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		  Por Rafael Martín, Abril 2.004 
	
	    Conocía la existencia de los libros de a duro, pero, 
	para ser sincero, nunca me dio por su búsqueda y captura en las librería 
	de viejo. Tan solo hará unos tres años que, a través de la base 
	bibliográfica de Cyberdark, supe que A. Thorkent era el seudónimo de 
	Ángel Torres Quesada, del cual hacía unos cuantos años había 
	leído La trilogía de las islas. Todo esto viene por querer dejar 
	constancia de que, hasta hace poco, no conocía la serie El Orden Estelar. 
	No pertenezco a la generación de lectores de los libros de a duro, no 
	tanto por edad, sino más bien por desconocimiento y cierta falta de 
	conexión; pero me acerco por primera vez a la lectura de esta serie con el 
	respeto que merece uno de los pocos maestros de este género en nuestro 
	país. 
	   Las space opera de los años treinta y principios 
	de los cuarenta, con autores como Murray Leinster o Edmond Hamilton, fueron la 
	evasión que cada semana buscaban miles de norteamericanos en las revistas 
	pulp. En España habrá que esperar a la década de los 
	cincuenta para ver la aparición de las novelitas de a duro con Los 
	luchadores del espacio; después vinieron muchas más. Esta 
	edición masiva y continuada durante más de treinta años dio 
	lugar a centenares de títulos de autores que, por razones comerciales, 
	escribían bajo seudónimos anglófilos. Entre ellas destacan 
	los de El Orden Estelar. Así pues, A. Thorquent, uno de los avatares 
	literarios de Torres Quesada, escribió para disfrute de los que gustan de 
	aventuras en el espacio profundo, con imperios estelares, damas en apuros entre 
	crueles mercenarios, naves espaciales y sus valerosos capitanes y siempre, mucha, 
	mucha "caña". 
	   La novelas de El Orden Estelar fueron publicadas 
	originalmente en la colección La conquista del espacio, desde 1970 a 1985, 
	perteneciente a la extinguida Bruguera. La editorial las fue editando sin orden 
	cronológico, pero las aventuras se situaban dentro del mismo universo. 
	Ediciones Robel, bajo la supervisión del autor, está realizando 
	una edición renovada en función de la propia cronología 
	histórica de la serie. Así, en el primer volumen de El Orden 
	Estelar, nos encontramos con Rebeldes en Dangha y Los brujos de 
	Lero; las dos narran historias que se desarrollan en las postrimerías 
	del Imperio Galáctico, aunque fueron editadas por Bruguera en los 
	números 127 y 98 de su colección, tras editar algunos números 
	que narraban sucesos posteriores. 
	Rebeldes en Dhanga 
	   Una buena introducción al ambiente militar y 
	espacial de A. Thorkent. En ella asistimos al derrumbe del decadente Imperio 
	que sólo se mantiene gracias a su fuerza militar. En los momentos de su 
	caída, la historia se desarrolla como una sublevación menor en 
	un planeta lejano; pero éste se convertirá en el centro de codicias 
	personales. Allí es destinado Gresh, un joven militar, cuyos afanes de lealtad 
	al Imperio, así como la honra por la memoria de su familia, serán 
	puestos en liza por la libertad de un pueblo oprimido. 
	Los brujos de Lero 
	   Cyborgs y humanos con extraños poderes se enfrentan en 
	Lero, una de las últimas fronteras del Imperio, donde siempre se impone la ley 
	del más fuerte, que es lo mismo que decir la ley de Arh Manara, Señor de 
	la Guerra. Hasta allí llega Burt, un terrestre, que sin quererlo se 
	encontrará metido de lleno entre las ansias de poder de unos y la supervivencia 
	de otros. Unas aparentes coincidencias decidirán el destino de todos. 
	   En ambos casos, suponen el reflejo de los acontecimientos que 
	barren los miles de planetas que forman el entramado galáctico de la humanidad, 
	donde los burócratas y sicarios del emperador campean a sus anchas, exprimiendo 
	hasta las últimas gotas de libertad. 
	   Sin menosprecio alguno, puedo decir que los bolsilibros 
	son literatura de clase B, pero, en realidad, para muchos especialistas en literatura 
	mainstream todo el fantástico es clase B. Con más exactitud los 
	aficionados al género hablamos de pulp, que, además de servir 
	para referirnos a las citadas revistas norteamericanas de los años treinta, 
	designa a novelas y relatos en las que el estilo queda subordinado a la función 
	más pragmática del entretenimiento, lo cual se nota en todos los sentidos. 
	Pues eso mismo, una buena terapia para asegurar el carpe diem en los momentos de 
	desánimo y recuperar el rumbo. Ahora bien, el consabido planteamiento, nudo y 
	desenlace, así como los personajes, son tan ligeros de equipaje unos, como planos 
	los otros; esto no le quita mérito, siempre y cuando sepamos el propósito 
	de la lectura que tenemos entre las manos. 
	   En la gran Hispacon de Getafe pude escuchar, entre las sonrisas 
	de deleite del público asistente, a Torres Quesada. Entre jugosos comentarios, 
	incluidos chascarrillos con los aires refrescantes de su Cádiz natal, 
	presentó la obra de más de una década de producción 
	dedicada a entretener a lectores que buscaban las estrellas en los quioscos. En la 
	charla dejó constancia del gran esfuerzo por sacar adelante la edición 
	completa de El Orden Estelar. Ediciones Robel está al quite realizando 
	una labor casi histórica dentro del género en España. Con una 
	edición cuidada y a un precio muy asequible, nos colocan ante la dura tarea de 
	aligerar el monedero, pues su compra se hace atractiva, para unos, por motivos 
	sentimentales, para otros por coleccionismo y, en la mayoría de los casos, 
	para tener unos momentos de "marcha espacial". 
	  
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