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               Por Raúl Ruiz (Nemes) 
	
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	China Miéville  | 
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               Si a un servidor le preguntan de repente, sin aviso y a
	bocajarro, “¿cuál de los escritores actuales del género hará historia y marcará un
	estilo a seguir?“, o una más coloquial y concreta: "de los escritores que
	publican hoy en día, ¿con cuál te quedarías?”, la respuesta sería tan fulminante
	como contundente: "China Miéville". 
               Después, con más tiempo para meditar la respuesta, irían
	saliendo otros nombres, en algunos casos puede que incluso mejores que el propio
	Miéville. Diría "también George R. R. Martin”, que tantas alegrías viene dándonos
	últimamente; "Vernor Vinge", cuyas novelas se han de rogar años pero que, cuando
	llegan, colman y satisfacen como pocas pueden llegar ha hacerlo; o "Iain Banks, con o
	sin M.", del cual no puedo decir nada pues todo está dicho ya;... ¿Quién sabe? Diría
	muchos nombres. Pero el primero, el que no se duda, el que saldría a la velocidad del
	pensamiento, sería el de China Miéville. 
               Y es que en nuestro querido, pero bastante estancado mundillo
	de la literatura fantástica, pocos son los autores con una visión tan particular de lo
	que ha de ser una novela y de cómo ha de estar escrita sin acudir a archisobadas recetas
	y topicazos, haciendo uso en todo momento de un sublime libro de estilo. Pocos son lo
	que con un solo párrafo perfilan ideas absolutamente sugerentes y cautivadoras, que
	contienen una fuerza sobrecogedora. Y, sobretodo y ante todo, pocos son los que han
	inventado un universo particular, increíble e inolvidable, al nivel que China Miéville
	ha logrado. 
               China Miéville nació en Londres el año 1972 y parece ser que no
	se ha movido de allí desde entonces. Para nombrar al bebé sus padres buscaron una
	palabra que les transmitiera vibraciones lo suficientemente positivas y decidieron
	llamarle “China”, no tanto por el país asiático como por el hecho de que “China” en
	cockney (una especie de jerga enrevesada que se habla en ciertos barrios de
	Londres, parecido en espíritu al slang angelino) significa “amigo”. Resulta de lo
	más normal que, hasta que no le ves la cara en las solapas del libro, se piense que en
	realidad se trata de una escritora. 
	
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	Interzone  | 
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               De muy joven China se aficionó a la literatura fantástica con
	revistas como Interzone, la mejor publicación de ciencia ficción del Reino Unido,
	dirigida hasta hace unas semanas por David Pringle y donde aparecen autores como Greg
	Egan, Paul McAuley, Stephen Baxter, Graham Joyce; y también 2000AD, un mito del
	cómic anglosajón donde aparecieron por primera vez las aventuras del Juez Dredd, y en la
	que dieron sus primeros pasos guionistas de la talla de Alan Moore, John Wagner, Garth
	Ennis, Peter Milligan,... 
               Junto a su afición por el género fantástico, Miéville cultiva
	otro interés con igual dedicación: la política; que, de la misma manera que la escritura,
	ejerce activamente. De hecho en las elecciones del 2001 concurrió como cabeza de lista
	en su distrito por la Alianza Socialista, partido de una marcadísima orientación
	marxista–trotskista. Lamentablemente para sus conciudadanos y afortunadamente para sus
	lectores, obtuvo unos pobres resultados (1,2% de los votos frente al 54,6% de la
	ganadora) por lo cual su dedicación primaria sigue siendo en la actualidad la escritura.
	Este interés y activismo le han hecho noticia tanto dentro como fuera del fandom
	en varias ocasiones. Ha sido detenido un buen puñado de veces al participar o,
	directamente, encabezar sonoras manifestaciones y protestas a las puertas del parlamento
	británico. La última vez por el cierre de una guardería gratuita. 
               Actualmente intenta doctorarse en Relaciones Internacionales y
	Filosofía del Derecho Internacional. Como dato curioso y humorístico, un periódico
	sensacionalista londinense lo nombró “el hombre más sexy de la política”. No cabe
	duda de que no nos hayamos ante el típico escritor de literatura fantástica. 
               En 1998 irrumpió con fuerza en el panorama literario con
	King Rat, aún sin traducir al español, una versión contemporánea y postmoderna de
	“El flautista de Hamelin”, donde licantropía y música jungle se dan la mano. Su
	debut hizo que los medios centraran la atención en esta joven figura que surgía de
	repente, cargada con una rica e impresionante lírica y una visión muy personal 
               En el año 2000 publicó La estación de la calle Perdido,
	con la que ganó el Premio Arthur C. Clarke y el Augusth Derleth del 2001, el Kurd
	Lasswitz Award y el Ignotus del 2002, y una distinción no menos importante: el
	Amazon.com Editors' Choice, Fantasy 2001. Asimismo fue finalista del James Tiptree 2001,
	el BSFA del 2000 y el Hugo 2002 (que injustamente le arrebató Neil Gaiman con
	American Gods, obra que en mi modesta opinión no soporta la más mínima
	comparación con La estación de la calle Perdido). 
            Estaciones y Cicatrices 
	
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	La estación de la calle Perdido  | 
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               En La estación de la calle Perdido nos encontramos en el
	mundo de Bas-Lag y, más concretamente, en Nueva Crobuzón, gigantesca metrópolis gótica
	industrial donde un sinnúmero de razas conviven rodeadas de un ambiente de opresión,
	suciedad y decadencia. Isaac Der Grimnebulin es un científico renegado que vive con su
	amante, una artista khepri (mujeres con cabeza de escarabajo) y que un buen día recibe
	el más extraño encargo: reconstruir las alas de un garuda (hombres pájaro), arrebatadas
	en misteriosas circunstancias. Durante la investigación, a causa de la ineptitud y
	codicia humanas, un horror sin nombre prácticamente invencible es liberado de su prisión
	y Nueva Crobuzón se ve sumida en el terror ante una amenaza sin nombre, a medio camino
	entre Jack el Destripador y La Peste Negra, al que nadie, siquiera el despótico y
	protofascista gobierno de la ciudad estado, sabe cómo combatir... 
               Tras el increíble éxito de crítica y ventas alcanzado (número
	uno en El Reino Unido) Miéville se convirtió en una de las más firmes promesas del
	género y se puso en boca de todo el mundo. La pregunta surgía automáticamente: ¿Era China
	Miéville uno de los futuros grandes o se podía considerar La estación de la calle
	Perdido como flor de un día? 
               En el año 2002 vio la luz La cicatriz, segunda obra
	ambientada en el universo de Bas-Lag, que fue premiada con el Locus de Fantasía del
	2002, el August Derleth del 2003 y recibió nuevamente el Amazon.com Editors' Choice,
	Fantasy 2002. También, fue candidata al Philip K. Dick del 2002 (se le concedió la
	mención especial), al Arthur C. Clarke y el Hugo del 2003. 
               En esta novela, lejos de asegurarse la baza repitiendo
	personajes y escenario, Miéville opta por trasladarnos a otro lugar muy lejos de Nueva
	Crobuzón. Concretamente a Armada, una gigantesca ciudad formada por miles de barcos de
	todos los tipos y tamaños que navega a la deriva por el océano. 
               En esta ciudad de civilizados piratas y habitantes a la fuerza
	asistiremos a una lucha por el poder entre facciones rivales. Los dos gobernantes
	más poderosos de la ciudad, llamados Los Amantes, protegidos por el legendario e
	invencible Uther Doul, han iniciado el más descabellado y loco de los proyectos...
	Seremos testigos de toda la trama a través de los ojos de la protagonista principal,
	Bellis Gelvino, fugitiva de Nueva Crobuzón debida a su vinculación con un famoso
	subversivo perseguido de la justicia... En definitiva, asistiremos a un desfile de
	personajes realmente impresionante, conoceremos al brucolaco, a los anopheli, sabremos
	qué es el avanc y qué se esconde tras los planes de Los Amantes y Uther Dhoul. 
               La cicatriz era la respuesta a la pregunta que todos se
	hacían pues iguala, y a ratos supera, a su laureada antecesora gracias a una narración
	fluida y colorista, menos oscura y opresiva que La estación..., más aventurera,
	con mayor sentido de la maravilla y donde Miéville nos deslumbra con un intenso
	bombardeo de emociones fuertes e ideas sorprendentes. 
               ¿Qué convertirá a Miéville en uno de los escritores referente
	dentro del género en los próximos años? 
            Bas-Lag. Fantasía para un nuevo milenio 
               Miéville es el escritor fantástico postmoderno por excelencia.
	Múltiples y variadas influencias se encuentran en sus dos novelas
	ambientadas en el particular mundo de Bas-Lag: Mervy Peake, H. P. Lovecraft, Jack Vance,
	Michael Moorcock, Charles Dickens, Julio Cortázar y Edgar Allan Poe son algunos de los
	más evidentes. Eso sí, siendo en cada momento y ante todo él mismo. 
	
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	La cicatriz  | 
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               En sus libros encontramos, como clarísima característica
	principal, una mezcla de conceptos e ideas extremadamente desacomplejada y colorista;
	steampunk, magia, seres sobrenaturales, lo gótico, lo barroco, ciencia imposible,
	inteligencias artificiales derivadas de la máquina diferencial de Babagge, política,
	descripciones cotidianas, reflexiones sobre la condición humana, piratas, mujeres con
	cabeza de escarabajo, poderosos hombres cactus, vodyanoi acuáticos con místicos
	poderes sobre el agua, una casta de criminales convertidos en terribles mutantes,
	monstruos semimecánicos,... Sin haber inventado nada conjuga con tal maestría esta
	heterodoxa y colorista amalgama de conceptos que en todo momento uno parece encontrarse
	ante el más original y personal de los mundos. 
               Para conjugar estos elementos de una manera armoniosa y
	coherente, Miéville define el entorno donde se desarrolla la acción de una manera detallada y minuciosa, sirviéndose de una prosa de una enorme riqueza (y
	es aquí donde la influencia  de H. P. Lovecraft, Mervyn Peake y Charles Dickens se dejan
	notar más) en una de las ambientaciones más logradas que un servidor ha tenido el gusto
	de leer jamás. 
               Igualmente introduce un fuerte componente político-ideológico
	nada común en la literatura fantástica, motivada por su marcada inquietud política y
	conciencia social. Bas-Lag es un mundo en plena revolución industrial donde el obrero
	sufre abusos contra los que intenta luchar, donde el poder corrompe de verdad. Y por eso
	Miéville relata historias donde los oligarcas son codiciosos, crueles e insensibles;
	donde el pueblo llano padece; donde nadie es enteramente héroe ni enteramente villano;
	donde hasta los más reprobables actos pueden tener justificación. Es, como el nuestro,
	un mundo donde las cosas no son blancas o negras sino más o menos grises. Ya sea en
	Armada, donde una ciudad entera se ve sometida al caprichoso y suicida plan de dos
	megalomaníacos sólo porque estos resultan ser la facción dominante; donde la necesidad
	de mano de obra hace que la principal fuente de ingresos de la ciudad sea la piratería y
	la conversión de los prisioneros supervivientes en ciudadanos forzosos. Ya sea por el
	draconiano oligarcado que gobierna en Nueva Crobuzon, que no duda en sumergir a la
	ciudad libre en un estado policial, reprimir de una manera sangrienta y despiadada
	manifestaciones de obreros xenianos (razas de seres sobrenaturales como podrían serlo
	los elfos o los orcos en la fantasía al uso) y clausurar un periódico ilegal por
	sedicioso y subversivo. 
               Las historias de Miéville son, ante todo, historias que les
	suceden a personas. A seres vivos y sensibles, complejos y ricos, a los que dota de una
	tremenda profundidad. El maniqueísmo no tiene lugar en un mundo en el que los héroes en
	ningún momento piden serlo, que se ven arrastrados por la vorágine de las circunstancias
	y cuyas acciones nacen más como producto de intereses personales, caprichos o pura
	obstinación que por ideales filantrópicos en pro del bien común. Sus “héroes” nunca
	atraviesan la vorágine saliendo indemnes y oliendo a rosas. 
               Por ejemplo tenemos a Isaac, que es tan héroe como científico
	chiflado, de aquellos cuya chifladura llegaría a asustar de ser un personaje real. Y
	tenemos al garuda, cuyo comportamiento es tan heroico y encomiable como el del mayor de
	los héroes, pero que sabemos desde el momento en que aparece que es un exiliado debido a
	un horrendo crimen... Los actos valientes suelen traerles desagradables y dolorosas
	consecuencias. Así como los villanos nunca son tan villanos (y alguno hasta nos depara
	sorpresas finales) y siempre tienen motivos de peso para justificar sus acciones (o, al
	menos, motivos de peso para ellos). En La cicatriz encontramos a Los Amantes,
	cuya meta podría traer el apocalipsis pero cuyos beneficios, de salirles bien la jugada,
	casi valen la pena el riesgo. O al brucolaco, una criatura de la oscuridad (y uno de los
	mejores personajes secundarios que he leído en mi vida) capaz de hacer literalmente lo
	que sea por encima de quien haga falta por el bien de una idea. Ciertamente no se trata
	de la más encomiable de las metas pero, aún así, estoy seguro de que tendría la
	aprobación moral de la mayoría de los lectores. 
            La entropía es la única ama y señora 
	
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	The Scar  | 
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               Otra de las características principales del mundo de Bas-Lag y
	la prosa de Miéville es la omnipresencia de la corrupción y la decadencia, no sólo a
	nivel moral sino también a nivel físico. Encontramos en La estación... una
	megalópolis, Nueva Crobuzón, donde la descomposición, lo séptico, la podredumbre y la
	muerte son el telón de fondo para una historia de oscura perdición. Nueva Crobuzón es
	Nunca Jamás tras el triunfo del Capitán Garfio, es el desagradable despertar del sueño
	industrial, donde la contaminación, la suciedad y la fetidez convierten en un infierno
	un mundo donde existen todos los elementos comunes de los cuentos de hadas. Por otra
	parte, en La cicatriz abandonamos Nueva Cobuzón para conocer Armada, una ciudad
	flotante de enormes dimensiones formada por miles de barcos unidos por pasarelas. Allí
	Miéville sustituye la decadencia orgánica por la
	herrumbre y la cal, la erosión del aire marino, los pegotes de sal incrustados como
	costras en la piel de la ciudad, y hasta por un mar de pus en una descripción tan
	detallada que puede llegar a provocar arcadas en el lector. 
               Nada es puro, limpio o inocente. De hecho ambas narraciones
	comparten lo que casi podría considerarse una obsesión recurrente: el sexo bizarro. Los
	personajes de Miéville se enamoran de khepris o de rehechas (personas que como castigo
	han sido modificadas mediante el uso de la taumaturgia y transformados en repulsivos
	mutantes o engendros biomecánicos). Y el sexo que surge entre estas personas
	perfectamente enamoradas, lejos de ser culminación o clímax de nada, se transforma en
	una experiencia extraña, inquietante, repulsiva a veces. Placer y trauma a partes
	iguales. 
	
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	King Rat  | 
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               Por último resaltar una de las cualidades más sobresalientes
	del autor: su imaginación. Podría decirse que, tratándose de un escritor de fantasía,
	resulta una perogrullada. Pero es que Miéville, dentro de la narración, idea cientos de
	conceptos absolutamente increíbles que se quedan simplemente en un esbozo. Nos habla, por ejemplo, del
	origen de la Khepri o de Alto Cromlech, elementos que simplemente
	perfila y que después descarta; tramas con las que otros escritores vertebrarían una
	saga kilométrica. Miéville no, sólo nos las nombra de pasada porque da la sensación que
	las ideas espectaculares se le ocurren a montones a todas horas y que su mente es un pozo
	sin fondo de imaginación y maravilla. 
               A la espera de ver la aparición de su primera novela,
	King Rat, o la última, Iron Council (prevista para Julio de este año),
	traducidas al español, éste es China Miéville y su mundo de Bas-Lag. Si ésta es la
	fantasía adulta del futuro, estamos de enhorabuena. 
	      
            Links 
	    Bibliografía de China Miéville en Cyberdark http://www.cyberdark.net/autores.php3?cod=930 
            Runagate-rampant (página no oficial) http://runagate-rampant.netfirms.com/ 
            Entrevista en Strange Horizons http://www.strangehorizons.com/2001/20011001/china.shtml 
            El señor de los anillos visto por China Mieville (en inglés) http://www.swp.org.uk/SR/259/SR3.HTM 
                
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