Las películas, por
Iñaki Bahón
Introducción
La
invasión de los ladrones de cuerpos (1955)
La
invasión de los ultracuerpos (1977)
Secuestradores
de cuerpos (1993)
Conclusión
La invasión de los
ladrones de cuerpos
(Invasion of the body snatchers
-1955)
Dirección: Don Siegel
Producción: Walter Wanger
Guión: Daniel Maiwaring
Fotografía: Ellsworth Fredericks
Música: Carmen Dragon
Montaje: Robert S. Eisen
Duración: 80 min.
Intérpretes:
Kevin McCarthy (Dr. Miles Bennell).
Dana Wynter (Becky Driscoll).
Larry Gates (Dr. Danny Kauffman)
King Donovan (Jack Belicec)
Carolyn Jones (Theodora Belicec)
Jean Willes (Sally)
Sam Peckinpah (Charlie Buckholtz)
http://us.imdb.com/Title?0049366
Argumento
Un psiquiatra es
requerido una noche por la policía para que atienda a un
tipo aparentemente desequilibrado y muy exaltado a quien han detenido.
El individuo, el Dr. Miles Bennell, cuenta a su colega un increíble
relato al que asistimos por medio de un flash-back.
La semana anterior,
explica Bennell, se encontraba asistiendo a un congreso de medicina
cuando una llamada urgente de su enfermera Sally le obligó
a regresar a su pueblo, Santa Mira: al parecer varios vecinos se
habían puesto enfermos de repente y sufrían una extraña
dolencia que no sabían explicar.
Cuando llegó
a su consulta (tras haber estado a punto de atropellar a Jimmy,
un joven del lugar que huía de su madre porque, según
ella, no quería ir al colegio) Miles descubrió que,
sorprendentemente, casi todos los pacientes que días atrás
habían solicitado sus servicios habían anulado ahora
sus citas. Quien sí pasó por su consulta fue Becky
Driscoll, una antigua novia del doctor que había regresado
al pueblo tras un divorcio y 5 años el Londres. La joven
explicó a Miles que su prima Wilma insistía en que
su padre (el tío de Becky) no era en realidad su padre, sino
un impostor idéntico al auténtico.
Tras reconocer a
Jimmy, a quien su abuela llevó a su consulta porque el niño
insistía en que su madre no era su madre, el Dr. Bennell
visitó al tío de Becky, Ira. Aunque aparentemente
era el mismo de siempre Wilma se mantuvo en su postura. La apariencia
y los recuerdos de su padre eran los mismos de siempre, pero sus
emociones parecían haber desaparecido. Miles comentó
entonces el caso con el Dr. Kauffmann, un psiquiatra amigo suyo,
quien le sorprendió al revelarle que durante su ausencia
la extraña neurosis se había convertido en una especie
de epidemia en el pueblo: esa obsesión que hacía dudar
de la identidad de familiares y amigos afectaba ya a muchos vecinos.
Esa misma noche,
mientras se disponía a cenar con Becky, Miles recibió
una llamada urgente de su amigo Jack. Una vez en su casa éste
le mostró algo que, a pesar de parecer un cuerpo humano,
no era exactamente un cadáver: carecía de señales
que pudieran justificar su muerte; sus rasgos estaban difuminados;
carecía de huellas dactilares; y, lo que resultaba aún
más inquietante, su estructura física coincidía
con la de Jack.
Los dos amigos,
junto con Becky y Teddy, la mujer de Jack, decidieron no llamar
a la policía por el momento, y mantenerse a la espera de
que se produjera algún cambio en el extraño cuerpo.
El doctor llevó entonces a Becky a casa, donde ambos se sorprendieron
al encontrar levantado a esas horas al Sr. Driscoll, quien en aquel
momento subía del sótano.
Horas después
Jack y Teddy llegaron aterrados a casa de Miles. Le explicaron que
cuando se durmieron el "cadáver" había abierto
los ojos, apareciendo poco después en su mano una herida
idéntica a la que Jack se había hecho poco antes:
todo indicaba que el cuerpo que yacía tendido en su casa
estaba adoptando la apariencia de su anfitrión.
Miles telefoneó
entonces a Kauffmann para que acudiera a su casa, y mientras esperaba
la llegada de su colega fue a casa de Becky a comprobar que se encontraba
bien. Una vez allí, obedeciendo a algún extraño
presentimiento, decidió no llamar a la puerta y entrar por
la ventana del sótano, donde descubrió otro cuerpo,
esta vez idéntico al de Becky. Inmediatamente sacó
a la mujer de la casa y la llevó a la suya.
Poco después
los cuatro amigos, a quienes ya se les había unido el Dr.
Kauffmann, descubrieron que tanto el doble de Jack como el de Becky
habían desaparecido. El psiquiatra mostró su escepticismo
acerca del relato, y dio a todo el asunto una explicación
racional. Además, la policía les informó de
que un cadáver que se correspondía con la descripción
del de la casa de Jack había aparecido en un granero incendiado.
Aunque en absoluto convencidos por tales argumentos, los cuatro
amigos decidieron concederse un descanso, marchándose todos
a dormir a casa de Miles.
La noche siguiente,
mientras preparaban una barbacoa, un desconcertado Miles explicó
a sus tres amigos cómo Wilma le había asegurado por
la mañana que había superado su obsesión respecto
a su padre, mientras que Jimmy aparentaba encontrarse perfectamente
feliz junto a su madre. El carácter aparentemente tranquilizador
de estas noticias pronto se puso en cuestión ante un descubrimiento
horrible: en un invernadero a pocos metros de ellos se estaban formando
unos cuerpos idénticos a los suyos a partir de unas enormes
y extrañas vainas. Miles y los demás comprendieron
entonces que tales duplicados sustituían a las personas originales
aprovechando el momento en el que éstas se dormían.
Tras destruir las
réplicas (sigue narrando Miles en la comisaría), trataron
de conectar con el FBI, pero las extrañas criaturas ya se
habían hecho con el control de las líneas telefónicas,
por lo que decidieron que Jack y Teddy fueran a buscar ayuda al
pueblo vecino, mientras que Miles y Becky se dirigirían a
refugiarse a casa de Sally.
Comprendiendo que
no podían fiarse de nadie (sobre todo tras destruir dos nuevas
vainas colocadas en el maletero de su coche por el empleado de una
gasolinera), se acercaron sigilosamente a la casa de la enfermera.
A través de la ventana pudieron observar a un grupo de vecinos
allí reunidos alrededor de una vaina que se disponían
a colocar en la habitación de la hija de Sally, con el consentimiento
de la propia madre.
Becky y Miles fueron
entonces descubiertos y todo el pueblo, que al parecer ya había
sido sustituido por los terroríficos e inhumanos duplicados,
se lanzó en su persecución. La pareja se refugió
entonces en la consulta del Dr. Bennell, donde tomaron unas píldoras
para evitar ser vencidos por el sueño mientras esperaban
a que Jack regresara con ayuda. Pero el tiempo pasaba y la caballería
no acababa de llegar, y desde la ventana observaron cómo
cientos de vainas eran repartidas entre los habitantes de pueblos
vecinos: la invasión trataba de extenderse.
Finalmente horas
después apareció Jack. Pero la alegría de Miles
y Becky se desmoronó cuando descubrieron que su amigo había
sido "sustituido", y que le acompañaban Kauffmann
y otros vecinos, todos ellos dobles deshumanizados, quienes llevaban
sendas vainas destinadas para el Dr. Bennell y su amiga. Kauffmann
trató de hacer ver a su colega el interés científico
del asunto, explicándole que las vainas eran el fruto de
unas semillas extraterrestres que vagaban por el espacio y echó
raíces en un campo cercano. El psiquiatra aseguró
que el proceso no era doloroso, y que en cuanto sus cuerpos fueran
sustituidos ya no experimentarían molestos sentimientos como
la ambición, la fe, o el amor.
Pero la pareja seguía negándose
a transformarse en seres sin alma, consiguiendo huir tras inyectar
unos somníferos a sus captores. Su objetivo era llegar a
la autopista y tratar de detener algún vehículo que
pudiera sacarles de allí. Comprendieron que su única
oportunidad de escapar consistía en aparentar frialdad, ausencia
de emociones, como si el cambio ya se hubiera producido, con el
fin de no despertar sospechas entre sus vecinos. Pero una vez en
la calle Becky no pudo contener un grito al ver que un perro estaba
a punto de ser atropellado. Esto les delató, y la multitud
se lanzó de nuevo en su persecución.
Agotados por tensión y la falta de
sueño la pareja huyó entonces hacia las montañas,
escondiéndose en una mina abandonada donde pudieron despistar
a sus perseguidores. Allí pasaron varias horas, y antes de
decidirse a abandonar su refugio Miles salió a explorar los
alrededores tras dejar a Becky oculta y a salvo. El doctor descubrió
entonces que en una granja cercana se estaban produciendo miles
de vainas, las cuales se cargaban en camiones, listas para su exportación.
Cuando Bennell volvió junto a su compañera presenció
horrorizado como la mujer, vencida por el cansancio, no pudo evitar
dormirse durante unos instantes: el ser que instantes después
abrió los ojos, unos ojos fríos e inhumanos. Ya no
era Becky. El cambio se había producido.
Desesperado, y perseguido también
por su antigua novia, Miles consiguió llegar a la autopista.
Pero sus intentos de detener algún vehículo no tuvieron
éxito, por lo que se subió al remolque de un camión
que se dirigía a Los Ángeles. Un camión que
transportaba una terrible carga: cientos de vainas extraterrestres.
El flash-back termina con un Dr. Bennell
a punto de enloquecer, convencido de que la invasión alienígena
se extiende por la ciudad. El psiquiatra de la policía, en
cambio, no cree ni una palabra del relato, y cuando se dispone a
prescribir el tratamiento que cree necesitar Miles, ingresan en
urgencias a un hombre que ha sido atropellado por un vehículo
procedente de Santa Mira. Los enfermeros comentan que han tenido
que sacar al herido de debajo de unas extrañas vainas.
Ahora la policía no tiene más
remedio que tomar en serio el testimonio del Dr. Bennell, por lo
que inmediatamente se dan las órdenes pertinentes para detener
la invasión.
La fidelidad a la novela
Sin ninguna duda, esta primera adaptación
de la obra de Finney es la más fiel de las tres rodadas hasta
el momento. Además del argumento, el cual se sigue punto
por punto, tanto personajes, momento histórico, y escenarios,
son idénticos a los que aparecen en el libro. Sólo
algunos detalles diferencian ambas obras. Detalles pequeños,
la mayoría de ellos, pero significativos en otros casos.
En la película la acción parece
condensarse respecto al libro, dando la impresión de que
todo transcurre en un periodo de tiempo más corto, y eliminando
algunos detalles que frenan el avance de la trama.
Así desaparece en la película
el Dr. Budlong, primero en tratar de dar una explicación
del origen de las vainas en una escena estática que ralentiza
el ritmo. También se reducen los apuntes románticos
en los cuales Miles se interroga acerca de sus sentimientos sobre
Becky y sobre la conveniencia de éstos. No se muestra tampoco
la escena en la que Bennell contacta con un amigo que tiene en el
Pentágono para informarle de lo que pasa y pedir ayuda. En
el libro esta escena resulta bastante absurda: tras una larga conversación
telefónica con el militar, ambos deciden que es mejor no
informar a sus superiores, ya que seguramente no les creerían
y no serviría de nada. Dado lo grave de la situación,
lo lógico parecería intentar conseguir ayuda. En la
película Bennell sí trata de conectar con agentes
del gobierno fuera de Santa Mira, pero le resulta imposible porque
las líneas telefónicas ya están controladas
por los invasores.
Así mismo se eliminó en la
película el dato de que los invasores, dada su naturaleza
alienígena, tan sólo viven 5 años, ni se muestra
tampoco el engaño, un poco burdo, que Miles y Becky llevan
a cabo: consiguen confundir a las vainas para que dupliquen a dos
esqueletos en lugar de a ellos mismos (al no aparecer esta escena,
en la película no se llega a saber con certeza qué
sucede con los cuerpos originales después de ser duplicados,
mientras que en el libro "vemos" cómo se convierten
en polvo). Todos estos elementos eliminados respecto a la novela
consiguen que la película gane en densidad, en concreción,
consiguiendo gracias a ello un ritmo excelente.
Además, la película añade
escenas que no aparecen en el libro. Por ejemplo, ese perro a punto
de ser atropellado que delata la humanidad de Becky. Pero, sobre
todo, nos regala esa estremecedora escena del invernadero en que
los cuatro amigos contemplan horrorizados cómo se están
duplicando sus cuerpos. Esta escena, posiblemente la que más
perdura en la memoria del espectador, curiosamente no aparece en
el libro.
No obstante es en el desenlace donde existen
mayores diferencias, a pesar de que tanto el libro como la película
acaban "bien" (por decirlo de alguna forma). En la novela,
tras incendiar una plantación de vainas, Miles y Becky observan
cómo las supervivientes se elevan hacia el cielo, huyendo
de un planeta en el cual parecen haber encontrado demasiada resistencia.
La situación resulta un poco absurda ya que, a pesar de haber
acabado con una plantación, en ese momento la pareja está
totalmente exhausta y acorralada. En la película también
se da a entender que la invasión va a ser detenida, pero
el final resulta mucho más inquietante, ya que Miles ha pedido
a Becky (cosa que no pasa en el libro), y casi la cordura.
Claro que mucho más terrorífico
resultaba el final previsto en un guión previo, en el cual
no existía la parte en la que el Dr. Bennell narraba su historia
al psiquiatra. La historia acababa con el hombre gritando en la
autopista, desesperado al no conseguir convencer a nadie de que
la invasión se está extendiendo.
En resumen, basándome en lo que he
comentado, considero esta película superior al libro.
Aunque la base argumental
es mérito de Jack Finney, por supuesto, el estilo literario
del libro me resulta en exceso simple y carente de personalidad.
La película tiene el acierto de eliminar los elementos más
flojos del original, y potenciar los más interesantes, superando
en calidad a su referente literario. Personalmente estoy convencido
de que si la obra de Finney despierta tanto interés casi
50 años después de su publicación se debe a
lo bien que la ha tratado el cine. Algo parecido a lo que sucedió,
por ejemplo, con Tiburón, una novela muy mediocre que no
perduraría en el recuerdo de casi nadie si no hubiera dado
lugar a esa obra maestra de Steven Spielberg.
Segundas lecturas
Cuando se lee o se escucha algún comentario
sobre esta película (o sobre muchas de sus compañeras
de "quinta" y de género), resulta sumamente frecuente,
por no decir inevitable, encontrarse con que se realiza de ella
una lectura simbólica. Se suele asegurar que su argumento
no es otra cosa que una metáfora acerca de la paranoia que
existía en los años cincuenta en Estados Unidos ante
una posible invasión comunista.
La guerra fría había creado
tal estado de ánimo en la población que por todas
partes se creía ver agentes del siniestro ejército
rojo. Cualquier enemigo que el cine presentase en los años
cincuenta, fuera humano o extraterrestre, natural o sobrenatural,
posteriormente se identificaba con la amenaza soviética.
Personalmente me irrita bastante este tipo de acercamiento a las
películas.
No niego que estas lecturas tengan su base.
Tanto en la novela (en la que Bennell piensa que "estamos refinando
tanto nuestras vidas que suprimimos todo rastro de humanidad en
ellas") como en las películas, se habla de la progresiva
deshumanización que sufre el ser humano causado por el progreso
y el avance tecnológico de la sociedad, que nos llevan a
sacrificar nuestra alma a cambio de la eficiencia.
Posiblemente los risibles extraterrestres
de Invasores de Marte, el pepino hiperdesarrollado de El enigma
de otro mundo, o las propias vainas gigantes de La invasión
de los ladrones de cuerpos (por escoger sólo algunos ejemplos
de entre los muchos posibles), fueran, consciente o inconscientemente,
inspirados por esa maravillosa cruzada emprendida por el inefable
senador McCarthy, y por la paranoia generada por la guerra fría.
Es muy posible, y supongo que muy interesante
a efectos sociológicos o históricos. Pero desde mi
punto de vista no es este elemento primordial a la hora de analizar
todas estas películas. Considero un error que casi siempre
que se analice el cine fantástico de los cincuenta (repleto
de bodrios, pero también de numerosas obras sumamente interesantes),
se recurra al tema de la metáfora política como elemento
sustancial de las películas. Esto no beneficia en absoluto
a los filmes analizados, ya que relega a un segundo plano sus valores
auténticamente cinematográficos. Un error que me molesta
notablemente, ya que afecta sobre todo a un género tan querido
por mí como es el fantástico.
El caso de La invasión de los ladrones
de cuerpos es idóneo para discutir lo inadecuado que puede
resultar este enfoque.
Primero porque es una de las películas
en las que más evidente resulta que ese miedo que relata
(el de ser sustituido por un doble inhumano), puede identificarse
con el miedo real que existía a esa invasión comunista
(quienes se pensaba que también carecían de alma).
Esto ha originado que el sambenito de "película que
retrata la sociedad norteamericana durante la guerra fría"
le haya acompañado durante todos estos años. Por otra
parte, el hecho de que el guión fuera escrito por Daniel
Mainwaring, seudónimo de Geoffrey Homes, un novelista norteamericano
incluido en la lista negra durante la caza de brujas por sospecharse
que simpatizaba con el comunismo, hace suponer que el film no trataba
de advertir sobre la amenaza contra la que creía luchar McCarthy;
tal vez sobre todo lo contrario.
Y segundo, porque evidencia la perversión
de esta línea crítica: el análisis simbólico
se aplica en esta ocasión a una excelente película
(sin duda de las mejores entre las realizadas durante aquel periodo),
y desvía la atención de los auténticos y numerosos
valores de la obra, más que suficientes para demostrar la
calidad de la película sin tener que recurrir a segundas
lecturas.
La película
Cuando vi por primera vez La Invasión
de los ladrones de cuerpos tenía menos de diez años,
y dejó en mi algunas huellas profundas. La primera en forma
de quemadura. Me la produje a fuerza de frotarme la barbilla durante
gran parte de la película. Estaba tan nervioso que ni siquiera
me di cuenta de lo que estaba haciendo. Aquella quemadura se curó
en unos días, pero el recuerdo de aquellas vainas pariendo
sus inhumanos dobles jamás desapareció.
La invasión de los ladrones de cuerpos
es una de esas obras que hacen amar y respetar el cine fantástico.
Una película que con una estética sobria, casi más
propia del cine negro que de la ciencia-ficción, y con la
ayuda de un competente reparto, desarrolla un sólido guión
que avanza inexorablemente, sin pausa, conduciéndonos a través
de la inquietante historia.
Habrá quien piense que una película
con ritmo debe ser algo así como La roca, o Batman y Robin,
las cuales basan la supuesta fluidez de la narración en elementos
puramente artificiales, como absurdos movimientos de cámara,
frenéticos efectos de montaje, y, por supuesto, abundante
pirotecnia. Pero el auténtico ritmo sólo puede lograrse
en el plano intelectual, y reside en la capacidad del guión
de proporcionar información interesante de una forma interesante,
dosificando los datos de modo que la narración (y gracias
a ello la mente del espectador) se mueva continuamente hacia delante.
En este sentido el guión de Daniel Mainwaring (tremendamente
eficaz, sobrio y conciso), se revela como una pequeña obra
maestra.
El interés del espectador se despierta
a los pocos minutos de metraje, con la aparición de Jimmy
(el niño que asegura que su madre no es su madre), y a partir
de ese momento se van añadiendo, de forma incesante, nuevas
piezas a la historia, las cuales van creando una poderosa sensación
de desasosiego.
La narración avanza sin detenerse,
implacable, hasta el extremo de que resulta imposible eliminar cualquier
escena de la película sin que ésta se resienta. A
esta severa concisión se le añade, además,
una envidiable tenacidad en lo referente a no soltar el hilo central
de la historia. Insisto aquí en lo inteligente que me parece
haber eliminado algunos elementos del libro. Un guión específico,
sutil, conciso, sin elementos superfluos, y que no divaga, como
éste, es sin duda una joya difícil de encontrar. Una
joya con auténtico sentido del ritmo, sumamente eficaz a
la hora de crear una gran tensión, incrementada ésta
por el hecho de que la narración transcurre a lo largo de
un corto periodo de tiempo (unos pocos días).
Resulta evidente la predilección que
siento por esta película. Aún así, no me queda
más remedio que resaltar lo que resulta, a mi entender, un
notable fallo de guión, el cual me sorprende no haber encontrado
señalado en ningún sitio: cuando los humanos son sustituidos
por sus duplicados extraterrestres se supone que éstos cobran
vida mientras que los originales son destruidos (o se autodestruyen)
de alguna forma. Entonces... ¿qué pasa con Becky?
Ella se duerme y se transforma en presencia
de Miles, sin que haya sustitución de cuerpos. La auténtica
Srta. Driscoll cierra los ojos, y cuando despierta es su mismo cuerpo
el que alberga a ese ser deshumanizado en que se había resistido
con todas sus fuerzas a convertirse. El mostrar cómo una
mujer enamorada cierra los mismos ojos que instantes después
vuelve a abrir una criatura no humana produce un efecto dramático
realmente poderoso, tan poderoso que posiblemente resultó
irresistible para los responsables de la película. Pero lo
cierto es que la escena traiciona la lógica de la narración.
Se puede argumentar que el cambio se produce mientras Miles está
ausente. Sin embargo eso implicaría que cuando éste
regresa ella finge seguir siendo la Becky original, lo cual chocaría
con el comportamiento visto hasta ese momento en los duplicados.
Por otra parte ¿no es raro que hubiera una vaina en aquella
cueva?
Pero este desliz, aunque notable, no afecta
en absoluto a la calidad de una película que cuenta con escenas
tan magníficas como la ya citada del invernadero. O como
aquella en la que un enloquecido Miles trata de detener algún
vehículo en la autopista, y comprueba horrorizado que las
vainas invasoras ya están siendo enviadas a Los Ángeles
y San Francisco.
Esta conmoción debió haber
sido compartido por el público de haberse mantenido el final
originalmente previsto para la película, aquél que
mostraba a Kevin McCarthy gritando a los conductores (a los espectadores,
en realidad) "¡Todos ustedes están en peligro!
¡Ya están aquí! ¡Usted será el
primero! ¡Y usted el siguiente!". Pero en aquella época
el final feliz era un poco menos que obligatorio (taquilla manda),
por lo que se decretó esa construcción en flash-back
que desemboca en un forzado final feliz, el cual, para mí,
empaña un poco el brillo de esta obra maestra del cine fantástico.
Afortunadamente queda el
consuelo de que, veintidós años después, los
pequeños "defectos" de la película serían
reparado de alguna manera gracias a un excelente remake de la película:
La invasión de los Ultracuerpos.
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