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De los cohetes a los dinosaurios

¿Reconocen esta cara? A partir de ahora les resultará más familiar, porque ha sido el encargado de recoger el testigo de Steven Spielberg para continuar la saga más famosa de los dinosaurios. Es el momento oportuno para dar un ligero repaso a su interesante carrera, cuyo comienzo tuvo lugar hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana...

 

Artículo publicado originalmente en pasadizo.com.
Reproducido con permiso.

Comienzos

Han sido muchos los cineastas salidos de la cantera de Hollywood que en las últimas dos décadas se han inclinado hacia un cierto tipo de cine más enfocado a la espectacularidad y la comercialidad, con el maestro Spielberg a la cabeza. Desde que en los años setenta el espectador conociese el nuevo boom del cine a lo grande, la repercusión del creador de Tiburón (Jaws, 1975) iba a ser de las más influyentes que se han conocido en la historia del cine. En ocasiones ello ha perjudicado este arte de manera alarmante, convirtiendo el simple mimetismo en una forma de hacer cine. Y otras veces estas influencias sirven para crear nuevos talentos que aprovechan esa mirada crítica de enfocar el arte cinematográfico para seguir ofreciendo cine de calidad.

Las influencias en Joe Johnston quedan claras desde el principio. Habiéndose formado en un entorno en el que las Estrellas de la Muerte y los Halcones Milenarios formaban parte del vocabulario habitual, no era difícil predecir qué camino iba a tomar la carrera de este joven texano que por aquel entonces apenas rozaba el cuarto de siglo. Johnston parece haber aprendido perfectamente la lección de sus maestros, hasta el punto de conseguir que su nombre, aunque en un principio no resulte demasiado familiar, destaque en las últimas generaciones de cineastas del fantastique al margen de su vinculación con la escuela spielbergiana. Es posible que su experiencia en el campo de los efectos especiales haya influido en el tipo de proyectos que ha emprendido, pero a diferencia de otros profesionales que dejan que este aspecto perjudique su carrera como director, Johnston evita en lo posible que ello sea apreciable en su manera de dirigir. De esta forma combina la espectacularidad que le brinda la técnica cinematográfica con una planificación esencialmente clásica, lejos de las rimbombancias que tanto gustan a los directores de hoy en día, con películas llenas de abigarrados movimientos de cámara y montajes de ritmo entrecortado que tienen como único objetivo mostrar las virtudes de la tecnología digital (y, de paso, marear al sufrido espectador).

Aunque sus primeros estudios le auguraban un gran futuro como biólogo marino, Johnston hizo su primer contacto con el cine en las clases de arte de la Escuela de Pasadena, las cuales cambiaron la orientación de sus intereses. Ello le ayudó a ganarse sus primeros trabajos en el mundillo de la televisión (uno de ellos fue una adaptación televisiva de La Guerra de los Mundos de H. G. Wells llamada Star Watch), donde trabajó durante seis años como escenógrafo antes de introducirse en el diseño de producción. De esta manera decidió iniciar una formación en el campo artístico que en la Universidad de California desarrollaría estudiando diseño e ilustración gráfica e industrial. Y fue aquí precisamente donde Johnston se percató de un anuncio en el que un grupo de cineastas buscaban artistas para colaborar en una película de ciencia-ficción. Tan sólo él y otras dos personas se preocuparon de responder al anuncio. La película en cuestión, pensada como una especie de western espacial destinada a ocupar el segundo pase de las dobles sesiones en las salas cinematográficas, se convertiría en el fenómeno de La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977). Su participación aquí cambiaría el rumbo de su carrera. A la imaginación de Johnston se debe el diseño de personajes tan arraigados en la cultura popular de los aficionados al fantástico como son Chewbacca o el maestro Yoda. También dio forma a muchas de las naves y artefactos que surcaban el espacio a velocidad interestelar [1]. Su labor principal era la de dar una visión previa en forma de dibujos de lo que el film iba a ser, es decir, lo que se conoce como el storyboard [2]. "No sabía lo que era un storyboard hasta que comencé. Yo era parte del equipo de la Industrial Light & Magic que había empezado en San Fernando Valley, y no teníamos ni idea de en qué estábamos trabajando. Muchos de nosotros no tenía prácticamente ninguna experiencia en el cine. Pero John Dykstra, que supervisó el trabajo, reunió a gente con destreza, formó el equipo y nos guió. Cuando finalmente vimos una versión preliminar del filme, el día de Año Nuevo de 1977, sabíamos que iba a ser algo grande" [3].

En la Industrial Light & Magic

Con La Guerra de las Galaxias, Johnston se establecería como una pieza clave en el equipo de la Industrial Light & Magic de George Lucas, y continuaría trabajando en los efectos visuales y en la segunda unidad de las dos entregas siguientes. Su contribución fue especialmente relevante en la magnífica secuencia de la batalla en la nieve de El Imperio Contraataca (Star Wars: Episode V – The Empire Strikes Back, 1980). "El cometido de director de segunda unidad es prácticamente el mismo que el de la primera, con la única diferencia de que no tienes que extraer la mejor interpretación de los protagonistas. Está más relacionado con conseguir la interpretación idónea de seiscientos jinetes que cruzan una colina" .

Su vinculación con Lucas le llevaría a trabajar en la celebérrima En busca del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981), su primera colaboración directa con Steven Spielberg. La experiencia se vería recompensada con un Oscar® de la Academia a los mejores efectos visuales. Su participación fue decisiva en la secuencia final de la apertura del arca. "Steven había ideado un montón de ideas sobre cómo iba a ser esa secuencia, y acudió a otros artistas de storyboards. Luego me dio todo el material, me dijo cuánto iba a durar la secuencia y me indicó que eligiese aquello que más me gustaba, que aportase mis propias ideas y lo dibujase como una secuencia" [3]. De su trabajo también se beneficiaría en 1984 la secuela, Indiana Jones y el Templo Maldito (Indiana Jones and the Temple of Doom). Paralelamente a su trabajo en la ILM, Johnston lo alternaba con otros trabajos de menor repercusión, como su contribución en el diseño artístico de la serie televisiva Galáctica (Battlestar Galáctica, 1978).

Johnston seguiría vinculado a la ILM hasta su salto a la dirección de películas. "[Trabajar con George Lucas] fue como ir a la mejor escuela de cine del país. Fue una experiencia irrepetible. Cuando me cansé de trabajar en los efectos especiales y estaba preparado para salir al negocio, acudí a George y le dije que quería marcharme a recorrer el mundo con el dinero que había ahorrado. Él me dijo: ‘Tengo una idea mejor. ¿Por qué no te vas a la escuela de cine? Si vas a la USC [Escuela de Cine y Televisión], yo te mantendré al frente para que puedas entrar. Me encargaré de que puedas elegir las clases que quieras, y pagaré tu matrícula. Te mantendré a mitad de salario’. Era una oferta que no podía rechazar". Cuando salió de la Escuela, Lucas dejó que Johnston se encargase de la segunda unidad de sus dos siguientes producciones, La Aventura de los Ewoks (Caravan of Courage. The Ewok Adventure/The Ewok Adventure, 1984) y La Batalla por Endor/La Batalla del Planeta de los Ewoks (Ewoks: The Battle for Endor, 1985), dos telefilmes que seguían la estela de la saga de Star Wars pero a una escala considerablemente menor. Johnston demostró aquí su talento en el diseño de producción y su habilidad para desenvolverse en proyectos de corte juvenil, lo cual se iba a convertir en una marca reconocible en su posterior filmografía [4].

Sus siguientes trabajos apuntaban a Johnston como un gran artesano a la hora de construir secuencias de acción sobre el papel. Pero sobre todo se iba a definir en un tipo concreto de secuencias: las que incluyen planos de vuelo. Desde antes de introducirse en el cine, Johnston había sido un enamorado de los aviones y de todo lo que estuviese relacionado con la aeronáutica. Su afición, en ocasiones temeraria, por el vuelo, se iba a dejar notar con creces en sus películas, tanto en la faceta de director artístico como en la de realizador. Su trabajo en la ILM iba a continuar en esta línea: en la extravagante Howard: un nuevo héroe (Howard the Duck, 1986), Johnston se encargaría de la secuencia de vuelo que, hacia el final del largometraje, nos presenta a Tim Robbins y al pato protagonista surcando los cielos a bordo de un ultraligero. La película constituyó un severo batacazo para Lucas, que figuraba en la producción, y en el siguiente filme en que tuvo participación Johnston, por primera vez sería sin su mentor, aunque sí con su colega Spielberg. Se trata de nuestros maravillosos aliados (*batteries not included, 1987), una especie de comedia costumbrista en la que los elementos de ciencia-ficción vienen de la mano de unos pequeños robots-platillos llegados de otro planeta para ayudar a un grupo de ancianos. El filme cuenta con unos excelentes efectos especiales en los que destacan las escenas de vuelo de las curiosas navecitas, de cuyo movimiento por stop-motion se encargaba el genial David Allen. Johnston, que aquí trabajaría de ayudante de producción y director de segunda unidad, solicitaría dos años más tarde los servicios de Allen en su primera película como director, Cariño, he encogido a los niños (Honey, I Shrunk the Kids, 1989).

Tras este paréntesis sin el creador de Star Wars, Johnston se reencontraría con Lucas en su producción Willow (Willow, 1988), una fantasía épica que fundía el sentido de la aventura característico de Star Wars con el género de espada y brujería. Lucas volvía así a acercarse al gran público pese a no contar con el favor de la crítica. El filme supuso un paso adelante para Johnston, que se estrenaría en la labor de productor, en una cinta en la que la mayor parte del atractivo se basa en la creación de ese mundo de fantasía que nada tiene que ver con la realidad. La ambientación de cuento de hadas, impecable en todos sus aspectos, contrasta con un guión que adolece de excesiva ingenuidad y de una realización no siempre brillante, que hacen que Willow no llegue a ser todo lo que podía haber sido teniendo en cuenta su innegable calidad técnica y artística. James Horner compuso una excelente partitura y, a partir de entonces, se haría parte indisociable de Johnston en casi todos sus filmes.

Al año siguiente, Spielberg le llamó para hacerse cargo de las secuencias aéreas de un filme que estaba preparando, Always (Para Siempre) (Always, 1989), las cuales jugaban un importante papel en la trama. La espectacularidad de las complejas escenas de aviación, especialmente en la inicial, se encuentra entre lo mejor del filme, y sería un preludio de lo que pocos años más tarde supondría Rocketeer (Rocketeer, 1991).

Salto a la dirección

Mientras se encontraba en Londres produciendo Willow, a Johnston le llegó el guión del proyecto de Cariño, he encogido a los niños, escrito por los especialistas en cine fantástico gore Stuart Gordon y Brian Yuzna, cuyos derechos tenía la casa Disney. La historia giraba en torno a un grupo de niños reducidos de tamaño que recorrían aventuras en el jardín de su casa. En un principio, Gordon era el elegido para dirigir el filme, pero ciertos problemas de salud hicieron que la Disney comenzase a buscar a alguien que le reemplazase. Así que Johnston leyó el guión e hizo unas cuantas anotaciones. "[El guión original] era muy oscuro. En un principio eran cinco niños y uno de ellos moría en el trayecto. Yo lo incliné más hacia el aspecto comercial, pensando en la audiencia a la que iba dirigida" [3]. El cineasta envió sus anotaciones sin demasiadas esperanzas de ser elegido, pues su única experiencia como director fue con el cortometraje de nueve minutos en blanco y negro que había hecho en su etapa de estudiante de la USC. Pero a la Disney le gustó su enfoque y le dio luz verde para emprender el proyecto. Según Johnston, el hecho de que el filme se rodase en México facilitó las cosas a la hora de asumir por primera vez las responsabilidades de un director, pues la distancia le dio más libertad en el proceso. "Fui muy afortunado de rodar en México. La Disney tiene mala fama en cuanto a querer controlarlo todo, pero nadie quería ir allí. Así que hice lo que quise" [3]. Cariño, he encogido a los niños sentó las bases del camino que iba a tomar su carrera a partir de entonces. El sentido de la aventura unido a grandes dosis de imaginación volverían a hacerse presentes en sus siguientes proyectos, así como una excelente habilidad para combinar acción entre personajes y acción propiamente dicha, algo que resulta extraño en una época en la que ambos aspectos parecen ser incompatibles en la persona de un solo cineasta. Su opera prima reveló a Johnston como alguien perfectamente dotado no sólo para controlar un equipo técnico de efectos especiales, sino también para asumir la totalidad de un proyecto y abarcar así tanto el aspecto técnico como el artístico. El filme fue un éxito de crítica y público, especialmente en este último, pues la Disney se encontró con su mayor éxito con personajes reales en mucho tiempo.

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Notas

[1] Johnston tiene un breve cameo como soldado de la Tropa Imperial.

[2] Sus dibujos los reunió en el libro The Star Wars Sketchbook, por Joe Johnston. Ballantine, 1977.

[3] cit. Movieline, julio 2001.

[4] Su experiencia con los Ewoks también dio como resultado un cuento, escrito e ilustrado por él mismo: Teebo: a Tale of Magic and Suspense, de la serie de libros inédita en España Star Wars: Return of the Jedi.

 

@ 2001 Sami Natsheh para pasadizo.com
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