Crítica II, por
Rafael Martín
Casar el ánimo
de lucro comercial, imprescindible para seguir en la brecha, con
el estímulo de publicar buenas obras sacando al mercado clásicos
inéditos, reediciones de "incunables" así
como estar con la vanguardia de la ciencia ficción, puede
resultar una tarea de oenegé. Entiendo que tan arriesgada
empresa sólo es posible para unos cuantos "locos románticos"
cuyo esfuerzo nos llena de buenos momentos a los que encontramos
en la literatura lo que no tenemos en una vida programada de operaciones
triunfos y partidos del siglo. Uno de estos románticos es
Luis G. Prado y su empresa Bibliópolis Fantástica.
De momento en su plantel dos obras inéditas en castellano,
la fantasía que vino del este con El Último Deseo
de Andrej Sapkowski y un clásico de ciencia ficción
con Los Ladrones de Cuerpos de Jack Finney. Es la reseña
de la obra de Finney la que me ha traído a esta tribuna.
En los años cincuenta
la sociedad norteamericana vivía la paranoia colectiva al
terror rojo, surgida tras la segunda guerra mundial, al establecerse
una política internacional de dos imperios enfrentados. Este
delírium trémens era catalizado por el Comité
de Actividades Antiamericanas organizado por el
senador Joseph McCarthy. La caza del subversivo comunista se entronizó
como el estandarte del nacionalismo americano, así el odio
al extranjero y al poseedor de una opinión políticamente
incorrecta estaba servido. La catarsis social se vio fomentada por
la industria cinematográfica a la vez que aprovechaban el
tirón. El cine contribuyó al progrom ideológico,
favoreciendo el pensamiento único siempre y cuando rindieran
pingües beneficios. Así El Enigma de Otro Mundo (1951)
de Christian Nyby y La Guerra de los Mundos (1953) de Byron Haskin
son claros ejemplos de esta época. En 1956 Don Siegel se
sumó a la vorágine que tan buenos estipendios estaba
dando, dirigiendo La invasión de los ladrones de cuerpos,
película de serie B aunque hoy de culto. No es de extrañar
que para unos era un alegato contra el macartismo y para otros una
defensa de los valores tradicionales americanos. La película
estaba basada en la novela de Jack Finney, The Body Snatchers, que
igualmente nos da escenas y personajes de añoso conservadurismo
republicano o bien pudieran leerse con humor soterrado de corte
demócrata. Años después se realizaron otras
versiones cinematográficas pero eso es otra
historia.
En Los Ladrones de Cuerpos
el desastre está la vuelta de la esquina. Contado de manera
sencilla, con ese toque "de lo real" que nos aproxima
más al argumento. Narrada con una prosa funcional y directa
que propicia una lectura rápida. Personajes y diálogos
creíbles, los sentimientos y la pasión son los caracteres
que Finney establece para diferenciar lo humano y natural de lo
extraño y ajeno. Los personajes a uno y otro lado se presentan
claramente cincelados. Esta novela que podríamos considerar
de ciencia ficción terror, se muestra hoy día como
un clásico de los cincuenta en la línea de Soy Leyenda
de Richard Matheson esta de vampiros la que nos ocupa de ...
En Santa Mira, una típica
población norteamericana, los casos de histeria donde los
hijos no reconocen a sus padres, comienzan a estar de moda. Un médico
rural sin grandes dotes para convertirse en héroe se encuentra
en el centro de la hipnosis colectiva, pero de noche cuando todos
duermen, las pesadillas pueden hacerse realidad y el misterio se
vuelve horror.
Finney va directo a los
miedos primigenios que conforman las tipologías jungianas
de nuestra conciencia colectiva. Las que desencadenan el horror
a lo extraño en nuestra más infantil vulnerabilidad,
la noche y el sueño cuando se apodera del hombre la ausencia
del yo consciente. La tensión y la normalidad aparente se
van entrelazando, el terror con interludios de sosiego que Finney
desarrolla a modo pasajes. Como breves pausas que dan a los personajes
un momento de tranquilidad, sobre lo que nunca volverá a
ser como antes y al lector lo libera de la tensión acumulada
por una lectura in crescendo.¡Vaya!, todo un goce nada especulativo
y muy sentido que puede aumentar nuestra tarifa nocturna de la luz
y que limpiemos con más frecuencia las pelusas que se amontonan
debajo de nuestra cama.
En
el libro acompaña un estudio inteligente y no falto de sarcasmo,
obra de Lorenzo Luengo, el traductor de la novela, que bien merece
una atenta lectura.
Los aficionados al género
siempre estamos al acecho de esa novela que nos falta, las reediciones
no siempre suplen esas primeras ediciones de Nebulae 1ª época
de Edhasa o incluso los ya escasos Súper Ficción de
Martínez Roca. Rebuscamos entre las pilas de las librerías
de viejo con ojos avizor y con
suerte encontramos ese vetusto clásico que llevarnos a casa
como un tesoro olvidado. Pero nunca podríamos haber encontrado
Los ladrones de Cuerpos, pues extrañamente se les dejó
escapar a los editores. Bibliópolis hace una labor de recuperación
de no editados y siempre esperados, y pone en el
mercado la novela de Jack Finney que sin duda hará un buen
papel entre los clásicos de nuestra biblioteca.
La tarea se presenta ardua
pero el acicate de publicar lo mejor entre lo mejor debe dar la
fuerza necesaria a Bibliópolis Fantástica. Con la
anunciada En Alas de la Canción de Disch los lectores estaremos
al quite dejando preparado el hueco en nuestras librerías.
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