|  
             Esta crítica ha sido leída 
              7606              veces 
             
              
              
             
               
              El país del pasado, 
              de Gabriel Bermúdez Castillo
  
            Portada: 
              Alejandro Colucci y Sara Salvador 
            Ediciones B, 2003 
	    El autor en cyberdark.net
              
               | 
            por Rafael Martín, febrero 2004 
	    Dentro del fantástico existe un campo de livianas fronteras, 
	donde el lector difícilmente logra situarse en la Ciencia Ficción o en la 
	Fantasía, pero que disfruta de lo lindo, que, a fin de cuentas, es lo que importa. 
	Así, elementos narrativos y estéticos de uno u otro género se conjugan 
	para producir obras perdurables que cualquier lector se preciará de tener en su 
	biblioteca. La saga de la Tierra moribunda, de Jack Vance; El libro del Sol 
	nuevo, de Gene Wolfe; o Los vientos del olvido de nuestro Ángel 
	Torres Quesada, están entre ellas. Y es así que los autores, importándoles 
	un comino los estrechos raíles que algunos críticos y editores quieren imponer, 
	descubren sin describir unas ciencias entre místicas y alucinantes o juegan con 
	tecnologías herrumbradas que rayan en lo mágico. Gabriel Bermúdez 
	Castillo, en la colección Nova, nos ofrece su particular versión de esta 
	amalgama del fantástico con El país del pasado. 
	   Los briander son viajeros espaciales que, a bordo de la protectora 
	Aglae de Glengyle, buscan su Shangrila. Un enfrentamiento entre el capitán y un 
	grupo disidente causó la desunión; el resultado fue la parada forzosa en 
	un mundo que se manifiesta de manera exultante contra ellos. De forma inesperada llega, 
	procedente de otro universo, Noor, una soldado al servicio de un Imperio ávido de 
	expansión. Su necesidad y la gentileza de los briander dan el mejor abrigo para un 
	encuentro que los transformará a todos. Pero el pasado acude pronto a la cita. Los 
	mundos, tanto el presente como el que ella dejó atrás, no olvidan y quieren 
	su premio. El conflicto se desata, el miedo a la pérdida frente a la fidelidad por 
	los suyos inclinará su balanza. 
	   Una novela que se bifurca, no necesariamente en contrarios, pero 
	que sí apuesta por la divergencia: la ciencia ficción y la fantasía, 
	el héroe y el villano, el hogar y la batalla, el amor y la violación. Los 
	actores que Bermúdez pone en juego son tan típicos como el guerrero, el inventor 
	o el villano, pero están cosidos en un original contrapunto, en el que se desarrolla 
	un argumento diferente a los que, de manera clásica, se suelen encontrar en el 
	fantástico. Y destaca, sobremanera, el tratamiento de lo desconocido que realiza con 
	bellas descripciones, tanto es así, que provocan en el lector un gran deleite visual. 
	   Bermúdez crea mundos paralelos donde las naves espaciales y 
	lo medieval de una fantasía épica se entremezclan. Espadas y monstruos, 
	soldados en mundos rebeldes, damas sensuales, inventos estrafalarios o reuniones en las que 
	se escancia vino a raudales y, así, se va formando un tapiz entre acogedor y violento, 
	donde el lector irá cabalgando hacia emociones contrapuestas. Pues lo dicho, entre esto 
	y aquello y, como es costumbre en Bermúdez, narrado con excelente oficio. En las 
	relaciones personales en las que el amor y el sexo nos estimulan a una lectura más 
	atenta pienso que el autor muestra excesiva sobrecarga de sentimentalismo. Pero también 
	es cierto que, en esto de las pasiones, tienen mucho que ver los gustos personales. 
	   Una novela sin pretensiones academicistas y muy aventurera, con ritmo 
	ligero y bien vertebrada. Solamente con las pausas necesarias, en las que el autor nos va 
	introduciendo en el mundo que ha tejido con maestría y así propicia una lectura 
	agradable. ¡Vamos! que se lee de un tirón.  
	   Comentar que el pueblo briander a algunos les puede parecer ingenuo e 
	infantil, pero tiene en realidad un trasfondo que me atrevo a llamar alegórico. 
	Bermúdez narra un cuento que describe nuestra sociedad desde otra realidad diferente, 
	pues somos el "lado oscuro" de los briander. En su ingenuidad se ven nuestros excesos 
	y en su franqueza nuestras carencias. 
	   La edición es la habitual en Nova y Barceló, que cumplen 
	con una presentación correcta y una portada especialmente acertada. 
	   Todos los aficionados estamos de enhorabuena al poder disponer en las 
	librerías de un creciente plantel de libros del fantástico. Todavía 
	mucho más cuando empezamos a ver entre ellos a los autores de casa. Es cierto que los 
	lectores queremos leer "de lo bueno, lo mejor", pero también es cierto que 
	aquí "haberlos, ... haylos". Esperemos que no sea una simple racha y se 
	asiente definitivamente. 
	  
 |