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		La hora antes de la oscuridad, 
		de Douglas Clegg
	     
            
		Título original: The Hour before Dark
		 (2002)
	     
            
		Portada: Jonathon Eden / Gettyimages
	     
            
		Traducción: Jonathon Eden / Gettyimages
	     
            
		Editorial: Minotauro 
		Hades 
		(2004)
	     
	      
	    
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		Douglas Clegg
		 
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		 Manuel Santos (Hartree), Enero 2005 
	
	    Minotauro ha decidido comenzar su nueva colección de terror llamada Hades con un par de 
	novelas publicadas simultáneamente. La española 
	El Contrincante, de Elia Barceló, 
	y ésta que nos ocupa: La hora antes de la oscuridad del americano Douglas Clegg. 
	   Los habitantes de la isla de Burnley se ven conmocionados por el brutal asesinato del 
	hombre más famoso del lugar, el héroe de guerra Geordie Raglan. Los hijos del asesinado se reúnen en la isla 
	para tratar de soportar estos momentos de crisis familiar.  
	   Lo que inicialmente se nos presenta como una historia de suspense y misterio se convertirá 
	en un estudio psicológico de los personajes a medida que vayamos entendiendo más sobre la niñez de los hijos de 
	Raglan en la isla. Pero claro, todo esto está muy bien, aunque no significa que el resultado sea satisfactorio. 
	Me explicaré 
	   Al comienzo del libro hay una especie de prefacio/dedicatoria a Stephen King. No negaré que 
	Clegg se esfuerza en parecerse a él. El libro contiene palabrejas tan rimbombantes como "pedo cerebral" (es un 
	periodo de una semana durante la niñez de los protagonistas en la que no recuerdan que sucedió) o Jumblies 
	(término inventado que los personajes utilizan cuando algo les resulta inexplicable) de las que tan encariñado 
	está el autor de Maine, y tanto la estructura del libro (bastante extraña por cierto), los personajes como la 
	ambientación nos pueden traer algún que otro libro de King a la memoria porque contiene todos los elementos 
	típicos que alguna que otra vez han aparecido en las historias del "Rey": una aldea apartada en la que se 
	juntan los personajes arquetípicos de la América profunda, el fanático religioso, el perturbado del pueblo, el 
	odio a lo extranjero y lo desconocido, la antigua novia de escuela y primer amor del protagonista,... El problema 
	es que a diferencia de King, Clegg no se esfuerza en desarrollar las personalidades de los personajes secundarios 
	(y ni siquiera la de los protagonistas) y sólo nos proporciona pinceladas de los mismos. Es evidente que se 
	esfuerza, pero carece de la suficiente pericia como para imitar a King. 
	   No soy un experto en el género de terror (creo que todo el mundo sabe ya que a mí lo que 
	me va es la fantasía) aunque sí sé que la ambientación tiene que estar bien construida para producir la necesaria 
	sensación de angustia que una buena novela de terror cumpla su función. Desgraciadamente La hora antes de 
	la oscuridad es como una de esas películas de serie B en la que el director se esfuerza con crear todo tipo 
	de efectos basados en nieblas, humos y sombras pero que, cuando la película por fin se estrena, sólo producen 
	risa en el espectador o, al menos, no provocan el efecto deseado.  
	   En la novela de Clegg tenemos tres parajes bien establecidos. Primero, la isla de Burnley, 
	un enclave eminentemente turístico y que se encuentra prácticamente vacío fuera de temporada. La casa de los 
	Raglan, una estructura laberíntica formada por habitaciones interconectadas entre sí y sin pasillos. Y, por 
	último, el ahumadero, el sitio donde tuvo lugar el asesinato del patriarca de los Raglan y lugar de juegos y 
	castigos por igual de sus hijos durante su niñez. En ningún momento estas localizaciones producen suspense, 
	sugestión o cualquier otra sensación asociada con el género de terror. Tomemos como ejemplo el caso del ahumadero. 
	Por mucho que el autor se esfuerce en explicarnos el miedo que los protagonistas siente por él a mí, 
	por lo menos, no me termina convencer. Hace unos meses leí un ensayo curioso sobre escritura creativa en el que 
	hablaban precisamente de esto durante la caracterización de personajes. El ensayo lo llamaba "Show, don’t tell", 
	algo así como "No lo digas, enséñalo". El artículo venía a decir que uno de los errores de los autores a los que 
	le falla la caracterización de personajes es precisamente que se esfuerzan en contarnos cómo es y actúa un 
	personaje en lugar de mostrarlo (Un inciso: ejemplo claro de buena caracterización, aunque se salga fuera 
	de género, es Meñique en Canción de hielo y fuego; Martin no necesita decirnos explícitamente lo 
	inteligente que es, ya lo sabemos a través de sus acciones). 
	   Para el género de terror también hay un equivalente a esta regla: "Suggest, don't 
	state" (Insinúa, no afirmes). En este caso sabemos que los personajes le tienen miedo al ahumadero porque el 
	autor nos lo ha dicho directamente, pero esto no produce miedo o inquietud en el lector porque no nos está 
	contando lo que el personaje siente ante la presencia del ahumadero. No crea un ambiente que sea creíble para 
	el suspense y la sugestión. 
	   La mala caracterización de personajes es ya un defecto en cualquier tipo de novela, pero 
	quizás sea más acuciante en las novelas de terror. Para que el lector se vea involucrado con la historia y 
	pase miedo, o por lo menos inquietud, es necesario crear personajes interesantes, personajes a los que nos 
	importe lo que les pase. Si no se corre el peligro de pasar las páginas como un autómata sin que nos interesen 
	los líos en los que se meten. Y esto precisamente sucede con La hora antes de la 
	oscuridad. 
	   Douglass Clegg trata de vendernos la novela como un ejercicio de terror psicológico, y 
	también aquí falla ¿Cómo pretende que el lector se vea inmerso en la mente de los protagonistas cuando estos no 
	están bien desarrollados? El libro está relatado en primera persona por el hijo mayor, Nemo. Al elegir esta 
	estructura debería presuponerse que es este personaje el que mejor desarrollado estará, pero desde las primeras 
	páginas aparecen constantes contradicciones de comportamiento. En un capítulo se nos cuenta lo muchísimo que 
	amaba a su padre para un par de capítulos después contarnos justo lo opuesto (sin que todavía haya sucedido 
	nada). ¿En qué quedamos? Otro ejemplo es (sí, ya sé que soy demasiado puntilloso) el caso de Brooke, la hermana 
	del protagonista. En un momento de la narración Nemo nos cuenta que una de las características de Brooke es 
	que siempre saltea sus frases con una profusión de tacos (coño, mierda, maldición, cosas así). Estupendo, 
	una buena forma de caracterizar un personaje es a través de su forma de expresarse en los diálogos. El problema 
	es que esta afirmación del protagonista no se muestra en ningún momento a lo largo de una narración que está 
	plagada de diálogos.  
	   Y hablando de diálogos, en esta novela la narración no hace avanzar la historia. El autor 
	nos cuenta lo que los personajes piensan o hacen mediante los diálogos, y cuando se apoya en la narración lo 
	hace mediante una sucesión monótona de acciones, funcionales y sin demasiadas 
	florituras (a veces parece que estás leyendo un guión de cine en lugar de una novela). Y el discurso mental del 
	protagonista (cuando lo hay) es terriblemente infantil en algunas ideas (especialmente sonrojante resulta el 
	capítulo dedicado al encuentro entre el protagonista y su antigua novia de instituto, Pola).  
	   No dudo que Minotauro esté intentando mostrarnos lo mejor del actual género de terror. Al 
	fin y al cabo, La hora antes de la oscuridad fue nominado al premio Bram Stoker de narrativa de 
	terror en el año 2003, con lo que las expectativas iniciales en cuanto a la calidad de la novela son positivas. 
	Pero a uno le da miedo pensar que esta novela sea una muestra de lo mejor que se está escribiendo actualmente 
	en el género de terror; si es así más vale cambiar de género o pasarse a los clásicos. 
	  
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