que cállate y déjame en paz...

   Oblem sujetó al joven para que no se derrumbara de nuevo. Sonrió con una sonrisa comprensiva y le susurró:

   - Venga Losther... Volvamos a los barcos... Ya no hay nada que te pueda atar a este lugar...- Comenzó a andar, pero el joven se negó con vehemencia a ello. El fuerte guerrero le susurró al oído.- El Maestro tiene una misión nueva para nosotros, amigo. La guerra va a empezar un día de éstos y debemos estar en el Templo Sagrado antes de una semana...

   Losther se convenció al fin y se dejó arrastrar.

   Si el Maestro necesitaba de su presencia, allí estaría él. Pues el deseo de complacerle estaba por encima de cualquier cosa. Tenía que ganarse su confianza, ser de su agrado. Ya que a partir de ahora, él sería su nuevo padre y sería a él al que hacerle caso y seguir.

   Oblem lo subió al navío Fuego Arcano y lo reposó en un pequeño catre que existía en la esquina de la cubierta. Lo arrebujó con afecto y se sentó cerca de él.

   Pero Losther no quiso permanecer echado durante demasiado tiempo, y bajo vigilancia de Oblem, se apoyó en la borda de la embarcación y mientras ésta se alejaba del malecón, contempló el asolador paisaje de la ciudad.

   Densas columnas de humo negro ascendían sin impedimento hacia el cielo que se había tornado de un color sangre, entremezclado con la negrura del humo que lo manchaba; las casas yacían derruidas y plasmando extrañas formas, formas horribles, de acuerdo con la desolación que se adueñaba de aquella ciudad. Fanmba había pasado a la historia y sus padres, también. Losther, sin saber por qué, esbozó una sonrisa de triunfo, que no pasó inadvertida a Oblem; éste se acercó a su amigo y le tendió un objeto envuelto en un paño de tela. El joven humano inquirió con desdén:

   - ¿Y eso que es?

   - No tengo ni idea... Lo encontré cerca de tu casa... – Repuso indiferentemente Oblem.- El artefacto en cuestión no sé lo que es, pero un hombre lo aferraba fervorosamente con su mano incluso después de la muerte... Como tu tienes nociones básicas de la artesanía, me gustaría que lo terminases...

   Losther miró de soslayo a su amigo, pero sonrió afablemente y recogió el pequeño paquete. Se apresuró a desenvolverlo, soportando el dolor de cabeza que poseía.

   Al quitarle el último pliegue de la tela, vio el objeto que estaba sosteniendo y levantó la ceja con un gesto ligeramente sorprendido.

   - ¿Lo quieres o no?- Preguntó Oblem con gesto cansado e instándole a su joven amigo a que respondiera con rapidez.

   Losther miró al fuerte guerrero y se quedó de pie, dubitativo.

   << No lo cojas... – una voz emergió en su cabeza – si lo coges,  será una señal inequívoca de que aún tienes en mente a tus padres... ¿Es eso lo que quieres? ¿Orarles cuando han sido ellos los que han intentado forjar tu destino a su voluntad sin tenerte en cuenta? Deshazte de ese nefasto artilugio y olvídales >>

   La voz se deshizo y Losther miró a Oblem, el cual tenía una cara de desconcierto y de exasperación a la vez.

   - ¿Y bien? Espero una respuesta...

   - Quizás... Me lo quedo... – Respondió Losther sonriendo con una extraña sonrisa.

   Oblem elevó los ojos al cielo y luego se retiró al otro lado del barco para charlar con un almirante.

   Losther se sintió bien al hacer caso omiso de aquella voz que le había hablado y miró la figura casi con adoración. Ya la terminaría. Después la depositó dentro de un bolsillo y sonrió aún más abiertamente, mientras miraba por última vez a Fanmba.

   No sabía por qué había aceptado el objeto que Oblem había encontrado. Quizás porque pese a sus esfuerzos por olvidar a sus progenitores, aún no había aprendido a dominar su corazón. Porque aunque había adquirido una nueva educación, de manos de Oblem, a lo largo de las últimas semanas, ésta no bastaba para aplacar sus sentimientos más profundos. Losther se arrebujó en su capa y suspiró.

   <<¿Qué mas da si me lo quedo? – Inquirió para sus adentros. – Nadie puede avasallar los pensamientos de otra persona... Nadie puede decirme lo que debo de hacer; pues ahora soy un guerrero y tengo que ser consciente y dueño de mis actos. Ni el Maestro, ni Oblem ni ninguna otra persona conseguirán dominar mi interior...>>

   Pues aunque había prometido ser un guerrero al servicio del Maestro para luchar en DragonHaist, nadie podría arrebatarle el pequeño espacio dentro de su corazón para recordar a sus padres y nadie podría quitarle ese derecho propio y legítimo de llorar su muerte.

   Se separó de la borda y se acercó al catre, con una sonrisa un tanto melancólica. Se recostó sobre el plumón, sacó la figura de su bolsillo y cerró los ojos.

   << Sé que los odié... Sé que deseé lo peor para ellos... Pero en mi interior, algo me dice que en el fondo, los amaba... Y que... Pese a intentar disimular que no me afecta su muerte, ése sentimiento de amor seguirá dentro, en algún lugar... Y para siempre...>>

   Minutos después yacía dormido con una angelical sonrisa en su jovial rostro. Oblem se acercó hasta el lecho y se agachó al lado suyo, mientras susurraba:

   - Pobre Losther... Vas a sufrir mucho en tu larga vida... Sin embargo...- Dijo mientras reparaba en la figura que tenía el joven humano en la mano. – La fuerza que denotas es loable... Creo que llegarás lejos, mi joven amigo...

   Oblem se levantó con la figura en las manos y la contempló bajo la luz de las estrellas: era un portavelas tallado en madera.

 

@ 2002 Shalot Van Todriel
Prohibida la reproducción sin permiso expreso del autor

 

2003-02-26 02:12   lixzy
Bien, me gustó.
2003-01-02 18:50   oido
este cuento es bastante bueno, pero siento que esta faltó de imaginación, de creatividad de sentido de adentramiento en los sentidos las ideas, los pensamientos mas profundos del ser humano.
2002-11-30 21:07   Carlo Paul
Espero que escribas una segunda parte... porque parece que hay no queda la historia. No se si sera buena o mala, pero deseo leer la segunda parte. Disculpa la frescura....
2002-11-09 00:55   Irianorx
El cuento me ha encantado, es lo mejor. Es precioso, sentimental, melancólico y también tiene algo de acción y de misterio, además deja las puertas abiertas para el final, o una osible continuación. Esta persona llegará a ser un escritor o escritora de gran talento. Lo del portavelas es cojonudo. Sigue así. Muxus.
2002-10-18 23:30   Shalot Van Todriel
Jo, que maja es la gente... No, si ahora lo leo y me doy cuenta de que tengo que mejorar bastante. Pero bueno, por intentarlo que no quede.

Muchas gracias a to2 los que me habéis escrito, muchisimas gracias!!! GRacias Acorfus, (por esos animos) Trinyti, (jias, k majo es Oblem, dios miooo)a Jiriki, (asias por leerlo) Lugaid( si, el portavelas es un elemento CLAVE en la historia) Moradora, (por esa amistad tan especial) y kelemvor. (Juas!! Ya siento si se nota que es el padre... Jujuju)
Y ale!! A seguir palante y a por todaassss!!!
2002-10-17 12:31   Trinity
Mola!
El detalle del portavelas le da un toque un tanto tragico pero sirve para ver que Oblem no es tan "malo"...
Aunque el comportamiento de Losther es un poco... infantil, ¿no? Eso de hacer lo que dice el Maestro, y de no hacer caso al corazon, no se.
Pero me ha gustado mucho.
2002-10-16 13:29   acorfus
Como veo, has conseguido poner tu relato (no se si te acuerdas, pero me lo preguntaste alla por agosto, en la pagina de La Senda).
Estoy seguro de que lo puedes hacer mucho mejor, ya que apuntas buenas maneras. No desesperes y piensa que, en esto de las opiniones personales, unos te diran que de pm, otros que lo peor... De lo que mas vale es tu opinión, pero para ello tendran que haber pasado unos meses, y varios relatos mas, para que objetivamente revises el pasado y lo valores en su justa medida.
2002-10-14 19:35   Jiriki
No está mal
2002-10-14 16:58   Lugaid Vandroiy
Es correcto, es un relato bastante entretenido. Me ha gustado mucho el detalle del portavelas tallado en madera, le da un toque más interesante a la historia.
2002-10-13 18:11   moradora de las arenas
Joe Shalot cada día escribes mejor. ¡Sigue así y no pierdas nunca el ánimo!
2002-10-12 18:30   Kelemvor
Muy bueno, al final se sabe perfectamente que están hablando del padre de Losther, pero de todos modos es un relato muy bueno, aunque algo flojillo.