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		La clave del laberinto, 
		de Howard V. Hendrix
	     
            
		Título original: The labyrinth Key
		 (2004)
	     
            
		Portada: Alejandro Terán
	     
            
		Traducción: Manuel de los Reyes
	     
            
		Editorial: La Factoría de Ideas 
		Solaris Ficción nº51 
		(2004)
	     
	      
	    
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		Howard V. Hendrix
		 
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		 Francisco Javier Esteban (Sisko), Febrero 2005 
	
	    Howard V. Hendrix es un autor de cinco novelas de ciencia ficción, siendo La clave del 
	laberinto la última de ellas y la primera traducida a nuestro idioma. Estamos ante una obra difícil de 
	catalogar, pero tal vez el apelativo de thriller tecno-místico sea el más apropiado. 
	   Como thriller es bastante entretenido y en él aparecen asesinatos, agencias corruptas, 
	sociedades secretas y conflictos internacionales. La única pega en este sentido es el trasfondo político poco 
	original que adopta la novela: un futuro próximo en el que se ha vuelto de nuevo a la guerra fría entre dos 
	superpotencias. China releva ahora a la URSS en una escalada tecnológica que podría colapsar los sistemas 
	informáticos y de comunicaciones del mundo. 
	   Pero donde se encalla el libro es en el aspecto tecno-místico en el que el autor 
	pretende juntar multitud de elementos científicos con otros esotéricos. Por una parte aparecen conceptos de 
	física cuántica, informática y biotecnología. Por otra aparecen ideas como el simbolismo de los laberintos, 
	los palacios de la memoria y la cábala. El tratamiento de estos temas es bastante confuso y por eso Hendrix 
	intenta aprovechar cualquier situación para colarnos una disquisición. 
	   Esto, a veces, nos lleva a situaciones casi delirantes. Por ejemplo, cuando uno de los 
	protagonistas visita un local de striptease y está a solas con una bailarina, ¿qué es lo que hace? 
	Pues pedirle papel y tijeras para ilustrar una fantástica explicación sobre superficies de moebius y física 
	cuántica. Desde luego la bailarina, obviando las más elementales normas de seguridad, le consigue las dichosas 
	tijeras y se traga sin rechistar el rollo académico. Pero ni utilizando esta clase de trucos logra desarrollar 
	lo suficiente las ideas que propone. Tal vez por ello, al final de La clave del laberinto se nos 
	proporciona una entrevista de doce páginas con el autor en la que se pretende aclararnos algunos conceptos 
	oscuros de la historia. 
	   El estilo de escritura de Hendrix es en general bastante fluido y proporciona agilidad e 
	interés a la trama. Pero esta agilidad se pierde por completo en las partes donde ha hinchado la novela 
	con descripciones superfluas para que supere las trescientas páginas de rigor. Como ejemplo de ello reproduzco 
	un par de párrafos, perfectamente eliminables porque no aportan nada a la trama: 
	
	   Los laboratorios de criminalística ocupaban toda la planta. Mientras deambulaba por el 
	dédalo de salas y pasillos entre los pocos técnicos vestidos de blanco que se encargaban del turno del 
	cementerio, Lu rememoró las clases de laboratorio que había recibido en la universidad. Largos bancos de 
	trabajo con cajones. Lavamanos y máscaras para no respirar los vapores. Microscopios. Quemadores. Compases de 
	espesores. Tenazas. Baldas llenas de frascos de cristal. Portaobjetos. Tubos de ensayo. Pipetas. Recipientes 
	de Ehrlenmeyer. Destiladores. Neveras para guardar las muestras. Reagentes en botellas de plástico y cristal. 
	Papeleras de plástico para deshechos tóxicos. Agitadoras magnéticas que giraban en vasos de precipitación. 
	Centrifugadoras. Cromatógrafos de gas. Espectrofotómetros. 
	   También había objetos más especializados. Una colonia activa de dermestidos para eliminar 
	cualquier posible resto de carne que quedara en los huesos recuperados. Mesas de autopsia. Equipo e instrumental 
	osteológico. Delicados medidores de aumento que se utilizaban para determinar el grosor del esmalte dental. 
	Máquinas de rayos X y sistemas de desarrollo, principalmente para trabajos odontológicos. Reagentes especiales 
	empleados en análisis toxicológicos. Detectores/analizadores de infrarrojos de "marcas de sudor". Enzimas 
	restrictivas y capas de gel, ADN polimerasa y nucleótidos radioetiquetados con que realizar Southern Blots, 
	sondeos de radiación, reacciones de hibridación... todo ello destinado a deducir el número variable de 
	repeticiones en tándem, el NVRT, los intrones que componen la huella dactilar del ADN. 
	
	   En resumen, un libro que como thriller de entretenimiento es bastante resultón 
	pero que en el aspecto especulativo junta demasiadas ideas dispersas sin desarrollarlas ni ligarlas lo suficiente. 
	Para el lector que disfrute con las ideas tecnológicas, los elementos esotéricos le pueden resultar irritantes. 
	Para el que busque lo contrario, las explicaciones científicas le pueden confundir con facilidad. Entonces, 
	¿por qué juntar de esta forma elementos tan antagónicos? La única explicación que le veo es que el autor ha 
	intentado aprovechar el tirón de ventas de los libros al estilo El código Da Vinci, añadiendo elementos 
	"misteriosos" con el único resultado de confundir al personal. 
	  
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