|      Su 
              director fue el argentino Miguel Masriera, que se encargó de prologar 
              casi todos los volúmenes iniciales (eso sí, de una forma un tanto 
              plomiza) y que tenía como objetivo dignificar el género, insistiendo 
              siempre en la capacidad didáctica de los libros (su frase favorita 
              era "instruir deleitando") y firmando como "Doctor Ingeniero", en 
              un primer esfuerzo (baldío, todo hay que decirlo) de intentar demostrar 
              que eso de la ciencia ficción era algo más serio que hombrecillos 
              verdes en platillos volantes. 
               El aspecto exterior era muy similar al de los 
              actuales libros de bolsillo, lo que les daba un mayor empaque y 
              distinción frente a las novelas de "a duro" (claro que eso repercutía 
              en el precio). Las portadas parecían sacadas de muchas de las revistas 
              pulp de los años 30 (y a mi parecer tenían un encanto especial). 
              Esto cambió a partir del nº 51, donde se empezaron utilizar ilustraciones 
              más "modernas" (y, bajo mi punto de vista, más insulsas). 
               Nebulae, desde el principio se convirtió 
              en un éxito y ha perdurado en la memoria de los aficionados como 
              "la colección". Cierto es que su carácter pionero la ayudó bastante 
              (entre 1955-1960 era la única) pero cuando otras editoriales empezaron 
              a hacerle la competencia, ninguna de ellas se le acercó ni por asomo. 
               2.   Principales Características. 
               Las virtudes de Nebulae era básicamente 
              tres: calidad, eclecticismo y falta de complejos. 
               La calidad empezaba por las traducciones, lo 
              suficientemente buenas como para que estuviesen a la altura de cualquier 
              otro libro de autor extranjero, del tipo que fuera, que se publicase 
              en España por esas mismas fechas. Pero también hay que destacar 
              la estupenda selección de escritores y títulos. La colección fue 
              responsable de introducir en España, por primera vez, a las principales 
              espadas del género de la época. Así los lectores españoles pudieron 
              leer a autores de primera fila como: Robert Heinlein, A. E. Van 
              Vogt, Arthur C. Clarke, John Wyndham, Isaac Asimov, Fredric Brown, 
              Frederick Pohl, Robert Silverberg, Theodore Sturgeon, William Tenn, 
              Brian W. Aldiss, Poul Anderson, Clifford D. Simak, Jack Vance, los 
              hermanos Strugatsky o Fritz Leiber. Y secundarios de lujo como: 
              Edmond Hamilton, Murray Leinster, Jack Wiliamson, James Gunn, Lester 
              del Rey, Raymond F. Jones, George O. Smith, Nelson Bond, Domingo 
              Santos, J. H. Rosny Aine, M. P. Shiel, Daniel F. Galouye, Margaret 
              St. Clair o Carlos Buiza.  
               Cierto es que unos pocos autores de fuste fueron 
              "descubiertos" por la competencia (Algis Budrys, Philip K. Dick, 
              J. G. Ballard, John Brunner), pero se ve que en aquellos años había 
              menos escrúpulos que en la actualidad y pronto fueron incorporados 
              a la cuadra de Masriera. 
                 
              El eclecticismo de la colección fue realmente impresionante, editando 
              de todo y de todos. Y aunque primaba la ciencia ficción clásica 
              norteamericana de los 50 y la space opera , eso no impidió 
              sacar obras más introspectivas y a los primeros autores de la new 
              wave . Los más publicados fueron los siguientes: 
            
              - Robert Heinlein (15).
 
              - Isaac Asimov (12).
 
              - Fredric Brown  y A. E. Van Vogt (7).
 
              - Arthur C. Clarke (6).
 
              - Clifford D. Simak (5).
 
              - Poul Anderson, Domingo Santos y Antonio Ribera (4).
 
              - John Wyndham, Murray Leinster, Brian W. Aldiss y Philip K. Dick 
                (3).
 
              - Juan Valverde Torne, Juan G. Atienza, Dave Duncan, Fraçoise 
                Carsac, Charles Carr, Lester del Rey, Frederick Pohl, Robert Silverberg, 
                Theodore Sturgeon, William Tenn, Alexander Beliaev, Albert Cremieux 
                y J. H. Rosny Aine (2).
 
             
               Lo que llama la atención fue la falta de complejos 
              con la que se asumió la publicación de los títulos. Vista la selección, 
              queda claro que en aquellos años nadie sabía cosas como que los 
              relatos no venden, las antologías son un fracaso, los autores españoles 
              no se leen y la ciencia ficción no anglosajona es un fiasco. Nebulae 
              publicó 101 novelas, 35 recopilaciones de relatos y 5 antologías. 
              Una proporción que hoy en día es impensable. Más espectacular aún 
              fue el caso de las nacionalidades. Cierto es que la lengua inglesa 
              es la más representada con 85 libros estadounidenses, 18 ingleses 
              y 7 canadienses (110 títulos), pero además hay que contar con 16 
              libros en español (14 de aquí y 2 del otro lado del charco), 9 en 
              francés (7 franceses y 2 belgas), 3 rusos, 2 italianos y 1 alemán. 
              Algo absolutamente insólito y que nunca más se repitió (y que dudo 
              que se arriesgue nadie a hacer en la actualidad).  
               Lo más curiosos es que se atrevió con autores 
              primitivos (anteriores a la Segunda Guerra Mundial) como Rosny Aine, 
              Shiel o Beliaev (que hoy en día brillan por su ausencia) y que logró 
              su fama sin obsesionarse con los premios (se ve que no estaban tan 
              de moda como ahora): sólo publicó 3 Hugos (Estrella doble, 
              Estación de tránsito y El planeta errante), 5 finalistas 
              (Mundo tenebroso, El tiempo es lo más simple, Naufragio 
              en el mar selenita,  El hombre completo y ¿Quién?) 
              y un finalista al Nebula (Flores fatídicas). 
               3.   Evolución y Competencia. 
                 
              Con todo, la colección vivió épocas mejores y peores. Se asume que, 
              bajo la dirección de Masriera (los 50 primeros títulos), se vivió 
              una especie de Edad del Oro, y posteriormente la cosa perdió algo 
              de coherencia y se pasó por un auténtico proceso de montaña rusa, 
              con cantidad de títulos bastante discretos y esporádicos aciertos. 
              En cierta forma, ese eclecticismo del que hemos hablado también 
              podía definirse directamente como falta de rumbo, cosa que no ocurrió 
              con Masriera que se centró sobre todo en autores norteamericanos 
              clásicos como Heinlein, Asimov o Van Vogt. 
               A pesar de todo su triunfo fue tremendo. Hasta 
              el nº 64 se sacaron 2 ediciones y los 80 primeros se agotaron sin 
              muchos problemas. La cosa era tan rentable que entre 1965-68 se 
              reeditaron los 20 títulos de más éxito en una colección paralela 
              conocida como Selecciones Nebulae.  
               La competencia, frente a semejante despliegue 
              de medios, poco pudo hacer. Como ya he dicho, entre 1955-60, Nebulae 
              estuvo sola. En ese año y hasta el 64 apareció la colección Cenit 
              (la primera en utilizar el término ciencia ficción), que intentó 
              luchar contra la armada de Masriera infructuosamente. Alcanzó algunos 
              tantos al ser la primera en descubrir a Dick, Brunner o Budrys, 
              publicar primero las Fundaciones de Asimov y conseguir 
              en exclusiva a autores como E. E. Smith, Marion Zimmer Bradley, 
              Andre Norton, Harry Harrison, C. L. Moore, Frank Belknap Long, James 
              Blish o Gordon R. Dickson. Pero esto nunca inquietó a EDHASA: la 
              mayoría de los autores realmente buenos reaparecieron en Nebulae 
              , otros tardaron mucho en dar obras de calibre (Dick, Brunner), 
              algunos fracasaron y no se volvieron a publicar hasta mucho más 
              tarde (Bradley, Dickson) y el resto se puede considerar gente y 
              obras de segunda fila (con la excepción de Harry Harrison y su Mundo 
              de la muerte). Sin olvidar que el mayor acierto de Cenit (la 
              trilogía de la Fundación) se reeditó en la colección sin 
              mayores problemas de escrúpulos.  
               Entre 1963-69 apareció la colección Galaxia 
              de la editorial Vértice, la competidora oficial de Nebulae 
              , pero que también quedó en un segundo plano. No obstante 
              logró algún acierto innegable: fue la primera en publicar a Ballard, 
              sacó nada menos que Limbo de Wolfe, obras más arriesgadas 
              de Aldiss o Dick, e introdujo en España a gente como Henry Kuttner, 
              Philip Jose Farmer, Robert Sheckley, Howard Fast, Pat Frank o Henry 
              Bean Piper. Pero de nuevo fueron autores que no funcionaron del 
              todo bien. 
               La más pobre competidora de Nebulae fue 
              la colección Infinitum de la Editorial Ferma. Activa muy 
              poco tiempo (1965-68), se especializó en autores secundarios y obras 
              de segunda fila de escritores más consagrados. Así, introdujo en 
              España a Jerry Sohl, E. C. Tubb, Keith Laumer, Damon Knight y Keith 
              Roberts. Lo más destacado de su escasa producción fue el cuidado 
              hacia los autores nacionales (Domingo Santos halló aquí un segundo 
              hogar) y el publicar algunas obras menores de Brian W. Aldiss, John 
              Brunner, Murray Leinster, Andre Norton, Harry Harrison y el tandem 
              Pohl-Kornbluth. 
               Por último tenemos el triste caso de Géminis 
              (1967-69), que a pesar del poco tiempo que estuvo en activo, 
              quizás podría haber arrebatado el cetro a Nebulae.  Empezó 
              con fuerza, publicando varias antologías y recopilaciones (por ejemplo 
              de Leiber) muy interesantes, así como a escritores nuevos como Ben 
              Bova, al tiempo que le robaba a Nebulae uno de sus mejores 
              autores y auténtico pura sangre de la casa: Robert Heinlein y libros 
              como Tropas del espacio y Forastero en tierra extraña 
              (ambos ganadores del Hugo). ¿Que pasó? Por un lado la censura se 
              cebó en Forastero en tierra extraña y por otro el 69 fue 
              el año de la gran debacle, por lo que Géminis murió antes 
              de tiempo. 
               A pesar de toda esta competencia, los aficionados 
              de la época lo tienen claro: Nebulae fue la mejor sin distinción. 
              Por eso, Domingo Santos no duda en calificarla de "mítica". Y es 
              que, hoy en día, uno puedo coger una novela de Nebulae y 
              leerla sin muchos problemas (aunque con chirridos, eso sí), lo que 
              no se puede decir de Cenit, o Galaxia , que perpetraban 
              verdaderas aberraciones a la hora de traducir, que convierten a 
              muchos de esos libros en ilegibles. 
               4.   Algunos Defectos. 
               Aun así no todo fue maravilloso. Hoy en día, 
              por ejemplo, las traducciones difícilmente las encontraremos tan 
              buenas, más por el paso del tiempo que por otra cosa. Con todo, 
              lo más duro de aceptar fue la decisión de "adaptar" todas las novelas 
              a un tamaño standard (unas 250 páginas). Las que no se plegaban 
              a estas necesidades se recortaban sin más. Por lo general de una 
              manera delicada (una frase por aquí, un párrafo por allá) pero a 
              veces de una forma un tanto salvaje (Ciudadano de la galaxia 
              perdió un capitulo entero y muchas recopilaciones de relatos se 
              sacaron incompletas). 
                 
              Otros fallos son más típicos y se siguen repitiendo en nuestros 
              días. Series inconclusas (la de Lucky Star o los Príncipes 
              demonios, de las que sólo se sacó el primer volumen), series 
              descolocadas (las Fundaciones, las novelas de Carr), series 
              inconclusas y descolocadas (sólo se publicó El sol desnudo), 
              traducciones de títulos un tanto "libres" (Titán invade la Tierra 
              por Amos de títeres, Intriga estelar por Estrella 
              doble, Los monstruos del espacio por El 
              viaje del Beagle espacial, La mente asesina de Andrómeda 
              por El ser mente, Flores fatídicas por 
              Toda la carne es hierba, El huracán cósmico 
              por El viento de la nada, etc), un sólo libro publicado 
              en dos volúmenes (sobre todo en los relatos como en el caso de Dick, 
              Aldiss o Del Rey; en novelas sólo se hizo con El planeta errante), 
              algunas recopilaciones a las que les faltan relatos respecto al 
              original (las de Asimov, Sturgeon o Dick), etc. 
               Algunos son comunes de la época, como no indicar 
              que Paul Frech era un seudónimo de Asimov para sus libros de Lucky 
              Starr, o rellenar novelas más cortas con relatos de otros autores 
              sin indicarlo en ningún sitio (Como en Kirn el grande - con 
              uno de Leinster - o Atentado a los E.E.U.U. - con uno de 
              Heinlein -). Y otros que son un tanto inevitables. Así, se editaron 
              sólo un libro o dos de autores nuevos muy prometedores (Ballard, 
              Dick, Aldiss, Brunner), se olvidó a algunos clásicos, infrapublicados 
              (Vance, Sturgeon) o directamente ausentes (Bester, Bradbury), y 
              se eligieron novelas de muy segunda fila de alguno más (Silverberg, 
              Dick), siguiendo una política en que parecía que daba miedo publicar 
              cosas más innovadoras o arriesgadas. 
               Y, por supuesto, no podía faltar la porción de 
              libros directamente infumables, malos y de juzgado de guardia. La 
              mayor parte de los no anglosajones (sobre todo los franceses, italianos, 
              el alemán y casi todos los rusos y españoles) y otros de gente como 
              Carr, Janson, Duncan, Castle, McIntosh, Bounds, Langart, o Chilton. 
              Pero eso es inevitable, ninguna colección es redonda y ya les gustaría 
              a muchas tener el porcentaje de éxitos de Nebulae (donde 
              únicamente un tercio de los libros pueden ser calificado de espantosos).  
             
               5.   Muerte y ¿Resurrección? 
               El final de Nebulae se produjo en 1969 
              y por causas no muy claras. La colección llevaba parada desde el 
              año anterior pero con la Hispacón 69 se la quiso resucitar y reformar. 
              Se le dio un nuevo lavado de cara y se sacaron tres títulos poco 
              afortunados: un tostón rarito de Masriera (mala despedida), un viejo 
              título de Van Vogt (ya para entonces anticuado) y la antología de 
              autores españoles (parece que fue ahora cuando se cogió manía a 
              lo de aquí). El proyecto fracasó y España vivió uno de los movimientos 
              del famoso péndulo más salvajes de su historia: la mayor parte de 
              las colecciones cerraron o entraron en hibernación y EDHASA decidió 
              hacer lo mismo con Nebulae y compañía (Selecciones Nebulae 
              y Anticipación , su colección especializada en antologías). 
              Se saldó de mala manera, siguiendo una costumbre muy nuestra y Minotauro 
              se volvió a quedar sola hasta 1975 en que EDHASA decidió reactivar 
              Nebulae . Pero eso ya es otra historia que será contada 
              en otro momento. 
                Para 
              acabar, un simple dato sobre la importancia de Nebulae 1ª época 
              que demuestra plenamente su trascendencia. De sus 141 títulos se 
              reeditaron en años posteriores 48, algunos de los cuales todavía 
              se pueden encontrar en las librerías y otros deberían de estar por 
              su importancia y las peticiones de los fans. En el mercado de segunda 
              mano especializado es raro encontrar un libro de Nebulae 
              por menos de 6 euros, lo habitual es que ronden los 12-18. Algunos 
              títulos especialmente buscados o difíciles (sobre todo los nunca 
              reeditados de Heinlein y Clarke) puede llegar a los 30-60 euros, 
              y del título más difícil (Túnel en el espacio de Heinlein) 
              según palabras textuales de un librero "puedes pedir por él lo que 
              quieras". Si eso no es vida después de la muerte... 
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