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		El cumpleaños del mundo y otros relatos, 
		de Ursula K. Le Guin
	     
            
		Título original: The Birthday of the World and Other Stories
		 (2002)
	     
            
		Portada: Opalworks
	     
            
		Traducción: Estela Gutiérrez Torres
	     
            
		Editorial: Minotauro Biblioteca Ursula K. Le Guin 
		(2004)
	     
	      
	    
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		 Ursula K. Le Guin
		 
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		 Juan García Heredero (Verence), Septiembre 2004 
	
	    Las expectativas que mantenía al comenzar a leer, por primera vez, un libro de 
	Ursula K. Le Guin, eran elevadas. Las múltiples opiniones escuchadas a conocidos, las reseñas y escritos 
	más que favorables, la alta valoración de sus obras en general, hacía que estuviera deseando, realmente, 
	disfrutar de tan estimada autora. 
	   Pues bien, ciertamente, gran parte de las opiniones favorables se encontraban 
	justificadas: estamos ante una colección de relatos magistralmente escritos, con escenarios muy detallados
	y cuidados; personajes sólidos y tangibles, a los que parece que hemos conocido durante toda nuestra 
	existencia; historias tiernas y profundas que hacen reflexionar sobre algún aspecto de la naturaleza humana. 
	   Sin embargo, el libro da la impresión de una cierta falta de variedad en la temática. Los 
	relatos, a excepción del último (luego hablaremos de él) tratan siempre, en rasgos generales, de 
	la sexualidad (entiéndase esta palabra en el sentido de relaciones entre sexos). En otros mundos, en otros 
	entornos, en otras sociedades y culturas, en otros contextos, en otras unidades familiares. En todos los 
	casos, el ámbito en que se enfoca este estudio de la sexualidad es una sociedad relativamente primitiva 
	en comparación con el avanzado Ecumen creado por Le Guin. Todas estas sociedades pertenecen a mundos que 
	han entrado en el Ecumen hace relativamente poco tiempo (discúlpenme que no aclare qué es el Ecumen; la 
	autora tampoco lo expone específicamente en el libro, aunque deje entreverlo), y los 
	protagonistas suelen ser del tipo "diferente": gente que, de un modo u otro, directa o indirectamente, va 
	contra las normas y los tabúes que su sociedad particular les ha impuesto. 
	   Esta temática no deja de ser interesante; de hecho, los puntos de los que parte cada 
	uno de los relatos son muy diferentes. Sin embargo, llega un momento en el que uno acaba 
	un relato y se piensa mucho si adentrarse en el siguiente. Cuando te zambulles en la historia, cuando 
	conoces a los personajes y sus circunstancias, no puedes dejar de leer; pero es necesario un cierto esfuerzo 
	de voluntad para comenzar cada nueva historia. 
	   Este esfuerzo, nótese, no se debe tanto a la dificultad de encarar una nueva pieza 
	como a dejar la anterior. Cuesta tiempo y recursos el llegar a amar a los personajes, conocer su entorno y 
	su mundo particular, aprender sus leyes, pensar a su modo, repudiar lo que ellos y, al tiempo, tratar de 
	verlos desde la ajena perspectiva del Ecumen y compararlos con nuestra propia sociedad. Cuando al fin los 
	conoces, cuando sientes como si formaran parte de tu familia, llega el momento de abandonarlos y conocer 
	gente nueva, partiendo de cero. Lo cierto es que muchos podrían haber servido de base para excelentes 
	novelas, pero aquí debemos conformarnos con secuencias más o menos largas de las vidas de los protagonistas, 
	que en muchas ocasiones saben a muy poco. 
	   Muchos aspectos humanos se tratan en El cumpleaños del mundo y otros relatos. Especialmente, se intenta mostrar 
	cuán absurdos son ciertos tabúes y limitaciones impuestas por la tradición y la costumbre; lo felices que 
	podrían ser las personas si no tuvieran que circunscribirse a las normas morales y éticas que les dicta la 
	sociedad; y lo volátiles que son dichas normas, las cuales deberían evolucionar al tiempo que cambia el 
	entorno que las ha creado. Se critica veladamente al conformismo, al inmovilismo de las ideas; la autora 
	defiende la libertad no sólo de pensamiento, sino de actuación para conseguir la felicidad personal. Es 
	mucho más importante la sensación que le crea al lector cada relato (en el sentido de que siente que 
	nuestras normas morales son únicamente casuales y podrían ser otras; que nadie tiene la razón absoluta y 
	que siempre hay que mirar varios puntos de vista; que las acciones individuales pueden cambiar un sistema 
	moral injusto; que un individuo diferente nunca tiene por qué estar solo; y tantas y tantas otras) que la 
	historia que se cuenta. 
	   Un gran cambio se aprecia cuando se llega al último de todos los relatos. El único 
	que no trata específicamente de la sexualidad en otras culturas; el único que no se encuadra dentro del 
	universo del Ecumen; el único, en definitiva, diferente. Sólo por esto, enseguida nos zambullimos 
	dentro de él, ávidos de temática nueva sin perder la calidad literaria de la que hemos disfrutado hasta 
	el momento.  
	   Y no nos decepciona. El punto de partida es una historia sin florituras, una de tantas 
	otras que se han visto en la ciencia ficción: se descubre un planeta habitable cercano a la Tierra y se 
	envía una expedición en una nave autosuficiente, que llegará allí en varias generaciones (ya que en el 
	universo de Le Guin no se contempla el viaje más veloz que la luz). Lo diferente es la forma de enfocar la 
	historia: se centra en el viaje en sí. Expone las relaciones sociales en la nave, las inquietudes personales 
	de los habitantes, la forma de vida y de educación que tienen. Nos explica cómo un movimiento religioso 
	ha tomado mucha fuerza en la nave; un movimiento que propugna que no existe planeta al que llegar, sino que 
	el destino de la nave y de sus ocupantes es viajar indefinidamente por el universo. Describe nítidamente 
	cómo los valores morales se han creado en este entorno aislado, y el por qué de su existencia. 
	   Además, la época escogida por la autora para centrarse es la de una generación que 
	no ha conocido la Tierra original, y que habrá desaparecido antes de llegar al nuevo mundo. Por lo tanto, 
	estamos inmersos en una sociedad que sólo conoce espacios cerrados, que no tiene raíces, que carece de 
	perspectivas de llegar a ningún destino en concreto; que sólo está, en definitiva, de paso. Una situación 
	muy curiosa, espléndidamente planteada y acerca de la cual Le Guin aporta multitud de ideas interesantes 
	y muy logradas. Todo esto lo ensalza con una misteriosa trama de fondo, la cual aporta a la historia
	otro elemento diferenciador: ya no es una sucesión de fotogramas acerca de la vida de unas personas, 
	como ocurría en muchos de los anteriores relatos; ahora los personajes perseguirán un fin concreto y sus 
	acciones estarán encaminadas hacia ello. 
	   Un libro, en definitiva, cuyos primeros relatos invitarán al lector a reflexionar 
	sobre nuestro sistema de valores, si bien pueden resultar poco variados en determinados momentos; y con un 
	relato final de temática muy diferente, ciertamente interesante, emocionante hasta cierto punto, y que 
	trata de explorar algunas de las facetas más complejas y profundas de las relaciones humanas. 
	  
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