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		El clan Granizo Negro, 
		de J. V. Jones
	     
            
		Título original: A Fortress of Grey Ice
		 (1.999)
	     
            
		Portada: Leo Flores
	     
            
		Traducción: Gemma Gallart
	     
            
		Editorial: Timun Mas 
		(2.003)
	     
	      
	    
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		 J. V. Jones
		
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		 Ignacio Illarregui Gárate (Nacho), Marzo 2.004 
	
	    Tal y como se presenta el panorama de la fantasía 
	heroica, en plena ebullición, admite poca discusión que si una 
	novedad quiere triunfar dentro de esta temática ha de tener o una 
	factura casi impecable o un hecho diferencial que lo convierta en 
	mínimamente interesante. El clan Granizo Negro apunta en este 
	segundo sentido. Aunque tiene pasajes que no se desvían en demasía 
	del habitual escenario feudal, con sus ciudades de populosas calles, sus 
	señores de oscuras intenciones y una magia en un discreto segundo plano, 
	gran parte de su argumento transcurre en un lugar cuanto menos "novedoso". 
	Lástima que su autora tire por tierra este hallazgo con su limitada 
	pericia a la hora de tejer la novela. 
	   En un paisaje gélido, donde la nieve es omnipresente 
	y sólo los más fuertes sobreviven, Raif Sevrence, miembro del clan 
	Granizo Negro, se entretiene cazando pequeños animales utilizando una 
	extraña habilidad que mantiene en secreto. Entonces entra en la edad 
	adulta a base de recibir puñaladas del destino; un misterioso y violento 
	acontecimiento, aderezado con unas cuantas "casualidades" algo más que 
	casuales, le ponen en la tesitura de cuestionarse su situación frente a 
	su clan y todos los valores que le ayudan a guiarse en su mundo. Mientras, a 
	varias jornadas del lugar, protegida por unos muros nada acogedores, Cendra 
	Asarhia vive la entrada en su adolescencia con el temor de lo que le pueda ocurrir. 
	Hallada por su padre adoptivo a la entrada de la ciudad de Ille Espadón, 
	pasa los días encerrada en sus habitaciones mientras padece extraños 
	sueños que no le auguran nada bueno. A pocas lecturas que se tengan resulta 
	cristalino que Cendra lo va a pasar muy mal y está destinada a encontrarse 
	con Raif. Su destino corre de la mano... 
	   Con estos hilos J. V. Jones teje una ambientación 
	más que competente. La despiadada vida en la estepa, los hombres y mujeres 
	forjados en esas duras condiciones o las severas costumbres de los clanes a las 
	que va ligada su supervivencia resultan sumamente verosímiles. A esta 
	credibilidad contribuyen unos personajes con unos comportamientos poco maniqueos 
	que se alejan de la fantasía heroica al uso. En un primer nivel sabemos 
	qué es lo que quieren pero sus motivaciones e impulsos están 
	envueltos en un coherente halo de misterio e incertidumbre. Eso sí, 
	acusan un cierto inmovilismo y una falta de respuesta ante los estímulos 
	que perciben. Raif y Cendra atraviesan 400 páginas de penurias en las que 
	no evolucionan ni un ápice. 
	   Ciertas imágenes destilan una dureza lejos de la 
	corrección habitual, penetrando en el terreno de la truculencia. Sirva de 
	ejemplo la descripción a las pocas páginas del comienzo de una 
	tortura plena en detalles, que pone el corazón en un puño a poco 
	aprensivo que se sea. Este tipo de pasajes vuelven a aparecer más adelante, 
	acentuando la viveza de esa realidad inclemente por la que los personajes deben 
	navegar con cautela si quieren sobrevivir. Unida a esta característica 
	viene la capacidad de Jones para subvertir las esperanzas de los protagonistas 
	(y del lector) en momentos peliagudos, que dan la impresión de ir de 
	derrota en derrota hasta la victoria final. 
	   Ahora bien. Aun reconociendo estos aciertos que no son 
	precisamente baladíes, Jones se empapa demasiado de su creación 
	y muestra tener sus habilidades entumecidas. Participa con escaso éxito 
	de la idea de moda de elegir un personaje como foco narrativo para cada 
	capítulo y contar la historia desde su punto de vista. A parte de no 
	respetar esta regla que ella misma se impone, los secundarios que toman este 
	papel aparecen con la misma alegría con la que después se 
	volatilizan durante un par de cientos de páginas. Le falta continuidad. 
	   A lo que se une su escaso talento para la narración 
	y el escasísimo ritmo interno que proporciona al libro. Contumazmente 
	rompe el que va hilando a base de introducir nimias descripciones de unos cuantos 
	párrafos que no ahondan en la autenticidad de la historia. Por ejemplo, 
	antes de la primera acción de guerra en la que se ve envuelta Raif, uno 
	de los supuestos apogeos de El clan Granizo Negro, te explica la 
	situación de los que le acompañan a lo partida de rol: junto a 
	él están fulanito, bien formado, con el pelo de tal color, 
	pertrechado con bla bla bla bla; también está menganito, que es 
	así, lleva asán y funciona bla bla bla; se esconden en no se 
	donde,... Un pasaje repetitivo, de nula creatividad y que denota una 
	limitada capacidad para la elipsis, lo que redunda en que el clímax al 
	que pretendía llegar esté al borde del gatillazo. 
	   Lo que me lleva a su peculiar modo de desarrollar acciones 
	muy cortas en el tiempo, dilatadas cual dolorosa tortura china, 
	con páginas y páginas que apenas hacen avanzar la acción, 
	superfluas y absolutamente aburridas. Estamos ante el enésimo libro de 
	los últimos años que tiene 200 páginas más de las 
	necesarias, que si se hubiese depurado sería mejor de lo que es. Este 
	defecto se suma a un "delito" ajeno a la autora y propio de la edición 
	de Timun Mas. El clan Granizo Negro sólo es la primera parte de 
	la novela original, estando su "desenlace" recogido en La caverna de hielo 
	negro, con el que forma el primer volumen de una trilogía que 
	aquí será publicada en seis partes. Y leer ese primer acto 
	costará la nada despreciable cantidad de 40 euros. 
	   Sin haber leído todavía esta segunda parte, 
	sólo puedo decir que El clan Granizo Negro ofrece demasiados 
	sinsabores y mucha frialdad. Seguro que dentro de un tiempo su autora 
	trabaja a fondo para eliminar sus arraigadas carencias y afianza sus valores. 
	Pero, por el momento, no llega a ser siquiera cola de león. Y tiene 
	curtidos enemigos en su nicho ecológico, sobradamente conocidos por 
	todos, como para pensar en que pueda sobrevivir. 
	  
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