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             por Julián Díez, Marzo de 2002 
                La revista Dirigido por dedica su portada y cuatro 
              páginas interiores en el pasado mes de marzo a la reciente 
              adaptación de La máquina del tiempo a cargo de Simon 
              Wells, el bisnieto de H.G. Wells. Aún no he visto la película, 
              de la que tengo referencias poco apetecibles, pero no es el filme 
              el motivo de mi reflexión sino el artículo a él 
              dedicado en la revista. Dice la entradilla del texto de Hilario 
              J. Rodríguez: "Simon Wells y el resto del equipo han 
              sido incapaces de añadir un ápice de imaginación 
              o siquiera humor, proponiendo seriedad allí donde la aventura 
              y la ciencia ficción sólo piden irresponsabilidad".
                Atención a la idea: la ciencia ficción 
              sólo puede ser presentada con irresponsabilidad. Este mensajito 
              puede parecer la ocurrencia de uno de esos críticos pelmas 
              que nos sacan a todos de nuestras casillas. Sin embargo, es mucho 
              más: es una breve exposición del mal que amenaza con 
              mantener a la cf por tiempo indefinido en el ghetto en nuestro país. 
               Después de décadas de menosprecio, 
              la cf empieza a encontrar un hueco en la televisión, el cine, 
              las revistas literarias españolas. Sin embargo, ¿qué 
              cf es la que lo hace? Aquella que puede ser fácilmente digerida 
              por el público, aquella lo más simple posible. La 
              cf que ha sido desactivada de su posible contenido provocador, removedor 
              de conciencias, inquietante.  
               El hecho puede contrastarse con el trato que 
              ha merecido por parte de la crítica "oficial" las 
              películas más serias de cf estrenadas en la década 
              de los noventa. Días extraños, Gattaca o Dark City 
              fueron dadas de lado con suficiencia por los mismos medios o críticos 
              que a cambio destacan el humor de la obra de Ed Wood, la "deliciosa 
              ingenuidad" de Kubrick y Spielberg en A.I. o incluso loan la 
              ligereza con la que se desarrollaba la esperpéntica La amenaza 
              fantasma. La acogida de la crítica en el festival de San 
              Sebastián a Stranded, según me cuentan, fue en la 
              misma línea: se celebraron los dos chistes que contiene la 
              película y no se entendió absolutamente nada del resto. 
               No seré yo quien pida que la cf sólo 
              sea sesuda y pelma: si hay que leerse una novela de Jack Vance o 
              ver un episodio de Espacio 1999 tomando unas cervezas y haciendo 
              risas con los amigotes, aquí estoy yo para cumplir como el 
              primero. Pero cuando un advenedizo -en una revista que le dedica 
              su portada a la película en un mes con estrenos de Robert 
              Altman y los hermanos Coen, seguramente porque cree que el tema 
              vende- asegura que La máquina del tiempo, el relato de las 
              posibles consecuencias del desarrollo de la sociedad capitalista 
              hasta sus últimos extremos, debería contener más 
              "humor e irresponsabilidad", creo que es el momento de 
              empezar pensar qué es lo que va mal y qué consecuencias 
              nos puede traer ésto. 
               Respecto a este último punto, he mantenido 
              discusiones prolongadas al respecto con bastante gente: de hecho, 
              he dirigido durante bastante tiempo la revista Gigamesh, correspondiente 
              a una librería cuyo lema es Vicio y subcultura. Sería 
              aburrido extenderme en consideraciones al respecto; cabe decir que 
              ese lema ha permitido a la librería Gigamesh triunfar, al 
              igual que esa imagen externa del género nos ha permitido 
              llegar hasta el lugar donde nos encontramos en la actualidad: muy 
              abajo. Como ya he dicho en alguna ocasión, espero que nunca 
              nadie diga de mí "la ciencia ficción es lo que 
              es hoy en España gracias a su trabajo": yo he hecho 
              lo que he podido con la mejor intención y no es sólo 
              culpa mía sólo el que seamos tan pocos, caramba. 
               Una de las cosas que pueden estar funcionando 
              de mala manera es la preminencia en la imagen externa del género 
              de sus fenómenos más mediáticos y, por qué 
              no decirlo, más decididamente freaks. Evidentemente, no se 
              trata de agrupar a todos los trekkies, valeranos y demás 
              muchachada alegre de nuestro entorno para esconderlos en una cueva. 
              Es un esfuerzo que hay que realizar por otro lado con productos 
              serios. 
               Sin embargo, hay otra complicación más 
              de la cual no creo que el género sea responsable. Me da la 
              sensación de que, en el fondo, sí que es posible que 
              hay fuera nos tengan un poquito de manía, como siempre han 
              dicho los aficionados más ultramontanos. Pero no por las 
              razones que ellos creen, sino por otra bien distinta: por el potencial 
              subversivo que existe en el género. Cuando hoy se lleva el 
              pensamiento único, el tragarse las noticias del telediario 
              sin cuestionárselas y el pensar que no hay más que 
              un posible sistema económico y social viable, que alguien 
              a través de la literatura se cuestione otras opciones, sea 
              capaz de soñar con alternativas, de concebir mundos de otra 
              manera, es algo peligroso. 
               La cf en sí no es un género político, 
              pero sus antecedentes sí lo son. Tomás Moro soñando 
              con un estado más justo, Jonathan Swift y sus parodias de 
              estructuras que empezaban a oler a cadáver medieval, H.G. 
              Wells con su socialismo
 tal vez sea mejor para muchos que 
              todos ellos sean tomados con irresponsabilidad, y que la única 
              respuesta al pensamiento único sea un movimiento antiglobalización 
              idiota al que nadie puede tomarse en serio porque un gran vacío 
              ideológico se esconde tras de su contestación. A mí 
              mismo me suena un poco paranoico, pero quizá no es conveniente 
              que haya lectores para Los desposeídos¸ Todos sobre 
              Zanzíbar, 334 o Incordie a Jack Barron: son libros que podrían 
              enseñar a pensar de formas diferentes a las que preconizan 
              los tertulianos de la radio. Por si acaso, intentad extender por 
              vuestra cuenta esas preciadas semillas de la duda. 
              
            Nota de cYbErDaRk: 
              Aprovecho la ocasión para comentar que conocí a Julián 
              (todo un nombre dentro de la cf española) en la Tertulia 
              de Getafe de Ciencia Ficción. A ver si la próxima 
              vez que vaya os veo a algun@ 8) 
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