Para completarla hemos utilizado ideas de otras entrevistas 
          sobre En alas de la canción, recientemente publicada por Bibliópolis, 
          y las respuestas a algunas de las preguntas que sí que nos proporcionó. 
          Sé que es larga, pero probablemente lo olvidaréis cuando os sumerjáis 
          en la visión que tiene Disch acerca de la vida y la literatura. Espero 
          que lo disfrutéis. 
             Nacho
              
                 Este 
              mes la editorial Bibliópolis publica En alas de la canción, 
              considerada por la crítica como su mejor novela. ¿Podría resumir 
              cuál es su argumento? 
                Daniel nace en Iowa en 
              los últimos años del pasado siglo. Los descendientes de la Nueva 
              Derecha están en el poder en el Medio Oeste: las mujeres tienen 
              claro cuál es su sitio, el sexo es considerado algo sucio y el arte 
              está estrictamente regulado. Sin embargo en Nueva York la gente 
              puede volar. Sus cuerpos se alojan en un aparato especial, cantan, 
              y si alcanzan un estado de trascendencia personal alzan el vuelo. 
              Se les llama hadas. Daniel se casa con Boa, la hija de Grandison 
              Whiting, un millonario influyente totalmente capaz de articular 
              y defender una red de poder. Ambos se marchan a Nueva York, una 
              ciudad que cerca del año 2000 es un catálogo de corrupción, locura 
              y miseria. 
               Conociendo un poco su 
              vida parece claro su cariz autobiográfico. ¿Hasta qué punto Daniel 
              Weinreb es Thomas Disch? 
               En 
              alas de la canción es la historia de mi vida transcrita en términos 
              de ciencia ficción y en un tono bastante más glorioso (risas). Quiero 
              decir que me he idealizado en esta novela del mismo modo que Hemingway 
              se idealizó en las suyas. Daniel Weinreb llega a Nueva York cuando 
              es muy joven, y ya ha estado en prisión. Yo podría decir lo mismo 
              de mí. Consigue un trabajo en el teatro Majestic y yo también trabajé 
              allí en el guardarropa. Felizmente no era un faux noire 
              [1]  (falso negro) (risas). Pero de algún modo lo era, ya que 
              fui figurante en la puesta en escena del Met con todos las mejores 
              sopranos del momento –compartí escenario con Margot Fonteyn, el 
              ballet Bolshoi, Eleanor Steber y Lisa della Casa. Fui extra en una 
              gran cantidad de grandes producciones. En Spartacus fui un 
              esclavo negro a base de maquillarme todo el cuerpo. También hice 
              lo mismo en Don Giovanni, pero sólo llevaba la cara pintada. 
               Una de las claves centrales 
              de la novela parece ser el vuelo, utilizado por los que lo practican 
              como método de evasión para escapar de la realidad y elevarse por 
              encima de ella. ¿Qué se esconde detrás de esa metáfora? 
               Funciona de muchas maneras. 
              No es el segundo término de una comparación con algo concreto, aunque 
              creo que trabaja muy eficazmente como metáfora de una serie de cosas 
              bastante importantes y que todos conocemos. 
               El vuelo es cualquier forma 
              de trascendencia. Es cualquier manera en la que puedes sentir como 
              el alma abandona el cuerpo. Los Césares del mundo, los poderes 
              fácticos, intentan controlar la fuerza derivada del clímax de las 
              experiencias extáticas porque son potencialmente rupturistas desde 
              el punto de vista social. La gente que experimenta algo a niveles 
              muy profundos no está dispuesta a tragar las tonterías que se les 
              ofrezcan, porque su experiencia del mundo lo contradice. El sexo 
              ofrece esos momentos trascendentes. Claramente, gente que experimente 
              relaciones sexuales extáticas no va a creerse que el sexo es malo, 
              sea cual sea el modo en que los ejércitos de los opresores intenten 
              imponerlo. El hallazgo de los años sesenta es todavía de alguna 
              manera un hallazgo. La gente tiene el derecho a ejercer su libertad, 
              a hacer lo que les venga en gana con las drogas. 
               La misma religión es otro 
              caso. ¿Cuál es la primera gran revolución que abre la historia moderna? 
              Lutero. Es la insistencia en que puedo creer lo que la voz de mi 
              yo interior me dice que es lo divino, y no aceptaré la autoridad 
              de la iglesia en su lugar. Ésta fue la gran revolución y de ésta 
              han surgido todas las otras. Hoy en día los protestantes apenas 
              son la vanguardia de la liberación, aunque la comenzaran, y ese 
              proceso es imparable una vez comenzado. Ése es el motivo de que 
              la teología juegue un papel tan importante en En alas de la canción 
              y de ahí viene también el vuelo. 
               El vuelo se lleva a 
              cabo gracias al canto, que permite a la gente entrar en ese estado. 
              El arte y el hecho creativo vuelven a aparecer en una de sus novelas 
              como fuente de liberación. ¿Qué relación existe entre el arte y 
              la libertad? 
               El arte es la cuarta fase 
              de la trascendencia. Para mí, continúa siendo la principal, y sigo 
              creyendo que el arte es, desde el punto de vista político, la única 
              y más grande fuente de liberación que existe. Es el motivo por el 
              que la Mayoría Moral quiere censurar el rock and roll. ¿Cómo vuelas? 
              Cantando. Si tú integras tu cuerpo, tus emociones y tu razón de 
              tal modo que todas puedan unirse en un único acto artístico, has 
              alcanzado la trascendencia. Esto es lo que creo y ésta es la razón 
              por la que el libro trata de cómo alguien se convierte en un cantor. 
              Para mí, convertirse en artista es la tarea. Además creo 
              que es lo que todo el mundo quiere y la razón por la cual todos 
              los héroes culturales de nuestros tiempos son cantantes de rock 
              and roll, actores o escritores. No hay ningún arte que no convierta 
              en dioses a la gente que triunfa, algunas veces de forma estúpida, 
              porque a menudo es una estafa.  Que parte del arte sea técnica es 
              algo irónico y esa ironía se refleja en En alas de la canción: 
              Daniel es un cantante que nunca llega realmente a volar. Él aprende 
              a hacer arte. Pero eso es sólo una ironía para gente que quiere 
              que Dios exista, que necesita asegurarse la trascendencia una vez 
              que tienen un atisbo de ella, de modo que les pertenezca por siempre 
              jamás. Pero tú no puedes cuantificar la experiencia trascendental, 
              no puedes ponerla en números. Ocurre cuando ocurre, es una gracia, 
              un don. Y ésta es una verdad dolorosa, porque hay una gran cantidad 
              de gente que quiere ser artista pero no puede. Ésta es la principal 
              pena de la que habla el libro. 
               Centrándonos en su carrera, 
              ¿cuando entraste en contacto con la ciencia ficción? 
               En Fairmont, Minnesota, 
              sólo podías conseguir revistas de CF suscribiéndote a ellas, así 
              que lo hice. Creo que me suscribí a Galaxy antes que a Astounding; 
              de cualquier modo aquellos fueron mis años de revistas de CF, 1951, 
              52, 53. Cuando cumplí 14, vivía en las Twin Cities 
              [2]  y en décimo tuvimos que leer Julio César. Así descubrí 
              a Shakespeare y me di cuenta de lo que era la poesía, cómo funcionaba, 
              y fue una experiencia aniquiladora. Antes pensaba que era de ese 
              tipo de cosas que se ponen en las tarjetas de felicitación. Así 
              que abandoné la CF y volé a las estrellas. Entonces mi ambición 
              consistía en convertirme en Shakespeare, Thomas Hardy, Dostoievski 
              o quienquiera del que fuese el siguiente libro de la biblioteca 
              que se me metiera en la cabeza. 
                Una 
              vez que le publicaron por primera vez a principios de los sesenta, 
              ¿planeó hacer de la escritura su carrera? 
                Sí, bastante. Era 1962 
              y había vendido mi primera historia a Fantastic Stories. 
              Empecé a escribir otras historias en rápida sucesión y se iban haciendo 
              mejores gradual y perceptiblemente. El peso de las historias naturalmente 
              también iba incrementándose y pensé, ¡hey!, puedo hacerlo; de hecho, 
              pensé que podía hacerlo bastante bien. 
               ¿Escribía usted principalmente 
              CF en aquel momento? 
               En su mayor parte, porque 
              era un campo abierto. No podía luchar con Saul Bellow, ni con la 
              gente del New Yorker. Nunca les he vendido nada. Tengo una 
              teoría de clases aplicada a la literatura. Según ella, vengo del 
              barrio equivocado para poder venderles a los del New Yorker. 
              No importa lo bueno que sea como artista, siempre pueden 
              oler de donde procedo. Creo que la única de nosotros que pudo abrirse 
              camino en su mundo fue U. K. Le Guin, e incluso ella es como un 
              visitante alienígena entre ellos. 
               ¿Cómo era el campo de 
              la CF a principios de los sesenta? 
               Para mi gusto bastante 
              abierto. Me fue tan bien que hizo que a algunos se les encendiera 
              la alarma. Aunque el disgusto de aquellos a los que no les gustaba 
              se convirtió en una especie de “cumplido”. Algis Budrys hablaba 
              de mí como un “nihilista”. Ésta es la palabra que la gente usa cuando 
              quieren decir “éste es nuestro enemigo. No cree en nada”. En realidad 
              lo que quieren decir es que no crees en nada de lo que creen ellos 
              (y creen en un montón de mierda). Así que tienes una cierta ventaja 
              sobre ellos, incluso en su malevolencia. 
               ¿Estaba intentando hacer 
              algo diferente? 
               No tenía que intentarlo. 
              Solamente seguí mi visión de las cosas, que era diferente. 
              Había entonces mucha gente de mi edad, generación y origen que escribía 
              de modo similar, así que no estaba solo; yo era parte de la “New 
              Wave”, lo que venía a significar: mordaces sabelotodos universitarios. 
              Los viejos escritores que iban de listillos, sólo habían tenido 
              educación secundaria. La CF de los años 30 y 40 era literatura para 
              las clases trabajadoras, como las historias de detectives. Todo 
              el país se iba educando paulatinamente y yo fui parte de esa transición. 
               ¿En qué medida esta 
              situación era producto o estaba influida por los cambios sociales 
              y culturales de los 60? 
               Bien, nosotros éramos 
              el mismo cambio que estaba en marcha. Fuimos parte de él, se reflejaba 
              en nuestras propias vidas, nosotros mismos éramos su espejo y lo 
              estimulábamos con nuestros escritos y a través de otros medios. 
              Se retroalimentaba mutuamente. Ha sido estupendo participar en la 
              historia de esta manera. 
               ¿Tuvieron usted y sus 
              colegas en aquel momento la sensación de estar haciendo algo nuevo 
              y diferente? 
               Sí, seguro, claro que lo 
              sabíamos. Era una sensación gloriosa, por cierto. Sabíamos que estábamos 
              pateando culos. Y era divertido. 
                ¿Cómo 
              se recibió esto dentro del campo de la CF, del fandom tal como era 
              entonces? 
                Bueno, fue positivo y 
              negativo. Como siempre, la vieja generación que estaba siendo apartada 
              a empujones no estaba muy contenta con la situación. Los viejos 
              tenían que elegir, o unirse a nosotros, o intentar luchar y rechazarnos. 
              En realidad fue uno de esos casos en que uno tiene que escoger entre 
              quedarse chapado a la antigua o evolucionar. 
               Había entonces una generación 
              justo en la cúspide, Brian Aldiss, Phil Dick, la gente 
              de esa generación; tuvieron la oportunidad de convertirse a la “New 
              Wave” con nosotros y aprovechar todas las ventajas de la libertad 
              de la escritura: un nivel más alto de lenguaje, otras situaciones 
              y el humor. ¡Por fin podíamos escribir para adultos! ¡Esto fue maravilloso! 
              Para muchos de los viejos escritores fue como si hubieran comido 
              hierba gatera [3]  
              y sufrieron un renacimiento; uno de ellos fue Damon Knight.  Pero 
              para algunos fue un atolladero del que no podían salir al ritmo 
              que les marcaban los nuevos tiempos, como le ocurrió a Algis Budrys, 
              y a Ray Bradbury, que creo permanecieron en una especie de Paleolítico. 
               ¿Publicaba 
              poesía a la vez? 
               Sí, justo fue en ese momento 
              cuando vendí mi primer poema a Minnesotta Review, y siempre 
              he escrito poesía desde entonces. Era parte de lo que hacía. 
               ¿Entonces no era poesía 
              de CF? 
               No, no tiene nada que ver,... 
              es poesía. Hay un componente específico en el mundo de la poesía... 
              cuando las metáforas estallan, pueden convertirse en CF, pero eso 
              no es propio de ellas, es sólo algo que ocurre en los poemas por 
              su propia naturaleza. Hay gente dentro de la CF que cree que existe 
              algo llamado “poesía de CF” y para mí eso es alarmante –como el 
              síntoma de una enfermedad-; evito a la gente cuya idea de la poesía 
              es que hay dos clases separadas, la que es de CF y la que no lo 
              es. Sólo existe la poesía. 
               Últimamente siento que 
              es la forma más gloriosa de literatura, pero en estos tiempos no 
              se puede vivir de ella, y eso que he escrito tanta buena poesía 
              como profesional como podría esperarse de toda una vida.  Han sido 
              siete volúmenes hasta ahora, y cabe la posibilidad de que salga 
              otra colección de poemas. Este tomo podría duplicar al menos la 
              cantidad en bruto de poemas que he publicado y quizás algo más. 
              Podría ser un libro de más o menos 500 páginas, lo cual es bastante 
              fuerte. En cualquier momento en que nace un buen poema, lo dejo 
              todo y lo escribo. Unas veces es más intenso, otras más rápido, 
              pero nunca ha habido un momento en mi vida en que no haya tenido 
              las antenas listas para recibir un poema. 
                ¿No 
              le sucede lo mismo con la prosa? 
               Respecto a las historias 
              tengo un archivo de ideas de cinco pulgadas de grosor. No puedes 
              escribir historias con todas las ideas que se te ocurren. En algunas 
              es cuestión de mercado –me conviene escribir esta historia en particular, 
              podría publicarla donde me interesa publicar, o me traería un poco 
              de dinero- todas estas cuestiones tienen que ver a la hora de desarrollar 
              determinadas ideas. Y también: ¿me divertirá? Algunas historias 
              suponen más trabajo que diversión. Necesitan un montón de trabajo 
              profesional. Es como la confección. No creo que nadie haga trajes 
              para divertirse, es puro trabajo. Con buena parte de la narrativa 
              y con cualquier novela hay que tomárselo así. 
               Pero con la poesía, aunque 
              también hay trabajo, el tiempo de atención que requiere crear un 
              buen poema raramente es superior a un día o dos. No lo hago a no 
              ser que sepa que va a ser bueno. No me siento y digo, ¡oh!, tengo 
              que escribir un poema ahora, y me devano los sesos preguntándome 
              cómo hacerlo. O está allí o no está. Si está, lo escribo. La poesía 
              es como una visita. Por ese motivo es por el que se habla de la 
              musa. Si viene, sólo tienes que decir, hola. 
               ¿Cree usted que la “New 
              Wave” ha conseguido su objetivo? ¿Comenzaron las cosas a cambiar 
              al poco tiempo o...? 
               Cumplimos nuestro propósito, 
              aunque de manera irónica, sólo fallamos en una cosa. La CF en nuestra 
              cultura, básicamente se crea para  jóvenes, según se dice, y una 
              cierta cantidad de la CF que se hace tiene que cubrir las necesidades 
              afectivas e intelectuales de los 13, 14 y 15 años. Si no consigue 
              hacer eso como género, entonces no cumple su cuota de mercado. Así 
              que, inevitablemente,  la gente que inventó y escribió para Star 
              Trek o hizo fantasía (espada y brujería) se dirigían a ese público, 
              público que continuamente está renovándose. No son siempre los mismos: 
              la gente madura hasta llegar a su etapa CF, la vive y posteriormente 
              la abandona, de modo que una nueva generación de lectores ocupa 
              su lugar. 
               Bien, como esto es verdad, 
              aquellos escritores que por temperamento no se inclinan a escribir 
              para este tipo de público, no serán bienvenidos ni tendrán éxito 
              en el mundo de la CF. Así que hay escritores de CF que se desmarcan 
              y escriben para gente de otras edades –haciendo el tipo de cosas 
              de Ursula- o se acomodan, como Silverberg, que hizo los libros de 
              Majipur después de sus escritos “New Wave”. Para mí eso es 
              definitivamente una regresión, hecha para ganar dinero. Él es un 
              escritor, un profesional, y finalmente tiene que ir adonde el público 
              le lleve. 
               Otra gente encuentra nuevos 
              públicos en otras áreas culturales. Yo lo he hecho de alguna manera 
              con las novelas de terror, aunque es un cambio menor, pese a ser 
              un público distinto, presumiblemente de mayor edad y también de 
              otra cultura. Las necesidades emocionales que se cubren aquí son 
              diferentes. Pero también los géneros evolucionan en sí mismos a 
              lo largo del tiempo en cuanto a público se refiere. La CF se hundió 
              de forma evidente después de la “New Wave”. Había menos revistas 
              donde publicar historias. La historia corta era la única manera 
              posible de que un escritor principiante se hiciera conocido, cosa 
              que ahora es mucho más difícil de conseguir. Estuve en la Readercon 
              de Boston y cuando miras al público que se reunía allí, llama la 
              atención lo mayor que es en términos generales. Aunque desde luego, 
              la Readercon se dirige a los lectores en general, más que a la audiencia 
              televisiva que parece ser el centro de la mayoría de las convenciones 
              de CF. 
               ¿Es esto inherente al 
              género o es más un resultado de la demanda de nuestro mercado cultural? 
               Nunca ha sido una necesidad 
              estética; siempre puedes escribir CF para adultos si quieres; la 
              cuestión es si puedes vivir de eso.  Si escribes buena narrativa, 
              y es CF, normalmente puedes encontrar quien te la publique, a menos 
              que publiques un tipo peculiar de novela que genere su propio público 
              dentro del género. Estoy pensando en R. A. Lafferty, que escribía 
              como si fuese Piers Anthony cuando lo hacía para adultos; esto quiere 
              decir que simplemente no hay público fuera de la CF para esta clase 
              de narración en particular, una afición que sólo existe aquí. Supongo 
              que hay pocos escritores así, que son tan sui generis que sólo suelen 
              ser publicados dentro de las murallas del ghetto. 
               Por ejemplo, ahí tenemos 
              a Philip K Dick, que no pudo publicar sus obras mainstream, 
              y al que también le costó mucho tiempo hacerlo con las de CF de 
              calidad. Se hacían apuestas sobre si conseguiría sobrevivir lo bastante 
              hasta que fuera apropiadamente reconocido por su obra. Gozaba de 
              mucha consideración por su trabajo creativo en su época de apogeo, 
              pero la admiración de sus colegas no era suficiente para ponerle 
              la comida en la mesa. Tenía muchas obligaciones y no creo que se 
              pudiera enfrentar a todas por igual, lo que para él era motivo de 
              ansiedad constante. 
               Ha mencionado el ghetto 
              de la CF. ¿Hasta donde ha llegado usted dentro de sus murallas? 
               ¿Rechazos? Muchos. Hay 
              una cierta clase de académicos que se escuda en esa clase de repulsa 
              para defenderse, pero esa actitud está cada vez más pasada, y aquellos 
              académicos de entonces tienen ahora muchas menos ínfulas que, digamos, 
              unos 20 años atrás. La forma más efectiva de esnobismo es simplemente 
              negarte a leer nada de la gente a la que pretendes rechazar, no 
              escribir sobre ellos, no invitarlos a tus ceremonias de premios 
              y todo eso. El ghetto aun funciona mucho de esta manera, cerrando 
              las puertas de la mayoría de las editoriales a la gente de la CF. 
              Sin embargo hay muy poca gente del género llamando a esas puertas. 
              Así que parece un acuerdo general el hecho de que vivimos en dos 
              mundos distintos y que sólo nos casamos con los de nuestra especie. 
                Usted 
              salta de la CF al terror con las novelas de Minnesota... 
               Bien, algo he escrito, 
              pero buena parte de mi interés lo he centrado en la crítica, el 
              ensayo, el teatro... un amplio espectro de trabajos, desde luego. 
              Pasé un año o dos de mi vida escribiendo un juego interactivo por 
              ordenador. Ha habido propuestas cinematográficas, que algunas veces 
              no han dado resultado, pero me han proporcionado algo de dinero. 
              También hice dos novelas históricas que tuvieron cierto éxito, aunque 
              me llevaron mucho trabajo. Cuando te empleas a fondo en algo, tu 
              propio sentido de quien eres cambia, pero rara vez el público te 
              sigue en esos cambios. Así que nunca sé cuando me llaman y dicen: 
              “hola, ¿es usted ese Thomas Disch?”, yo contesto: “no sé 
              cual es su idea de quien debe ser ese Thomas Disch”. Es decir, soy 
              poeta y para mucha gente sólo soy poeta y se quedan sorprendidos 
              cuando oyen que hago otras cosas. Pasa lo mismo con las novelas 
              de terror y con la  CF, cada uno de estos públicos no suele leer 
              fuera de sus aficiones, así que muy rara vez se pueden encontrar 
              aquí seguidores fieles. 
               ¿Por qué cambió de rumbo 
              después de todo ese tiempo haciendo CF? 
               No es que fuera un cambio 
              de rumbo tan radical, ya que nunca consideré la CF como de naturaleza 
              exclusivamente “científica”. Es decir, no creo que mis novelas de 
              terror tengan menos relación con la Realidad de la que puedan tener 
              las de CF. Como no creo en nada sobrenatural, para mí son tan ficción 
              como mi propia visión de la CF, tal cual puede observarse en En 
              alas de la canción. No creo que puedan existir viajes astrales 
              fuera del cuerpo aparte de en sueños, o realidades “virtuales”. 
              La norma que seguí en la serie de Minnesota sobrenatural fue que 
              cada libro tenía que partir de un punto de vista original y distinto. 
              El Más Allá tal como aparece reflejado en El ejecutivo no 
              es el tradicional reino fantasmagórico, creo yo. 
               ¿Toda esta variedad 
              no es suficiente para convertirse en una especie de “marca”? 
               No a menos que la “marca” 
              sea establecida de antemano. Alguien como Updike puede cubrir casi 
              todo el espectro literario y la gente lo seguirá por ser Updike. 
              Con Disch no sucede así. 
               ¿Le 
              habría beneficiado de haber sido un modelo o icono de la comunidad 
              gay? 
               (...) Bueno, es sabido 
              que soy gay, pero yo no hago literatura gay. (...) Así que si ha 
              sido así, ha sido poco en todo caso. Agradecí mucho que un libro 
              llamado El canon gay incluyera En alas de la canción, 
              pensé, ¡bien, por fin!, parece que se han dado cuenta de que existo. 
              Pero justo cuando se publicó el libro y su autor estaba de gira 
              de promoción, fue casi asesinado por un homófobo en Dublín. 
               ¿Cuándo fue eso? 
               Oh, hace tres años. Todavía 
              está en el hospital. Muy triste. Además era un libro encantador. 
              Y ha sido la única vez que alguien ha dicho, oh mira, es un escritor 
              gay. 
                ¿Siempre 
              lo ha reconocido? 
                Sí... bueno, tan pronto 
              como lo supe lo dije. Desde, veamos, el año 68. Apareció al principio 
              más en la poesía que en otros sitios. No he sido de los que gustan 
              escribir confesiones o narraciones autobiográficas; hice algunas 
              historias cortas de temática gay desde entonces, de modo que supongo 
              que En alas de la canción es la primera novela que es claramente 
              la obra de un escritor gay escribiendo desde su experiencia homosexual. 
              Aunque también hay mucho de eso en 334. 
               Los escritores de ciencia 
              ficción están en condiciones de sacar ventaja de las nuevas libertades 
              culturales y la gente no se da cuenta. Una de las ventajas de ser 
              escritor, en términos de libertad artística, es que la gente no 
              presta atención a lo que haces, así que eres libre para ser audaz. 
              Esto fue así para los escritores de los años 50, cuando la audacia 
              era de tipo político. 
               ¿Usted cree que hay 
              una dimensión política en su narrativa? 
               Yo diría que sí. Escribí 
              cosas obviamente anti-Vietnam como Campo de concentración 
              y Eco alrededor de sus huesos incluso antes. Pienso en términos 
              políticos y eso se ha visto en  gran parte de la narrativa que he 
              hecho, pero nunca he sido un cruzado; no tengo ninguna causa que 
              anunciar con fanfarrias, así que no creo que la mayoría de los lectores 
              piensen en mí como un escritor político. Pero este tema está presente 
              en cada novela y probablemente más en las de terror que en las de 
              CF. 
               ¿Qué libros le fascinaron? 
              ¿Cuales son sus autores favoritos y tiene su narrativa alguna influencia 
              particular de ellos? 
               Tolstoi. 
              Sin duda. Leí Guerra y paz en el instituto y pensé que tenía 
              un gran valor. Mientras escribía Los genocidas, bajé a México 
              y me llevé unos cuantos libros, Anna Karenina entre ellos. 
              No creo que haya una correlación entre estos libros y el mío, excepto 
              por el hecho de que Anna Karenina era tan hermosa aunque 
              siempre triste. Ëste fue el único texto que puse para el curso de 
              escritura denominado “Para comenzar a escribir una novela” que impartí 
              cuando era artista residente en el “William and Mary” en 1996. Tuvo 
              exactamente el efecto que esperaba en mis alumnos. Los zarandeó; 
              cuando tuvieron que analizarlo atentamente bajo el microscopio, 
              para ver lo que Tolstoi había hecho y cómo intentar imitarlo de 
              forma consciente, fue como echar abono en una tomatera. 
                Su 
              mirada retrospectiva a la CF, The Dreams Our Stuff Is Made Of, 
              ganó un Hugo. ¿Qué reacciones hubo ante este libro? 
                Bien, fue extraño, porque 
              conozco un montón de gente que no podría estar de acuerdo en absoluto 
              con lo que escribí, pero nunca osaron decirlo en voz alta en mi 
              presencia. Las reseñas se escribieron un poco a la defensiva, de 
              modo que cuando querían decir que estaba atacando a uno de sus ídolos 
              favoritos, tanto si era Heinlein como Le Guin, se 
              limitaban a decir, “Ándese con cuidado. No es nada amable con Fulano”, 
              aunque nunca aclaraban si pensaban que yo estaba equivocado en esa 
              crítica que les hacía. Realmente me cubrí bien las espaldas cuando 
              hacía críticas duras en el libro, y no fue cosa de dos líneas o 
              poco más, sino que argumenté cada caso con mucho detalle, especialmente 
              cuando era llamativo. 
               El cumplido más agradable 
              que recibí fue en una reseña que leí en la web 
              de Frank Wu, donde el autor decía que él se había pasado años 
              discutiendo con un amigo suyo sobre Heinlein y Le Guin, y que en 
              mi libro yo había recogido todos los argumentos contra Heinlein 
              que él había usado contra su amigo, y que a su vez también aparecían 
              todos los argumentos contra Le Guin que había usado su amigo; y 
              que, simplemente, se había dado cuenta de que yo llevaba razón. 
              Y creo que eso es lo que hice. Me gusta pensar que no se puede rebatir 
              lo que yo veo tan claro. Supongo que las partes más débiles del 
              libro se concentran en aquellas áreas que desconozco, y por eso 
              creo que hay que tener una gran dosis de prudencia cuando se escribe 
              un libro con un lado polémico. 
               Sobre Heinlein ya pudimos 
              leer su opinión en la revista Gigamesh, que publicó Los motivos 
              de vergüenza de la ciencia ficción [4] . Sin embargo, ¿por qué no le agrada LeGuin? 
               Admiro mucho el trabajo 
              tanto de Heinlein como de Le Guin. Creo también que 
              ambos se han implicado en exceso en asuntos políticos, incluso pienso 
              que Ursula ha dejado que la polémica se apodere de sus últimos escritos 
              tanto como Heinlein, por debilidad. Sin embargo nadie le hará rendir 
              cuentas por esto ya que la mayor parte de las críticas académicas 
              de CF las escriben personas que comparten sus puntos de vista políticos. 
              Yo no, tal como ha quedado de manifiesto claramente en mi libro. 
               
               ¿Cree que si fuera un 
              joven escritor hoy en día se dedicaría a la CF? 
               No, no. Es triste. Sé que 
              hay temperamentos que se inclinan a la CF por naturaleza, pero no 
              creo que hoy en día puedas hacerte una carrera partiendo de aquí. 
              No creo que las escaleras sirvan siempre únicamente  para subir, 
              aunque puedo estar equivocado. Creo que algún tipo de sitio de internet 
              podría ser un buen lugar para comenzar. 
               ¿Entonces se debería 
              sobre todo a la falta de mercados? 
               Oh, claro. A la poesía 
              no le afecta, porque nunca ha sido una forma de vida. Pero para 
              la narrativa, especialmente la comercial, creo que hay que buscar 
              otros caminos, empezar por ejemplo en los medios audiovisuales –televisión, 
              comedias de situación, series-  (no creo que nadie llegue al cine 
              por vía directa). Ahora mismo, tal como está el mercado, el misterio 
              seguramente sería una buena forma de entrar para un buen escritor 
              de ficción, ya que hay mercado para eso y puedes ser tan agudo como 
              quieras. Justo en este momento, no hay espacio para la clase de 
              CF inteligente con la que yo labré mi camino. 
               Las franquicias y los 
              libros interconectados parece que son la tónica dominante en el 
              mercado. 
               Eso es muy descorazonador; 
              puedes escribir uno o dos de esta clase de libros y pensar que estás 
              subiendo la escalera, pero terminarás dándote cuenta de que la escalera 
              no va más allá de esas franquicias, así que estás haciendo un trabajo 
              en balde. 
               ¿Por qué cree usted 
              que las cosas han evolucionado en este sentido? 
               Creo que tiene que ver 
              con la globalización de la economía, en la que sólo se puede acceder 
              al trabajo creativo como si fuera un puesto de trabajo más; eso 
              quiere decir que la ficción tiene que escribirse –tal como ha ocurrido 
              con la poesía- sólo por amor al arte. A su vez eso también quiere 
              decir que sólo los ricos pueden asumir la escritura como un objetivo 
              vital. También si eres ama de casa, o tienes alguna otra sinecura, 
              puedes hacer carrera o convertirlo en un hobby. Pero tener la clase 
              de carrera que yo he tenido, que ha sido muy buena para mí, no creo 
              que sea ya posible de forma general. No me gustaría tener 18 años 
              otra vez. 
                ¿Qué 
              recuerda de su estancia en España a mediados de los sesenta? 
                Principalmente la hepatitis 
              que pillé, junto con John Sladek, después de pasar un mes en Fuengirola 
              (cerca de Málaga). Aunque también tengo que mencionar los vinos 
              dulces de la Costa del Sol, mi semana en Madrid, la sombría grandeza 
              del Escorial.  Deliberadamente no acompañé a mi grupo en la visita 
              al Valle de los Caídos y permanecí en una cafetería del Escorial 
              con un delegado sindical italiano que también quería hacer boicot 
              al monumento que Franco se había erigido a sí mismo. Ahí tuve con 
              él la primera conversación en español de mi vida. Paré en un hotel 
              recomendado por la guía de Arthur Frommer sin darme cuenta de que 
              era a la vez un burdel. La señora que me acompañó en el desayuno 
              era encantadora, iba magníficamente vestida y debió quedarse de 
              una pieza cuando me marché sin pagar la tarifa. Había algunas cosas 
              sobre las que Arthur Frommer no había escrito nada. 
               ¿Qué más? Una corrida de 
              toros sensacional en Marbella, donde tuve un asiento perfecto desde 
              donde ver bien al matador en el momento cumbre. Yo nunca había visto 
              una corrida hasta ese momento y es difícil imaginar una cosa más 
              emocionante. 
               Y aquellos chicos que cantaron 
              un hermoso villancico en la puerta de mi casa, una que tuvimos alquilada 
              fuera de temporada durante el Adviento y a los que regalamos en 
              pago un delicioso vaso de aquel vino dulce. 
               Así que a pesar de la hepatitis 
              tengo un montón de maravillosos recuerdos. Allí fue donde escribí 
              entero Eco alrededor de sus huesos. 
               ¿En qué está trabajando 
              estos días? 
               Últimamente he estado pintando 
              la mayor parte del tiempo. 105 acrílicos desde abril del 2002, la 
              mayor parte de ellos durante los meses de sol. Una empresa tan estimulante 
              como quijotesca, en la que nunca podré alcanzar “velocidad de escape”. 
              Pero también he escrito una novela corta The White Man, para 
              una antología que Al Sarrantonio está escribiendo para Penguin/Putnam.  
              Es sobre vampiros y refugiados somalíes en Minneapolis (¡de los 
              que hay varios miles!) 
               ¿Quiere decirle algo 
              más a los lectores españoles? 
               Nada mas. Que tengan un 
              buen dia! [5]  
              
               Link 
              a la entrevista de David Horwich 
               Nota 
              final: Desde aquí le doy las gracias a Thomas Disch tanto por su 
              amabilidad como por el tiempo que nos ha dispensado. También a David 
              Horwich, por facilitarnos el material sin el cual esto no hubiese 
              sido posible y que nunca podremos agradecer lo suficiente. A Luis 
              G. Prado por abrirnos el camino y ser una ayuda inestimable durante 
              el mes y pico que ha pasado desde que se concretó hasta que ha aparecido. 
              Y por último, pero no por eso menos importante, a la traductora, 
              Starhawk, no sólo por el trabajo que ha realizado sino por facilitarme 
              la comunicación con los dos primeros. Hubiese sido muy embarazoso 
              utilizar mi balbuceante y oxidado inglés. Ha sido un apoyo desinteresado 
              a lo largo de todo este tiempo. 
              
            
               
              
             
             
              
             
             
              
             
             
              
             
             
              
             
               
            @ 2003 David Horwich, reproducida con permiso 
              @ 2003 de la traducción, María Jesús Sánchez 
               
                
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