Crítica I, por Iván
Olmedo
Al fin tenemos
en nuestras manos el fantástico relato original que dio pie
a aquella pesadilla blanquinegra - más bien siniestramente
grisácea - dirigida por Don Siegel, La Invasión de
los Ladrones de Cuerpos (1956). Como primera idea que me asaltó
al conocer la inminente puesta en circulación del libro,
he de expresar mi sorpresa ante la evidencia de que esta novela
nunca hubiera sido publicada con anterioridad en nuestro país.
Sabido es que durante las décadas de 1950 a 1970, montones
de novelas del género mediocres, o ya directamente malas,
vieron la luz en nuestro mercado, ya sea en colecciones populares
o en formatos de un empaque un tanto mayor. Que este título;
clásico, competente y norteamericano ( lo de norteamericano
va un poco con segundas...), haya tenido que esperar al siglo XXI
(somos ya todos conscientes de que estamos en el XXI, ¿no?
Bien) para que, al menos los que somos nefastos con el idioma inglés,
pudiéramos disfrutarlo, me parece casi increíble.
Y sobre todo teniendo en cuenta sus ya tres adaptaciones al celuloide,
más o menos exitosas y conocidas para el público general.
El caso es que en los ochenta y los noventa tampoco cayó
la breva;¿alguna hermética razón oculta?, ¿simple
casualidad y/o desgana? ¿se les pasó el arroz?; y
ahora, me parece un gran acierto de la nueva colección Bibliópolis
Fantástica (de sus responsables, vaya) el decidirse a editarla
como se merece. Ya que hay tanta y tan inamovible afición
al fantástico en este país, demostrémoslo.
Como las absolutas protagonistas
e iconos inolvidables de este tour de force psicológico son
sobradamente conocidas (¡Ah!, esas vainas, esas vainas...)
no creo necesario desgranar prolijamente el argumento, tan sólo
recordar lo mínimo: en el pueblo californiano de Santa Mira,
de improviso, extrañas sensaciones de pérdida de identidad
(ajena) asaltan a los familiares o amigos de varios habitantes del
tranquilo paraje. Todo parecen, al principio, alucinaciones sin
sentido, pero...
Finney nos introduce en
su trama con una naturalidad ejemplar, estableciendo a su narrador
en primera persona de una forma directa. Para cuando finalizamos
la lectura del primer capítulo, apenas nueve páginas,
todas las bases están ya sentadas: conocemos al doctor Miles
Bennell, sufridor consciente en todo momento de la desventura invasora;
a Becky, su inevitable interés amoroso durante la sucesión
de los hechos; se nos ha descrito suficientemente el entorno, y
el primer síntoma de anormalidad sale a relucir: " mi
tío Ira no es mi tío Ira...". Dicho sea, este
Bennell, médico del pueblo y, por lo tanto, una personalidad
reconocida y fiable, es un tipo dinámico y sarcástico,
tendente a la broma continua (facultad que se le irá abotargando
durante el transcurso de los acontecimientos, por evidentes razones),
y llevará prácticamente todo el peso de las acciones
sobre sus hombros. El resto de protagonistas serán, meramente,
compañeros de fatigas en la lucha por la supervivencia. Y
supervivencia no es una palabra gratuita.
A medida que la trama avanza,
que vamos descubriendo anormalidades en el entorno apacible y aburrido
de Santa Mira, se va haciendo más evidente que el peligro
era mucho mayor que el pensado en un principio: no se trata tan
sólo de la muerte, sino de la pérdida de identidad,
del horror ante una situación irreparable de sustitución
y exterminio total. Dejar de ser, con todas las consecuencias. Convertirse
en otra cosa totalmente distinta. Ser robado, en cuerpo y alma.
Los protagonistas, a la par que hacen descubrimientos progresivamente
más alarmantes, intentan acomodar sus ideas a la nueva realidad
que aparece ante sus sentidos. Difícil experiencia. Debaten
entre ellos las posibles explicaciones a estos fenómenos,
dudan; dan por sentados hechos que han asimilado y, un poco más
tarde, vuelven a dudar. Si las experiencias cinematográficas
que ha propiciado esta obra buscan impactar al espectador, acongojarlo;
la novela de Jack Finney es más reflexiva, no tan visceral.
Más introspectiva, como corresponde a una novela, pero igualmente
acongojante.
La idea de fondo que plantea
el autor no es excesivamente rebuscada ni increíblemente
original, pero a poco que nos descuidemos, podríamos entrar
fácilmente en una profunda discusión de honduras psicológicas
alarmantes. Es decir, cabría casi todo aquello que alguna
vez hayamos pensado acerca de nuestra condición humana o
personal; las relaciones que pueden existir entre nuestros cuerpos
y nuestras almas, qué es nuestro cerebro verdaderamente;
y sobre todo el concepto difícil de identidad... el yo, el
tú... en fin. Esas entidades vegetales que nos duplican no
sólo violan nuestras carcasas animales, sino que nos anulan
completamente. Algún psicólogo puede leerse esta (¿inofensiva?)
novela y volvernos locos con sus conclusiones. La idea de Finney,
apunto, sencilla, pero genial.
Dejándonos de juegos
mentales. ¿Cómo plantea y desarrolla Finney su historia?
¿Qué tal está escrito esto? Pues estupendamente.
Como ya dije, la naturalidad con que nos mete en este jaleo alienígena
es encomiable. La cotidianidad de la tranquila vida californiana
es un detalle importante en el que sumergirnos, para mostrarnos
después lo terrible de esa invasión silenciosa que,
poco a poco, se va tragando la vida en el pueblo. Es éste
un gran acierto, desde su punto de vista de narrador; la acción
se desarrolla en una población de apenas cuatro mil habitantes;
prácticamente todos los vecinos se conocen, y esas casi imperceptibles
sutilezas que diferencian al original de su copia extraterrestre
son advertidas por las gentes más cercanas. En una gran ciudad,
la socorrida New York, por ejemplo, donde la paranoia es ya un elemento
propio de la misma convivencia, el argumento no hubiera resultado
concebible. ¿Quién iba a fijarse detenidamente en
la cara del vecino, o en su expresión más o menos
bovina? Los invasores hubieran, sin duda, obtenido mucho más
éxito. La pequeña trampa que utiliza Finney es perfectamente
comprensible. También las señales tenues de que algo
está pasando en Santa Mira, de que las cosas están
revertiendo en algo terrible, son sutilmente sembradas para que
el observador doctor Bennell sospeche. Una dejadez siniestra que
se apodera de todo; nadie se ocupa de cambiar las bombillas fundidas,
por así decirlo... el nuevo ente que habita Santa Mira parece
humano, pero no lo es. El vecino Greeson ya no es él mismo;
nadie repara los desperfectos, no se recoge la basura, la carretera
que sale del pueblo se muere, nadie contesta al teléfono...
una pesadilla en todo orden.
La
estructura de la obra es bien sencilla: veintiún capítulos
de aproximadamente la misma extensión que, en un crescendo
frío en algunas ocasiones, pero totalmente lógico,
precipita los acontecimientos hacia un final que esperamos con interés
contenido. Sin desvelar nada, por supuesto, dejadme decir que este
final es diferente del expuesto en las adaptaciones fílmicas;
por si necesitáis un aliciente más para encarar el
libro. En la primera mitad de la novela el autor remata cada capítulo
con una frase o una situación que queda en el aire, una insinuación
ominosa de que algo va mal. Posteriormente, la propia trama es suficientemente
ominosa, este suspenso se abandona.
Igualmente algunas escenas,
pocas, destacan de la ajustada narración principal. Las descripciones
de los primeros encuentros de cuerpos copiados en sótanos
y armarios por parte de los protagonistas son excelentes y muy vívidas.
También algunos momentos álgidos, coincidentes con
escenas de persecución u observación de las actividades
de los impostores son magníficas, como aquél en que
Bennell y Becky se hallan refugiados en la consulta del doctor,
espiando al copiado pueblo y sus evoluciones a través de
las persianas bajadas. Las breves conversaciones mantenidas entre
Miles Bennell y los ya metamorfoseados habitantes del pueblo, son
igualmente de un gran interés.
¿Es Los Ladrones
de Cuerpos un clásico de la literatura de ciencia ficción?
Sin duda. ¿Es una novela anclada en los años cincuenta,
difícil, obsoleta? Pues no lo creo; su tema es tan actual
y cambiante como el propio Hombre. ¿Es una alegoría
del anticomunismo yanqui de su época? No quiero entrar en
eso. Mi opinión es que las dobles lecturas podemos sacarlas
de cualquier texto, por poco que le demos vueltas a las cosas. Es
una buena novela de ciencia ficción con suspense y tensión
psicológica. Es, si no me equivoco, una novela que entretiene,
primero, y que hará reflexionar un poco, después.
¿Para qué buscarle tres pies al gato?
Por último, otro
acierto del editor es la inclusión al final de la obra de
un estudio sobre ésta, para los que gusten de saber más
o les pique la curiosidad. Se agradece. Y, aunque no tenga nada
que ver con mi cometido de reseñador, diré que el
papel usado en esta edición huele maravillosamente, a auténtico
papel, a inconfesable placer de bibliófilo... que se irá
perdiendo según pase el tiempo, por desgracia.
Dejadme ser un poco apasionado,
también, con el soporte. Gracias.
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