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		Mundos en la Eternidad, 
		de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal
	     
            
		Editorial: Equipo Sirius 
		Colección Tau nº 1
		(2001)
	     
	      
	    
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		 Juan Miguel Aguilera
		 
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		Javier Redal
		 
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		 Rodolfo Martínez (Rudy), Octubre 2004 
	
	    Como lector (y también como escritor, pero esa es otra historia) hay dos obras españolas 
	de ciencia ficción que, en su momento, me marcaron muy profundamente. La primera fue Lágrimas de luz 
	de Rafael Marín: tenía yo entonces dieciocho años, y la novela me sorprendió por su riqueza estilística y 
	fabuladora, convirtiéndome en un fan incondicional de Marín. Durante muchos años busqué y rebusqué cada 
	revista, fanzine o libro en el que apareciera algún relato suyo y, de hecho, él es el culpable indirecto 
	de que comenzara mi carrera como escritor, al recibir un anuncio de un fanzine entre cuyos contenidos 
	aparecía uno de sus cuentos. Eso me hizo ponerme en contacto con Juan José Parera, responsable de Máser, 
	que, con el tiempo, se convertiría en mi primer editor. 
	   Cinco años más tarde leía Mundos en el abismo y su continuación Hijos de la 
	Eternidad, de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, casi ochocientas páginas que me leí de un tirón y que 
	estaban llenas por todas partes de maravillas, acción, momentos más grandes que la vida misma y panoramas de 
	millones de años que los autores desplegaban como quien no quiere la cosa ante mis ojos asombrados. 
	   Lágrimas de luz había sido como un faro aislado en medio de la noche: había al 
	menos un autor español de ciencia ficción que podía medirse en pie de igualdad con cualquier escritor extranjero 
	y cuya obra podía codearse sin ningún rubor con eso que los americanos llaman "mainstream" y que aquí 
	hemos optado por traducir como "literatura general". Marín era el pionero solitario, el descubridor de 
	nuevos territorios, pero no parecía que nadie fuera a seguir su ejemplo. 
	   Mundos en el abismo fue el paso siguiente, la llegada de la nueva generación de 
	colonos dispuestos a demostrar que la ciencia ficción española podía estar tan llena de sentido de la maravilla 
	y las ansias de aventuras como la mejor ciencia ficción internacional, y que éramos capaces de crear obras 
	complejas y fascinantes usando nuestros propios métodos sin tener constantemente al primo americano mirándonos 
	por encima del hombro. 
	   La consecuencia no fue un espectacular incremento en las ventas de libros del género,
	pero sí la aparición, a lo largo de la década de los noventa, de un grupo de escritores con sus herramientas 
	literarias bien afiladas que demostraron que la ciencia ficción española estaba llegando a su madurez. 
	   Y durante todos estos años, Mundos en el abismo siguió siendo, en cierto modo, la 
	referencia, el lugar (parafraseando a Star Trek) al que "ningún escritor español de CF había llegado 
	anteriormente". 
	   La colección en la que las dos novelas de Aguilera y Redal publicaron sus dos novelas 
	hace años que ha desaparecido, y su obra iba siendo cada vez más difícil de encontrar: los nuevos lectores
	oían hablar de ella, pero les costaba trabajo conseguirla. Si a eso unimos el deseo, expresado en público por 
	Aguilera varias veces, de convertir ambas novelas en una sola, más coherente y menos dispersa, el resultado 
	inevitable es este Mundos en la Eternidad, que incorpora casi toda la primera novela y algunas de las 
	tramas más importantes de la segunda en un único libro. 
	   El aspecto más positivo de esta nueva versión es, básicamente, la desaparición de las 
	bajadas de ritmo narrativo que se producían en la segunda novela. Por contra tenemos la eliminación de un buen 
	número de acciones secundarias y de buenas secuencias que uno no puede evitar echar de menos. Además, en lugar 
	de incorporar el glosario de la primera edición, los autores han decidido optar por cargar el texto de notas 
	a pie de página aclarando los términos hindúes más oscuros para el lector, lo que en un libro de texto o en 
	un ensayo puede resultar útil, pero en una novela acaba convirtiéndose en molesto. 
	   Pese a todo, este Mundos en la Eternidad no es un mal libro, especialmente cuando 
	uno consigue dejar de compararlo con lo que ya conocía anteriormente. Sigue manteniendo la fuerza y el sentido 
	de la maravilla y uno la lee de un tirón. Sin duda para aquellos nuevos lectores que no conocían las versiones 
	anteriores se convertirá en un libro imprescindible que ocupará un lugar importante en su biblioteca. Los 
	conocedores de Mundos en el abismo e Hijos de la Eternidad, sin embargo, temo que seguiremos 
	prefiriendo las novelas originales. 
	 
	Esta reseña fue publicada originalmente en Drímar, la página de Rodolfo Martínez
	http://www.drimar.com/rudy/ 
	  
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