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                Foto por Mar Bejarano 
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                ¿Qué es La Espada de Fuego?
               En un mundo donde hay espada y brujería (entre 
              otras muchas cosas), Zemal, la Espada de Fuego es el objeto 
              por excelencia, el sueño de todo héroe. Entre los guerreros de Tramórea 
              reina la mística de la hoja y el acero, y los forjadores de espadas 
              gozan de un prestigio que llega casi a la veneración. Zemal, forjada 
              por el dios Tarimán, patrón de herreros y espadistas, es la madre 
              de todas las espadas. Otorga al Zemalnit, el guerrero que la posee, 
              no sólo poder, pues es una hoja de plasma capaz de segar cualquier 
              cosa, sino también el prestigio necesario para convertirlo en un 
              auténtico líder. 
               La Espada de Fuego es también mi propio 
              sueño. Antes de ella he publicado ocho novelas. En cuestión de semanas 
              aparecerá en SM una juvenil, Los Héroes de Kalanúm, y dentro 
              de unos meses Tusquets sacará otra, Amada de los dioses, 
              mientras que L’Atalante editará en francés El mito de Er. 
              Sin embargo al ver publicada la EdF en Minotauro he sentido 
              tanta emoción como si fuera la primera vez. He puesto mucha pasión 
              en este libro, y sé que es el mejor que he escrito hasta ahora. 
             
               ¿Qué ofrece tu libro al lector de fantasía 
              de toda la vida? 
               A lo largo de los años he ido adquiriendo un 
              mayor dominio de los recursos literarios, de forma que ahora escribo 
              de una forma menos instintiva y me aproximo mucho más a comunicar 
              lo que quiero. Creo que gracias a eso he conseguido una ambientación 
              en la que el lector se puede sumergir y unos personajes con los 
              que se encariñará. Dice John Irving que su mayor empeño es que en 
              la página 400 de sus novelas a los lectores les importe el destino 
              de los personajes mucho más que en la 40. Eso es lo que creo que 
              hay en la EdF. Por encima de todo, he buscado la convicción 
              y la calidad literaria. 
               Tengo entendido que su origen está en una 
              novela que iba a publicar la colección de Fantasía de Nova hace 
              10 años, La jauka de la buena suerte... 
               En efecto, aunque han pasado más bien doce o 
              trece años que diez. Realmente, la novela se llamaba La Espada 
              de Fuego, pero decidí cambiarle el título de acuerdo con Miquel 
              Barceló. Luego aquel proyecto no llegó a término, aunque Miquel 
              ha sido mi editor en muchas otras ocasiones. 
               En su momento, no publicar la Jauka me deprimió. 
              Ahora me alegro, pues esta EdF es mucho más madura y rica, 
              y también más fluida. Además, publicar en Minotauro y compartir 
              catálogo con El Señor de los Anillos es una emoción casi 
              indescriptible. 
               ¿Cómo ha llegado esta novela a aparecer en 
              Minotauro? 
               Cuando Planeta adquirió Minotauro, Francisco 
              García Lorenzana se convirtió en el nuevo director de la colección. 
              Yo ya había trabajado antes con Paco, pues en la época en que trabajaba 
              como editor para Círculo de Lectores me publicó dos novelas, La 
              mirada de las Furias y Nox perpetua. Además, le habían 
              gustado otras obras mías como El mito de Er o Buscador 
              de sombras. 
               Al poco de llegar a Minotauro, Paco se puso en 
              contacto conmigo y me preguntó si tenía alguna novela para él. Yo 
              pensé rápidamente en la EdF, y me dije que aquello era una 
              señal del Olimpo, pues la primera editorial en la que intenté publicar 
              la antigua novela fue, precisamente, Minotauro, allá por el 88 si 
              no recuerdo mal. "Sólo tengo que retocarla y en un par de meses 
              la tengo", le respondí.  
               Los retoques se convirtieron en una reescritura 
              a fondo y los dos meses en nueve, una gestación en toda regla. Creo 
              que el esfuerzo ha merecido la pena. De la calidad de mi novela 
              es mejor que hablen otros, pero quiero decir que la presentación 
              me parece magnífica.   
               ¿Qué opinas del premio que van a instaurar? 
               Me parece estupendo. En España ya hay premios 
              importantes para relatos de ciencia ficción, como el Pablo Rido. 
              También está el UPC para novela corta. Ahora llega este premio Minotauro 
              (o como se llegue a llamar, aunque a mí el nombre Minotauro me parece 
              más que sugerente), para cubrir el hueco que quedaba, la novela 
              larga. Además va a abarcar todo lo relacionado con el género fantástico. 
              Sin duda va a ser el más importante del mundo por su dotación y, 
              espero, por la calidad de las obras que concursen. 
               Retornando un poco a La Espada de 
              Fuego, ¿cómo afrontaste la creación de un mundo inexistente 
              tan amplio y complejo como Tramórea? 
               La clave fue el mapa. Siempre me han gustado 
              los mapas de grandes imperios. En mi primera novela, una de romanos 
              que escribí cuando tenía diez años, había un montón de mapas que 
              empezaron siendo más o menos históricos y acabaron convirtiéndose 
              en un auténtico desparrame, con un imperio que competía con el romano 
              en época del propio César Augusto. Me sentía frustrado por tener 
              que ceñirme a la realidad, y cuando en un tebeo de Conan vi un mapa 
              de la era hibórea, pensé: "¿Por qué no puedo hacer yo esto?" Así 
              que en una serie de novelas de fanta-ciencia que escribí entre los 
              quince y los dieciséis años ya creé mi propio mundo con sus mapas. 
               Y así empezó también Tramórea: a los diecisiete 
              años dibujé el primer mapa de este continente y empecé a llenarlo 
              de nombres, reinos, bosques, ciudades y montañas. El mapa y los 
              nombres despertaban evocaciones en mí, y el mundo fue creciendo 
              como un inmenso árbol mientras escribía la primera EdF completa 
              (hubo una versión anterior que no pasó del estado embrionario). 
              Ahora, años más tarde, he enriquecido ese árbol. Pero aún me queda 
              por explorar mucho de mi propio mapa. 
               Uno de los aspectos que más me han sorprendido 
              ha sido el Tahedo, el arte de la espada, desarrollado de forma muy 
              precisa y que proporciona algunos de los combates mejor llevados 
              que he leído en un libro de fantasía ¿En qué te basaste a la hora 
              de establecer su funcionamiento? 
               En la primera versión de la EdF ya había 
              elaborado parte del Tahedo, con sus grados de maestría, algunas 
              de sus técnicas y las llamadas series, que son una especie de katas. 
              Cuando estaba en el instituto practicaba karate, y me basé en él 
              para dar verismo al Tahedo, más que en la esgrima occidental. 
               Ahora, al reescribir la novela, me he documentado 
              sobre otras prácticas marciales, como el kendo o el iai, y también 
              sobre la forja de las espadas japonesas, que es en sí un arte fascinante. 
               Puesto que la Espada de Fuego es el centro de 
              la trama, quería que hubiera entre los guerreros de Tramórea una 
              auténtica mística del acero. El Japón de los samuráis me sirvió 
              como modelo; y también me inspiré en el vínculo maestro-discípulo, 
              tan importante en Oriente, para enriquecer las relaciones entre 
              los personajes principales. 
               En cuanto a los combates, he procurado enfocar 
              cada uno desde un punto de vista diferente, y transmitir más bien 
              sensaciones que movimientos exactos. Cuando leo en un libro descripciones 
              de peleas demasiado prolijas, me acabo perdiendo. 
               El amor es de nuevo parte importante en la 
              motivación del personaje principal, como ocurría en Nox Perpetua 
              o Lux aeterna. Sin embargo los protagonistas son casi todos 
              masculinos y los femeninos quedan siempre en un segundo plano, casi 
              únicamente como elemento inspirador. ¿A qué se debe? 
               Cuando escribí la primera EdF era muy 
              joven y tenía problemas a la hora de tratar personajes femeninos. 
              Aparte, el centro de la trama consiste en la lucha de siete guerreros 
              por una espada, y ahí queda poco lugar para mujeres. En aquel entonces, 
              aparecían una especie de enigmática ninfa llamada Tríane y una improbable 
              mujer guerrera en un papel muy secundario. 
               Ahora he aprendido como escritor y... Bueno, 
              la vida: ya no soy un chavalito. Creo que sé manejar mejor a los 
              personajes femeninos, y de hecho la protagonista de Memoria de 
              dragón se llama Marta, y la de la novela erótica Amada de 
              los dioses es Nerea, una joven cortesana. Al reescribir la EdF 
              he modificado el papel de Tríane, que ya no es tan glamurosa ni 
              etérea como en la primera versión; y he convertido a la guerrera, 
              Tylse, en una maestra del Tahedo que compite con los otros seis 
              varones por la Espada de Fuego. Para que el pueblo de las Atagairas 
              sea más creíble (la mayor parte de las mujeres guerreras que aparecen 
              en las novelas no me convencen demasiado), las he apartado genéticamente 
              del resto de las razas humanas, con las que no pueden procrear. 
              Vamos, que en la práctica son una especie aparte en que las hembras 
              son más grandes y fuertes que los varones. 
               Creo que ahora las mujeres son un elemento importante 
              en la EdF, y no sólo como inspiración, sino como motores 
              de la acción, aunque su presencia numérica sea reducida. Entrando 
              en el terreno de lo erótico (ya que Jacinto Antón lo ha mencionado 
              en ese magnífico artículo que ha publicado en El País), son ellas 
              quienes llevan la iniciativa... Pero no añadiré más. 
               En cualquier caso, jamás entraré en ciertos juegos 
              de cuotas que parecen llevarse ahora. Como escritor, elijo a los 
              personajes según la historia que quiero contar. Se trata de confeccionar 
              novelas, no listas electorales.  
               También aparecen múltiples referencias al 
              mundo de la Grecia clásica (esas amazonas, esos pitagóricos que 
              modelan la sociedad Áinar,...) ¿Una marca de fábrica? 
               Supongo que sí, que es inevitable. Muchas de 
              las obras de fantasía que he leído tienen un aire medieval, un tanto 
              nórdico. Yo creo que la mía habla de un mundo más similar al de 
              la Antigüedad. A veces la influencia de Grecia me sale a propósito, 
              y otras sin que me dé cuenta. En el caso de las Atagairas y de los 
              filósofos Numeristas he tomado como punto de partida a amazonas 
              y pitagóricos, como bien apuntas; pero para crear algo diferente 
              y más fantástico que espero desarrollar con más complejidad en futuras 
              novelas. 
               ¿Qué otras influencias reconoces en el libro? 
               En cuanto al ambiente, me han servido de inspiración 
              (y me servirán, Tramórea aún está creándose) no sólo Grecia, sino 
              también Roma, Egipto, Babilonia, los reinos nómadas de las estepas 
              centroasiáticas, y, como ya he dicho, el Japón de los shogunes. 
              Y quien quiera buscar encontrará también algunas referencias a las 
              leyendas de Bécquer.  
               Aparte, cuando hablo de lugares naturales procuro 
              recurrir a mi propia experiencia: mis instrucciones nocturnas por 
              los montes de Toledo cuando hacía la mili, las sierras y valles 
              que rodean Plasencia, donde vivo... Más de una vez me he dedicado 
              a recorrer carreteras sinuosas en busca de localizaciones, como 
              si estuviera preparando una película y no un libro. Un viaje en 
              particular me impresionó, cuando crucé el puerto de Honduras, en 
              la parte norte de Cáceres, y atravesé unos robledales y castañares 
              enormes que en otoño parecían incendiarse bajo los rayos del sol. 
              Al ver la portada del libro me emocioné, pues me sentí transportado 
              a aquella tarde de noviembre, como si los diseñadores me hubieran 
              leído la mente. 
               Ahora que no nos escucha nadie, ¿qué sabes 
              de OPALWORKS? ¿Trabajaste con ellos a la hora de crearla? Porque 
              están haciendo un lavado de cara a la editorial encomiable... 
               Reconozco que no sabía nada de ellos. Sin embargo, 
              estoy de acuerdo con tu apreciación. Es tal vez el libro mejor presentado 
              que he publicado hasta ahora. Minotauro siempre ha tenido un aire 
              bastante cuidado, pero creo que la renovación le está sentando de 
              maravilla. 
               Aunque La Espada de Fuego es autoconclusiva, 
              el final deja abierto el camino para volver a Tramórea en el futuro. 
              ¿Existen posibilidades de que escribas más historias ambientadas 
              en este mundo? 
               Sí, mientras me parezcan interesantes. De hecho, 
              ya estoy trabajando sobre una segunda novela. Prometo no exprimir 
              fórmulas. Los lectores que hayan seguido mi carrera podrán comprobar 
              que me gusta variar y que he escrito un poco de todo: novela metafísica, 
              humorística, de aventuras, un tecnothriller (me gusta como 
              lo definió Julián Díez), ucronía histórica, novela juvenil y hasta 
              fantasía erótica -la novela con la que quedé finalista de la Sonrisa 
              Vertical y que se publicará dentro de unos meses; ésta ha sido la 
              cuña autopublicitaria-. Así que, de momento, no soy muy dado a repetirme. 
               En cuanto a la continuación, puedo adelantar 
              que desarrollaré escenarios y elementos que en La Espada de Fuego 
              sólo han quedado apuntados. Pero no esperéis explicaciones demasiado 
              prolijas ni tramas cerradas como mecanismos de relojería. La vida 
              no es así, en primer lugar; y, además, creo que la sugerencia, y 
              no la explicación, es una de las claves de la fantasía. 
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              >> 
              
            @2003 Ignacio Illarregui 
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