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                 Cádiz es una ciudad pequeña, provinciana en el 
              buen sentido de la palabra, y que contiene el mayor número de escritores 
              por metro cuadrado en comparación con cualquier otra ciudad española. 
              Nombres muy conocidos como Fernando Quiñones, Rafael Alberti, aunque 
              era del Puerto de Santa María, o Pemán, son un pequeño ejemplo de 
              ello; pero es que en la época de carnavales no menos de 200 personas, 
              cada año, se dedican a escribir crónicas periodísticas referidas 
              a la actualidad política, social, económica y de cualquier otro 
              tema que pueda ser reflejado en las coplas carnavalescas. Eso produce 
              un bagaje de escritores, o al menos cronistas, impresionante y que 
              no se da en ningún otro lugar de España. 
               En el género de ciencia ficción y fantasía, Cádiz y su
               provincia cuentan con un plantel de escritores, ensayistas y columnistas en
               número y calidad muy elevado. Recordemos que de Cádiz son Rafael Marín, Ángel
               Torres, Ángel Olivera, Félix J. Palma, Luis García Prado, Joaquín Revuelta e,
               incluso, el que escribe estas líneas. Por eso no resulta extraño, o al menos
               es coherente, que se puedan celebrar en Cádiz unas jornadas, al amparo de la
               feria del libro, sobre los clásicos de la ciencia ficción en la literatura
               mundial. 
		 
		
  
               El Ayuntamiento de Cádiz y su Delegación de Cultura, han
               prestado su apoyo a la iniciativa presentada por Luis García Prado, editor
               de Bibliópolis Fantástica, para realizar esta serie de conferencias. El marco
               elegido, como ya he dicho, ha sido la XVIII Feria del  Libro de Cádiz,
               celebrada en la semana del 12 al 18 de mayo de 2003. Esta Feria se ha ubicado
               en el baluarte de Candelaria, un antiguo fortín de defensa de la ciudad
               reconvertido en lo que los políticos denominan “espacio cultural”. El fortín
               se encuentra situado en un extremo de Cádiz, y desde las murallas superiores
               del mismo se divisa la Bahía de Cádiz, con el Puerto de Santa María y Rota al
               fondo, y a la izquierda el Océano Atlántico. El lugar es espectacular y puede
               decirse que el entorno, la Alameda Apodaca o el Parque Genovés, son unos de
               los lugares con más encanto de Cádiz. 
               El ciclo de conferencias giraron en torno a cuatro grandes
               novelas de la ciencia ficción de todos los tiempos: Dune, de Frank Herbert,
               Solaris, de Stanislaw Lem, 1984, de George Orwell y 2001 Odisea del Espacio,
               de Arthur C. Clarke. Cuatro autores muy diferentes que fueron analizados por
               cuatro conferenciantes también muy diferentes en estilo. Las cuatro novelas
               abarcan cuatro arquetipos claves en la ciencia ficción: la space opera, la
               ciencia ficción hard, la ciencia ficción política y la ciencia ficción que
               podríamos denominar religiosa. 
		 
		 Público asistente 
               El viernes 16 abrió el fuego Rafael Marín, comentando la
               novela Dune. Rafael es muy conocido entre los aficionados al género en España
               y sus conferencias suelen ser siempre interesantes y, dado su carácter,
               divertidas. Marín glosó la novela explicando a los asistentes cuál era la trama
               de la misma para centrarse en las propuestas y reflexiones del autor acerca de
               la religión, el mesías fremen, el poder, representado por el emperador y la
               lucha entre las casas nobles, y la ecología, con el marco de referencia de
               Arrakis y la especia melange, una clara metáfora del petróleo. Esta lucha por
               la especia supuso un adelanto de la crisis del petróleo producida a comienzos
               de los años 70, cuando el mundo árabe “cerró el grifo a occidente”, en palabras
               de Marín. 
               Resaltó un dato muy interesante; la creación de un lenguaje
               propio para la novela, en cuanto a las referencias de nombres y palabras usadas
               por los personajes. Curiosamente nos recordó que palabras, ahora en boca de
               todos los medios de comunicación, como jihad o fedallines, ya fueron usadas por
               Herbert en los 60. 
               Como conclusión, Marín comentó las influencias que Dune había
               tenido en obras posteriores como pudiera ser la trilogía de Marte de Kim Stanley
               Robinson o La Guerra de las Galaxias. Al final de la conferencia tuvo lugar un
               corto diálogo con los asistentes, que hicieron uso de un turno de preguntas. 
		 
		 Rafael Marín 
               El caluroso sábado fue protagonizado por las restantes
               conferencias. Comenzó Alberto Cairo comentando la novela Solaris. Para Cairo
               es una de las mejores novelas de ciencia ficción de todos los tiempos. Sobre
               todo, según su tesis, la novela puede presumir de una condensación de ideas que
               sólo necesitó unas escasas 200 páginas. Solaris se aleja de las interminables
               novelas que arropan su escasez de ideas con páginas y más páginas de texto que
               sirven para hacer avanzar el argumento de la misma. La novela se encuadra en
               tres ideas principales, magistralmente descritas por el autor y reflejadas por
               el ponente: la ciencia que se muestra falible, en contraposición con la ciencia
               positivista y optimista del siglo XIX y parte del XX; la memoria como
               falsificadora de la realidad, el simulacro es como el protagonista recuerda y
               no como realmente era la persona simulada; y la historia de amor que refleja
               la pasión entre el protagonista y el simulacro. 
               Alberto Cairo, al que no tenía el gusto de conocer ni de
               haber escuchado ninguna conferencia, se mostró como un excelente comunicador,
               interesando al auditorio con su exposición y consiguiendo que Solaris
               desentrañara sus misterios para todos nosotros.  
               Por la tarde fue Juan Manuel Santiago el que disertó sobre
               1984, novela conocidísima para el aficionado y probablemente la más conocida
               de todas las novelas de ciencia ficción. Santiago nos proporcionó a los
               asistentes una visión de la época en la que Orwell vivió y sus posibles
               influencias para escribir este texto. Conocimos su paso por las brigadas
               internacionales en España y su desencanto acerca de los regímenes que podríamos
               denominar comunistas. Su obra, pues, se vio influenciada por este desencanto
               y se reflejó en varias de sus obras como Homenaje a Cataluña o Rebelión en la
               granja, que fueron aludidas profusamente en la conferencia. 
               Como referentes anteriores a 1984 Santiago explicó que Orwell
               podría haberse visto influenciado, entre otras, por Un mundo feliz, a la que
               definió como mucho más terrible ya que realmente en esa sociedad la gente era
               feliz, mientras que no ocurría lo mismo en la sociedad de 1984. 
               Las ideas que destacó Santiago se sintetizan en que la novela
               nos muestra lo que es la dominación y el poder. Poder al que sólo le interesa
               perpetuarse. Se planteó si la novela criticaba el régimen estalinista o bien
               todas las dictaduras, concluyendo que fundamentalmente era un alegato contra
               todas las formas de totalitarismo. Asimismo comentó las influencias posteriores
               de la novela, incluso en el lenguaje corriente: ¿quién no ha usado la expresión
               “el Gran Hermano te vigila”?, aunque destacó que esta vigilancia puede ser
               mucho más peligrosa actualmente al haber autorizado nosotros mismos a que ésta
               se establezca. La conocida frase “Hacienda somos todos” sería un ejemplo de este
               control admitido. Y como se destacó, Orwell profetizó, en cierto modo, una
               actual tendencia de los medios de comunicación y del poder a imitar lo que se
               denomina en 1984 el doblepensar, “no estamos en guerra, esto es un conflicto”,
               o bien la eliminación de la memoria histórica de la sociedad para manipular y
               cambiar los sucesos reales o, simplemente, olvidarlos. 
               Santiago dejó bien claro que la novela, según su opinión,
               era admonitoria hacia lo que podía pasar, pero que, según sus propias palabras,
               “dejaba un resquicio para el optimismo ya que en los apéndices no se dejaba
               intuir que el régimen del gran Hermano hubiera triunfado”. Orwell nos avisa
               que disponemos de la posibilidad de cambiar las cosas. 
		 
		 Juan Manuel Santiago 
               La última conferencia la ofreció Julián Díez, que mezcló
               hábilmente la novela de Clarke con la película de Kubrick, al estar la
               novelización del guión cinematográfico estrechamente unida a la creación de la
               película. Es evidente que Díez es otro excelente conferenciante que ofreció
               información desconocida para el público, o al menos para mí, sobre la génesis
               de la novela, los problemas entre Clarke y Kubrik y las diferencias entre las
               versiones cinematográfica y literaria. El análisis de Díez ofreció una
               interpretación en dos vertientes: religiosa y trascendente -la película- y
               científica y asimismo trascendente -la novela-. Julián Díez destacó que ante
               la ambigüedad de la película (“no se entiende”), Clarke se dedica a explicar
               detalladamente los puntos oscuros del filme. Clarke centra la novela en hacer
               comprensible científicamente la “divinidad”, entendida como el lugar del hombre
               en el universo y su papel. Como escribió Clarke: la tecnología lo
               suficientemente avanzada no se diferenciará de la magia. 
               Las cuatro conferencias fueron un magnífico exponente de la
               capacidad comunicativa de los cuatro ponentes. Destacaría la intachable
               preparación y documentación sobre las mismas y el didactismo que reflejaron.
               No fueron conferencias dirigidas hacia un lector aficionado, sino que se
               enfocaron en el sentido de hacerlas comprensibles para cualquier asistente
               independientemente de que hubiera tenido acceso a la ciencia ficción. Esto es
               de agradecer porque supone informar al público no aficionado, abandonando la
               jerga muy específica que se suele usar en la ciencia ficción en general. Los
               conferenciantes tuvieron la habilidad, cuando era necesario, de explicar
               conceptos y aclarar términos que se pueden hacer ininteligibles para el lector
               no aficionado. 
               Estas jornadas pueden suponer un hito importante 
              para la difusión del género que tanto nos apasiona y un intento 
              loable con vistas a salir del ghetto literario en el que se encuentra 
              sumido el género, por causas internas y externas. La difusión mediática 
              que han tenido pueden hacer que se interese más público lector por 
              el mismo, y que se comience a ver la ciencia ficción como una parte 
              de la literatura que se puede codear de tú a tú con cualquier otro 
              género dentro de la novelística. Es seguro que el público asistente 
              dejará de pensar, cuando le nombren el término ciencia ficción, 
              que eso es cosa de niños y de marcianos. Los conferenciantes se 
              encargaron de dejarlo muy claro. 
              
               Alfonso Merelo. Huelva, mayo de 2003 
                 Prohibida la reproducción sin 
              permiso expreso del autor 
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