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	   Una de las preguntas más repetidas en cualquiera de los foros 
	temáticos de Cyberdark.net es ¿Qué novela recomendaríais a alguien para iniciarse 
	en la ciencia ficción / fantasía / terror?, generalmente formulada por los usuarios 
	más jóvenes y con menos experiencia en el mundo de la literatura. Este artículo es el 
	primero de una serie de tres que pretende ser una posible respuesta a dicha cuestión. 
	   Para componer nuestra particular lista se ha acudido a varios miembros 
	del universo Cyberdark para que, uno a uno, fuesen añadiendo a ella su libro 
	recomendado, hasta llegar al número propuesto inicialmente: 25. Se ha buscado que, en la 
	medida de lo posible, fuesen títulos fácilmente encontrables en el actual panorama 
	editorial. Esperemos que en los contados casos en los que no es posible adquirirlo en las 
	librerías de primera mano la situación se corrija lo antes posible. 
	   A poco que se analice la selección se observarán omisiones flagrantes, 
	como las ausencias de Stanislaw Lem; las tres distopías clásicas: Nosotros, Un 
	mundo feliz y 1984; una antología tan gloriosa como Lo mejor de los Premios Nebula;
	...	Pero no era cuestión de cambiar las normas a mitad del partido ampliando el listado 
	hasta otra cantidad, ni censurar las proposiciones de los participantes. Cada uno 
	eligió un título que cubre razonablemente bien las expectativas y que es su respuesta a 
	la pregunta planteada.  
	   Si tienes algún libro que añadir, recomendamos que envíes tu opinión 
	utilizando el formulario situado en la parte inferior del todos los artículos. Así nuestra lista
	será un poco más completa. 
	 
	La máquina del tiempo
	(1895) – H. G. Wells
	 Anaya – Colección Tus libros nº 18 – 2002 
	 
	   Cualquiera de las celebérrimas novelas de H. G. Wells aparecidas 
	entre 1895 y 1901 podría servir a la perfección para encabezar esta lista que ahora 
	ofrecemos. Pero me he decantado por la primera de todas ellas, que sigue teniendo un 
	carácter pionero, hasta el punto de ser considerada por muchos como la primera novela 
	de ciencia ficción moderna (aunque entonces "sólo" fuese otro romance científico). Además ha 
	afianzado una temática tan popular como el viaje en el tiempo, influenciado a toda 
	una pléyade de escritores y avivado la imaginación de millones de lectores. 
	   Narrada en primera persona, cuenta el viaje al año 802701 por 
	parte del "viajero", un científico de finales del siglo XIX que ha inventado una máquina 
	del tiempo. Allí se encontrará con los descendientes de la humanidad, escindidos en dos 
	ramas condenadas a mantener un demente equilibrio, y entre los que se verá 
	obligado a sobrevivir mientras busca la manera de retornar al presente. 
	   Como gran parte de la literatura de la época La máquina del 
	tiempo está escrita con un estilo peculiar que hoy en día, fuera de contexto, puede 
	no ser bien entendido. Con unos personajes inexistentes, una total ausencia de diálogos 
	y una narración pausada, basa su poder en la pura descripción: del ambiente al que llega 
	el viajero, de su encuentro con nuestros herederos, de la búsqueda de los motivos 
	que han llevado a la humanidad a su actual situación,... Es en este análisis donde Wells 
	se muestra brillante y donde la faceta especulativa explota al mismo nivel que su prosa. 
	Su visión sobre la sociedad victoriana y su posible evolución, escondida detrás de uno 
	seres extraídos de una fantasía bucólico pastoril y sus antagónicos hermanos, es clarividente. 
	Y es ahí donde nace la ciencia ficción de calidad: aquella que con un estilo adecuado 
	es capaz de construir una vívida metáfora sobre aspectos fundamentales del ser 
	humano y su realidad. Algo que, sobre decir, Wells consigue con creces. 
	Ignacio Illarregui Gárate (Nacho) 
	  
	La guerra de las salamandras
	(1936) – Karel Capek
	 Gigamesh – nº 16 – 2002
	
   
	 
	   Éste es un libro que reúne variados y muy diferentes 
	motivos para considerarlo como imprescindible, además de ser muy apropiado para alguien 
	que no lee ciencia ficción y quiere empezar conocer algo más de este género. 
	   La trama comienza con el descubrimiento en una lejana isla de una 
	especie de salamandras inteligentes. A partir de ahí se desarrolla la relación de la 
	humanidad con esos seres, que gozan de una capacidad de aprendizaje sorprendente. Ya 
	no debemos buscar a otros seres en el espacio; están aquí en la Tierra y debemos convivir
	con ellos, una circunstancia complicada que lleva a múltiples situaciones… 
	   La guerra de las salamandras ofrece una lectura amena y 
	agradable. Aunque su trama es pura ciencia ficción, si consideramos el contexto en que se 
	desarrolla, debajo de lo fantástico esconde un fondo intemporal; un medio para poner de 
	relieve no sólo la situación mundial de la época sino también comportamientos humanos que 
	son, desgraciadamente, de rabiosa actualidad. Es una obra escrita en 1936 que ha pasado 
	sobradamente la nunca fácil prueba del tiempo, lo que dice mucho a su favor. 
	   En cuanto a su calidad literaria, baste decir que Karel Capek fue 
	candidato al Nobel de Literatura. Y según cuentan no lo consiguió gracias a cierto dictador 
	alemán… El ritmo es rápido y la lectura se hace especialmente amena al presentar cada 
	capítulo una fórmula diferente: diario de un marino, articulo científico, artículo 
	periodístico, informe político…. Sinceramente creo que es un libro muy original. Y dado 
	que se trata de ciencia ficción escrita en Europa, originalmente en checo, permite 
	conocer autores fuera del ámbito anglosajón, siempre omnipresentes en este género.  
	   Sólo espero que si te decides a leerlo disfrutes de él tanto como 
	lo he disfrutado yo. 
	Vorkosigan 
	  
	Yo, Robot
	(1950) – Isaac Asimov
	 Edhasa – Pocket Edhasa nº 74 – 2002 
	 
	   Este libro nos describe un mundo perturbado por la aparición de 
	una tecnología revolucionaria: los robots humaniformes. En un principio la sociedad 
	los rechaza por ser una competencia directa de los seres humanos: más resistentes, 
	más fuertes y poco a poco más inteligentes... Por eso son pronto desterrados al espacio 
	para realizar las tareas más duras y en su cerebro se graban las famosas tres leyes 
	de la robótica: 
	   1 – Un robot no debe dañar a un ser humano o, por inacción, dejar 
	que un ser humano sufra daño. 
	   2 – Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser 
	humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera Ley. 
	   3 – Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta 
	protección no esté en conflicto con la primera o segunda Leyes. 
	   Estas tres leyes "éticas" convierten a los robots en los esclavos 
	perfectos. Pero como se suele decir, "hecha la ley, hecha la trampa", y Asimov se dedica a 
	explorar de forma muy amena los conflictos que surgen de la aplicación de estas tres leyes. 
	   Yo, Robot está formado por una colección de relatos escritos 
	entre los años 1940 y 1950, algunos excelentes, otros no tan buenos. En él vemos la 
	evolución de la robótica: de los primeros robots de tosca apariencia humaniforme a robots 
	que podrían confundirse con un humano, hasta llegar a las "Máquinas", unos superordenadores 
	encargados de gestionar el buen funcionamiento de la sociedad gracias al uso de las tres leyes. 
	Partimos de una sociedad que rechaza a los robots y acabamos en otra que depende tal vez 
	demasiado de ellos. En este sentido considero especialmente interesante el último relato, 
	"El conflicto inevitable", en el que se plantea el uso de las leyes de la robótica aplicadas 
	al conjunto de la humanidad en vez de a un único ser humano. 
	Francisco Javier Esteban (Sisko) 
	  
	Crónicas marcianas
	(1950) – Ray Bradbury
	 Minotauro – Minotauro biblioteca de autor nº 20 – 2002
	
   
	 
	   Algo a lo que asociaré siempre Crónicas marcianas es a mi 
	espalda quemada por el sol. Recuerdo que compré un ejemplar durante el verano de mis catorce 
	años en la Cuesta de Moyano en Madrid, lugar que va unido al placentero recuerdo de números 
	viejos de Don Miki y libros manoseados de Lovecraft en las antiguas ediciones de Alianza 
	Bolsillo. Y al ferrocarril, y a los churros que aún sirven en un bar de Atocha. 
	   El libro quedó por casa, y una mañana, después de haber pasado todo el 
	día anterior en la piscina, desperté con agudos picores en la piel. No podía ni moverme de 
	la cama, apretando la espalda contra las sábanas, imaginando que el picor no estaba allí. 
	Así que rebuscando en el cajón de la mesita de noche cogí un libro al azar, cualquier cosa 
	me valía con tal de evadirme y olvidar los aguijonazos de la epidermis quemada que se curaba 
	lentamente. El libro que acabó cayendo en mis manos fue, claro, Crónicas marcianas. 
	   Recuerdo como a medida que iba pasando las páginas la realidad de mi 
	habitación se llenaba lentamente del vino oscuro del estío; fascinado por frescas columnas de 
	cristal, canales de licor verde, encuentros nocturnos con marcianos de ojos dorados y el cielo 
	imposiblemente azul surcado por pájaros de fuego. Me estremecía de asombro con esos pueblos 
	norteamericanos ideales que ocultaban un terror muy antiguo dentro, me emocionaba por aquella 
	familia de robots que mantenían una luz encendida en el desierto o con el sacrificio de 
	Spender, después de haber paseado con él por un mundo vacío y muerto de lechos marinos 
	secos, de ciudades abandonadas llenas de cadáveres marcianos por los que sólo podíamos sentir 
	compasión. 
	   Añoraba un mundo que nunca vería, convertí la melancolía de Bradbury en 
	la mía propia. Él había perdido una época soñada de veranos y helados, de leer a Poe en la 
	cama a la luz de una lamparita de noche, de Bing Crosby sonando en un viejo fonógrafo, de 
	limonadas y pandillas de muchachos que se bañan en las pozas del río, de pueblos perfectos del 
	medio oeste norteamericano surgidos de un cuadro de Norman Rockwell. La II Guerra Mundial le 
	había arrebatado todo eso y a cambio le había dado el holocausto, la amenaza nuclear, el rostro 
	más atroz de la naturaleza humana. Y sufrida la epifanía quedó revelada la pérdida de lo 
	misterioso y lo fantástico, la casa Usher convertida en un parque temático por hombres 
	avariciosos e ignorantes, la aniquilación, en fin, de la inocencia y la mirada infantil. Y 
	él respondió de la única manera que podía hacerlo, con lirismo, tristeza y nostalgia infinita 
	por un mundo que, como yo, tampoco podría visitar nunca más, que estaba en un lugar tan lejano 
	e inaccesible como el mismo Marte imaginario e imposible que retrató en su libro. 
	   Para cuando llegaron lluvias suaves, ya supe que realmente el marciano 
	era yo y una vez aprendido esto el ardor de mi espalda había desaparecido. No lo sabía, pero 
	a partir de entonces me tocaría a mí perder aquel universo de piscinas y tebeos, de 
	tigretones y cromos, de canicas y carreras de chapas. Y ahora, cuando releo Crónicas 
	marcianas eso es un poco lo que veo, cerrando el círculo lentamente, pasando del asombro 
	infantil al conocimiento doloroso que da ir perdiendo en jirones los restos de un mundo ideal 
	que quizá sólo ha existido en mi memoria. 
	fonz 
	  
	Más que humano
	(1953) – Theodore Sturgeon
	 Minotauro – Minotauro Kronos – 2002
	
   
	 
	   Más que humano es un excelente libro para iniciarse en la ciencia ficción por muy 
	diversos motivos, entre los que yo destacaría los tres siguientes: 
	- Identificación con los personajes: los protagonistas más importantes son un buen 
	retrato robot del lector que se acerca al género por primera vez: adolescentes con un "talento 
	interior" que no saben dominar, pero que les dota del poder necesario para cambiar las cosas; 
	jóvenes que no encajan en el mundo "real", del que se quieren evadir; chicos y chicas que se 
	sienten desplazados y necesitan lograr una sensación de pertenencia que no tienen... circunstancias 
	todas ellas que se repiten a menudo entre quienes sienten curiosidad por este género literario. 
	- Revalorizando el género: la obra responde a bastantes de los esquemas más repetidos en la 
	ciencia ficción, pero los subvierte, llevándola un poco más allá de lo que la mayoría de novelas hace. Así, 
	se podría considerar como una suerte de "space opera interior", pues ese es el universo 
	que se trata de conquistar: el nuevo "yo". Es un libro atípico, que da poca importancia a la 
	parte "mecanicista" en beneficio de una exploración moral que no abunda, lo que nos permite 
	valorar en su justa medida otras obras más comunes. El análisis que el autor hace de la infancia, 
	la educación sexual, el sentimiento de culpa, la rabia, la incomunicación, etc. nos demuestra 
	que también se llega al género desde las ciencias más humanistas. 
	- El autor: encuentra pocas fronteras entre ciencia ficción y fantasía (frecuentó ambos 
	subgéneros, incluso el terror y el western) y lamentablemente se está "perdiendo" entre 
	tanta ciencia ficción hard y fantasía épica, lo que nos deja sin uno de los grandes referentes 
	anteriores al "boom" del género. Y es, finalmente, una de las mayores constataciones de 
	que, si bien la generalidad de la ciencia ficción está orientada a la diversión y la evasión, estas constantes 
	no han de ir forzosamente en detrimento de la calidad literaria. Y, escribiera lo que escribiera, 
	Sturgeon estaba sobrado de una cosa: talento. 
	(Para conocer un poco más al autor y su obra, recomiendo el número 16 de la revista Gigamesh, 
	con un "Especial Sturgeon" que incluye un muy buen trabajo de análisis de Juan Manuel Santiago, 
	una de las últimas entrevistas que concedió, un cuento inédito y una sorpresa en forma de poema.) 
	Maxron 
	  
	Mercaderes del espacio
	(1953) – Frederik Pohl y
	C. M. Kornbluth
	 Minotauro – Minotauro bolsillo – 2002
	
   
	 
	   Apostar por Mercaderes del espacio es apostar por caballo ganador, 
	pues para los críticos más reconocidos del fantástico está entre las grandes novelas 
	que ha dado el género. Escrita a dúo por Frederick Pohl y el malogrado Cyril Kornbluth, tiene 
	el mejor oficio, con toques maestros de humor, y consigue aunar la prospectiva más certera 
	(aspecto fundamental del género en los años en los que se escribió) con el 
	entretenimiento más cañero. 
	   El negocio definitivo está en vender un sueño, pero solo es eso, un 
	sueño. En esto, como un peón más del sistema, anda metido Mitchell Courtenay, una vida 
	placentera dedicada a su empresa. Pero las cosas no son lo que parecen, y mucho más si 
	solamente se ven desde un único lado. Alguien decide por él que su vida no es necesaria, 
	comenzando así los problemas en un tour de force de supervivencia para ver la realidad 
	de las cosas. 
	   Lector que empiezas en el fantástico, con Mercaderes te enfrentas 
	a una distopía que precede y vislumbra a la new wave. ¡Uf! ¿Y-esto-qué-es-lo-que-es? 
	Pues nada, que la novela imagina un futuro negro, muy negro. Las multinacionales imponen un 
	sistema de nosotros-decidimos-por-usted y para ello lo mejor es vea-nuestros-comerciales-y-compre. 
	Es decir, la publicidad como medio y casi fin que aliena al hombre.  
	   Por estar escrita en los años cincuenta, y preocuparse por los problemas 
	que afligían, mejor decir afligen, a la sociedad como el consumismo o la superpoblación, aporta 
	el mejor tono para lo que sucederá en el género en los siguientes años.  
	   Dicho así, podría parecer una novela cargante para los momentos bajos, 
	o simplemente "mejor será coger otra cosa pues no estoy de humor para esto". Pues nada de eso, 
	ya que tiene marcha a tope; la velocidad de los sucesos es tal que te creará una vorágine de 
	sensaciones casi alucinatorias, y así la diversión estará asegurada. 
	Rafael Martín (Guly Foyle) 
	  
	Soy leyenda
	(1954) – Richard Matheson
	 Minotauro – Minotauro bolsillo – 2003 
	 
	   Matheson nos cuenta en esta novela, tan breve como absorbente, el 
	drama del último ser humano que queda en nuestro planeta tras una extraña epidemia que ha 
	convertido a sus habitantes... en vampiros. Y lo hace no sólo sumergiéndonos en la angustia 
	de Neville, el protagonista, y en su lucha contra un mundo extraño y cambiante donde la 
	última rareza viviente es él mismo, sino impregnándonos también de la tristeza que generan 
	la frustración y la impotencia ante lo inevitable. 
	   Soy leyenda no sólo es una revisión del mito del vampiro bajo 
	la óptica racional de la ciencia ficción, sino una auténtica tesis sobre la soledad, la 
	desesperanza, la xenofobia y la marginación, que nos hace comprender con un pesimismo 
	despiadado la intensa amargura que se esconde tras el título: la soledad de Neville es 
	quizás más terrorífica que los mismos vampiros. Tantas cuestiones en tan pocas páginas 
	no hacen de esta novela algo recargado y pretencioso; al contrario, la economía del 
	lenguaje y lo imprevisible de las situaciones hacen de su lectura algo tan intenso como 
	fugaz. Los flashbacks introducidos son los justos y necesarios dentro de un 
	desarrollo en el que las elipsis y los giros argumentales se producen sólo cuando hacen 
	falta. Por desgracia, casi todo esto brilla por su ausencia en su adaptación 
	cinematográfica, El último hombre sobre la Tierra (Omega Man, 1971), que 
	se aleja de la trama de Matheson (aunque su nombre figure en los créditos) hasta el punto 
	de convertirse en una historia completamente distinta. Como suele suceder en tantas 
	ocasiones, Soy leyenda la supera ampliamente. 
	   En definitiva, estamos ante un libro altamente recomendable para 
	cualquier tipo de lector y no sólo porque es Literatura con mayúsculas, sino porque te 
	introduce magistralmente en muchas de las claves de los géneros que nos interesan. Si a 
	todo esto le añadimos uno de los desenlaces más sobrecogedores que se han podido leer 
	durante más de medio siglo, ya no cabe duda que nos encontramos ante una obra maestra, 
	una joya, un clásico... 
	   " ¡Sal, Neville!..." 
	Alfonso Hernández (Irenale) 
	  
	Las estrellas mi destino
	(1956) – Alfred Bester
	 Gigamesh – nº 4 – 2003
	
   
	 
	   De Alfred Bester no se puede decir que sea, precisamente, un escritor 
	prolífico; no escribió más que seis novelas en su vida. Pero sí se puede decir que fue uno 
	especialmente inspirado; entre ellas hay dos (El hombre demolido y Las estrellas 
	mi destino) que son consideradas como fundamentales en la historia de la ciencia ficción. 
	   Centrándonos en Las estrellas mi destino, estamos ante un 
	artefacto literario sumamente transgresor, un prodigio de trepidancia, un auténtico acto de 
	terrorismo literario y una de las experiencias intelectuales más estimulantes a las que el 
	lector actual de ciencia ficción se puede enfrentar. 
	   Cuenta la historia de Guly Foyle que, encontrándose en medio de los 
	restos de un accidente espacial, ve cómo una nave que pasa cerca de él lo ignora y lo 
	abandona a su suerte. Lejos de hundirse en la más absoluta desesperación, decide hacer 
	esfuerzos sobrehumanos por sobrevivir y vengarse de la tripulación de esa nave que, 
	deliberadamente, lo ha dejado tirado en medio del espacio. A partir de ahí la novela se 
	desarrolla con un ritmo trepidante (bueno, trepidante no es el adjetivo exacto, pero sí 
	el que más se acerca) donde Foyle, cegado por su ansia de venganza, se ve transformado en 
	una bestia amoral y despiadada... 
	   LEMD es una novela escrita a mediados de los años 50 que no 
	ha decaído absolutamente nada; sigue resultando fresca y fascinante, todo un ejemplo de 
	pulso narrativo y de despliegue de tramas y personajes. Bester, en su empeño por 
	sorprender al lector, mete a su sufrido Montescristo del siglo XXII en situaciones cada 
	vez más delirante y descabelladas, hasta el perfecto colofón que viene al final del 
	libro. 
	   No sé qué debió suponer la lectura de esta obra para el lector de 
	mediados de los años 50. Sólo se me ocurre que debió ser algo comparable a aquellas 
	personas que a finales de los 70, sumidos en el embotamiento del rock sinfónico, 
	escuchaban por primera vez a los Sex Pistols. Sí que sé lo que supone para el 
	aficionado de hoy en día: la lectura de un clásico imprescindible que no se olvida. 
	Raúl Ruiz (Nemes) 
	  
	Tropas del espacio
	(1959) – Robert A. Heinlein
	 Ediciones B – Nova nº 104 – 1998 
	 
	   Quizás ésta sea la mejor novela de ciencia ficción sobre el mundo 
	militar, con permiso del ciclo Dorsai y de La paja en el ojo de Dios. Se 
	trata de uno de los clásicos más célebres y no haberla leído implica inevitablemente 
	perderse innumerables conversaciones eternas y sin solución. En ella se relatan las 
	aventuras de un joven recluta en una sociedad cuyo derecho al voto pasa por el servicio 
	militar: sólo quien está dispuesto a luchar por su país tiene derechos en él. La 
	rigidez del sistema queda justificada por la guerra mantenida contra una raza 
	extraterrestre muy belicista, base de una trama con diversas escaramuzas y batallas. 
	   Mucho se ha discutido sobre las ideas de Heinlein en este sentido: 
	¿fascista, luchador...? En ningún momento se critica al débil ni se le quitan los derechos 
	fundamentales. Por otro lado, contemplamos el desarrollo de un ejército duro, a partir 
	del cual leeremos controvertidas apologías del castigo físico y psicológico. 
	   La mejor manera de disfrutar esta polémica novela pasa por 
	contemplarla como lo que fue en su origen: un relato de aventuras muy entretenido, 
	coherente con sus propios principios a lo largo de todo su desarrollo. Creyera o no el 
	autor en sus postulados, desde luego la verosimilitud de esta "utopía" impresiona como 
	ninguna otra; quizá por eso llama más la atención que otras obras más duras y polémicas. 
	En cuanto a su técnica, no existen grandes personajes, pero sí un ritmo formidable y una 
	excelente muestra de cómo plasmar la evolución de un protagonista, por plano que sea. 
	   ¿Lo más destacado? Los momentos de acción, con unas armaduras de 
	combate memorables y una divertida visión de lo que podrían ser las guerras del futuro. 
	   Aunque la adolescencia sea la mejor edad para afrontar su lectura, 
	nadie debe obviar esta novela que suele ser incluida entre las mejores de ciencia ficción. 
	Fernando Ángel Moreno (FernandoAngel) 
	  
	Estación de tránsito
	(1963) – Clifford D. Simak
	 Minotauro –Minotauro Kronos – 2003
	
   
	 
	   Siempre que me preguntan qué libros recomendaría a alguien 
	que quiera adentrarse en la ciencia ficción, improviso una lista en la que de cuando 
	en cuando varía algún título. Los gustos cambian. Pero a lo largo del tiempo 
	Estación de tránsito siempre ha sido un fijo. Y eso a pesar de que el 
	recuerdo que tenía de esta novela era muy antiguo, de mis primeros tiempos como 
	lector de género. Más que la historia en sí, recordaba la grata sensación que me 
	había producido su lectura; el tantas veces nombrado "sentido de la maravilla" se 
	desplegaba en todo su esplendor. Me lo he releído ahora, temiendo que el paso del 
	tiempo me hiciera pensar de distinto modo. Pero no, todo lo que recordaba estaba 
	allí. Y he vuelto a revivirlo con esta segunda lectura. 
	   La historia: Enoch Wallace vive en una granja en Wisconsin. Es 
	un hombre solitario de apariencia normal que de pronto llama la atención de la CIA. 
	¿Los motivos? Tiene más de cien años, aunque no aparenta más de treinta. Por 
	supuesto, Enoch es mucho más de lo que aparenta. Es el guardián de una estación de 
	tránsito galáctica camuflada en lo que una vez fue su hogar, ahora una escala más en 
	la línea de transporte alienígena que comunica la galaxia y a la infinitud de especies 
	que la habitan. Y después de un siglo de relativa calma, la tranquilidad de la estación 
	está a punto de quebrarse para siempre…  
	   La obra está narrada con suave lirismo y un toque nostálgico que 
	le da profundidad. Otro acierto es el personaje principal, Enoch Wallace, un hombre 
	solitario que vive entre dos mundos sin sentirse parte de ninguno de los dos, angustiado 
	por los recuerdos de la Guerra Civil en la que tomó parte y por los indicios de que 
	una nueva guerra, quizá la última, se está aproximando. A resaltar la primera parte de 
	la novela, donde asistimos a un magistral despliegue de continúas maravillas. Ante 
	nuestros ojos pasan las más diversas razas alienígenas, los artefactos más extraños, 
	ciencias y artes extraterrestres a cada cual más evocadora... 
	   Estación de tránsito, que ganó el Hugo en 1964, es, sin 
	duda, uno de los mejores libros de ciencia ficción que se han escrito jamás. 
	José Antonio Cotrina (Larnax) 
	  
	Playa terminal
	(1964) – J. G. Ballard
	 Minotauro – 2000
	
   
	 
	   ¿No has pensado que hay un sector de la imaginación que no tiene 
	espacio en las clasificaciones de géneros? Hablo de visiones que no son pesadillas de 
	terror, que no se ajustan a esquemas del space opera, que no tienen la 
	exhaustividad de la ciencia ficción dura, que no se corresponden a escenarios míticos de fantasía. 
	Sueños de mundos que están a la vuelta de la esquina del nuestro, en el tiempo, en el 
	espacio... No somos pocos los que pensamos que la ciencia ficción es también el cajón genérico en 
	el que tienen cabida esas visiones. Y su santo patrono es sin duda J. G. Ballard. Tiene 
	tantos detractores como admiradores; pero quienes disfrutamos de sus obras, terminamos 
	sus libros –y, sobre todo, sus mejores relatos– con la sensación de que nos ha sido 
	desvelada una parte de las esperanzas o los temores que se albergan en nuestro 
	inconsciente, en forma de imágenes que nos acompañarán durante mucho tiempo.  
	   Playa terminal es el volumen que reúne una mayor cantidad 
	de los buenos relatos de Ballard, y también de los más asequibles. Por ejemplo, "El 
	gigante ahogado", en el que un gigante aparece varado en una playa para despertar 
	primero curiosidad, y poco a poco indiferencia entre los habitantes del lugar; 
	"Bilenio", una de las mejores historias sobre superpoblación; "El hombre iluminado", 
	en el que la Tierra comienza a cristalizarse empezando por Florida; o "El delta en 
	el crepúsculo", con sus poderosas imágenes de una selva que sirve de cárcel al 
	protagonista. Todas estas historias son de las que, tras pasar por el pensamiento, 
	dejan poso y vuelven de cuando en cuando al consciente. Aunque también puede ser que 
	no ocurra así, y que no seas de las personas a las que Ballard deja huella. En 
	cualquier caso, te aconsejo comprobarlo con estos cuentos. 
	Julián Díez (Julian) 
	  
	Dune
	(1965) – Frank Herbert
	 Plaza y Janés – Jet nº 261–1 – 2002 
	 
	   Dios creó Arrakis para probar a los fieles. Esta frase define 
	por completo Arrakis, también conocido como Dune, un planeta en el que el agua escasea y 
	es tan importante como la propia vida. Origen de la Melange, la especia geriátrica, unos 
	de los mayores bienes del universo. Un planeta dominado por las Casas imperiales, pero 
	cuyos secretos sólo son conocidos por los Fremen, los hombres libres del desierto 
	profundo.  
	   A Arrakis llega la Casa Atreides, con la orden imperial de controlar 
	la producción de especia, aun sabiendo que sus enemigos, los Harkonnen, intentarán hacerse 
	con su control. Entre los Atreides se halla el heredero del Duque Leto, Paul, un joven 
	muy prometedor, entrenado bajo la tutela de su madre, una bruja Bene-Geserit. Con la ayuda 
	de su aprendizaje y la influencia de la especia, Paul sobrevivirá a las intrigas Harkonnen 
	y se convertirá en Muab’Dib, profeta, mesías y mártir de los Fremen, poniendo en marcha 
	una Jihad que no sólo se enfrentará a los Harkonnen, sino cuyo destino será conquistar el 
	universo. 
	   Dune es una obra compleja pues en ella hay lugar para la 
	evolución del individuo y la predestinación, la fe, la reflexión filosófica y religiosa, 
	las intrigas políticas, las repercusiones morales de la política, la vida y la muerte, el 
	día a día de una sociedad que nos es completamente ajena, el odio y el amor. Y, por encima 
	de todo ello, Arrakis, el desierto, inunda completamente nuestra imaginación en un rico 
	ecosistema en el que todo encaja en su lugar. Asimismo, es el arquetipo de la novela 
	aventurera: aúna la acción y la emoción con la reflexión, manteniendo el sentido de la 
	maravilla en cada una de sus páginas. 
	   Si hay una novela para iniciarse en la ciencia ficción, considero que 
	debe ser Dune. 
	Pau Martínez Medrano (blackonion) 
	  
	Flores para Algernon
	(1966) – Daniel Keyes
	 Acento Editorial – Club Acento nº 12 – 1997 
	 
	   Cuando Daniel Keyes fue a recibir el premio Hugo a la mejor novela 
	corta de manos de su amigo Asimov, el buen doctor le preguntó cómo había conseguido 
	escribir esa obra maestra titulada Flores para Algernon. El propio Keyes admitió 
	que no tenía ni idea. Y es que resulta difícil explicar cómo se puede resumir tanta 
	belleza en apenas doscientas páginas. 
	   El libro nos muestra la evolución de un retrasado mental, Charlie 
	Gordon, con el que se experimenta una nueva técnica para aumentar la inteligencia que 
	sólo ha sido probada hasta el momento en animales. El mejor exponente de la mejora 
	conseguida es el ratón Algernon. A través de los informes de progresos que el 
	propio Charlie escribe, asistimos a su evolución en el uso del lenguaje, que nos 
	permite atisbar su evolución interior. Poco a poco, se va dando cuenta de que la 
	inteligencia que con tanta ansia buscó no le ha traído la felicidad, más bien al 
	contrario, ya que se percata de que aquellos que con anterioridad le trataban bien, 
	en realidad sólo le despreciaban por su discapacidad. Y Algernon, el ratón con el que 
	en un principio competía y que le superaba ampliamente, al que odiaba por ser tan listo, 
	se convierte paulatinamente en su único acompañante, a la vez que en un aviso de lo que 
	su futuro puede depararle. 
	   La evolución intelectual de Charlie no lleva, por desgracia, 
	aparejada la madurez necesaria para afrontar la vida adulta. Lo que todas las personas 
	desarrollamos a través de años por nuestra propia experiencia, se le viene encima como 
	un alud de sensaciones que no puede controlar. La personalidad sensible de Charlie, 
	siempre amable y cuidadoso con los demás para no estorbar, se ve irremediablemente 
	desplazada por un endiosamiento debido a su ilimitada capacidad intelectual, que le 
	hace ver a los demás como inferiores. Pero esta situación sólo puede tener un final; 
	cuando se alcanzan las más altas cumbres, lo único que queda es el camino de descenso. 
	Leticia Lara (Potato) 
	  
	Ubik
	(1969) – Philip K. Dick
	 La Factoría de Ideas – Solaris ficción nº 3 – 2003
	
   
	 
	   Aquellos que comienzan con la lectura de ciencia ficción y que 
	quizá se sientan atraídos por el  Philip K. Dick de Minority Report, Desafío 
	total o Blade Runner, deberían saber que los elementos futuristas de diseño, 
	los efectos especiales y los alardes tecnológicos son casi exclusivamente añadidos 
	cinematográficos. Los mundos en los que nos introduce Dick son oscuros, decadentes y 
	desesperanzadores. Sus héroes son personas corrientes que tienen muy poco que ver con 
	la gente guapa de Holywood. Veamos, por ejemplo, a Joe Chip, el protagonista de 
	Ubik: un hombre normal, ahogado por las deudas, que amanece cada día envuelto 
	en resaca de narcóticos y cuyo apartamento requiere monedas hasta apara abrir la 
	puerta. Quizá lo único bueno de su vida sea su trabajo como técnico de mediciones de 
	campos psi en una corporación dedicada al contraespionaje psíquico,  codirigida por 
	el Sr. Rucinter y su esposa, aunque ella no interviene salvo en casos extremos, porque 
	está muerta, conservada en semivida en uno de los miles de oratorios que pueblan el 
	mundo. En ellos los vivos, provistos de micrófono y auricurales, pueden hablar con 
	sus deudos. Pero, eso sí, con prudencia, porque la semivida se desgasta cada vez que 
	se establece comunicación.  
	   En este escenario comienza una trama con tintes de thriller 
	que es utilizada por Dick para poner de manifiesto sus grandes obsesiones: la decadencia 
	del capitalismo, las drogas, el solipsismo, la divinidad, la paranoia, la inconsistencia 
	de la realidad..., muchas de ellas de forma tangencial y otras abiertamente. Pese a todo, 
	Ubik es un libro entretenido, de fácil lectura, con momentos muy divertidos. 
	Una sucesión de cajas chinas donde nada es lo que parece. ¿Y qué es Ubik? Que cada uno 
	saque su propia conclusión y, tal como dice la publicidad: "¡Déjese deslumbrar por 
	Ubik! Totalmente inofensivo si se aplica según las instrucciones." 
	Lessa 
	  
	Mundo anillo
	(1970) – Larry Niven
	 La Factoría de Ideas – Solaris ficción nº 11 – 2003
	
   
	 
	   Mundo anillo es eso: un anillo de dimensiones gigantes que gira 
	sobre sí mismo alrededor de un sol. Recientemente descubierto nadie ha estado aún en este 
	enigmático cuerpo. Los protagonistas son dos humanos (uno de los cuales goza de una gran 
	suerte, aspecto que ha heredado genéticamente), un titerote (un ser cobarde pero astuto) 
	y un kzinti (especie guerrera por naturaleza), que se embarcan en un viaje hacia el nuevo 
	mundo. Después de un aterrizaje forzoso en la cara interior del anillo la nave queda 
	maltrecha y juntos deberán viajar por su superficie para explorarlo y, también, encontrar 
	la forma de salir de él. 
	   Larry Niven describe en su novela más conocida un mundo anular con 
	todo lujo de detalles. Quien (o lo que) fuera que lo construyó tuvo en cuenta todos los 
	aspectos en su diseño para que se asemejara a un planeta: su estructura, su composición, la  
	gravedad, el día y la noche... Pero no se limita a hacer una mera disección del "objeto". 
	También construye todo un universo: la sociedad del planeta Tierra, otras civilizaciones, 
	el futuro de la Vía Láctea...; desvela el motivo por el que son escogidos los protagonistas 
	para realizar el viaje; juega con el choque que supone el contacto entre diferentes 
	culturas;... Estos elementos y muchos más harán que el lector quede enganchado al libro 
	desde las primeras páginas. Después de todo Mundo anillo es un referente en la 
	ciencia ficción hard y en el space opera. Los tres premios que consiguió 
	en 1971 (Hugo, Nebula y Locus) dan fe de ello. 
	Gael Piguillem (Kenset) 
	  
	A vuestros cuerpos dispersos
	(1971) – Philip José Farmer
	 Ultramar – Grandes éxitos bolsillo nº 2 – 1982 
	 
	   Si la ciencia ficción es literatura de ideas, aquella en la que 
	se basa A vuestros cuerpos dispersos merece sin duda estar entre las diez mejores 
	que ha dado el género en toda su historia. 
	   Imaginad: todo ser humano que alguna vez haya vivido y muerto sobre 
	la Tierra despierta un día, completamente desnudo y afeitado, en la superficie de un 
	gigantesco planeta atravesado por un no menos gigantesco río de más de treinta y dos 
	millones de kilómetros de longitud. Nadie sabe por qué ha resucitado allí y, sobre todo, 
	qué ser o seres todopoderosos lo han llevado allí. Impresionante ¿no? 
	   Philip José Farmer pertenece a esa clase de autor que podríamos 
	llamar "montaña rusa". De grandes picos de creación (tampoco muchos, para qué vamos a 
	engañarnos), ha pasado con suma facilidad a profundas e ignominiosas simas. Pero en esta 
	su obra magna Farmer ha sabido aprovechar la gran idea de partida para construir una novela 
	trepidante, de maravillosas aventuras desarrolladas a un ritmo frenético. 
	   Otra gran idea –utilizar como protagonistas a personajes históricos– 
	le sirve para que por sus páginas se paseen como si tal cosa desde Richard Burton (el 
	aventurero, no el actor) hasta Mark Twain, pasando por  la Alicia de Carroll, el 
	cowboy–actor Tom Mix y hasta el mismísimo Hermann Goering. 
	   Entre sus defectos –que los tiene– se pueden contar la poca definición 
	de los personajes principales y su estrepitoso fracaso a la hora de continuar la saga. Las 
	varias continuaciones de la novela siguen un proceso de decadencia que casi roza el 
	ridículo en las últimas entregas. Simplemente, no sabe cerrar satisfactoriamente el 
	misterio de los artífices del Mundo del Río. 
	   Todo ello no obsta para que, tratada como obra única y obviando sus 
	continuaciones, A vuestros cuerpos dispersos pueda considerarse sin rubor como una 
	de las cumbres de la ciencia ficción de aventuras del siglo pasado. 
	Francisco Javier Vidiella (fjvidiella) 
	  
	Muero por dentro
	(1972) – Robert Silverberg
	 La Factoría de Ideas – Solaris ficción nº 18 – 2001
	
   
	 
	   Robert Silverberg es uno de los autores mas prolíficos que ha dado el 
	género y sus novelas han tocado prácticamente todas las temáticas clásicas. Su labor ha 
	sido reconocida tanto por la crítica especializada como por millones de lectores. En su 
	haber tiene 5 premios Nebula, 4 Hugo y 7 Locus, así como una infinidad de galardones más.
	Entre sus obras más célebres se encuentran Regreso a Belzagor, El hombre en el 
	laberinto o Alas nocturnas, por nombrar unas pocas. Pero a mi entender su mejor 
	novela es Muero por dentro. 
	   David Selig es telépata. Tiene la habilidad de leer los pensamientos 
	de la gente que le rodea pero no de proyectar los suyos propios. Este don, que ve como una 
	maldición, le ha convertido en un paria, un ser al margen de la sociedad que, lejos de 
	permitirle integrase mejor, le ha aislado. Ahora, esta capacidad está despareciendo. Selig 
	nos narra en primera persona diferentes episodios de su vida en los que nos muestra cómo 
	este poder le inspira, cuando lo usa, animadversión y vergüenza, pero cómo su pérdida le 
	aterroriza aún más. 
	   Silverberg consigue ofrecernos una novela narrada de forma no lineal,
	 en la que la vida de Selig nos es mostrada sin ningún filtro. Asistimos a sus alegrías y 
	miserias como espectadores de primera fila. Nos adentramos, como si tuviésemos el mismo 
	poder, en lo más profundo de su alma. Consigue, a pesar de la aparente complejidad de su 
	estructura, narrar de forma amena y sencilla (no simple) una historia cautivadora y hermosa 
	que nos hace meditar sobre la forma en que nos integramos en el tejido de la sociedad o 
	cómo funcionan las relaciones humanas. Una obra maestra. 
	José Yofre (Orionknight) 
	  
	Los desposeídos
	(1974) – Ursula K. Le Guin
	 Minotauro – Minotauro biblioteca de autor – 2002
	
   
	 
	   Aparentemente, a primera vista, el tema del que trata esta novela 
	es algo simple. Un científico que pertenece a un mundo que vive enfrentado y en oposición 
	a otro, hace un descubrimiento que todos ambicionan. A partir de aquí se hace un viaje 
	por toda la vida de este científico, Shevek, por sus motivaciones y sus reflexiones. Al 
	final comprenderemos que, quizás, lo que tiene que ofrecer va mucho más lejos de las 
	aplicaciones técnicas de su descubrimiento, y se entierra profundamente en las 
	necesidades, aspiraciones y problemas de la humanidad.  
	   Nunca un libro ha reflexionado ni hecho reflexionar más acerca de 
	la naturaleza humana y temas tan diferentes como los sistemas políticos o la naturaleza 
	del tiempo. Es un libro que no puede dejar indiferente, de grandes amores y grandes odios, 
	como un mirador a las pasiones humanas, a la ambición, al egoísmo, al sufrimiento y al 
	sacrificio. Y, sobre todo, es la respuesta a la pregunta que la mayoría nos hemos hecho 
	en algún momento de nuestras vidas: si es la política la que corrompe al individuo o es 
	un producto de la propia humanidad. La respuesta de Le Guin es a la vez dulce y dura, 
	una respuesta que uno no encuentra, sino que se gana, al llegar a la última página. 
	   Pero hasta aquí sólo hablamos de la primera capa de lectura. 
	Los desposeídos tiene varios niveles más. La gran vitalidad de los personajes 
	nos lleva cuestiones mucho más personales, nos enfrenta a lo que pensamos sobre el amor y 
	la comunicación, y especialmente, a la enorme necesidad de perdón que todos tenemos, de 
	perdonarnos a nosotros mismos y a los demás. Podría sonar excesivo, pero es tan completo 
	que, más que una lectura, es una experiencia a la que uno se somete, para bien o para 
	mal. No es un libro fácil, pero sin duda imprescindible para cualquier aficionado. Pocas 
	creaciones de una sociedad futura han sido tan verosímiles y tan "humanas" como ésta.  
	María Jesús Sánchez (Starhawk) 
	  
	La guerra interminable
	(1974) – Joe Haldeman
	 Edhasa – Nebular 3ª época – 2002 
	 
	   Una confesión previa: me encanta Heinlein, me lo paso pipa con Niven 
	y Pournelle y flipo con una batallita espacial bien contada, de las de "sangre hasta las 
	rodillas" y "no haremos prisioneros". Todo esto sólo sirve para avergonzarme un tanto: 
	uno es los suficientemente mayorcito como para saber que eso de las guerras no es un 
	juego, sino una tragedia con mayúsculas. Por desgracia, parece que muchos autores de 
	ciencia ficción no lo tienen tan claro y los imitadores baratos de Heinlein y, digámoslo 
	a las claras, con un maloliente tufo fascistoide, son la norma más que la excepción. 
	   Quizás por todo eso, un libro como éste sea una auténtica bendición. 
	Haldeman es un artesano capaz que consigue montarse un conflicto interestelar realista y 
	narrar con gran fuerza un par de batallas sobrecogedoras, de las mejores del género. Pero 
	nuestro autor no es ningún adolescente de Dakota con acné que sabe del tema bélico por lo 
	que le contaba su abuelo. Veterano de Vietnam, herido allí por una mina, conoce de sobra 
	la esencia de la guerra: que no resuelve nada y que sólo consigue sufrimiento y dolor 
	entre los que combaten. 
	   Esa sabiduría queda perfectamente reflejada a lo largo de todo el 
	libro. La lucha entre la humanidad y los taurinos es un perfecto ejemplo de los horrores 
	de la guerra, no sólo por las bajas entre los soldados, fruto de los errores del alto 
	mando o de la ineficacia de los oficiales o las tácticas, sino por el estricto 
	aplicamiento de la física einsteiniana. El tiempo fluye distinto para los combatientes y 
	los civiles de la Tierra, y los veteranos vuelven a casa descubriendo que, 200 años o 
	más después de su partida, ésta bien poco tiene que ver con la que dejaron atrás. Nunca 
	la literatura ha sido capaz de crear una metáfora tan poderosa sobre lo difícil que resulta 
	la reinserción en la vida civil de un ex-combatiente. 
	   De hecho, algún crítico de prestigio ha llegado a decir, 
	paradójicamente, que La guerra interminable es la mejor novela sobre Vietnam nunca 
	escrita. Yo no me atrevo a tanto pero sí que puedo asegurar que, como novela bélica (que 
	no belicista) impregnada de sabio izquierdismo y crítica, ejemplo de ciencia ficción 
	hard e historia romántica, es insuperable. En fin, que veo complicado encontrar 
	nada más en el género que sume tantas virtudes y tan escasos defectos.  
	Iván Fernández Balbuena (cebra) 
	  
	Pórtico
	(1977) – Frederik Pohl
	 Ediciones B – VIB nº 289-2 – 1999 
	 
	   En Venus el hombre ha encontrado vestigios de una civilización 
	alienígena extremadamente avanzada, a la que denominan Heechees. Entre los restos aparece 
	un mapa de nuestro propio sistema solar donde, además de los astros conocidos, se entrevé 
	un pequeño punto cerca de Venus que no obedece a nada conocido hasta la fecha. Tras 
	investigarlo se descubre que es un hangar lleno de naves espaciales que, después de 
	siglos, siguen funcionando a la perfección. Sin embargo desafían todos los intentos de 
	los humanos por ser dirigidas a un punto concreto: su destino es desconocido y nadie sabe 
	cuánto durará el viaje. Es Pórtico. Como en una ruleta rusa, no faltan personas dispuestas 
	a introducirse en las naves para ponerlas en marcha y, más rápido que la velocidad de la 
	luz, ir a donde les lleven. A muchos les espera una muerte atroz, a unos pocos la gloria 
	de un nuevo descubrimiento. Como dice el narrador en un momento de la novela: "Dentro 
	de Pórtico, estaban las estrellas". 
	   Escrita en 1977 con una estructura narrativa bastante particular, 
	Pórtico sigue conservando, sin el menor rastro de fatiga, el sentido de la maravilla 
	que ha hecho de esta novela una de las más reeditadas de toda la ciencia ficción. Ganadora 
	de los principales premios del género, es sin duda uno de los grandes clásicos. Es de esas 
	novelas que se leen de un tirón y, aunque da comienzo a una saga que quizá no está a la 
	altura, es difícil resistirse a saber qué ocurre con los Heechees. Dónde se fueron, por 
	qué lo hicieron, qué aspecto tenían... Es muy posible que al lector le ocurra como a un 
	científico de la novela al que le preguntan donde fueron los miembros de esta raza y que 
	responde así: "Jovencita, esto no me deja ni hacer pis" 
	Santiago Díez San José (Santiago) 
	  
	Neuromante
	(1984) – William Gibson
	 Minotauro – Minotauro bolsillo – 2002
	
   
	 
	   "El cielo sobre el puerto tenía el color de un televisor 
	sintonizado en un canal muerto..." 
	   Así comienza nuestra novela, así entramos en un mundo enloquecido, 
	distorsionado, en el que nada es lo que parece, en el que nos movemos con miedo, 
	aterrorizados, temiendo que de cualquier esquina surja una nueva amenaza que nos devore 
	sin remedio... Este es el universo de Neuromante, el lugar al que llaman El 
	Ensanche, una inmensa megalópolis en la que todo se compra y se vende, en la que la 
	vida no tiene más valor que un chip de ordenador o una ampolla de la última droga de 
	diseño. Por sus callejones sucios y oscuros se mueve Case, vaquero de la Red caído en 
	desgracia, que vive en un mundo de pesadillas inducidas por los cócteles alucinógenos 
	y anfetamínicos que se mete en el cuerpo, todo para olvidar que nunca más accederá al 
	ciberespacio, que acabará sus días en algún lugar del mundo real, pasto de los 
	buscavidas que pueblan este desquiciado momento de la historia humana... 
	   Gibson fue el profeta, el que imaginó el mundo de las redes de 
	información, el que acuñó los términos que ahora todos utilizamos. Para leer este 
	relato oscuro y enrevesado hay que retroceder veinte años, y pensar que vivimos en 
	un mundo sin Internet, sin móviles, sin cable, sin televisión digital... Entonces 
	podremos degustar estas líneas desgarradas, esta crónica de la frontera inserta en 
	un mundo que, por aquellos entonces, era tan fascinante para los lectores como la 
	Puerta de Tanhausser, o las nubes estelares más allá de Orión... Aún hoy, sigue 
	ejerciendo su influencia. No nos engañemos: Matrix, o Ghost in the 
	Shell nunca hubieran visto la luz sin las premoniciones vertidas en esta crónica 
	del futuro cercano. 
	   Los avances tecnológicos han devorado las profecías de Gibson, 
	y Neuromante ha sido su víctima más inmediata. Sin embargo, sigue siendo una 
	novela imprescindible, un pilar absoluto de la ciencia ficción moderna. Extraña, 
	sobrecogedora, a ratos incomprensible (debido en parte a la traducción española, 
	no demasiado afortunada), visionaria, agobiante, ominosa... Ningún aficionado puede 
	privarse de esta experiencia radical: la amaréis o la odiaréis, no existe el término 
	medio. 
	Joaquín Revuelta (koyote) 
	  
	El juego de Ender
	(1985) – Orson Scott Card
	 Suma de letras – Punto de lectura nº 80–2 – 2000
	
   
	 
	   Sin ser el mejor libro de ciencia ficción de la historia, ni 
	estar entre los mejor escritos, El juego de Ender cuenta, en mi opinión, con 
	razones de peso para estar en esta lista, siendo uno de esos títulos totalmente 
	recomendables para una persona que se quiera iniciar en la ciencia ficción –especialmente 
	si es joven– y no salir defraudado. 
	   Orson Scott Card nos narra la historia de Ender Wiggin, un niño 
	con una inteligencia fuera de lo normal, que es seleccionado por su gobierno junto 
	con un grupo de élite –niños y adolescentes– para combatir en un futuro cercano 
	contra los Insectores, raza alienígena enfrentada a los humanos por el control del 
	universo. Es, además, el primer libro de una saga que parece no tener fin, compuesta, 
	actualmente, por 7 libros, los cuáles no llegan a alcanzar la calidad de éste, así 
	que su lectura la podríamos dejar como "optativa". 
	   Avalado por diversos premios literarios, el libro tiene como 
	puntos a su favor lo bien narrado que está, no llegando en ningún momento a aburrir, 
	el tener ideas nuevas (para la época), de enorme imaginación, y una gran sorpresa 
	final. Ciencia ficción en toda regla pero siguiendo el esquema clásico de la literatura 
	de aventuras, y donde el elemento psicológico y el afán del protagonista por hacerse 
	respetar, siendo mucho más inteligente que sus compañeros (Ender tiene en el libro 
	entre 6 y 9 años), juegan un papel muy importante. Podríamos resumir el libro como 
	"el nacimiento de un líder". 
	   Un clásico, en fin, que supuso un gran éxito de ventas y que 
	aún hoy en día resulta un "imprescindible". 
	David Fernández (cYbErDaRK) 
	  
	Hyperion
	(1989) – Dan Simmons
	 Ediciones B – Byblos ciencia ficción – 2004
	
   
	 
	   Es imposible hablar de Hyperion sin hacer referencia también 
	a su continuación, La caída de Hyperion. Ambas componen una única historia, y 
	sólo con la lectura del primero ésta queda inconclusa. Aun así, son bastante diferentes: 
	mientras que Hyperion está compuesta por los relatos que se cuentan entre sí 
	siete peregrinos que acuden a un distante planeta, permaneciendo en un segundo plano 
	el desarrollo de la historia "principal", la segunda es una novela al uso, en la que 
	se nos descubre las relaciones existentes entre las narraciones de los peregrinos y 
	cómo afectan al devenir de la historia.  
	   Este conjunto forma una de las más completas y complejas 
	historias que ha dado la ciencia ficción. Completa porque Dan Simmons 
	cambia constantemente de registro, relatando historias a modo de space opera, 
	cyberpunk, terror,... Y compleja porque introduce tantos conceptos históricos, 
	económicos, religiosos, literarios... que resulta prácticamente imposible atar todos 
	los cabos que teje en la novela. Uno siempre tiene la certeza de que se le escapa 
	algo, que le faltan muchos detalles para llegar a conocer el Universo de la Hegemonía. 
	   Y, como guinda, tiene uno de los villanos más carismáticos de la ciencia ficción: 
	El Alcaudón. Un personaje tan enigmático como apasionante; una máquina de matar y 
	provocar dolor, cuyas intenciones no están nada claras; una mole metálica capaz de 
	campar a sus anchas por el tiempo, cuya presencia se percibe en casi todo momento, 
	teniendo la sensación de que puede aparecer en el momento más inesperado. Sencillamente 
	aterrador. 
	Ignacio Sánchez Díez (nasandi) 
	  
	El libro del día del juicio final
	(1992) – Connie Willis
	 Ediciones B – VIB nº 244–1 – 1997 
	 
	   Dentro de la ciencia ficción existe todo un subgénero que 
	centra su existencia en los viajes en el tiempo. Hay narraciones de todo tipo, desde 
	las basadas en profundas descripciones mecánicocuánticas hasta aventuras sin freno y 
	ningún intento de verosimilitud. Connie Willis utiliza en El libro del día del 
	juicio final los clichés más usuales de esta temática para, sin entretenerse 
	demasiado en explicar su funcionamiento, crear una apasionante historia de personajes.  
	   En un futuro cercano se puede viajar al pasado y se utiliza 
	académicamente para estudiar in situ la Historia. Así se envía a Kivrin, una 
	modélica estudiante, al año 1320 para una visita rutinaria. Pero el lanzamiento sale 
	mal y termina en 1348, justo al comienzo de la plaga de la Peste Negra en Inglaterra. 
	Simultáneamente, en su tiempo comienza una epidemia que causa estragos mientras sus 
	compañeros intentan rescatarla del pasado. 
	   Esta trama simple sirve a Willis para presentar unos 
	protagonistas reales, que sufren, rezan, lloran, luchan, enferman, se divierten, sufren  
	y mueren. Y en ello reside el mayor acierto de la novela: tenemos unos personajes que 
	involucran al lector en la narración. A través de esta implicación se contempla el 
	cambio de perspectiva de la protagonista, que de considerar a los observados como 
	animales en un zoo pasa a comprometerse emocionalmente con ellos (a la vez que el 
	lector), al darse cuenta de que son seres humanos con sus deseos y miedos, y no un 
	simple objeto de estudio. Asistimos a su desesperación y su dolor frente a la 
	impotencia que siente ante la plaga que acaba con aquéllos a las que ha llegado a 
	querer. Y a la vez, en una especie de juego de espejos, vemos la desesperación de 
	los académicos del futuro al intentar recuperarla  Si a eso le sumamos la maestría 
	en el arte de narrar de Willis, estamos ante una de las grandes obras del género. 
	Daniel Gonzalo (dgonzalod) 
	  
	Antología de la ciencia ficción española 1982 – 2002
	 (2002) – Varios autores
	 Minotauro – Minotauro Kronos – 2002
	
   
	 
	   Este es un libro del todo imprescindible que nos mostrará 
	claramente dos cosas: primero, la ciencia ficción y la fantasía españolas no tienen 
	nada que envidiar a las americanas. Segundo, es posible realizar antologías: hay 
	disponible material excelente para ello. Nada de esto hubiese sido imaginable 
	hasta hace poco sin despertar una cierta sonrisa condescendiente por parte de 
	muchos. El motivo es simple: el género fantástico parece que empieza a desprenderse 
	de ese sambenito tan pesado que recayó sobre él el día que nuestro congénere, el señor 
	Cervantes, se encargó de enviarlo a las catacumbas del prestigio cultural. 
	   Aunque el título indica que es una recopilación que abarca dos 
	décadas, la mayor parte de las narraciones son de la década de los noventa, 
	constituyendo una más que notable representación del estado actual de nuestra 
	literatura de género. En la antología podremos encontrar desde escritores de renombre, 
	como César Mallorquí o Elia Barceló, hasta jóvenes promesas como José Antonio Cotrina, 
	que han entrado por la puerta grande en los últimos años. 
	   No es posible sintetizar en tan corto espacio el contenido de 
	todas las historias, aunque quisiera destacar aquellas que, personalmente, me resultaron 
	más fascinantes y me llevaron a buscar más obras de sus autores: "El rebaño" de César 
	Mallorquí, un delicioso relato a lo Simak; "El bosque de hielo", de Juan Miguel 
	Aguilera, sugerente y fascinante; "El centro muerto", de León Arsenal, con un lenguaje 
	y estilo únicos y diferentes; "Un jinete solitario", de Rodolfo Martínez, 
	cyberpunk asequible pero nada simple; y, finalmente, mi favorito, el que me dejó 
	alucinado, una de las piezas más fascinantes que he leído en mi vida: "Entre líneas" de 
	José Antonio Cotrina, que me convirtió en un incondicional de su obra. 
	   La recopilación, que toca diferentes registros y géneros (fantasía, 
	hard, cyberpunk, space opera...), se complementa y disfruta aún más 
	gracias al estudio de Julián Díez sobre la historia de la ciencia ficción española y 
	sus comentarios introductorios a los diferentes autores. Indispensable para los que creen 
	que en el mundo hay más culturas que la anglosajona. 
	Enríc Quílez (yarhel) 
	 
	Nota: De todos los títulos seleccionados hay tres 
	que no son conseguibles en las librerías habituales: A vuestros cuerpos 
	dispersos, El libro del día del juicio final y Pórtico. Sólo son 
	accesibles a través de librerías de segunda mano, o a través de internet mediante 
	páginas web como
	www.iberlibro.com 
	 
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