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		El espíritu de la Navidad y otras historias navideñas, 
		de Connie Willis
	     
            
		Título original: Miracle and other Christmas stories
		 (2000)
	     
            
		Portada: Casey Hampton
	     
            
		Traducción: Domingo Santos
	     
            
		Editorial: La Factoría de Ideas 
		Solaris ficción nº 8 
		(2000)
	     
	      
	    
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		 Connie Willis
		 
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		 Rodolfo Martínez (Rudy), Diciembre 2004 
	
	    Como lector, hasta la más trivial de las historias oculta un fondo desconocido que 
	está justo a la vuelta de la esquina y que es más importante de lo que parece. Incluso en el más serio y 
	trágico de los relatos hay tiempo para comprender que hasta lo peor tiene un ángulo cómico y que reírse es 
	a veces nuestra última arma frente a un universo que, cuando no nos es hostil, nos ignora. Si a eso añadimos 
	la voluntad explícita de no insultar nunca la inteligencia del lector y un falso candor carente por completo
	de ingenuidad, tendremos una descripción bastante aproximada de las principales características de Connie 
	Willis en tanto que narradora.  
	   Y estas ocho historias de ambiente navideño son un ejemplo perfecto de lo que acabo 
	de describir. En todas ellas, hasta en la más trivial, se nos dice algo que afecta a lo más hondo de nosotros 
	mismos: sin crueldad por duro que sea, pero sin ignorar lo obvio por fácil que resulte. Todas ellas atraviesan 
	la hipocresía que rige nuestras vidas y se empeñan en mostrarnos lo que hay más alla, no arrastrándonos, no 
	obligándonos a verlo, sino permitiendo –a veces como si fuera una broma– que lo veamos. Y en todas, incluso 
	en los momentos más tensos, hay lugar para la risa, o al menos para la sonrisa. 
	   Siempre me ha resultado enormemente sorprendente la aparente facilidad con la que Connie 
	Willis se empeña una y otra vez en ir más allá de las apariencias, en diseccionar los principales tics 
	de la sociedad occidental y mostrar cómo y por qué nos hemos cubierto con las máscaras que usamos en nuestra 
	vida diaria. En hacer ciencia ficción (o a veces simplemente literatura) costumbrista sin necesidad de caer 
	en la caricatura. 
	   Decía Valle-Inclán que un autor tiene tres formas de contemplar a sus personajes: de 
	rodillas (viéndolos como algo mayor que la vida misma), de pie (contemplándolos a su mismo nivel) y levantado 
	por los aires (lanzando sobre ellos la mirada –a veces implacable, a veces compasiva– de un dios). Willis se 
	remonta ocasionalmente por los aires, pero nunca olvida que ella misma es tan falible como sus criaturas y 
	que, en el fondo, las máscaras que destruye son las mismas máscaras que ella, o cualquier otro, utiliza. 
	   Y esto es así porque las principales influencias de Connie Willis (por más que ella se 
	empeñe una y otra vez en mencionar Consigue un traje espacial, viajarás de Heinlein como el detonante 
	que la llevó a la ciencia ficción) están ancladas (junto a la presencia inevitable de P. G. Wodehouse) 
	principalmente en la comedia de enredo y costumbres de los años cuarenta, en las películas de Howard Hawks, 
	Frank Cappra o Preston Sturges y, por supuesto, en los musicales de Fred Astaire. Imaginarse a Connie Willis 
	escribiendo el guión de La fiera de mi niña, Sombrero de copa, Los viajes de Sullivan o 
	Vive como quieras resulta a veces un pensamiento poco menos que inevitable. 
	   Así, no es extraño que en todas sus historias haya sitio para una esperanza enloquecida y 
	aparentemente imposible, que se conjura para que todo salga bien al final incluso pese a las intenciones de 
	sus personajes, abocados una y otra vez a tropezar con los marcos de las puertas y a no ver las salidas que se 
	ponen ante sus ojos. 
	   En estos ocho relatos, Connie Willis nos hace transitar por un universo extraño lleno de 
	Espíritus de la Navidad, de paradojas temporales, de detectives incapaces de desentrañar los misterios evidentes 
	que se desarrollan ante sus ojos, de bucles sin salida que te atan siempre al mismo momento, de invasiones 
	extraterrestres y de búsquedas absurdas. Pero, sobre todo, lleno de seres humanos desorientados a los que una 
	mano benévola y oculta vuelve a poner en el camino correcto. Un universo que, en definitiva, es el nuestro, 
	ligeramente deformado quizá pero nunca falseado. 
	   Poco importa que nos encante decorar todos los años el árbol o poner el Belén o que pasemos 
	las navidades gruñendo y deseando que se acabe de una vez esta maldita aglomeración llena de falsa buena voluntad: 
	los relatos de este libro nos gustarán, ya que la Navidad no es más que la excusa que la autora utiliza para 
	hablar de nosotros mismos y hacerlo con claridad e inteligencia. 
	   El libro finaliza con veinticuatro recomendaciones de Connie Willis, doce de ellas 
	literarias y doce cinematográficas, que van desde la Canción de Navidad de Charles Dickens a Los 
	tres padrinos de John Ford; acompañadas de un pequeño y jugoso comentario en el que la autora nos desvela 
	(tal vez) más de lo que pretende sobre sí misma. Y es de agradecer, además, el trabajo que se ha tomado el 
	traductor de buscar el título en castellano más conocido de cada una de esas historias o películas: algo tan 
	evidente y que debiera ser la norma resulta lo suficientemente excepcional para que lo hagamos notar. 
	   No puedo terminar sin una pequeña nota de perplejidad. El título español del libro es 
	El espíritu de la Navidad y otras historias navideñas y parece obvio que una de esas historias debería 
	titularse precisamente "El espíritu de la Navidad". Sólo que no es así y no encontramos rastros de ella en todo 
	el volumen. Si bien el detalle es nimio (y ya decía Emerson que la obsesión por los detalles es síntoma de 
	una mente pequeña) no habría estado de más tenerlo en cuenta.  
	 
	Esta reseña fue publicada originalmente en Drímar, la página de Rodolfo Martínez
	http://www.drimar.com/rudy/ 
	  
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