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            Sandro Herrera Domínguez es conocido también 
              como Kelemvor 
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             por Sandro Herrera, Junio 2002 
                << 
              Primera Parte
                Estuve unos cinco minutos inmóvil, mirando 
              la pluma gris y pensando en qué era lo que se suponía 
              que debía hacer en estos momentos. Luego dejé la pluma 
              en el escritorio y me puse a dar vueltas debajo de la lámpara 
              de mi habitación. 
               - Joder....estoy loco. Estoy como una puñetera 
              cabra, los videojuegos me están matando. ¡No!, lo que 
              ha pasado ha sido real, eso es, tengo que afrontarlo. Ha sido real 
              y.....y que se supone que debo hacer. 
               Pensé en llamar a gritos a la Madre de 
              la Naturaleza: 
               - ¡Oyeeee!, Drusilla, Dry.... 
               No me acordaba en absoluto del nombre de la diosa, 
              pero de repente cada una de las letras que formaban su nombre apareció 
              en mi mente. 
               - ¡Dryselle!, por favor vuelve, no se que 
              hacer... 
               Mis últimas palabras me las tragué 
              al ver que nada pasaba ni iba a pasar, exceptuando los tres golpes 
              que dio mi vecina del piso de abajo para que cerrara el pico. Desde 
              luego, lo hice. 
               Me temblaban las piernas y no tenía ni 
              idea de que hacer para calmarme, porque desde luego, una infusión 
              no me iba a quitar de la mente a un ojo gigante que resulta ser 
              una paloma, que resulta ser una tórtola, que luego es la 
              Madre y Protectora de la Naturaleza. Pero me acordé a tiempo 
              de que tenía el teléfono de la chica del pelo azul 
              que estaba en la biblioteca. Me atreví a llamarla. 
                 Salí de mi cuarto y encendí todas 
              las luces que estaban de camino al teléfono, que estaba en 
              el salón.    Descolgué el teléfono 
              y marqué. Antes de que sonara el primer tono, se oyó 
              una especie de interferencia, luego, al tercer tono lo cogió 
              una chica. 
               - Diga. 
                 - Hola, ¿eres tú la chica del pelo 
              azul que.... 
                 - ¡Luna! 
                 - Perdona, ¿qué has dicho? 
                 - Me llamo Luna. 
               A mi me extrañó que ella no sintiera 
              desconfianza al teléfono, parecía que esperaba ansiosamente 
              mi llamada. Ante esta situación, yo no sabía que decirle. 
               - ....Esto.....yo..hoy me encontré tu 
              número y decidí llamar para saber de quién 
              era. 
                 - Si, ya, lo puse yo en el diccionario. 
               Esta chica es un poco rara, pensé, pero 
              quería seguir hablando con ella. 
               - Bueno, pues ya que estamos, si no te importa, 
              ¿te gustaría quedar conmigo? 
                 - Por supuesto, te espero hoy a las once en la 
              puerta de la biblioteca. Oye te tengo que dejar, hasta después. 
               No me dio tiempo de decirle que a las once era 
              muy tarde, que mañana tenía que ir al instituto, pero 
              de todos modos, iba a ir. 
                 Aún era demasiado pronto para salir de 
              mi casa, pero no quería quedarme solo, así que salí 
              con el paso aligerado para irme rápido de la plaza. 
                 Cuando llegué a la biblioteca me di cuenta 
              de que no había visto a nadie por el camino. En las escaleras 
              de la entrada de la biblioteca no estaba Luna, pues aún era 
              temprano, entonces me senté en el cuarto escalón y 
              me puse a pensar. En realidad no pensé mucho, porque en el 
              mismo momento en que me senté oí un ruido detrás 
              de una farola, entonces me acerqué para ver que pasaba. Al 
              lado de la farola había un chaval paralítico tirado 
              en el suelo y la silla de ruedas a su vera, también tirada. 
               - ¿Estás bien? -le pregunté, 
              pues en realidad yo me preocupé por el chico- 
                 - Si, si, no te preocupes. -Ni siquiera me miró 
              cuando me hablaba, parecía que buscaba algo-  
                 - ¿Quieres que te ayude a levantarte? 
                 - Pues la verdad es que sí, me harías 
              un favor. 
               Primero coloqué bien su silla y luego 
              lo cogí en brazos (pesaba poco, pues era muy flaco) y lo 
              senté. 
               - Gr...gracias, de verdad.-seguía sin 
              mirarme y ahora se tocaba los bolsillos- 
                 - ¿Te pasa algo? -le pregunté yo 
              intrigado- 
                 - He, he perdido mis gafas, ¿las has visto? 
               Eché un vistazo al suelo hasta que las 
              encontré, rotas. 
               - Pueeeees, sí, pero me temo que no en muy buen estado. 
              Creo que las has escachado con el hombro. De todos modos, aquí 
              las tienes.-se las puse con cuidado en el regazo y le advertí 
              que tuviera cuidado para que no se cortara- 
               Eché un vistazo a la biblioteca para comprobar 
              que Luna aún no estaba allí. Por supuesto, no estaba, 
              así que intenté entretenerme con el inofensivo paralítico. 
               - Gracias -dijo él cuando le di las gafas- 
                 - No es nada, por lo visto tengo complejo de Superman. 
              Oye dime, ¿como es que andas sólo por estas calles 
              a altas horas de la noche?, ¿y sólo? 
                 - En realidad venía a la biblioteca a buscar 
              una información, pero sin gafas mucho me temo que no voy 
              a encontrar nada. Y tú, ¿qué es lo que haces 
              por aquí? 
                 - He quedado con una chica en la puerta de la 
              biblioteca a las once. 
                 - ¡A las once!, pero si aún son las 
              diez menos cinco. 
                 - Si...ya, ya lo sé... pero...-¿y 
              yo que le digo a este tío? pensé- 
                 - ...Pero estabas tan impaciente por verla, que 
              viniste antes, ¿no?-añadió el- 
                 - ¡Sí!, exacto....Bueno, no. 
                 - Claaaaaro, ahora lo entiendo mejor. 
                 - Lo que pasa es que...-ahora le iba a contar 
              lo que me pasaba, pero de una manera mas light.- ...¿tú 
              nunca has visto cosas raras? 
                 - ¿A qué te refieres? 
                 - No se, a cosas raras, sobrenaturales. 
                 - Pues la verdad es que no, pero si me vas a contar 
              una de marcianos, mejor me voy. 
                 - No, no, si yo...-Óscar, estás 
              haciendo el ridículo-... Sí tío, tienes razón, 
              olvida lo que te he dicho. 
                 - Está bien, está bien, ¿qué 
              es lo que has visto? Yo se mucho de estos temas, en verdad. Desde 
              que me quedé paralítico no hago otra cosa que no sea 
              leer, y se puede decir que se bastante de eso. 
               No sabía por donde empezar, porque en 
              realidad no sabía cuándo empezó todo. Pero 
              pensé en hablar de Dryselle que era lo más curioso. 
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                 - ¿Te suena el nombre Dyselle? 
                 - Dryselle....-creí verle una sonrisa en 
              la boca, luego se puso a repetir el nombre y cerró los ojos, 
              como si tratara de recordar algo-....Dryselle, Dryselle, ¡sí!, 
              creo saber quien es. Por lo visto es la Madre Naturaleza o algo 
              así y Dryselle es sólo uno de los muchos nombres que 
              se le ha dado. Realmente sólo lo he visto una vez, en la 
              mayoría de los escritos se la conoce como Rubí. 
                 - Pues te puedo asegurar que se llama Dryselle. 
               Me miró con cara de interés, se 
              puso a pensar, soltó otra de sus sonrisas y preguntó: 
               - Pareces muy convencido, entonces, también 
              conocerás a Magma, ¿no? 
                 - ¿Magma?, pues no. 
                 - Si, si, Magma, la eterna enemiga de Rubí, 
              la Madre del Caos y la Destrucción. 
                 - ¡Claro!, esa debe de ser Leivdagma. Dryselle 
              me advirtió sobre ella.  
                 - Entonces Magma es Leivdagma. Pero, ¿qué 
              quieres decir con que Dryselle "te advirtió" sobre 
              ella? 
                 - Es lo que quería contarte. Se ha presentado 
              en mi casa. 
                 - ¿Cómo el Espíritu Santo 
              a María? 
                 - Si, supongo, pero yo no creo que deba tener 
              un hijo de ella. 
                 - Je, je, parece que te lo tomas muy en serio. 
              Si quieres, te puedo ayudar a buscar información sobre este 
              tema en la biblioteca, además todavía falta mucho 
              para que llegue tu cita. 
                 - ¿Y tus gafas? 
                 - Bu..bueno...yo..esto..en realidad puedo leer 
              algo, si me pego bien al libro -respondió algo nervioso a 
              mi pregunta- 
                 - Vale. De acuerdo, pero antes que nada, yo soy 
              Oscar , ¿y tú? 
               Él volvió a sonreír débilmente 
              y se presentó: 
               - ¡Huy!, perdón, yo soy Caín. 
                 - Pues bien, Caín, espero que me seas de 
              ayuda. 
               Cogí la silla de Caín y me dispuse 
              a llevarlo a la biblioteca por la rampa de discapacitados físicos. 
              El no se negó. 
                 Ya dentro del recinto, Caín llevó 
              la silla él mismo (y con mucha soltura). Caminaba por el 
              pasillo deprisa y miraba a todos lados, intentando recordar dónde 
              estaría el libro que me diera información. Por fin 
              lo recordó y me avisó: 
               - Por aquí, sígueme. 
               Casualmente era el pasillo en el que había 
              estado yo antes, y por lo visto él frecuentaba esa zona. 
              Caín se detuvo delante de una estantería y la miraba 
              de arriba abajo. Yo, despistado, miraba de un lado a otro, y él, 
              viendo mi distracción, me gritó: 
               - Creo que está en ésta estantería, a la punta 
              de arriba. Es un libro grande, con las tapas de cuero negro. 
               Yo, sin ganas de buscar, cogí unos once 
              libros juntos y los puse en la mesa. Caín me miró 
              sorprendido, quizá celoso por no tener mi agilidad. Luego 
              miró el montón de libros. 
               - Aquí está: "Cultura Aborigen 
              Australiana". 
                 - ¿Australiana?, ¿y por qué 
              australiana? 
                 - ¿Y por qué no? - dijo él 
              sin dejar de ojear el libro- 
                 - Pues no sé, es que ni siquiera sé 
              que quiero buscar en ese libro. Es que, no se por qué me 
              pasa esto a mí. A mi no me gustan estos rollos de dioses 
              y magia y cosas de esas. Ni siquiera soy católico. A mi lo 
              que me gusta es la ciencia ficción y las películas 
              de terror, y es posible que antes tuviera paranoias con las pelis 
              de terror-las últimas palabras las dije en voz baja, ya que 
              Caín sólo le prestaba atención al libro-...pero 
              yo no estoy preparado para esto... 
                 - ¡Aquí está!, ven, mira. 
               En la página izquierda había una 
              foto de un grupo de aborígenes, de rodillas, a los pies de 
              una gran estatua de piedra. El ídolo era Dryselle, la misma 
              que yo había visto, aunque los rasgos eran más exagerados. 
               - Es ella, tal y como se me presentó. 
                 - Aquí pone que los Indhawë, son una 
              de las muchas tribus que adoran a la diosa, pero son los que más 
              fidelidad le prestan. 
                 - ¿Hay más tribus que la veneran? 
                 - Si, en Australia cada una de las tribus que 
              la adoran tienen una estatua parecida a esa. En alguna regiones 
              de Sudamérica e India también se la conoce y se le 
              rinde culto, pero estatuas como las de la foto, sólo se encuentran 
              en Australia. 
                 - Eso quiere decir que la han visto,¿no? 
                 - No se que decirte, son sólo creencias 
              aborígenes. 
                 - ¿Es que no has escuchado nada de lo que 
              te he dicho?, La he visto Caín, he visto a Dryselle tal y 
              como la han esculpido esos indígenas. 
                 - Mira, Óscar, pareces buen tipo y parece 
              que dices la verdad, pero entiéndeme. No es normal que la 
              gente se encuentre a dioses como si se encontraran a un amigo. 
                 - Pero si ya lo sé, lo que pasa es que 
              es verdad y me siento tan impotente que como no se lo diga a alguien 
              voy a estallar en cualquier momento-Caín agachó la 
              cabeza y pareció entenderme-. Haber, tú que lees sobre 
              estos temas, ¿qué piensas sobre esa gente que dice 
              haber visto fantasmas o que han visto extraterrestres? 
                 - Hombre, pues algunos testimonios parecen muy 
              reales y unos pocos tienen pruebas. 
                 - Entonces, ¿que prueba te debo enseñar 
              para que me creas? 
                 - Hombre, una parte de mi quiere creerte. 
                 - No, no es una parte de ti que quiere creer. 
              Eres tú, sabes de alguna manera que lo que te estoy contando 
              es verdad. Si no, no estarías aquí hablando conmigo. 
               Caín agachó la cabeza y estuvo 
              unos instantes muy serio y callado. Por fin dijo: 
               - Está bien, tienes razón. Pero 
              no es que te crea realmente, simplemente quiero creerte y no pareces 
              cualquier loco. Se te nota en la cara que estás agobiado. 
                 - Pues aún no he tenido ni tiempo de agobiarme, 
              ha sido todo muy rápido. 
               Le conté toda la historia a Caín 
              y éste pareció, por fin, interesado en cada cosa que 
              le contaba. 
               - Pues si, la verdad es que han sido muchas cosas 
              en un solo día -dijo él- 
                 - Dímelo a mí. Oye, ¿qué 
              hora es? 
                 - Son las once y cinco. 
                 - Mierda, Luna tiene que estar esperando ya. 
                 - ¿Luna? -su sonrisa volvió a dibujarse 
              en la cara- 
                 - Si, mi cita. ¿Te vas a quedar aquí 
              solo? 
                 - Sí, buscaré más información 
              sobre Magma o Leivdagma, a ver que sale. 
                 - Vale gracias, ¿tienes algún bolígrafo 
              para darte mi número y así me cuentas? 
                 - Si, toma, pero no tengo papel. 
               Le apunté mi número de teléfono 
              en su mano, luego me despedí. 
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               Al principio no la vi, pero cuando salí 
              del edificio vi a aquella preciosidad de pelo azul. Tenía 
              la misma ropa que tenía cuando la ví por primera vez: 
              top y pantalones piratas (y con el frío que hacía). 
              Me puse nervioso y tropecé, por suerte ella estaba dándome 
              la espalda y no me vió. 
               - ¡Hola!, estoy aquí. 
               Se dio la vuelta y comprobé que tenía 
              unos preciosos ojos azules, igual que su pelo. Tenía un piercing 
              en la ceja derecha, también era azul. Se quedó de 
              brazos cruzado mirándome con una sonrisa indescriptible en 
              los labios. 
               - Hola...Superman. 
                 - ¿Superman?, ¿a qué viene 
              eso? -pensé- Hola, ¿qué tal? 
                 - No tan bien como tú. 
                 - "Valla por dios, ésta chica cae." 
              - ¿Cómo se te ha ocurrido dejar tu teléfono 
              en un diccionario de inglés? 
                 - Pues porque sabía que ibas a mirarlo. 
               Me acerqué hasta ella, luego Luna puso 
              sus brazos en mis hombros y me miró con cara de niña 
              buena. 
               - Y, ¿cómo sabías que lo iba a mirar? -le 
              dije siguiéndole el juego que se traía- 
               Acercó su cara a mi oído y dijo 
              en voz baja: 
               - Porque sólo eres un ser al que puedo manipular cuando 
              me lo proponga. 
               La aparté de mí con los brazos, 
              suavemente y la miré fijamente a la cara. 
               - Se puede saber porqué dices esas cosas, me estoy empezando 
              a arrepentir de haber quedado contigo. 
               Los azules ojos de Luna se volvieron anaranjados 
              y su cara ahora parecía diabólica. Yo me eché 
              para atrás, tropecé con un escalón y caí 
              al suelo. La que en un momento fue la bella Luna ahora era un demonio 
              de cara avejentada y ojos de los que emanaba una fuerte luz naranja 
              como el fuego. Luna levantó su mano derecha se quedó 
              mirándolas y en seguida se convirtió en una garra 
              envuelta en llamas. Se me acercó lentamente mientras yo estaba 
              inmóvil. Levantó la garra y se dispuso a asestarme 
              una apuñalada (o más) pero de detrás mía 
              salió una bola de luz azul que la envolvió y luego 
              la hizo desaparecer.  
                 Me quedé en el suelo, temblando. En la 
              carretera que estaba en frente de la biblioteca había un 
              coche rojo aparcado. Pude ver reflejado en la chapa del coche a 
              un ser envuelto en llamas azules que se dirigía a mi. El 
              terror me tenía inmovilizado. 
               El ente se me acercaba cada vez más, cuando 
              estuvo justo detrás de mí, puso una mano en mi hombro. 
              Las llamas azules que emanaban de él, me envolvían 
              poco a poco. Al instante, yo estaba rodeado de una capa azul que 
              no me dejaba ver nada del exterior. Me incorporé y comprobé 
              que aquello parecía ahora un infierno de llamas azules. Sin 
              embargo, yo no me sentía mal. Me di la vuelta y allí 
              estaba ese curioso ser, impaciente. Pero ahora ya no estaba envuelto 
              en llamas y pude apreciar sus rasgos. Era un joven de piel celeste, 
              casi blanca.    No tenía pelo en la cabeza, 
              no tenía cejas ni pestañas. En la calva lucía 
              una especie de runa de color negro. Sus ojos eran del todo negros 
              como los de Dryselle. Vestía una túnica de terciopelo 
              verde que le cubría pies y manos. Su apariencia, aunque sobrenatural, 
              era como la de un chaval de mi edad, de unos diecisiete años. 
              Su voz también me parecería jovial. 
               - Soy Julniç, Caballero y Guerrero de 
              Dryselle, Nuestra Madre y Protectora. Has estado a punto de caer 
              en las manos de Lussia, la más letal de los Caballeros de 
              Leivdagma. 
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