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Casa Negra, de Stephen King y Peter Straub
Editorial Plaza y Janés, colección Éxitos,
2002
Formato rústica 15.5x23.7 cm, 736 páginas
23.9 Euros
Venta por Internet:
PLAZA
Y JANÉS
Iván Olmedo tiene casi 30 años, mejor
o peor aprovechados, según se mire. Lee todo lo que puede
y, de hecho, conoce a un par de personas que envidian
secretamente su biblioteca. Según la definición de
su
escritor favorito, es un atón. Nació y vive en Asturias.
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por Iván Olmedo, Diciembre de 2002
Bien, aquí estamos de nuevo. Aquí
y ahora...
He de decir que acabo de sufrir alguna especie
de extraña dislocación durante la lectura de Casa
Negra. Después de mi encuentro con El
Talismán, aquel intento desmesurado de aunar fantasía
(¿juvenil?) con terror, encaré esta tardía
secuela con algunas ideas preconcebidas en mente. Supuse que al
volver sobre el terreno abonado, los autores tendrían que
decantarse por dos caminos al abordar su nuevo trabajo: o dar más
de lo mismo y aplastarnos con una supuesta carencia de ideas (de
la que casi todos estamos más o menos convencidos de un tiempo
a esta parte); o forzar un giro radical e intentar sorprendernos.
Me ha parecido que se han quedado a medio camino; de los personajes
talismánicos repiten apenas dos, y el inicio de la novela
es desconcertante, diferente. Pero pasados algunos capítulos,
los Señores Bestseller vuelven a las andadas.
¿Qué nos narran en Casa Negra?
Pues bien poco, muy poca historia para tantas palabras. En un pacífico
pueblo (esta expresión, "pacífico pueblo",
es ya casi un cliché en cierto tipo de novelística)
llamado French Landing, aparece la esquiva y terrible figura de
un asesino en serie, apodado por la punzante prensa local "el
Pescador", que secuestra y mutila a varios niños de
la localidad. De alguna manera, nuestro Jack Sawyer; anteriormente
niño aventurero que saltó de nuestro mundo a los Territorios,
y hoy detective de homicidios, se ve envuelto en la investigación;
y de alguna otra manera más chiripitifláutica, ese
serial killer conecta directamente con aquellos mundos paralelos
que tantos quebraderos de cabeza les dieron a él, a su madre
y a sus allegados en el pasado. Y nada más... Es decir, la
impresión que produce esta obra es de contar más situaciones
que argumentos. El esqueleto argumental es sencillo, nimio, y a
partir de él se van superponiendo capas de acontecimientos
que pueden tener algo que ver con el desarrollo, o no... El inicio
es particularmente chocante: una especie de prólogo de casi
cien páginas de una prolijidad abusiva, en el que se nos
introduce en esa localidad de French Landing, de reminiscencias
propias de un Twin Peaks, valga como ejemplo evidentísimo
( con policía torpe incluido); y se nos presenta a los personajes;
una verdadera catarata de personajes, que llega a amenazar con ahogarnos,
un reparto descomunal con el que es complicado aclararse en los
primeros momentos, y difícil ponerles caras ante tamaña
avalancha de nombres propios. Demasiadas historias personales como
para asimilarlas con facilidad. En el mejor estilo lynchiano, estos
"actores" forman un cúmulo de incógnitas
individuales que, de todas formas, deviene en un regodeo excesivo
por parte de los autores. Diré más: tan sólo
alguno de ellos, caso claro: el ciego Henry Leyden, posee verdadero
carisma. Un solo personaje carismático entre cuarenta o cincuenta
no es un porcentaje muy envidiable... Y Jack Sawyer no aparece hasta
pasadas un centenar de páginas, cuando ya pensábamos
que King y Straub se habían tomado su nueva obra por el camino
tremendo... pues no.
Negando los preceptos de Quiroga o Chejov, esto
es, que todo lo superfluo debe eliminarse de la narración,
por el bien de ésta; ellos nos deleitan con un montón
de párrafos superfluos, incluso totalmente repetidos de unas
páginas a otras; también encontramos gran profusión
de detalles simplemente provocadores - véase lo que Judy
Marshall encuentra dentro de la nasa de pescador, o lo que la creativa
mente de un anciano personaje es capaz de provocar con unas tijeras
de podar, por ejemplo - destinados al lector habitual de este estilo
de novelones kingnianos. En fin, durante buena parte de la obra,
tan sólo se dan vueltas y revueltas a las habituales imágenes
marca de la casa. Una vez más, noto por aquí mucho
más King que Straub. Sé de sobra que la comercialidad
del primero no tiene ni punto de comparación con la discreción
vendedora del segundo; pero a veces me parece que Straub sólo
figura aquí para dar "apoyo logístico".
De todas formas los autores (¿o EL autor?) tienen tanto oficio
que consiguen que nos traguemos la píldora envenenada de
su nuevo libraco; que su anti-chejoviano entendimiento de lo que
es la literatura acabe siendo deglutido por nuestras absortas e
incautas mentes; y que, seguro seguro, un montón de lectores
abducidos por ese particular entendimiento desde hace ya tantos
años, se van a leer el libro sin más directrices que
la costumbre más rutinaria. Pues me parece muy bien, ¿por
qué no? No estoy aquí para dar ni quitar... Pero eso
sí, en paz con mi conciencia crítica, debo decir que
Casa Negra me parece otro ejemplo palpable (y van...) de que a ciertos
autores ya encarcelados en su propia maquinaria de fabricar ideas
y lanzarlas sin ton ni son al ruedo de la edición y las hiperventas,
no hay quien los desintoxique. Se siguen macerando en su propio
jugo de tópicos, y podemos esperar, por desgracia, que continúen
así indefinidamente. De cuando en cuando surge un chispazo
de novedad, es cierto, pero muy raramente.
Pero, vamos a ver: unas cuantas consideraciones
para ir acabando de modelar este texto.
Una: por si queda alguna duda de cual de los dos
autores lleva la voz cantante en esta colaboración estelar,
digamos que se las arreglan de maravilla para meter en el ajo al
Pistolero Rolando, ese que sin duda todos conocéis y cuya
saga particular no gana nada con que se le mezcle en esta otra epopeya
de horror fantasy. ¿Para qué empeñarse en enredar
más las cosas?
Dos: por cierto, ¿Jack Sawyer es gay? Es
que tanto entendimiento mutuo y amor por hombres maduros como Speedy
Parker primero (en El Talismán) y Henry Leyden ahora, da
que pensar; mientras que no se le conocen verdaderas novias o similares;
o al menos prácticamente nada de eso se ha dicho.
Tres: ¡por favor!, estoy hasta las pelotas
de golf de tantas referencias al béisbol metidas con calzador
y sin venir a cuento. ¡King, contrólate ya!
Cuatro: estoy seguro de que un libro con la mitad
de páginas hubiese tenido mucha más fuerza. En mi
modesta opinión, para que una novela de setecientas y pico
páginas sea auténticamente buena, debe contar algo
extraordinario, de lo contrario el lector perderá el hilo
y se aburrirá. No sé si lo bueno si breve, dos veces
bueno pero creo que lo malo si extenso, dos veces malo.
Cinco: me he pasado una semana entera (más
o menos, más o menos) agarrado a Casa Negra. Y ha sido toda
una experiencia... Volver a pillar el hilo cada día fue un
ejercicio interesante; para eso - entre otras cosas - soy un abnegado
degustador de la palabra escrita.
Seis: ¿volverán Straub y King por
sus fueros? Teniendo en cuenta todo lo que les queda por escribir
acerca de el Talismán, los Territorios, la Torre y demás...
en cualquier momento se pueden atrever con otras sopocientas páginas
de sorpresas que no lo son tanto.
Siete: lo más conseguido, el título.
Punto final. Leeros Casa Negra, si tenéis
tiempo sobrado disponible para dedicar a la lectura. Y luego leeros
otras cosas, por supuesto. Y a poder ser, mejores.
Post data: Por favor, espero que nadie se tome
a mal ni vea malas intenciones en lo de "¿Jack Sawyer
Gay?". No siento ningún tipo de discriminación
en ese sentido, es sólo una idea que me ha asaltado durante
el (largo, largo) camino de lectura de esta novela.
Si el Sr. King y el Sr. Straub, aparentemente,
se permiten el lujo de escribir cualquier cosa que se les venga
a la mente, tenga que ver o no con lo que están contando,
como reseñador de su obra me siento con el mismo derecho.
De todas formas, yo no cobro por divagar...
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